¿Qué hacer ante la navidad?

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Muchas personas conocen los orígenes paganos de la fiesta navideña, tan extendida y tan popular. Esos orígenes no están ocultos. Todos los años por esa temporada, solemos ver artículos o comentarios que explican de dónde vienen esas tradiciones. Quienes han sido suscriptores de El Mundo de Mañana desde hace algún tiempo, probablemente recuerdan el artículo del señor Wallace G. Smith: ¿Es la navidad una fiesta pagana? Publicado en la edición de noviembre y diciembre del 2022; y los nuevos suscriptores también pueden leerlo en nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org.

Quizás a nuestros lectores no les parezca extraño que haya cristianos dispuestos a no guardar la navidad. Hay muchos entre nosotros. Porque tal vez llegamos a esa decisión mediante un estudio personal. Posiblemente, al conocer los orígenes paganos de la navidad, nos hicieron pensar dos veces si debíamos guardarla. En ese caso, no estamos solos.

Por supuesto, la gran mayoría de las personas, las que se consideran cristianas y otras que no lo son, continúan guardando la navidad. Según la organización Gallup, el 93 por ciento de los estadounidenses celebran la navidad de una manera u otra, ya sea religiosa o laica; y esta cifra se ha mantenido más o menos constante desde hace decenios (News.Gallup.com, 23 de diciembre del 2019). En el Reino Unido también el 93 por ciento de los ciudadanos celebran la temporada navideña, y en Canadá es el 92 por ciento (Statista.com, 18 de diciembre del 2019). En Canadá, las tradiciones navideñas cambian, y menos personas ven la religión como motivo de la temporada (AngusReid.org, 19 de diciembre del 2019).

Muchos entre quienes celebran esa fiesta, saben que los orígenes de la navidad no son cristianos. Probablemente quienes nos leen también lo saben. Y quienes no estén seguros pueden consultar en línea casi cualquier enciclopedia o artículo sobre el tema. Por ejemplo, la siguiente es una cita de la Encyclopædia Britannica: “En la antigua Roma, el 25 de diciembre era una celebración del Sol Invictus, que señalaba el regreso de días más largos. Caía enseguida de las saturnales, temporada de fiestas e intercambio de regalos. La Iglesia en Roma comenzó a celebrar la navidad el día 25 de diciembre en el siglo cuarto de nuestra era, durante el reinado de Constantino” (Britannica.com, 6 de diciembre del 2020):

           “Tal como lo revela Britannica, los festejos y el intercambio de regalos el 25 de diciembre, eran unas de las muchas costumbres paganas que se guardaban bajo el Imperio Romano. Y esta fecha no se adoptó en lo que vino a ser la Iglesia cristiana convencional hasta el siglo cuarto, siglos después del ministerio de Jesucristo. Aunque el 25 de diciembre es el día en que los cristianos celebran el nacimiento de Jesucristo, esa fecha, junto con varias costumbres que han llegado a asociarse con la navidad, empezaron como tradiciones paganas relacionadas con la celebración del solsticio de invierno. ‘En realidad, la navidad es para sacar a relucir el pagano que tenemos dentro’, dijo el historiador Kenneth C. Davis en CBS This Morning. Según Davis, la navidad se celebraba ya en el siglo cuarto, lo cual sugiere que no tenía nada que ver con Jesucristo” (CBSNews.com, 25 de diciembre del 2018, el énfasis es nuestro).

Estas son citas reveladoras, pero, repetimos, quizá no sorprendentes para nuestros lectores; especialmente para los lectores habituales de esta revista. Y aunque no lo sean, probablemente ya habrán visto en otras fuentes artículos y videos que explican los orígenes paganos de las tradiciones navideñas. Nada de ello es un secreto.

Para la mayoría, los orígenes de la navidad no son sorpresa. Pero muchos se preguntan: ¿Qué más da? ¿Debe siquiera importarnos de dónde vienen las tradiciones navideñas? Al fin y al cabo, ¿no se trata de honrar a Cristo?

Razones para celebrar una fiesta pagana

Entre las personas que saben los orígenes de la navidad, la mayoría han justificado la celebración: “En realidad no es una festividad religiosa”, oímos decir: “Es solo una ocasión social de diversión y esparcimiento para disfrutar con los familiares y amigos”. Eso es lo que piensan muchos. Según la tendencia, más y más personas ven la navidad como principal o enteramente una práctica social y laica.

Por otra parte, muchas personas de inclinación religiosa saben muy bien que los orígenes de la navidad son paganos, pero se convencen a sí mismas de que eso no es problema; argumentando que no importa, siempre y cuando la guarde para Cristo.

¿Que no importa? ¿Acaso un razonamiento así tiene siquiera sentido? Un sitio en la red nos recuerda: “La navidad no tiene sentido… Los hechos básicos detrás del rito anual parecen chocar con la lógica y la razón. ¿Qué tienen que ver con el nacimiento de un profeta en Belén, hace miles de años, esos árboles revestidos de luces? ¿Qué tiene que ver con el cristianismo un señor obeso y alegre vestido de rojo y blanco? ¿Cuál es el significado detrás del leño de navidad?… Muchas personas tienen solo una vaga idea de cómo las viejas tradiciones y celebraciones paganas originaron la navidad como hoy la conocemos” (History.co.uk).

Efectivamente, muchas personas sí saben que las raíces de la navidad son paganas… pero de todas maneras la guardan. ¿Y nosotros? ¿Qué debemos hacer ante la navidad?

Para responder a esa pregunta, vamos a descomponerla en dos preguntas fundamentales, de las cuales la primera es: ¿Aprueba Dios que se digan mentiras a los niños?

Mentiras navideñas

Todo el mundo sabe que san Nicolás no baja por la chimenea el 24 de diciembre… es decir, todos, excepto millones de niños. Thalia Goldstein, profesora adjunta de Psicología del desarrollo en la universidad George Mason de Fairfax, Virginia, comenta que alrededor del 85 por ciento de los niños de cinco años creen que san Nicolás es real: “Empiezan a creer en san Nicolás entre los tres y los cuatro años de edad”, escribe. “La convicción es muy firme entre las edades de cuatro y ocho años. Luego, a los ocho años se empieza a notar una reducción de esa cifra, cuando los niños comienzan a ver la realidad de san Nicolás” (CNN.com, 19 de diciembre del 2017).

Una encuesta internacional dirigida por el profesor Chris Boyle de la universidad de Exeter en el Reino Unido, dice: “La edad promedio cuando los niños dejaron de creer en san Nicolás era ocho años. La tercera parte de los encuestados también informaron que se sintieron turbados al descubrir que san Nicolás no existía; el 15% se habían sentido engañados por sus padres, y el 10% se sintieron enojados. Aproximadamente, un tercio dijeron también que creer en san Nicolás había afectado la confianza que tenían en sus padres” (The Sunday Times, 6 de diciembre del 2020).

Pero el mito de san Nicolás no es el único. No hay una verdadera prueba de que el 25 de diciembre sea la fecha del natalicio de Cristo. Al contrario, Lucas 2:8 afirma que a la hora que nació, los pastores estaban en el campo, cosa que jamás sucedería en los meses lluviosos y fríos del invierno.

¿Y qué decir de la historia navideña de los tres reyes magos que vinieron del Oriente a visitar al Niño Jesús en el pesebre? Eso no está en la Biblia… al menos no de la manera como lo narra el cuento popular. Las Escrituras los llama magos o sabios, pero no reyes; y no revela cuántos eran. Leemos: “Al entrar en la casa, vieron al Niño con su madre María” (Mateo 2:11). En contexto, vemos que Jesús tenía por lo menos un año cuando lo conocieron los magos, y para entonces, estaba en la casa y no dentro de un pesebre.

Sí, la multitud de tradiciones navideñas están plagadas de errores y mentiras. En cambio, las Escrituras nos dicen que Dios no miente (Tito 1:2). Preguntémonos con mentalidad abierta: ¿Estaría Dios detrás de una tradición tan falsificada? ¿Consentiría en que millones de padres y madres dijeran a sus hijos mentiras y mitos enrevesados sobre su Hijo?

Consideremos lo que nos dice el apóstol Juan: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:7-8).

Siendo así, ¿quién clama a voz en cuello y les advierte a los padres que pongan fin a las mentiras sobre la navidad? Casi nadie. Solo contamos con expertos como la profesora de filosofía Candice Mills, quien explica: “Los padres deben tener en cuenta que la mayoría de las personas, reflexionando sobre su niñez, deciden que también quieren celebrar a san Nicolás con sus hijos. De hecho, aproximadamente están entre el 87 y el 95 por ciento. Así encontraron algo valioso en la experiencia y desean transmitirlo”. Mills piensa que los niños se benefician al descubrir por sí mismos la verdad de que san Nicolás es ficticio (Universidad de Texas en Dallas News Center, 6 de diciembre del 2023).

Mills se encuentra entre los muchos profesionales que piensan que al enterarse los niños de que los adultos les han mentido sobre Santa Claus, “sus reacciones son, en términos generales, bastante positivas”, y que “entienden que también los padres se alegran con el mito”. Con esta perspectiva, el mito de san Nicolás es solo uno entre muchos, ya que la creencia en diversos mitos y falsedades “no necesariamente desaparece cuando crecemos” (Psychology Today, 6 de diciembre del 2021).

Por un momento detengámonos a pensar: ¿Alguien nos ha mentido? ¿Cómo nos hizo sentir? Al enterarnos, ¿afectó nuestra capacidad de confiar? Aunque fuera por una supuesta buena razón, ¿nos hizo más cautelosos la siguiente vez que el mentiroso nos dijo algo? Si las mentiras nos afectan como adultos, ¿cómo podemos creer que no afectan a nuestros hijos?

Espero que nuestros lectores vean que lo bueno para los hijos es enseñarles la verdad, y a decir la verdad. ¿Cuál es el fundamento de la verdad? La Palabra de Dios es verdad (Juan 17:17). Jesús reveló que detrás de los fariseos había un poderoso espíritu de mentira: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44).

Satanás, el diablo, es padre de mentira y no debemos tener parte con él. Esto significa no participar en tradiciones que, por mucho que las endulcemos, se basan en la mentira. El apóstol Pablo trazó un contraste nítido entre los que siguen la verdad y los que no, diciendo: “La ira de Dios se revela desde el Cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad… que cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Romanos 1:18, 25).

Podemos estar del lado de la verdad o bien del lado de la mentira. O procuramos vivir según el camino de Dios, que es la verdad, siguiendo su Espíritu y conformándonos a su justicia; o bien vivimos por el camino de la mentira, siguiendo errores y falsedades que a menudo se disimulan como tradiciones y festividades alegres. Tenemos que decidir qué vamos a transmitir a nuestros hijos: la verdad o la mentira.

Las Escrituras hablan por sí mismas. En ninguna parte de la Biblia encontramos a Dios diciéndonos algo que sea engañoso o deshonesto o que respalde un error. Esto nos debe indicar qué hacer respecto de la navidad.

Dios decide cómo debemos adorarlo

Pasemos a la segunda pregunta fundamental: ¿Dice Dios que podemos guardar una fiesta pagana si lo hacemos para honrar a Cristo? Algunos alegan esto para no dejar la navidad pese a su evidente error. ¿Acaso tienen razón? ¿Es la navidad aceptable siempre y cuando la celebremos para honrar a Cristo?

En la Biblia encontramos ciertos principios contundentes que nos dan la guía que necesitamos. Uno se encuentra en la historia de la antigua Israel, que Dios sacó de la esclavitud en Egipto hace miles de años. Antes de que los israelitas entraran en lo que se llamaba la Tierra Prometida, Dios les hizo una seria advertencia: No contaminar su culto con las prácticas de culto de las naciones vecinas: “Guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios” (Deuteronomio 12:30-31).

Observemos que el principio no es solamente no adorar ídolos, sino, no adorar al Dios verdadero con prácticas idólatras. ¡Es un detalle importante! Lamentablemente, en la historia de la cristiandad tradicional, esto fue precisamente lo que ocurrió. La adoración de Jesucristo se mezcló con tradiciones paganas. El autor Stephen Nissenbaum señala: “No fue hasta el siglo cuarto cuando la Iglesia decidió oficialmente guardar la navidad el día 25 de diciembre. Y no eligió esa fecha por motivos religiosos, sino sencillamente porque señalaba la llegada aproximada del solsticio de invierno, suceso que se celebró desde mucho antes de aparecer el cristianismo” (The Battle for Christmas, 1996, pág. 4). Los primeros cristianos vivían entre gente que guardaba días como el solsticio de invierno. Con el tiempo, se hizo enorme la presión que los empujaba a conformarse a los paganos, y la mayoría así lo hicieron, en vez de procurar que los paganos se conformaran a la norma bíblica.

Nissenbaum continúa: “Los puritanos estaban en lo cierto cuando señalaban (cosa que hacían con frecuencia), que la navidad no era otra cosa que una festividad pagana recubierta con un barniz cristiano”. Luego se refiere al ministro puritano Increase Mather, que vivió en los primeros años de las colonias norteamericanas, y que “observó, acertadamente, en 1687 que en la Iglesia primitiva los primeros cristianos que guardaron la navidad el 25 de diciembre no lo hacían ‘creyendo que Cristo había nacido ese mes, sino porque en esa época se observaban los saturnales paganos en Roma, y aceptaron que esas fiestas paganas se transformaran en cristianas’” (pág. 4).

No, la navidad no se fijó el 25 de diciembre para reflejar el natalicio de Cristo. Se hizo para ganarse a la gente que festejaba las saturnales y traerla fácilmente a la Iglesia... todo lo contrario de las instrucciones divinas en Deuteronomio. La Iglesia tradicional en plena expansión tenía que vérselas con las tradiciones de los paganos que la rodeaban, y decidió asimilarlas. Efectivamente, “la mayor parte de los misioneros cristianos que pasaron a Europa Central y Occidental al desmoronarse el Imperio Romano, siguieron el consejo del papa Gregorio Magno: En el año 597 escribió que no procuraran arrancar las costumbres paganas ‘de una vez’, sino adaptarlas a ‘la alabanza a Dios’” (The Pageantry of Christmas 1963, pág. 10).

De ahí que en la navidad actual veamos aquella extraña mezcla de ritos paganos y servicio a Cristo de labios para afuera. ¿Pero es esto lo que Dios quería? Veamos sus instrucciones claras:

“Oíd la palabra que el Eterno ha hablado sobre vosotros, oh casa de Israel. Así dijo el Eterno: No aprendáis el camino de las naciones... Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (Jeremías 10:1-5).  

El extraordinario paralelismo con la navidad salta de la página. Por medio de Jeremías, Dios le dijo específicamente a la antigua Israel que no aprendiera a adorarlo observando cómo adoraban las naciones vecinas. Sin embargo, ya en la era cristiana, eso fue precisamente lo que muchísimos hicieron: Transformaron el culto a Cristo combinándolo con el culto a Saturno, Mitra y otros.

Hay quienes citan las Escrituras para argumentar que es aceptable guardar cualquier día que deseemos, inclusive la navidad, siempre y cuando estemos honrando a Jesucristo: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace” (Romanos 14:5-6).

Pero, ¿significa esto que podemos guardar cualquier día, siempre y cuando le pongamos el nombre de Cristo? Acabamos de leer lo que opina Dios de mezclar prácticas paganas con sus enseñanzas: No le agrada. Entonces, ¿tiene sentido que, con solo este pasaje en Romanos, lleguemos a la conclusión de que se puede elegir cualquier día que se nos antoje, y convertirlo en tiempo santo para honrar a Dios?

De ninguna manera. El tema que trataba Pablo en Romanos 14, era porque la gente guardaba ciertas tradiciones que la llevaban a tratar unos días de una manera y otros días de otra. Específicamente, hablaba de dos puntos diferentes que se habían convertido en polémica: Evitar las carnes que pudieran venir de templos paganos, y guardar ciertos días de fiesta que las Escrituras no mandaban guardar. Los judíos tenían muchos días de ayuno tradicionales, y aún los tienen. Romanos 14 no tiene nada que ver con adoptar prácticas paganas y llamarlas cristianas.

Dios es quien decide qué tiempo es santo. Él decide qué días debemos guardar para honrarlo. Jesús dijo: “El Hijo del hombre es Señor aun del sábado” (Lucas 6:5, RV 1995); así que nosotros no podemos ponernos en contra del Señor cambiando sus días de culto y adoración, semanales o anuales.

Jesús también dijo: “La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23). Según la definición bíblica, la verdad la constituye la norma de Dios, no las tradiciones y costumbres humanas. Cuando expresamos honra a Dios, tenemos que hacerlo a su manera, y esto incluye guardar los días en que Él desea que lo honremos.

La forma correcta de adorar a Dios

Visto todo lo anterior, ¿qué debemos hacer ante la navidad? Debemos aceptar el ofrecimiento de Dios de algo mejor. No es necesario conformarnos con una festividad impregnada de tradiciones paganas. Podemos ser diferentes. En Levítico 23, Dios esboza sus fiestas anuales, que nos enseñan acerca de Él y su plan de salvación para la humanidad: La Pascua, los días de Panes Sin Levadura, el día de Pentecostés, la Fiesta de las Trompetas, el día de Expiación, la Fiesta de los Tabernáculos y el Último Gran Día.

El apóstol Pablo llevó el mensaje evangélico principalmente a un mundo de gentiles, y los hermanos con quienes laboraba, y a quienes escribía estaban saliendo de las prácticas paganas. Muchas personas en el mundo romano del primer siglo celebraban las saturnales, con su culto a Mitra y otros dioses falsos. Habían salido de esas prácticas para convertirse en parte del cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios; y Pablo tenía que animarlos a no caer de nuevo en sus viejas costumbres.

Observemos lo que escribió a la congregación de Colosas: “Nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, Luna nueva o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo” (Colosenses 2:16-17). Observemos la palabra “es” en el versículo 17. Aunque la mayoría de las traducciones al español la incluyen, no está presente en el griego original. Los traductores la añadieron debido a sus sesgos doctrinales. Lo que el versículo realmente dice es: “sino el cuerpo de Cristo”, su Iglesia, no el mundo que la rodea, debe juzgar los días que se deben guardar y celebrar. Y esas celebraciones no deben incluir fiestas paganas. Para una mayor comprensión, sugerimos estudiar nuestro folleto: La ley o la gracia: ¿Cuál de las dos? Puede descargarse desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org, o solicitar un ejemplar impreso gratuito.

No dejemos que el mundo nos juzgue por no celebrar la navidad, por reemplazar las tradiciones de los hombres con los caminos de Dios. No hay que desanimarse. Quizá no agrademos a los familiares y amigos, pero Dios busca personas que estén dispuestas a seguirlo a Él, cueste lo que cueste.

La celebración navideña no nos lleva a la verdad, sino que la oculta. Y saber los orígenes de la navidad no es suficiente. Tenemos que actuar conforme a lo que sabemos. Eso significa seguir la verdad, y eso es lo que debemos hacer ante la navidad. [MM]