Restauración del cristianismo original | El Mundo de Mañana

Restauración del cristianismo original

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Díganos lo que piensa de este folleto

Si Jesús de Nazaret regresara en este momento a la Tierra, ¿aceptaría la religión que está utilizando su nombre? ¡No, en absoluto! Los hombres han tergiversado sus enseñanzas de tal manera que las religiones que llevan su nombre NO tienen casi nada que ver con lo que Jesucristo y sus apóstoles realmente vivieron y creyeron.
¿Podremos encontrar una Iglesia que procure vivir guiándose por las enseñanzas del verdadero cristianismo? ¿Podremos COMPROBAR por nosotros mismos cuál es realmente la verdad de Dios? ¡En este folleto encontraremos importantes respuestas a estos interrogantes!

La mayoría de los eruditos religiosos sinceros reconocen que el cristianismo tradicional ha sufrido enormes cambios, ¡hasta el punto de convertirse en algo completamente distinto del cristianismo de Jesús y los apóstoles! El respetado erudito protestante Jesse Lyman Hurlbut habló de "una era del oscurantismo", y dijo al respecto:

"Después de la muerte de San Pablo, y durante cincuenta años, sobre la Iglesia pende una cortina a través de la cual en vano nos esforzamos por mirar. Cuando al final se levanta alrededor del año 120 dc, con los registros de los padres primitivos de la iglesia, encontramos una iglesia muy diferente en muchos aspectos a la de los días de San Pedro y San Pablo" (Historia de la Iglesia Cristiana, pág. 39).

Si los dirigentes, durante esa época que el señor Hurlbut llamó "la era del oscurantismo", hubieran estado llenos y fueran guiados por el Espíritu de Dios, ¿por qué razón la Iglesia se tornó en algo "tan diferente"? La Biblia nos dice que "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8). Pero las iglesias llamadas cristianas en la actualidad están lejos de ser la misma que fundó Jesús. Describiendo el período que vino después de la muerte de todos los primeros apóstoles y sus sucesores, Hurlbut escribe:

"Los servicios de adoración aumentaron en esplendor, pero eran menos espirituales y sinceros que los de tiempos anteriores. Las formas y ceremonias del paganismo gradualmente se fueron infiltrando en la adoración. Algunas de las antiguas fiestas paganas llegaron a ser fiestas de la Iglesia con cambio de nombre y de adoración. Alrededor del 405 dc, en los templos comenzaron a aparecer, adorarse y rendirse culto a las imágenes de santos y mártires. La adoración de la virgen María sustituyó a la adoración de Venus y Diana. La cena del Señor llegó a ser un sacrificio en lugar de un acto recordatorio. El ‘anciano’ evolucionó de predicador a sacerdote" (pág. 73, ibídem).

Observemos la afirmación del señor Hurlbut en el sentido de que "Algunas de las antiguas fiestas paganas llegaron a ser fiestas de la Iglesia". Ocurrió en esa forma ¡porque el mismo Dios había predicho que hombres malvados y dirigentes falsos se apoderarían de la mayor parte de la iglesia! Recordemos esta advertencia inspirada del apóstol Pablo a los ancianos de Éfeso: "Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno" (Hechos 20:29-31).

Cuando Pablo se dio cuenta de la profundidad de aquella apostasía que abarcaría a casi toda la Iglesia, sufrió un impacto emocional ¡hasta el punto de que "por tres años, de noche y de día, no [cesó] de amonestar con lágrimas a cada uno"! ¿Cuántos se inquietan en la actualidad hasta derramar una sola lágrima por tan deplorables cambios?

¿CÓMO pudo suceder?

Esta apostasía masiva se produjo porque los hombres y mujeres de entonces, igual que los de hoy, no comprobaron con ahínco dónde era que se estaba enseñando la verdad de Dios. Por eso, Jesucristo amonestó a los cristianos que vivían hacia finales de le era apostólica: "Tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido" (Apocalipsis 2:4-5).

¿Qué podemos esperar en la actualidad? ¿Cómo explicar las más de 400 religiones y sectas que se dicen "cristianas"? Cada una con sus propias ideas, tradiciones y prácticas; ¡mas todas dicen seguir al mismo Jesucristo!

La respuesta, en parte, ¡es que son poquísimos los cristianos que realmente estudian la Biblia! Por lo tanto, no comprueban prácticamente nada de lo que creen investigándolo exhaustivamente en las Escrituras. Quizás estudien con entusiasmo libros y artículos sobre la salud o la superación personal o sobre cómo invertir y ganar más dinero, mas por algún motivo no se les ocurre estudiar a fondo los temas más vitales de todos: ¿Existe un Dios verdadero? Y de ser así, ¿qué propósito tuvo al crear la vida humana? Y, ¿cómo podemos cumplir con ese propósito? La instrucción bíblica es: "Sométanlo todo a prueba. Aférrense a lo bueno" (1 Tesalonicenses 5:21, NVI).

La mayoría de la gente "acepta" la religión como la recibe de sus padres. Simplemente siguen las creencias y tradiciones que les enseñaron como hijos. ¿Tal vez usted mismo simplemente ha consentido en las creencias y tradiciones que le enseñaron en su niñez?

Recientemente una escritora de temas religiosos señaló que entre aquellos que se consideran cristianos "la mayoría no lee regularmente la Biblia ni recuerda el nombre de los cuatro Evangelios. Más de la mitad de los entrevistados en una encuesta no pudieron nombrar ni cinco de los diez mandamientos. Muchos tienen la Biblia en alta estima; pero no la leen, ni la estudian, ni la aplican".

Ahora bien, la verdadera raíz de tan masiva apostasía religiosa radica en el hecho de que este mundo pertenece a Satanás, quien tiene completamente engañada a la mayor parte de la humanidad. En el cómodo entorno de nuestra civilización actual, una gran parte de los habitantes ignoran que la inmensa mayoría de los seres humanos nunca hacreído en ninguna forma de "cristianismo", ¡mucho menos el cristianismo verdadero de Cristo y los apóstoles! La inmensa mayoría de los seres humanos son, y han sido, musulmanes, hinduistas, budistas, sintoístas, ateos o agnósticos.

Satanás está muy presente

Si usted estudia y cree lo que dice su propia Biblia, encontrará que a Satanás, el diablo, se le describe como aquel que "engaña al mundo entero" (Apocalipsis 12:9). También verá una referencia a Satanás como el "príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia" (Efesios 2:2). Satanás difunde una actitud de egoísmo y rebeldía por toda la Tierra. Es él quien está influyendo en la gente embaucada para promover dosis enormes de violencia, desenfreno sexual y un espíritu general de irrespeto e ilegalidad en la llamada "diversión" que usted y sus hijos pueden ver por medio de la televisión, el cine y la radio; o cuando usan juegos para computadora saturados de corrupción que simulan actos de perversión y violencia casi indescriptibles. ¿Sabe quién es el que realmente se ríe con toda aquella "diversión"? ¡Satanás!

Pervirtiendo el interés normal de la humanidad por la sexualidad y la diversión, Satanás introduce astutamente el humor sucio en muchas "comedias" de televisión y engaña a los hombres para que cometan abusos, se degraden y finalmente se destruyan a sí mismos si Dios no interviene en el último minuto para evitarlo (Mateo 24:21-22). ¡No hay duda de que Satanás es, en efecto, el "dios" de este mundo! El apóstol Pablo escribió las siguientes palabras por inspiración divina: "Si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios" (2 Corintios 4:3-4).

Lo más inquietante aún es que Satanás ha inyectado en el "cristianismo" tradicional toda una serie de ideas enteramente falsas acerca del origen y el destino del hombre, de cómo es Dios, de cuál es el maravilloso propósito que Dios tiene y de cómo podemos alcanzar ese gran propósito. Satanás ha "encubierto" la verdad. Además, ha generado tanta confusión acerca de la profecía que la mayor parte de quienes se consideran cristianos, entre ellos ministros y sacerdotes, niegan casipor completo la profecía bíblica. A pesar de que nuestro Creador dedica como la cuarta parte de la Biblia a "la palabra profética más segura" (2 Pedro 1:19).

Al observar el cristianismo tradicional, se habrá preguntado alguna vez: ¿Está realmente esa religión basada en la Biblia? ¿Es esa la religión que fundó Jesucristo y que enseñaron sus apóstoles? Si Jesucristo es el Salvador del mundo, entonces su vida debería ser un ejemplo para sus seguidores. ¡Pero en la realidad casi nadie sigue su ejemplo!

¿Un cristianismo sin Cristo?

En su lugar, la humanidad ha creado una religión, completamente diferente de lo que Jesucristo predicó y practicó. Y llaman a esa religión "cristianismo", ¡como si tuviera alguna relación con Jesucristo! Veamos lo que escribió el filósofo y teólogo Soren Kierkegaard:

"El cristianismo del Nuevo Testamento simplemente no existe… lo que se vislumbra es una ofensiva criminal contra el cristianismo que se ha prolongado durante siglos, perpetrada por millones (más o menos culpables); con lo cual astutamente, bajo la apariencia de un cristianismo perfecto, se ha buscado poco a poco disfrazar al Dios del cristianismo y convertir exitosamente al cristianismo en todo lo contrario de lo que enseña el Nuevo Testamento" (Attack Upon Christendom [Ataque contra el cristianismo], Kierkegaard,1956, pág. 32-33).

Esas son palabras fuertes, pero no son las únicas. El profesor Rufus M. Jones coincide con ellas. Veamos cómo se refiere a las verdaderas enseñanzas de Cristo que fueron rápidamente erradicadas de la religión que lleva su nombre:

"Si los seguidores de Jesucristo lo hubieran puesto como modelo o ejemplo de un nuevo camino, y si realmente hubieran intentado poner su vida y enseñanzas como normas de la Iglesia, el cristianismo habría sido algo totalmente diferente de lo que vino a ser. Entonces herejía hubiera sido lo que es la religión de hoy: una desviación de sus caminos, de sus enseñanzas, de su mística, de su Reino… Lo que podríamos llamar adecuadamente ‘cristianismo galileo’ tuvo muy corta vida, aunque hubo intentos de restaurarlo y llevarlo de nuevo a la vida… pero la principal línea de desarrollo histórico tomó otro curso y lo volvió completamente diferente" (The Church’s Debt to Heretics [La deuda de la iglesia para con los herejes], 1924, pág. 15-16).

No debería sorprendernos que la humanidad tratara de rehacer el cristianismo a su manera, porque durante miles de años los hombres han intentado encontrar su propio camino. La sociedad humana ha inventado muchas filosofías como el humanismo, el materialismo, el socialismo, el comunismo y el capitalismo, entre otras; con la vana esperanza de encontrarle sentido a la vida prescindiendo de Dios y crear mediante su propio esfuerzo una feliz y próspera sociedad sobre la Tierra.

La verdad es clara. El moderno "cristianismo" se ha convertido en algo "totalmente diferente", como afirmó el profesor Jones, ¡del cristianismo de Cristo! ¿Cuál ha sido el resultado? Las naciones viven en guerras permanentes unas contra las otras, los ricos prosperan mientras los pobres se mueren de hambre y las epidemias avanzan. "La masa humana lleva vidas de silenciosa desesperación", escribió Henry David Thoreau. ¡Con mucha razón! Pero ni Thoreau ni la mayoría de la humanidad ha abierto sus ojos a la solución: la verdad que podría llenar sus vidas de significado, felicidad y paz.

Algunos dirán: ¿Y qué más da? Pero entendamos que no estamos hablando de un asunto trivial. Francamente, estamos hablando del camino a la vida eterna por una parte, o a la muerte eterna por otra (Romanos6:23). Porque si no seguimos el cristianismo de Cristo, ¡no somos cristianos del todo!

Jesús mismo advirtió: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad" (Mateo 7:21-23). Es importante ponderar las palabras que Cristo les dirá a quienes no cumplan la "voluntad" del Padre: "Nunca os conocí". En claras palabras, esas personas engañadas, aunque pertenezcan a alguna iglesia, escucharán a Cristo decirles que en realidad jamás conocieron a aquel Cristo que decían servir. Jamás fueron convertidas de verdad. ¡Jamás fueron realmente cristianas!

Jesús también dijo: "¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?" (Lucas 6:46). "Señor" o "maestro" es alguien a quien obedecemos. Sin embargo, la mayoría de los ministros que se consideran cristianos y sus seguidores no siguen las claras enseñanzas y ejemplos de Jesús y los apóstoles. ¡Y casi todos ellos ni siquiera se molestan en estudiar con dedicación la Biblia, a fin de encontrar las enseñanzas y ejemplos que hay en ella!

Restauración del cristianismo original

El aspecto crucial en este asunto es, pues, nuestro deseo y buena voluntad de regresar a la fe cristiana verdadera, "la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 3). ¿Estamos dispuestos genuinamente a vivir el cristianismo de Cristo? O, ¿esperamos una casualidad que nos relacione con Dios y nos lleve a la vida eterna?

En realidad la "manada pequeña" (Lucas 12:32), la verdadera Iglesia de Dios, siempre ha entendido la necesidad de seguir las enseñanzas y el ejemplo de Cristo y los apóstoles. Aunque muy pocos han tratado seriamente de seguir ese modelo, muchos eruditos e historiadores de la religión han entendido el concepto de la "Iglesia de Dios de Jerusalén". Se trata de un concepto de vital importancia y es necesario que lo comprendamos, si es que nos interesa contender "ardientemente por la fe que ha sido una vez dada" (Judas 3).

El apóstol Pablo se dirigió a los tesalonicenses con las siguientes palabras inspiradas: "Vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea" (1 Tesalonicenses 2:14). El libro de los Hechos muestra claramente que por muchos decenios la "sede" terrenal de la Iglesia de Dios fue la Iglesia de Jerusalén. Fue allí donde fue derramado por primera vez el Espíritu Santo sobre los verdaderos cristianos (Hechos 2). Fue allí donde Pedro, Santiago y Juan ejercieron la mayor parte de su labor ministerial durante muchos años (Hechos 4:1; 8:1; 11:1-2). Más tarde, fue ante los dirigentes en Jerusalén a quienes acudieron Pablo y Bernabé para plantear la importante pregunta sobre la circuncisión de los gentiles y otras dudas relacionadas con el tema (Hechos 15:4-6).

El renombrado historiador Edward Gibbon escribió:

"Los primeros quince obispos de Jerusalén fueron judíos circuncisos; y la congregación sobre la que presidieron unificó la ley de Moisés con la doctrina de Cristo. Resulta muy natural que las primeras tradiciones de una iglesia, fundada apenas cuarenta días después de la muerte de Cristo y gobernada durante casi igual número de años bajo la directa supervisión de su apóstol, fueran recibidas como las normas correctas. Las iglesias de lugares distantes frecuentemente apelaban a la autoridad de su venerable iglesia madre" (The Decline and Fall of the Roman Empire [Decadencia y caída del Imperio Romano], cap. 15, sec. 1, pág. 389).

Tal como se indicó antes, la única gran conferencia ministerial mencionada en el Nuevo Testamento se celebró en Jerusalén. Allí vivían los principales entre los apóstoles originales. Allí estaba la verdadera Iglesia "madre"; ¡no en Roma! Y a Jerusalén fue donde acudieron Pablo y Bernabé en busca de seguridad sobre su misión, o en palabras de Pablo, "para no correr o haber corrido en vano" (Gálatas 2:1-2).

Después de la conferencia en Jerusalén, Pablo y Silas recorrieron Asia Menor visitando a las iglesias. "Y al pasar por las ciudades, les entregaban las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las guardasen" (Hechos 16:4).

Pablo dependía de Jerusalén

Es claro que el "modelo" inspirado para el verdadero cristianismo lo fijaron los primeros apóstoles y la Iglesia de Dios en Jerusalén; y no solamente para esa época ¡sino para todos los tiempos!

A diferencia de las equivocadas ideas protestantes de que Dios utilizó más tarde al apóstol Pablo para "reinventar" el cristianismo, el verdadero apóstol Pablo de la Biblia, como hemos visto, manifestó siempre un hondo respeto por los apóstoles originales y sometió a los líderes en Jerusalén todos los asuntos importantes. Fue el apóstol Pablo quien le dijo a la iglesia de Corinto, compuesta en su mayoría por gentiles, que "la circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios" (1 Corintios 7:19).

El destacado historiador Carl von Weiszäcker escribió lo siguiente en 1895:

"Pablo estaba lejos de restringir su interés por la iglesia cristiana de gentiles que él mismo había fundado. Sus sentimientos eran demasiado elevados como para abandonar a la comunidad cristiana judía. Trabajó con ahínco no solamente por cumplir sus propias labores sino por la Iglesia de Dios… toda la Iglesia. No olvidó ni por un momento la verdadera cuna del evangelio. Y para él los cristianos de Jerusalén siempre fueron los [santos]… Ni siquiera acarició la idea de una amplia política de unión eclesiástica, sino que su primordial pensamiento fue que la iglesia primitiva era la principal institución divina bajo el evangelio… En los primeros apóstoles vio… a los apóstoles del Señor. De ellos había emanado el testimonio de la resurrección (1 Corintios 15:1 y siguientes). Fueron esos apóstoles los que Dios había situado a la cabeza de su Iglesia; los primeros varones que, por comisión divina, ocuparon el cargo principal en el cuerpo de Cristo (1 Corintios12:28)". (The Apostolic Age of the Christian Church[La era apostólica de la iglesia cristiana], pág. 12-13).

Más adelante en su ministerio, Pablo viajó de nuevo a Jerusalén: "Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos" (Hechos 21:17-18). Observemos que Pablo se presentó ante Jacobo, hermano del Señor, quien sin duda era en ese momento el principal entre los apóstoles en Jerusalén. Pedro posiblemente se había ido ya a las "ovejas perdidas" de la casa de Israel en el Noroeste de Europa y las islas Británicas.

Los líderes en Jerusalén se alegraron de las buenas noticias que Pablo traía acerca de la obra de Dios entre los gentiles y le dijeron: "Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley" (v. 20). El término "millares" fue traducido del griego murias, que literalmente significa "decenas de millares". Para no confundir ni desanimar a tantos judíos cristianos, la Iglesia de Jerusalén le pidió a Pablo que cumpliera con una ceremonia de ofrenda para demostrar públicamente que él no estaba enseñando nada en contra de las leyes de Dios: "Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley" (vs. 23-24).

Si Pablo en alguna forma hubiera estado enseñando en contra de la ley de Dios, y especialmente en contra de la ley espiritual expresada en los diez mandamientos, ¡ciertamente no habría cumplido con esa ceremonia de la ley de Moisés! Dicha ceremonia en particular, posiblemente una ofrenda de acción de gracias al final del voto nazareo, no era necesaria para un cristiano del Nuevo Testamento ¡pero tampoco era "pecado"! El profundo respeto que sentía Pablo por la ley de Dios, por la Iglesia madre original y por la obediencia a la ley divina, fueron factores que contribuyeron para que el apóstol Pablo participara en esa ceremonia. Al inspirar esa decisión y dejar este ejemplo en la Biblia, Dios nos está demostrando que la actitud de Pablo era de obediencia a la ley; y no de pretender eliminar las leyes espirituales de Dios o desvirtuarlas mediante argumentos y razonamientos ¡como enseñan tantos teólogos protestantes!

¿Qué hizo Cristo en la Tierra?

Casi todos los que se consideran cristianos entienden que para constituirse en un sacrificio aceptable por los pecados de la humanidad, Jesucristo tuvo que guardar perfectamente la ley. Pero, ¿cuál ley guardó y qué esperaba de sus seguidores? Veamos en palabras de Cristo la descripción de su comisión: "No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el Cielo y la Tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el Reino de los Cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, este será llamado grande en el Reino de los Cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mateo 5:17-20).

Muchos cristianos no captan la importancia de estas palabras. Cristo dijo que "ni una jota ni una tilde" (los signos más pequeños en la escritura hebrea) se le quitaría a la ley hasta que pasaran el Cielo y la Tierra. En vista de que ni el Cielo ni la Tierra han pasado todavía, es obvio que la ley sigue vigente. Cristo condenó a todo aquel que enseñara a los hombres a quebrantar "uno de estos mandamientos muy pequeños". Por el contrario, dijo que quienes hagan y enseñen los mandamientos serán llamados "grandes" en el Reino de los Cielos.

El hecho de que Jesús cumpliera la ley, ¿cambió en alguna forma los mandamientos? O ¿acaso cambiaron después de la resurrección? ¡Por supuesto que no! El Cielo y la Tierra no pasaron después de la resurrección. Debemos comprender lo que dijo Jesús cuando afirmó que vino "para cumplir" la ley. Un erudito explica las palabras de Cristo de la siguiente manera:

"¿Cumplió [Jesús] la [ley] o la completó? La palabra plëroö significa llenar, satisfacer. En [Mateo] 5:17 la mayoría de los traductores han puesto "cumplir". Las deducciones teológicas que se suelen sacar de esta traducción es que [Jesús] cumplió todas las profecías del [Antiguo Testamento] concernientes a los judíos, de las cuales ya no queda ninguna y que Él guardó la [ley] perfectamente, por lo tanto ya nadie necesita guardarla hoy en día. Pero estas conclusiones no son lógicas, y de hecho contradicen las palabras que [Jesús] dijo inmediatamente después; que Él no vino a abolir (o destruir) la [ley]. La pregunta importante es cómo debe traducirse la palabra plëroö. El punto de vista de este traductor es que [Jesús] vino a completar o llenar la [ley] y a darle un significado completo a las palabras éticas de los profetas, de tal manera que todos puedan saber lo que la obediencia implica. Por esta razón, el Nuevo Testamento Judío dice que [Jesús] "no vino a abolir sino a completar". De hecho, ese es todo el tema del sermón del Monte, y [Mateo] 5:17, entendido de esta manera, es la frase que plantea el tema" (Jewish New Testament [Nuevo Testamento judío], Stern, 1995, pág. 22 y 23).

En otras palabras, Jesús vino como Isaías había profetizado, para "magnificar la ley y engrandecerla" (Isaías 42:21); y así mostró la intención y el propósito de la ley de Dios. Lo que Jesús se propuso abolir fue los abusos sobre la ley y las tradiciones humanas que la pervertían. Su muerte en sacrificio, representada por los sacrificios en el templo, hizo que esos sacrificios de animales y lavamientos perdieran significado para los cristianos. Pero con su vida demostró que la ley espiritual, los diez mandamientos, fueron y seguirán siendo muy importantes para todos aquellos que buscan obedecerle. No podríamos entender apropiadamente sus enseñanzas sin comprender las escrituras y las leyes que encontramos en el Antiguo Testamento, como lo destaca el escritor Frederick Holmgren:

"El Antiguo Testamento concede aportes a la tradición cristiana. Uno de esos aportes es la Torá (la ley)… Jesús se adhirió a la Torá de Moisés; no vino a abrogarla sino a completarla (Mateo 5:17); para magnificar sus enseñanzas. Además, ante quienes se le acercaron buscando la vida eterna, la mantuvo como la enseñanza esencial que debía observarse (Lucas10:25-28). A pesar de los conflictos de Jesús con algunos intérpretes de su tiempo, tanto eruditos judíos como cristianos ven en Él a quien honró y siguió la ley. Cuando Jesús proclamó el venidero gobierno de Dios, no habló detalladamente del carácter interno de ese gobierno. No necesitó hacerlo porque eso ya se había descrito en el Antiguo Testamento… El Antiguo Testamento no son escrituras anticuadas; sus enseñanzas de vida son necesarias para la Iglesia" ("Preaching the Gospel Without Anti-Judaism" [Predicar el evangelio sin antijudaísmo], Removing Anti-Judaismfrom the Pulpit [Quitar el antijudaísmo del púlpito], edic. Howard Clark Kee e Irvin J. Borowski, 1996, pág. 72-73).

La verdad es que Jesús basó sus enseñanzas en el Antiguo Testamento y vivió conforme a ellas, como también lo hicieron sus seguidores.

¿Qué enseñaron los apóstoles?

Hemos visto que Jesucristo confirmó claramente la ley de Dios. Aun así, algunas iglesias acusan falsamente a los apóstoles, especialmente a Pablo, de enseñar que los cristianos ya no tienenque seguir el ejemplo de Cristo. Es más, desde los tiempos apostólicos vemos que había quienes tergiversaban las palabras de Pablo y sus propósitos (ver 2 Pedro 3:16). Cuando Pablo le escribió al joven evangelista Timoteo recordó: "Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Timoteo 3:15-16).

Cuando Timoteo era un niño, las únicas "Sagradas Escrituras" que conocía eran las que conforman el Antiguo Testamento. ¡La mayor parte de los libros del Nuevo Testamento todavía no existían! Y Pablo dijo que esas Escrituras del Antiguo Testamento "te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús". Pablo no encontró ningún conflicto entre el Antiguo Testamento y la fe y prácticas cristianas, y afirmó que "toda la Escritura" (incluyendo el Antiguo Testamento) es apta para enseñar doctrina y "para instruir en justicia". ¡Esas no son palabras de alguien que enseñe que las leyes de Dios del Antiguo Testamento han sido abolidas!

Una de las instrucciones del apóstol Pablo a los cristianos es: "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo" (1 Corintios 11:1). El apóstol Juan escribió: "El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo" (1 Juan 2:6).

Estos dos apóstoles, como todos los demás, sabían que Jesús había venido a dejarnos un ejemplo perfecto; y que los cristianos debíamos seguir su ejemplo fortalecidos por el Espíritu Santo. Este era el conocimiento común en los días del apóstol Pablo, cuando el cristianismo se extendía por todo el Imperio Romano.

"En todas partes, y especialmente hacia el este del Imperio Romano, había judíos cristianos que no se diferenciaban de los demás judíos en su forma externa de vivir. Daban por sentado que el evangelio era una continuación [de la religión de Moisés]; para ellos, el nuevo pacto que Jesús había establecido en ocasión de la última cena con sus discípulos… no significaba que el pacto celebrado entre Dios e Israel ya no tuviera vigencia. Continuaron observando las fiestas de la Pascua, el Pentecostés y los Tabernáculos… y guardando el sábado semanal así como las normas mosaicas relativas a los alimentos. Según algunos eruditos de la Biblia, deben haber sido tan fuertes que eran el elemento dominante en el movimiento cristiano" (Judeo-christianisme [El judeo cristianismo], "Paul and Jewish Christianity" ["Pablo y el judaísmo cristiano"], Davis, 1972, citado en Bacchiocchi, From Sabbath to Sunday [Del sábado al domingo], pág. 151).

De modo que durante los primeros 40 años del cristianismo, guiado por el Espíritu Santo, el "elemento dominante" en la Iglesia de Dios todavía seguía el ejemplo de Cristo de guardar los sábados semanales y anuales ordenados por Dios. ¡Seguían el ejemplo establecido por la Iglesia de Dios de Jerusalén!

¿Quién se atribuyó el derecho de cambiar todo aquello?

Como vimos, no fue el apóstol Pablo. Tampoco fueron los doce apóstoles originales. Por el contrario, conforme se iniciaba el período que adecuadamente se ha llamado "era del oscurantismo", falsos líderes religiosos que actuaron con engaño empezaron a cambiar prácticamente todo lo que diferenciaba a la religión cristiana de los cultos paganos del Imperio Romano.

Algunos enseñan equivocadamente que después de la caída de Jerusalén y la destrucción del templo en el año 70 dc, los cristianos ya no tenían que guardar las leyes que guardaron Jesús y los apóstoles. Sin embargo, es importante recordar que el apóstol Juan, último apóstol que sobrevivió, escribió el libro del Apocalipsis después de la destrucción del templo, y en ese libro, ¡confirma la vigencia de la ley de Dios!: "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apocalipsis 14:12) y "Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que entren por las puertas en la ciudad" (Apocalipsis 22:14, R. V. 1909). Juan escuchó estas palabras a Dios, y comprendió la importancia de obedecerle: "Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones" (Apocalipsis 2:26). Es evidente que mucho tiempo después de la destrucción del templo, los cristianos estaban guardando la ley y viviendo según el ejemplo de Jesucristo. Muchos eruditos concuerdan con esto: "Los primeros cristianos siguieron observando las fiestas judías [las fiestas que enseña la Biblia], aunque en un nuevo espíritu, como conmemoraciones de los sucesos que esas fiestas representan" (Encyclopædia Britannica, edic. 11, vol. 8, pág. 828).

¿Cómo era realmente el cristianismo original?

¡La mayoría de quienes se consideran cristianos no tienen ni idea de cómo fue realmente el cristianismo del primer siglo! Durante muchos años, mucho después de la crucifixión y de la venida del Espíritu Santo, los verdaderos cristianos creyeron y practicaron un camino de vida y adoración completamente diferente del camino de quienes se consideran cristianos en la actualidad.

¿En qué era diferente?

Como leímos del profesor Davies, los primeros cristianos "daban por sentado que el evangelio era una continuación [de la religión de Moisés]; para ellos, el nuevo pacto que Jesús había establecido en ocasión de la última cena con sus discípulos… no significaba que el pacto celebrado entre Dios e Israel ya no tuviera vigencia. Continuaron observando las fiestas de la Pascua, el Pentecostés y los Tabernáculos… y guardando el sábado semanal así como las normas mosaicas relativas a los alimentos".

Con mucha sutileza, sin lugar a dudas, Satanás el diablo ha engañado a la mayoría de los líderes religiosos para hacerles creer que el cristianismo es una "nueva religión"; aparentemente separada del Antiguo Testamento y de lo que Dios enseñó por medio de Moisés. Y aunque algunos no parecen notarlo, un prejuicio antijudío se apoderó del cristianismo en sus inicios y ha prevalecido hasta el día de hoy.

Pero los hechos bíblicos e históricos demuestran que el cristianismo era una continuación, una ampliación y "magnificación" de las enseñanzas de Dios por medio de Moisés, ¡no algo completamente nuevo! Dios inspiró al apóstol Pablo explicar a los cristianos gentiles de Éfeso en el Nuevo Testamento: "Ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la Familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" (Efesios 2:19-20). De manera que una parte sumamente importante de este "fundamento" del cristianismo fueron los escritos y enseñanzas de los profetas del Antiguo Testamento, ¡escritos a los que Cristo y los apóstoles se refirieron una y otra vez como las "Escrituras"!

Jesucristo fue un judío circunciso (Lucas 2:21-22; Hebreos 7:14). Tenía por "costumbre" guardar el séptimo día, el sábado, igual que lo hacían los demás judíos (Lucas 4:16). Lejos de abrogar el sábado de Dios, Jesús dijo que el sábado fue hecho por causa del "hombre", no solo para los judíos; y que Él era el "Señor" del sábado. Evidentemente el sábado es el verdadero "día del Señor", un día de descanso y adoración.

Mucho tiempo después de la crucifixión, el apóstol Pablo tenía la "costumbre" de guardar el sábado o séptimo día (Hechos 18:4). También encontramos a Pablo observando las fiestas bíblicas anuales como el Pentecostés (1 Corintios 16:8), la Pascua y los días de Panes Sin Levadura (1 Corintios 5:7-8) y otras festividades.

La verdadera Iglesia de Dios, llamada "Iglesia de Dios" doce veces en el Nuevo Testamento, se inició precisamente en el día de Pentecostés, uno de los siete sábados anuales que Dios le dio a Israel. En su segunda venida, el mismo Cristo regresará a la "séptima trompeta" (Apocalipsis 11:15), acontecimiento representado por la Fiesta de las Trompetas, otro de los días santos bíblicos. El Cristo viviente, quien inspiró toda la Biblia, inspiró también a su siervo Zacarías para explicar que después de la segunda venida de Cristo, ¡todo el mundo observará la Fiesta de los Tabernáculos! (léase detenidamente todo el capítulo 14 de Zacarías). Además, el profeta Isaías nos dice que durante el próximo reinado milenial de Jesucristo, "de mes en mes, y de sábado en sábado, vendrán todos a adorar delante de mí, dice el Eterno" (Isaías 66:23, R. V. 1995).

Por lo tanto, los verdaderos cristianos que observan el día de reposo bíblico, el sábado, y las festividades bíblicas, de hecho son "pioneros". No solamente siguen las "normas" del cristianismo original, ¡sino que son "pioneros" del camino de vida que pronto aprenderán todas las naciones en el mundo de mañana!

Por ejemplo, el séptimo día o sábado representa el reinado de Cristo durante el próximo séptimo milenio de la historia humana. Es el "reposo" que Dios ordenó desde el principio (Hebreos 4:4). En este sentido el apóstol Pablo escribió por inspiración: "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios" (v. 9). Es importante destacar que la palabra griega traducida aquí como "reposo" es sabbatismos, que literalmente significa "observación de un sábado"; en tanto que katapausis es la palabra griega que normalmente significa "reposo" y que se utiliza en el resto de Hebreos 4.

Si el amable lector quisiera recibir más pruebas documentadas de que los cristianos en la actualidad deben observar el día sábado, puede solicitarnos nuestro fundamental y esclarecedor folleto: ¿Cuál es el día de reposo cristiano? Se lo enviaremos sin ningún costo si usted lo solicita. Solamente escríbanos o llámenos. Nuestras direcciones y números de teléfono se encuentran al final del folleto.

El sábado y los días santos anuales representan el maravilloso plan de Dios. Pero, desde luego, el cristianismo auténtico significa mucho más que guardar los sábados bíblicos. Como ya hemos demostrado, significa un camino de vida completo, basado en el ejemplo de Jesús y sus enseñanzas: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra de Dios" (Lucas 4:4).

Jesús MAGNIFICÓ la ley de Dios

En el sermón del monte Jesús dijo que no venía a "abrogar" la ley espiritual de Dios (Mateo 5:17). Por el contrario, "magnificó" los diez mandamientos. Explicó que además de no matar a otro ser humano, no debemos ver a los demás con odio o desprecio (vs. 20-23); porque tiene el mismo "espíritu" de asesinato. No debemos "odiar" ni aun a nuestros enemigos. Claramente dijo Jesús: "Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen" (v. 44).

Jamás debemos cometer adulterio. Mas Jesús dijo claramente: "Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (vs. 27-28).

A los primeros cristianos se les enseñó que debían dar en formaprivada, no con grandes demostraciones, o creando una gran "fundación" en su propio nombre para perpetuar su honor mediante las dádivas (Mateo 6:1-4). Los verdaderos cristianos deben orar frecuentemente y en privado, evitando hacer demostraciones de su habilidad para orar delante de los hombres o utilizando ciertas palabras o frases una y otra vez en "vanas repeticiones" (vs. 5-13). Y los verdaderos cristianos deben ayunar regularmente (vs. 16-18), siguiendo los ejemplos bíblicos de prescindir de alimento y agua; con el fin de humillarse y acercarse al Dios invisible como lo hicieron Jesús (Mateo 4), Moisés (Deuteronomio 9:9, 18) y el apóstol Pablo (Hechos 9:9).

En esta época materialista, debemos comprender que los cristianos originales no se dejaron vencer por los deseos de dinero o cosas materiales como lo hacen los que se llaman cristianos hoy en día (Mateo6:19-20). Jesús lo advirtió con estas palabras: "El que fue sembrado entre espinos, este es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa" (Mateo 13:22). Por el contrario, el libro de los Hechos nos habla de la actitud correcta: "La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común" (Hechos 4:32).

Los cristianos del primer siglo se basaron por completo en las enseñanzas de "la ley y los profetas", exceptuando los sacrificios animales y los lavamientos que simbolizaron el sacrificio de Cristo y la purificación del Espíritu Santo. Esos sacrificios y lavamientos quedaron obsoletos (Hebreos 9:9-14). Pero las leyes espirituales de Dios jamás fueron abolidas. Por el contrario, el discípulo amado de Jesús escribió por inspiración: "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apocalipsis 14:12).

Un vistazo al cristianismo original

Si pudiéramos dar "un vistazo" al interior del cristianismo del primer siglo y de un poco después, ¿qué encontraríamos? Veríamos una comunidad piadosa y creyente en Jesús, el Mesías prometido.

Veríamos una comunidad de creyentes para quienes el Dios de Israel, el Dios de la creación, era real… gente que no se limitaba a hablar de la persona de Jesucristo sino que ponía por obra todo lo que Él mandó.

Con Cristo viviendo en ellos mediante el Espíritu Santo, estarían guardando la totalidad de los diez mandamientos como un camino de vida. Irían creciendo "en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18), y de este modo su comunidad estaría libre de criminalidad: nada de violaciones, robos ni asaltos. Nada de fornicación ni adulterio. Y salvo en los raros casos de trasgresión en materia sexual, tampoco habría divorcio ni segundas nupcias (Mateo 5:32). Sobra decir que en una sociedad cristiana así, los medios de entretenimiento—llámense libros, teatro o música—no ofrecerían nada parecido a la pornografía ni las escenas de violencia e inmoralidad que hoy han invadido el mundo de la televisión, el cine, los videojuegos y la internet. Por el contrario, aquellas familias piadosas y fieles estarían obedeciendo a su "Señor"… no como tantas que hoy invocan su nombre pero contradicen en su forma de vivir todo lo que Él enseñó (Lucas6:46). El sábado, o séptimo día, las veríamos descansando de sus labores y adorando a Dios tal como Él mandó, y este acto de adoración en el día de culto dispuesto por el mismo Dios, les recordaría siempre que el Dios verdadero es el Creador de todo lo que existe (Éxodo 20:8-11).

Los verdaderos cristianos de entonces, por ejemplo, jamás se encontrarían en guerra matando a otros cristianos, como ha sucedido una y otra vez en los países que se dicen cristianos. Los cristianos del primer siglo no elevaban plegarias a los muertos, ni a los supuestos "santos" ni a las imágenes de personajes "religiosos". Jamás adoraron a la virgen María, y entendían, desde luego, que como esposa y madre normal, María tuvo al menos seis hijos de su marido después del nacimiento sobrenatural de Jesús (Mateo 13:55-56).

En la Iglesia de Dios del primer siglo, los ministros y ancianos eran primeramente esposos y padres (1 Timoteo 3:1-5; Tito 1:5-9). Se les enseñaba que en "los postreros tiempos" algunos se dejarían engañar por "doctrinas de demonios" para creer que los ministros o sacerdotes no debían casarse (1 Timoteo 4:1-3). El día sábado, día que Dios santificó, se reunían con los fieles en lugares sencillos y cumplían las instrucciones que habían recibido: "Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas" (2 Timoteo 4:2-4).

Como hemos visto, la humanidad se ha desviado hacia las "fábulas". Hoy en día, en catedrales enormes, oscuras e intimidantes; sacerdotes y ministros con extrañas vestiduras dirigen rituales incomprensibles, cantan oraciones y recitan fórmulas; pero dicen poco que exponga o explique las enseñanzas de la Biblia. Tienen muy poco qué decir sobre el camino de vida que Cristo y los apóstoles enseñaron, de las profecías que comprenden una cuarta parte de la Biblia o del propósito que Dios está llevando a cabo en la Tierra.

El Nuevo Testamento indica claramente que los cristianos del primer siglo se "alimentaban" de Cristo (Juan 6:57) mediante el estudio constante de la Biblia. Recordemos el ejemplo de los de Berea: "Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así" (Hechos 17:11).

Los cristianos del primer siglo, pues, se esforzaban sinceramente con la ayuda prometida por Dios, de vivir por toda Palabra de Dios. Seguirían el ejemplo de Cristo de cumplir las leyes de Dios, no los caminos, rituales ni fiestas religiosas aprendidas de los paganos que los rodeaban.

Reiteramos que ellos no solo creían en la persona de Jesucristo, sino que creían lo que Él enseñó y lo practicaban: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23). Creían también en lo que el apóstol Juan escribió hacia el final de la era apostólica: "Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre" (1 Juan 2:24).

La mayoría de los cristianos del primer siglo entendieron plenamente la enseñanza fundamental del apóstol Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). Y la Biblia enseña claramente que "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos13:8).

De esta manera los verdaderos cristianos, con Cristo viviendo en ellos, obedecían los diez mandamientos como los obedeció Jesucristo, guardaban el sábado y los días santos bíblicos como Él lo hizo y seguían el camino de vida que Jesús y la Iglesia original les dejaron como ejemplo. Adorando juntos, cantando juntos y sirviéndose los unos a los otros; estos cristianos estarían llenos de amor, con devoción y adoración por el gran Dios y con bondad y sincera preocupación entre ellos.

Todo esto fue posible porque Cristo llevaba en ellos su vida de amor, servicio y obediencia; y porque estaban llenos del Espíritu de Dios que los guiaba (Romanos 8:14). Ese amor de Dios que, como un caudal, fluye por el cauce de los diez mandamientos. Así lo describió Juan, el discípulo amado de Jesús: "Este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos" (1 Juan 5:3).

¿Cómo se perdió la verdad?

Hay quienes enseñan que su entidad religiosa recibió la autoridad de cambiar las enseñanzas de Cristo, y que por esa autoridad sus miembros no necesitan obedecer los mandamientos de Cristo ni seguir su ejemplo. La secta más numerosa entre las que se llaman cristianas se dice universal y apostólica y afirma que su liderazgo humano viene en línea directa del apóstol Pedro. En esto basa su autoridad para cambiar las doctrinas bíblicas, aunque el propio Pedro jamás hizo tal cosa.

Miembros sinceros de esa iglesia se sorprenderían si se dieran cuenta de que una gran mayoría de quienes se consideran a sí mismos cristianos no heredaron su fe de Pedro, sino de Simón el Mago, mencionado en Hechos 8. Este Simón el Mago estuvo en el centro de la apostasía que alejó de las enseñanzas de Cristo a muchos de la Iglesia apostólica.

Las Escrituras relatan que en Samaria consideraban a Simón el Mago como "algún grande" y lo llamaban "el gran poder de Dios" (Hechos 8:9-10). Esa frase expresa la afirmación de Simón de ser "el portador de la revelación divina" (The New Testament environment [El contexto del Nuevo Testamento], Lohse, pág. 269). Simón recibió el bautismo y se hizo cristiano de nombre, pero el apóstol Pedro se dio cuenta de que Simón estaba en "hiel de amargura y en prisión de maldad" (Hechos8:23). La religión samaritana de Simón también tenía mucha influencia de la filosofía griega, y los primeros escritores cristianos lo rechazaron. El Eerdman’s Handbook to the History of Christianity (Manual de historia cristiana de Eerdman) afirma: "Los escritores del cristianismo primitivo se refieren a Simón como la fuente de todas las herejías" (pág. 100). La Enciclopedia Británica (edic. 11) en su artículo sobre Simón el Mago lo identifica como el "fundador de una escuela gnóstica y padre de la herejía". El destacado historiador Edward Gibbon dice que los gnósticos "mezclaban con la fe de Cristo muchos principios sublimes pero oscuros que tomaron de la filosofía oriental" (The Triumph of Christendom in the Roman Empire[El triunfo de la cristiandad en el Imperio Romano], pág. 15).

Simón el Mago y otros más pretendían amalgamar una fe en la cual se mezclaran las devociones populares con sus propias filosofías, con un barniz de las palabras de Cristo, para crear una religión capaz de ganarse la aceptación de las masas. Así lo explica el reconocido historiador Will Durant:

"La cristiandad no destruyó el paganismo sino que lo adoptó. La mentalidad griega, agonizante, se perpetuó en la teología y la liturgia de la Iglesia; el idioma griego, que imperó durante siglos en la filosofía, se convirtió en el medio para transmitir la literatura cristiana y sus rituales; y los misterios griegos se trasladaron al impresionante misterio de la misa. Otras culturas paganas dieron su aporte al resultado sincrético. De Egipto llegaron los conceptos de una trinidad divina… y de la inmortalidad como recompensa o castigo; de Egipto la adoración de la madre y el niño, y la teosofía mística dio origen al neoplatonismo y al gnosticismo y enturbió el credo cristiano. Allí también, el monaquismo cristiano encontró su fuente y sus ejemplos. De Frigia llegó la adoración de la gran madre; de Siria el drama de la resurrección de Adonis; de Tracia, posiblemente, el culto a Dioniso, el dios moribundo y salvador… El ritual de Mitra se parecía tanto al sacrificio eucarístico de la misa que los dirigentes cristianos culparon al diablo de inventar las similitudes para desviar las mentes débiles. La cristiandad fue la última gran creación del antiguo mundo pagano… [La eucaristía] fue un concepto santificado por el tiempo; la mentalidad pagana no necesitó escuela para adoptarla. Al incorporar el ‘misterio de la misa’, la cristiandad se convirtió en la última y más grande de las religiones de misterios" (The Story of Civilization [La historia de la civilización], Vol. 5, Durant, pág. 595, 599).

En el siglo cuarto después de Cristo, el emperador romano Constantino adoptó el cristianismo como su religión. O mejor dicho, lo "adaptó", puesto que el cristianismo apostólico original se transformó radicalmente bajo su influencia imperial.

El concilio de Nicea se celebró en el año 325 dc bajo la dirección de Constantino. Aunque aún no era bautizado, Constantino presidió la sesión de apertura del concilio y tomó parte en las deliberaciones, convencido de que era deber suyo, como emperador, supervisar el establecimiento de la doctrina de la iglesia. Pero, ¿presidió Constantino el concilio como ex pagano convertido al cristianismo, o utilizó el concilio de Nicea para introducir sus tradiciones paganas en lo que vendría a ser el cristianismo "oficial"? En relación con las ideas religiosas de Constantino, el respetado historiador Paul Johnson comenta lo siguiente:

"Hay cierta duda sobre la magnitud del cambio de ideas en Constantino… Él mismo parece haber sido un adorador del Sol, de una secta pagana tardía que tenía ciertos ritos en común con los cristianos. Por ejemplo, los seguidores de Isis adoraban a una madona amamantando a su niño santo; el culto de Atis y Cibeles celebraba un día de sangre y ayuno seguido de la fiesta de la resurrección, llamada Hilaria o día de alegría, el 25 de marzo; la élite seguidora de Mitra, compuesta en gran parte por altos oficiales del ejército, comía un alimento sagrado. Es casi seguro que Constantino fue adorador de Mitra, y su arco triunfal, erigido después de su ‘conversión’, rinde tributo al dios Sol o al ‘invencible Sol’. Muchos cristianos no veían una clara diferencia entre su culto y el culto al Sol. Se referían a Cristo ‘conduciendo su carroza por el cielo’, su día de adoración era el domingo, se postraban hacia el este y celebraban la navidad el 25 de diciembre, el cumpleaños del Sol en el solsticio de invierno. Durante el siguiente renacer pagano, bajo el emperador Juliano, fue fácil para muchos cristianos apostatar a causa de la confusión; el obispo de Troya le dijo a Juliano que siempre le había orado al Sol en secreto. Constantino jamás abandonó la adoración al Sol y mantuvo el Sol en la moneda. Convirtió el domingo en día de descanso…" (A History of Christianity [Una historia del cristianismo], Johnson, 1976, pág. 67-69).

Si leemos cuidadosamente las citas históricas anteriores, veremos que en la era del "oscurantismo" (muy apropiadamente llamada así), casi todos los aspectos del paganismo se introdujeron en lo que se llamó "cristianismo". Los conceptos errados del "misterio de la misa" y la adoración de la virgen María, imitación directa del culto a las diosas paganas, así como la idea del "niñito Jesús" nacido un 25 de diciembre en lo que se llamó la navidad" y su vinculación con los ritos paganos de la saturnalia, además de otros conceptos falsos, se infiltraron e incorporaron en lo que llegó a ser el "cristianismo tradicional".

Siglos después, los "reformadores" protestantes lograron discernir unos pocos de los problemas de la religión romana, pero la mayoría de los conceptos paganos estaban tan arraigados en su mente que los reformadores solo efectuaron algunos cambios superficiales.

La "reforma" reformó muy poco

Martín Lutero, el "padre" de la reforma, y otros reformadores, tenían una actitud hostil hacia todo lo "judío", incluso el día sábado de Jesucristo, las fiestas anuales y, de hecho, la obediencia literal a los diez mandamientos. Por esta razón, ¡Lutero tuvo el atrevimiento de agregar algo a la Palabra de Dios! En su traducción del Nuevo Testamento deliberadamente agregó la palabra "sola" en Romanos 3:28. Tan obstinada era su oposición a la necesidad de obedecer la ley de Dios, posiblemente confundiéndola con la ley canónica y los rituales católicos, ¡que agregó una palabra a la revelación inspirada por Dios!

En la versión Reina Valera de 1960, Romanos 3:28 se lee así: "Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley". Lutero agregó la palabra "sola", de manera que en su versión del Nuevo Testamento en alemán se lee: "justificado por fe sola"; cambio completamente equivocado y sin ningún apoyo en el texto original. Cuando un crítico objetó su cambio en las Escrituras, Lutero respondió con arrogancia: "Si a su Papa le causare alguna molestia la palabra sola, usted contéstele: ‘Es la voluntad del doctor Martín Lutero que así se haga.’" (John Alzog, Manual of Universal Church History [Manual de historia de la Iglesia Universal], Dublin: M. H. Gill and Son, 1902, pág.199). Podemos afirmar con autoridad que jamás se dio ninguna otra explicación para efectuar este cambio ajeno a la Biblia original. Cuando se trataba de sus propias convicciones doctrinales, Martín Lutero era un hombre realmente obstinado.

Su tercer tratado de 1520, titulado: La libertad cristiana, afirma que en lo espiritual, el cristiano no está sujeto a ningún hombre ni a ninguna ley. Sostiene que como hemos sido justificados por la fe sola, ya no tenemos la obligación de guardar la ley de Dios (www.luteranos. cl/documentos).

Es bien sabido que Lutero llamó al libro de Santiago una "epístola de paja", porque Santiago enseñó sin ambages la necesidad de obedecer los diez mandamientos: "Cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad" (Santiago 2:10-12).

En este pasaje de las Escrituras inspiradas, queda sumamente claro que Santiago se refiere a los diez "puntos" o los diez mandamientos. A los cristianos les dice que guarden toda la ley y luego concluye con una exhortación a los cristianos del Nuevo Testamento para que "hablen y hagan" como quienes habrán "de ser juzgados por la ley de" Dios.

Aunque probablemente sinceros, los reformadores protestantes mantuvieron una posición contra la ley y la obediencia mucho más rígida que lo que adoptaron en su rebelión contra la "madre Roma". Es más, siguieron, al igual que Roma, inmersos en un sistema paganizado de doctrinas falsas, días santos equivocados y conceptos errados sobre Dios. El mismo Dios lo describe así en el libro del Apocalipsis: "La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA" (Apocalipsis17:4-5).

Al convertirse esta versión del "cristianismo" en la religión del estado, los antiguos paganos se "convirtieron" en forma masiva. Muchos lo hicieron por conveniencia y no por convicción, conservando en privado sus creencias anteriores. Otros se adhirieron a la nueva fe sincrética sin profundizar en sus creencias y apenas capaces de recibir sus enseñanzas más básicas.

Un "cristianismo" PAGANIZADO

De Constantino y el Imperio la Iglesia no solo recibió nuevas doctrinas, sino también una nueva organización. El culto imperial en Roma estaba muy arraigado y sus prácticas encontraron buena acogida en ese cristianismo adulterado. Will Durant señala:

"El cristianismo… creció adoptando la fe y los rituales paganos; se convirtió en una iglesia triunfante que heredó el genio y los métodos de organización de Roma… Judea había aportado la ética cristiana, Grecia la teología y ahora Roma la organización; con todo aquello, más una docena de credos diferentes absorbidos, se integró la síntesis cristiana. La iglesia no se limitó a adoptar algunas costumbres y formas de la Roma previa al cristianismo; también adoptó la estola y otras vestimentas de los sacerdotes paganos, el empleo de incienso y agua bendita para purificación, las velas encendidas y la luz perpetua delante del altar, la adoración de los santos, la arquitectura de la basílica, la ley de Roma como base del derecho canónigo, el título de Pontifex Maximus para el Sumo Pontífice y, en el siglo cuarto, el latín como idioma noble y perdurable del ritual católico. El aporte romano fue ante todo un vasto marco gubernamental que, a medida que fallaba la autoridad secular, se consolidó como estructura del gobierno eclesiástico. Pronto los obispos, y no los prefectos romanos, serían la fuente de orden y la sede del poder en las ciudades; los metropolitanos o arzobispos apoyarían y hasta suplantarían a los gobernadores provinciales; y el sínodo de obispos sucedería a la asamblea provincial. La Iglesia Romana siguió los pasos del Estado Romano; conquistó las provincias, embelleció la capital, y afirmó disciplina y unidad de frontera a frontera. Roma murió dando a luz la Iglesia; y la Iglesia maduró al heredar y aceptar los deberes de Roma" (The Story of Civilization [La historia de la civilización], Vol. 5, Durant, pág. 575, 618-619).

A medida que se agregaban nuevos elementos falsos a este "cristianismo", los elementos auténticos se fueron desechando y perdiendo. A veces ocurrió así por sentimientos antisemitas. Como Jesucristo provino físicamente de la tribu de Judá, muchos gnósticos negaron su presencia corporal: no aceptaban que su Dios hubiera venido de una tribu tan despreciada. Otros pervirtieron las enseñanzas de Cristo porque odiaban a la nación de donde vinieron esas enseñanzas. Sabían que los cristianos guardaban los días de fiesta "judíos" y que observaban otras prácticas ofensivas para los paganos. El historiador eclesiástico Eusebio escribió sobre gente así que pretendía reemplazar la Pascua del Nuevo Testamento que guardaba Cristo, con la pascua florida o "domingo de resurrección", celebración tomada directamente del culto a Istar:

"Parecía indigno que en la celebración de una fiesta tan solemne siguiéramos la práctica de los judíos [observar la Pascua el día 14 de nisán], quienes mancharon impíamente sus manos con un enorme pecado; y en consecuencia padecen, con justa razón, la ceguera del alma… No tengamos, pues, nada en común con la detestable muchedumbre judía; porque nosotros hemos recibimos de nuestro Salvador un camino diferente… Amados hermanos, convengamos a una en adoptar este camino y alejarnos de toda participación con su bajeza… Porque, ¿cómo podrían tener un sano criterio quienes,… culpables de asesinar a su Señor, han estado desde entonces sujetos, no a la razón, sino… a todo impulso del espíritu de locura que en ellos hay?… Esforcémonos y oremos continuamente para que la pureza del alma no parezca en nada mancillada por la comunión con las costumbres de hombres tan malvados… Estemos unidos en desear lo que la sana razón parece ordenar, evitar toda participación en la conducta perjura de los judíos" (Eusebio, The Life of Constantine [La vida de Constantino], tomo 3, cap. 18-19; Nicene and Post-Nicene Fathers [Padres nicenos y posnicenos], 1979, vol. 1, pág. 524-525).

Un camino muy "diferente"

Sí, muchos enseñaron que "recibimos de nuestro Salvador un camino diferente". Pero ese camino no se encuentra en la Biblia. Se encuentra en las costumbres de los griegos, romanos y otros europeos conversos que adoptaron el cristianismo en apariencia pero conservaron sus antiguos caminos. Con el transcurso del tiempo, esos antiguos caminos reemplazaron las enseñanzas de Jesucristo y los apóstoles, como lo explica John Romer:

"Sutilmente, tan sutilmente que ni los mismos obispos se percataron, los viejos dioses se metieron en sus iglesias como el aire del Mediterráneo. Y viven aún en los rituales, en la iconografía y en las festividades de la cristiandad. Cuando Juliano llegó a Antioquía en el año 362… la gran ciudad cristiana estaba de luto, lamentando al estilo levantino, la muerte anual de Adonis, el bello amante de Venus. En Éfeso, si bien se había quitado el santuario de Diana, diosa de la ciudad… sus estatuas encontraron cuidadosa sepultura en arena seca. Y cuando el tercer concilio de la Iglesia reunido en Éfeso aprobó por votación solemne que en adelante se honraría a la virgen María con el título de Theotokos, Madre de Dios, la propia ciudad de Éfeso, que fuera durante siglos la ciudad de la virgen cazadora Diana, pasó a ser la ciudad de la virgen María, madre de Dios. En Egipto también, el ankt, antiguo símbolo de la vida que los dioses desde milenios atrás habían llevado en sus esculturas, se transformó fácilmente en la cruz cristiana; la imagen de Isis amamantando a su hijo Horus, Isis lactante, se convirtió en la imagen de la virgen María con Jesús en su seno… En Roma, Rómulo y Remo se intercambiaron por los santos bíblicos Pedro y Pablo. Aun entrado el siglo quinto, el Papa tuvo que prohibir a la congregación de san Pedro de la madrugada que subiera las gradas de la iglesia caminando hacia atrás, para no ofender al Sol, el dios Sol del alba. Igualmente, el 25 de diciembre, ahora el nacimiento de Cristo, era la fiesta del Sol invicto y delcumpleaños de Constantino. Esta fiesta se celebraba cortando ramas verdes y colgándoles pequeñas luces, y se daban regalos en el nombre del dios. La fiesta semanal del Sol, o día del Sol, que caía en domingo, se convirtió en el día de descanso cristiano. Así como Apolo de Delfos sufrió una bella transformación para convertirse en el Sol invicto romano, posteriormente se convirtió en un Cristo del Sol. Los tres eran representados a veces en carroza de fuego… con… aureolas radiantes" (Testament: The Bible and History [Testamento: La Biblia y la historia], Romer, 1988, pág. 230-231).

Vemos, pues, cómo el verdadero cristianismo fue tergiversado desde el principio por quienes buscaban apartarlo del Dios verdadero cuyos mandamientos Jesucristo cumplió y enseñó. Hoy, muchos que se consideran cristianos, ignoran el origen de esos mandamientos y desconocen al que los dictó en el monte Sinaí.

El Dios del Antiguo Testamento

En Mateo 22:42-45 leemos que Jesús lanzó un desafío a los fariseos preguntándoles: "¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?" Los fariseos no pudieron responder porque sabían que el rey David de Israel no tenía a un "señor" humano. Esta escritura tenía que referirse a dos personas en la Familia de Dios, una mayor que la otra. Debe resultarnos obvio que el "Señor" inmediato de David, quien más tarde vino como Jesús de Nazaret, había de sentarse a la diestra del Padre hasta que fuera el momento de ejercer como Rey de reyes.

Los judíos sabían que el Mesías prometido sería un descendiente directo o "hijo" de David. ¿Cómo era posible que este fuera a la vez "Señor" de David y que además tuviera un Señor aún mayor, con autoridad para decirle lo que debía hacer?

En 1 Corintios 10:1-4 leemos que la antigua Israel fue bautizada en Moisés, que "todos comieron el mismo alimento espiritual, yque todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo". De nuevo nos queda claro, como lo reconocen muchos comentaristas bíblicos, que el personaje espiritual que se comunicaba con la antigua Israel era aquel que luego vino como Cristo. En Juan 1:18 dice: "A Dios nadie le vio jamás"; obviamente esta escritura se refiere a quien llamamos "Padre".

Sin embargo, tan pronto como dio los diez mandamientos y algunos de los estatutos a la antigua Israel, el "Dios de Israel" se les apareció a varios jefes israelitas: "Subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron" (Éxodo 24:9-11). Más de setenta de los dirigentes israelitas "vieron al Dios de Israel": ¡no al Padre, sino al "Verbo" que habría de venir como Jesucristo! (Juan 1:1-12). ¡No puede ser más claro!

Fue aquel que habría de venir como Jesucristo quien caminó y habló con Adán y Eva en el huerto de Edén. Fue Él quien trató directamente con Abraham, Isaac y Jacob. Fue Él quien habló "cara a cara" con Moisés (Números 12:8). ¡Fue Él quien proclamó los diez mandamientos desde la cima del monte Sinaí! Fue Él quien ordenó guardar el sábado, el séptimo día de la semana, como día de reposo.

Si todos los que se consideran cristianos supieran la verdad, que quien vino como su Salvador es el mismo que proclamó los diez mandamientos, tal vez actuarían de modo muy diferente. ¡La Tierra sería un lugar mucho más seguro! Todos sabrían que el cristianismo es una religión en la que se guarda la ley, un camino de vida basado en la gran ley espiritual de Dios. Aprenderían que, si bien nadie se hace perfecto de repente, el cristiano sí tiene que crecer en el carácter de Cristo… y que sí es posible seguir el ejemplo inspirador de Jesucristo mediante su Espíritu en nosotros.

¿Cómo se vive a la manera de Cristo?

La Biblia es muy clara al decir que los cristianos debemos guardar los mandamientos de Dios. El apóstol Juan escribió: "En esto sabemos que nosotros le conocemos [a Cristo], si guardamos susmandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo" (1 Juan 2:3-6).

¿Cómo puede el cristiano "andar como Él anduvo"? Si Jesucristo tuvo que dar su vida porque todos hemos transgredido la ley de Dios, ¿cómo es posible que alguien guarde esa ley? La explicación más concisa es quizá la del apóstol Pablo: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20).

Un cristiano no obedece la ley por su cuenta sino gracias al poder de Cristo que vive en él. Pablo prosigue destacando que la obediencia a la ley viene por la gracia de Dios, y que el hecho de guardar la ley no nos hace merecedores de la gracia: "No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo" (v.21). Mediante la gracia de Dios, un cristiano convertido sí guarda la ley; pero sin esa gracia, ningún esfuerzo nos dará la justicia ni la salvación.

¿Qué debe hacer un cristiano?

El verdadero cristiano se distingue como alguien que se esfuerza, con la ayuda de Cristo, por vivir conforme a toda palabra de Dios (Mateo 4:4). "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro

Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48). Al someterse a Jesucristo, el cristiano manifiesta cada vez más los frutos del Espíritu en su vida.

Un cristiano es mucho más que alguien que "conoce" la verdad. Los gnósticos creían que el "conocimiento" traía la salvación, y todavía hay quienes niegan que un cristiano debe "hacer" algo. Pero la Biblia nos da una instrucción muy diferente: "Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos" (Santiago 1:22).

Los cristianos tenemos que hacer lo que hizo Cristo. En la "gran comisión" les dio estas instrucciones a sus seguidores: "Id, y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:19-20). Los cristianos debemos llevar su mensaje "a todas las naciones" y enseñar "todas las cosas" que Él ordenó. No debían alterar su mensaje hasta convertirlo en lo que es hoy: ¡algo casi irreconocible!

Lamentablemente, muchos que se dicen cristianos, incluso cristianos que guardan los mandamientos, solo piensan en sí mismos. Convencidos de que deben "preparar a la novia" (la Iglesia) para el regreso de Cristo, dejan de lado, sin embargo, las instrucciones del "Novio".

¿Cómo puede "prepararse" la Iglesia para el regreso de Cristo si hace caso omiso de sus instrucciones de predicar el evangelio del Reino a todas las naciones? (Mateo 24:14). ¡Eso no es posible! Esa es la razón por la que la Iglesia del Dios Viviente les ha enviado este folleto; y es por eso que publicamos otros folletos, revistas, el Curso bíblico por correspondencia y otro material educativo. Es por eso que transmitimos el programa de radio y televisión El Mundo de Mañana. Es por eso que nos servimos de la internet y de todos los medios que Dios provea para llevar a cabo su obra, en tanto que nos abre las puertas para llevar su mensaje al mundo como testimonio antes del regreso de Jesucristo.

Es importante que nuestros lectores reconozcan plenamente que quienes estamos en esta obra, el personal de la revista y del programa El Mundo de Mañana, y todos los que en alguna forma tomamos parte en la obra de la Iglesia del Dios Viviente, estamos dedicados a la tarea de ¡restaurar el cristianismo original!

Cuando ustedes leen nuestros artículos y folletos o cuando escuchan el programa El Mundo de Mañana, es muy importante que entiendan por qué hacemos lo que hacemos. Porque nuestra intención es continuar predicando y enseñando el mismo mensaje que proclamaron Jesús y los primeros apóstoles. Nuestra meta es restaurar, en todos sus aspectos espirituales, el camino de vida que enseñaron y siguieron Jesús y los apóstoles. Y además, bajo la guía del Espíritu de Dios, seguiremos predicando las profecías inspiradas de la Biblia y advirtiendo, a quienes estén dispuestos a escuchar, sobre lo que nos espera.

Al acercarse el tiempo de la intervención de Dios en los asuntos humanos y de la gran tribulación, es de vital importancia que usted y sus seres queridos se aseguren de que realmente pertenecen a Jesucristo, al Cristo de la Biblia; que estén adorando a Dios "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23) y que formen parte de la verdadera Iglesia de Dios, la que enseña y practica el cristianismo original, el cristianismo de Jesús y los primeros apóstoles. ¡"El que tiene oído, oiga"! (Apocalipsis 3:13).