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¿Nos gustaría acabar con la guerra? ¿Con los delitos violentos? ¿Con la pobreza, la contaminación, el divorcio, los prejuicios raciales y el robo? ¿Creemos que lo podemos hacer? Todo está escrito en la Biblia, de una forma que la mayoría jamás podría imaginar.
Nosotros en El Mundo de Mañana llevamos mucho tiempo anhelando resolver los problemas de la humanidad. La revista El Mundo de Mañana lleva más de 25 años en circulación, mientras escribo esto; y esta edición es la número cien de nuestra revista en español, siempre con la esperanza de un mundo mejor. Todos queremos acabar con la pobreza, la contaminación, el divorcio, los prejuicios raciales y la delincuencia juvenil. Esperamos que nuestros suscriptores compartan ese deseo. Pero vamos más allá de la simple esperanza: Planeamos lograrlo.
Sabemos que hay personas y organizaciones que pueden generar cambios, pero hasta ahora, nadie ha traído una paz universal y duradera al planeta Tierra. Sin embargo, eso es precisamente lo que planeamos hacer. Así que, con razón, podríamos preguntarnos: ¿Es realista? ¿O simplemente somos soñadores engañados? ¿Son alcanzables esas aspiraciones? La respuesta sencilla es: Sí. ¡Cambiaremos el mundo! Además, ¡todos podemos ser parte de ese cambio!
La buena noticia que Jesús trajo es que todos podemos ayudar a transformar este mundo de lo que es ahora, pero no de la forma que creemos. No es necesario unirse a un movimiento de protesta estudiantil universitario ni presionar por el candidato político ideal. Durante miles de años, la gente ha buscado un mesías para resolver los problemas de la humanidad; sin embargo, la guerra para acabar con todas las guerras ha ido y venido; y otras guerras la han seguido. Es cierto que algunos líderes son mejores que otros, pero ninguno conoce el camino que conduce a la paz, por lo que el mundo continúa su implacable camino hacia la destrucción.
Pocos en el mundo cristiano comprenden la buena noticia que Jesús proclamó durante tres años y medio antes de su crucifixión, pero su mensaje no tiene nada de misterioso: “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:14-15). Pero, ¿Cómo podríamos cambiar el mundo por el hecho de creer en el mensaje de Jesucristo?
Un líder judío, el fariseo llamado Nicodemo, se acercó a Jesús de noche y se sorprendió cuando Jesús le dijo que debía nacer de nuevo para “ver el Reino de Dios” (Juan 3:3). Nacer de nuevo significa mucho más que una experiencia emocional temporal. Implica una transformación de carne y sangre a espíritu: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es… así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (vs. 6, 8). Años después, el apóstol Pablo explicó: “La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción” (1 Corintios 15:50). Para una comprensión más completa de este tema, pueden solicitar un ejemplar gratuito de nuestro folleto: Juan 3:16: Verdades ocultas del versículo de oro. O leerlo en línea en nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.
Jesús se refiere tres veces al “príncipe de este mundo”, quien es su oponente (Juan 12:31; 14:30; 16:11). Pablo agrega que este príncipe es el dios de nuestra era actual: “Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:3-4). Y leemos que este príncipe, Satanás el diablo, “engaña al mundo entero” (Apocalipsis 12:9).
Apreciados lectores, ni ustedes ni yo vamos a cambiar el mundo de Satanás en este momento, por mucho que lo intentemos. Nosotros y quienes nos apoyan en El Mundo de Mañana tenemos una plataforma muy amplia, pero aún no podemos cambiar el rumbo de este mundo por ahora. Podemos cambiar nuestras propias vidas y, por medio de El Mundo de Mañana, ayudar a otros a hacer lo mismo; pero no podemos detener las guerras, el odio ni la violencia. Entonces, ¿cómo es que, según la buena noticia que trajo Jesucristo, ustedes y yo podemos cambiar el mundo?
Jesús nos dijo que la humanidad llegaría a un punto en el que toda vida sería destruida si no fuera por su intervención personal (Mateo 24:21-22). Detendrá nuestra locura y tomará el lugar del gobernante actual. ¿Creemos lo que dijo Jesús: Que regresará para ser Rey de reyes y salvarnos de nosotros mismos? Está ahí mismo en la Biblia, y este mundo va exactamente en la dirección que Jesús dijo que iría.
El profeta Zacarías escribió, sobre un tiempo en el futuro cercano, en el que todas las naciones de la Tierra se unirán para luchar contra los judíos y tomar posesión de Jerusalén. ¿Acaso no podemos ver esto tomando forma incluso ahora? Solo entonces el Salvador, Jesucristo, regresará para salvar a los judíos y a la humanidad en general. “Yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén… Después saldrá el Eterno y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos… Y el Eterno será Rey sobre toda la Tierra” (Zacarías 14:2-4, 9). Una de las primeras tareas de Jesucristo a su regreso será expulsar al gobernante actual, que está engañando a la humanidad y dirigiendo el curso de este mundo (Apocalipsis 20:1-3; 12:9; Efesios 2:2).
¿Por qué no se pregona esta emocionante noticia a los cuatro vientos? ¡Abramos la Biblia y leamos estos pasajes! No me crean solo porque lo digo, pero no hay que descartarla sin abrir la Biblia y descubrir personalmente esta noticia.
¿Por qué la mayoría no entiende estas cosas? La razón es evidente: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado. Y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y yo los sane” (Mateo 13:14-15). ¡Espero que esto no nos describa!
En este momento no podemos cambiar el rumbo general de la humanidad. Solo Jesucristo puede hacerlo. Pero no estará solo cuando lo haga; los siervos resucitados de Dios gobernarán con el Rey de reyes: “Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la Palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4).
Quienes resuciten a la vida eterna al regreso de Jesucristo también gobernarán durante mil años, pero no en el Cielo. Sino que serán reyes y sacerdotes para nuestro Dios, y reinarán sobre la Tierra (Apocalipsis 5:9-10).
La Biblia nos dice, y la experiencia lo demuestra, que Satanás es el dios de este siglo. Esto cambiará cuando Jesucristo regrese como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:11-16). Uno de esos reyes será David, quien gobernará sobre las doce tribus de Israel (Jeremías 30:9; Ezequiel 34:23-24). Acompañando a David estarán los doce apóstoles, quienes gobernarán cada uno sobre una de las tribus (Mateo 19:28). Otros verdaderos siervos de Dios recibirán el gobierno de ciudades y otros asuntos administrativos; no solo en Israel, sino en todo el mundo (Lucas 19:12-19). Pero prestemos atención a la parábola de Jesús: El que recibe esta oportunidad, pero no hace nada durante su vida, pierde incluso lo que se le dio (vs. 20-26).
Es después del regreso de Jesucristo que ustedes y yo, si tenemos oídos para oír y ojos para ver, y si hacemos la obra de Dios; podremos participar en la mayor transformación que el mundo haya conocido en esta Tierra. ¡Sí, podremos cambiar el mundo!