La noche anterior, había regresado tarde de un viaje, llena de estrés y con escaso tiempo para hacer el mercado, limpiar la casa y preparar el cuarto de huéspedes para una visita inesperada. Luego disfrutamos una velada tan agradable con nuestra visita, que trasnoché mucho más de lo prudente. Normalmente habría salido de la casa rumbo a mi trabajo de medio tiempo poco antes de las 6:30 de la mañana, pero este día salí apresuradamente, todavía medio dormida, a las 6:45. Había olvidado orar, pero felizmente, Dios no se olvidó de mí.