¿Es Cristiana La Navidad? | El Mundo de Mañana

¿Es Cristiana La Navidad?

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Todos los años vemos la misma escena: árboles adornados, coronas de hojas perennes y lucecitas multicolor. En un rincón a veces hay un pesebre con un niño recién nacido recibiendo lujosos regalos. Actualmente quienes dan regalos son mayormente los padres de familia, quizás endeudados, pero empeñados en dar a sus hijos, familiares y amigos la última moda en juguetes, ropa o electrónicos.

¿Es esto lo que tenía en mente Jesucristo para sus seguidores? ¿Y qué tienen que ver estas tradiciones con el nacimiento de Jesucristo? Muchos se lamentan de que la navidad “ya no celebra a Cristo, como antes”. Pero ¿acaso alguna vez realmente lo celebró? ¿De dónde vienen nuestras costumbres navideñas? ¡La respuesta es sorprendente!

Introducción
¿Qué motiva la temporada?

La navidad es sin duda el día festivo más esperado en muchos países, así como el eje central de la mayor tradición religiosa en el mundo.

¿Qué es lo que están celebrando en realidad? Millones se endeudan comprando regalos para celebrar a Jesús, quien, sin embargo, nos recordó que no podemos servir a Dios y a las riquezas. Se honra, según parecen creer, al Salvador que nos advirtió contra la codicia, con el frenesí del consumismo que culmina cada año alrededor del árbol de navidad. Cada año en diciembre millones de enfiestados se exceden en comidas pesadas, beben más de lo debido y dan lugar al desenfreno; todo ello para celebrar al Salvador cuyo sermón en el monte de los Olivos fue un elogio a la mansedumbre y la humildad.

¿Y qué de las iglesias? Casi cualquier pastor o sacerdote puede hablar de los “cristianos bianuales”, que se aparecen en la Iglesia solamente en la navidad y el domingo de resurrección.

Por otro lado, la navidad también es una época cuando los creyentes piadosos arman un pesebre y reflexionan sobre las leyendas que rodean el nacimiento de Cristo. En vez de llenarse la mente con la última moda para consumidores, o los últimos descuentos en las tiendas, prefieren pensar en el Niño Jesús en su pesebre, recibiendo la visita de los reyes magos con sus presentes. Siendo buenas sus intenciones, quizá les sorprendería saber que esta escena navideña, tan común, no figura en ninguna parte de la Biblia, la cual revela una historia muy diferente de la que ellos han aprendido.

La navidad se ha vuelto importante para miles de millones de personas por varias razones. Es divertida. Es rentable. Es una ocasión para evocar tradiciones y buenos recuerdos. No obstante, hay una pregunta fundamental que suele pasar sin responderse: ¿Es la navidad una fiesta cristiana?

Si usted continúa leyendo, la información en este folleto le abrirá los ojos, cambiará su perspectiva y quizás hasta sea motivo para que busque una relación más profunda y llena de sentido con el verdadero Jesucristo. ¡Más allá de todas las leyendas y tradiciones navideñas!

Capítulo 1
¿Por qué el 25 de diciembre?

¿Cuándo se originó la navidad? Mucho antes de nacer Jesús, ¡la temporada festiva en torno al 25 diciembre ya era la celebración de un natalicio! ¡El origen de la navidad es anterior al cristianismo!

En esa época ocurría un suceso anual que era muy importante para las antiguas sociedades agrarias. Se llama el solsticio de invierno, y ocurre cuando los días dejan de acortarse y empiezan a alargarse. El arco del Sol empieza a elevarse en el cielo cada día, lo que anuncia el próximo regreso de la primavera, y con ella un renacer de la vida en una Tierra invernal que parecía muerta. Los antropólogos culturales señalan: “Desde hace incontables milenios, la gente en todo el mundo ha participado en un rito religioso en el solsticio de invierno, cuando el Sol detiene su curso descendente y parece regresar a la Tierra. Este cambio de estado en medio del oscuro invierno del año se vivía como el renacer del Sol, y se conmemoraba como el natalicio del dios Sol, luminoso niño divino” (The Myth of the Goddess [El mito de la diosa], Baring and Cashford, pág. 561).

Cuando el Sol declinaba en el cielo y los días se acortaban, marcaba la iniciación del invierno y la pérdida de productividad en la Tierra. El día más corto del año es el punto más bajo en el arco que traza el Sol en el cielo. Ese día se llama el solsticio de invierno. Después de ese momento, el arco del Sol en el cielo empieza a aumentar cada día, lo que permite prever la llegada de la primavera y un rejuvenecimiento de la Tierra. El festival del solsticio a mediados del invierno era un acontecimiento de importancia en todas las sociedades donde se rendía culto al Sol, y en torno a él se formaron muchos mitos. Además, se acompañaba con grandes celebraciones.

El origen pagano de la navidad no es un tema muy controvertido, como lo confirma cualquier enciclopedia popular. Veamos lo que al respecto dice la Enciclopedia Británica:

“Su observancia como natalicio de el Salvador va acompañada de costumbres seculares tomadas de fuentes paganas; la navidad, así como la epifanía que cae 12 días más tarde, el 6 de enero; son celebraciones paganas del solsticio de invierno transformadas, y el nexo es tan estrecho que no se puede hablar de las fiestas sin hablar de su origen.

El 25 de diciembre era la fecha de una festividad pagana en Roma, escogida en el año 274 DC por el emperador Aureliano como el natalicio del Sol invicto (natalis invicti solis), que en el solsticio de invierno comienza a mostrar de nuevo su luz creciente. En algún momento antes del año 336 DC, la Iglesia en Roma estableció la conmemoración del natalicio de Cristo, Sol de justicia, en esa misma fecha.

Las costumbres tradicionales relacionadas con la navidad se han atribuido a diversas fuentes como resultado de la coincidencia de la fiesta del nacimiento de Cristo con las fiestas paganas, y las observancias solares a mediados del invierno. En el mundo romano las saturnales, del 17 al 24 de diciembre, eran un período de festividades e intercambio de regalos… Estas costumbres influyeron indirectamente en las festividades navideñas. El hecho de celebrarse la navidad en el día del natalicio del Sol invicto le dio a la temporada un contexto solar, relacionado con las calendas de enero: 1 de enero, fecha del año nuevo romano, en la cual se adornaban las casas con ramas verdes y luces y se entregaban regalos a los niños y a los pobres. A estas observancias solsticiales se sumaron los ritos del yule germano celta cuando las tribus teutónicas penetraron en Inglaterra y la Europa celta. Las fiestas del yule aportaron su tradición festiva y sus costumbres mortuorias, que se combinarían con los ritos romanos solsticiales y de año nuevo… Las ramas de hojas perennes, siempre verdes, como símbolo de supervivencia, tienen una larga asociación con las fiestas navideñas, remontándose probablemente al siglo octavo cuando san Bonifacio completó la cristianización de Alemania y dedicó el pino al Santo Niño en reemplazo del roble sagrado de Odín” (“Navidad”, pág. 704, Vol. 5, ed. 1970).

Otra edición de la Enciclopedia Británica agrega: “El origen preciso de la designación del 25 de diciembre como fecha del natalicio de Cristo no es claro. Al respecto, el Nuevo Testamento no da ningún indicio. Sexto Julio Africano fue el primero que, ya en el año 221, identificó el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús; fecha que más tarde recibió aceptación general. Una explicación muy difundida del origen de esa fecha, es que el 25 de diciembre fue una cristianización del día del natalicio del Sol invicto (natalis invicti solis), festividad popular en el Imperio Romano que celebraba el solsticio de invierno como símbolo del resurgimiento del Sol, la salida del invierno y el anuncio del renacer de la primavera y el verano. Cierto es que, una vez el 25 de diciembre logró amplia aceptación como fecha del nacimiento de Jesús, los autores cristianos señalaban con frecuencia la conexión entre el renacimiento del Sol y el nacimiento del Hijo. Esta es una de las dificultades con tal concepto, y sugiere que la Iglesia cristiana estaría descuidadamente dispuesta a apropiarse un festival pagano, cuando la Iglesia primitiva se mostraba tan decidida a distinguirse categóricamente de las creencias y prácticas paganas” (Enciclopedia Británica: “Navidad”).

La Enciclopedia Británica prosigue: “La Navidad no se contaba entre las primeras fiestas de la Iglesia… Las costumbres navideñas evolucionaron a partir de épocas muy anteriores al período cristiano, descendientes de prácticas paganas religiosas y nacionales sumidas en la leyenda y la tradición” (1959, Vol. 5: “Navidad”, pág. 642).

“En el Sur de Europa, en Egipto y en Persia, se rendía culto a los dioses solares con ceremonias vistosas en la temporada del solsticio de invierno, como momento apropiado para rendir tributo al dios benigno de la abundancia, mientras que en Roma reinaban las saturnales durante una semana. En las tierras del Norte, el período a mediados de diciembre era crítico, ya que los días se acortaban más y más y el Sol se mostraba débil y lejano. Esos pueblos antiguos celebraban fiestas en el mismo período en que hoy se guarda la navidad… es así como la idea central del solsticio de invierno, el regreso de la luz, se convirtió en la esperanza del mundo por el nacimiento de Cristo, la Luz del mundo… Cuando los padres de la Iglesia en el año 440 acordaron una fecha para celebrar el acontecimiento del nacimiento de Cristo, eligieron sabiamente la fecha del solsticio de invierno, que estaba firmemente grabada en la mente del pueblo y que era su festividad más importante. A raíz de cambios en los calendarios hechos por hombres, el día del solsticio y la fecha de la navidad discrepan en algunos días” (íbidem, pág. 643).

¿Nos damos cuenta? En el año 440 DC, las autoridades de la cristiandad tradicional simplemente transfirieron una antigua práctica pagana hacia el culto a Jesucristo, ¡pensando que con esto podían “cristianizar” algo que los paganos ya hacían! Pero, ¿estaban “cristianizando” unas prácticas paganas o “paganizando” el cristianismo?

Capítulo 2
¿Cuándo nació Jesús?

¿En qué época del año nació Jesús? Muchos se sorprenderán al saber ¡que no pudo ser a finales de diciembre! Lucas 2:8 deja esta constancia respecto de la época en que Jesús nació: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”. Esta escena no pudo ocurrir en el invierno, ya que los pastores traían sus manadas de vuelta del campo a principios del otoño para que pasaran el invierno en lugares más protegidos. El invierno en la región es frío y húmedo y a veces los pastizales marchitos se cubren de nieve. Ni los pastores ni las ovejas resistirían todo el invierno la exposición a los elementos. Leamos las claras afirmaciones en el Comentario de Adam Clarke: “Era costumbre entre los judíos sacar sus ovejas a los desiertos alrededor de la Pascua y traerlas de regreso cuando empezaban las primeras lluvias; en el tiempo que permanecían fuera, los pastores las velaban noche y día. Como la Pascua caía en la primavera y las primeras lluvias comenzaban a principios del mes de marjeshván, que corresponde a partes de octubre y noviembre, encontramos que las ovejas se mantenían en campo abierto durante todo el verano. Como los pastores aún no habían traído sus manadas de vuelta, se argumenta que no había empezado el mes de octubre y que, por lo tanto, nuestro Señor no nació el 25 de diciembre, cuando no había manadas en el campo; ni pudo haber nacido después de septiembre, ya que las manadas permanecían en el campo toda la noche. Por estas mismas razones es preciso renunciar a la natividad en diciembre” (Artículo: Lucas 2:8).

Si el nacimiento de Jesús no pudo ser en diciembre, ¿habrá algún indicio de cuándo fue? Las Escrituras no señalan la fecha exacta, pero si hay fuertes indicios de que tuvo que ocurrir a comienzos del otoño, alrededor del mes de septiembre.

Notemos que Jesús comenzó su ministerio más o menos cuando cumplía 30 años: “Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años” (Lucas 3:23). Y los Evangelios muestran que lo terminó tres años y medio después, cuando lo crucificaron en la Pascua, que cae en la primavera del año hacia finales de marzo o abril. Esto sitúa su nacimiento medio año después de la Pascua, en el otoño alrededor de finales de septiembre o comienzos de octubre.

El nacimiento de Juan el Bautista confirma igualmente que el nacimiento de Jesús fue en el otoño.

Lucas 1 narra un suceso importante que culminó con la concepción y nacimiento de Jesús. Prestaba servicio en el templo un sacerdote de nombre Zacarías, que atendía conforme a su grupo asignado, que era el de Abías (v. 5). Su esposa Elisabet era prima hermana de María, madre de Jesús. Zacarías y Elisabet “eran ya de edad avanzada” (v. 7) y no tenían hijos. Cuando Zacarías cumplía su turno en el sacerdocio, se le apareció el ángel Gabriel, diciéndole que su esposa quedaría encinta. Más tarde nos enteramos de que ese hijo fue Juan el Bautista (Juan 1:13-17).

Siglos antes, el rey David había organizado el sacerdocio, y su servicio en el templo en turnos de rotación de 24 grupos (1 Crónicas 24:1-19). El grupo de Zacarías era el octavo de los 24 y correspondía a cierto momento del año, hacia el final de mayo en el calendario nuestro. El día santo de Pentecostés caía la semana después del servicio de Zacarías y él debía continuar su servicio durante ese tiempo, como era la norma para todos los sacerdotes. “Y cumplidos los días de su ministerio, se fue a su casa. Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet” (Lucas 1:23-25).

El mismo ángel Gabriel fue enviado a la prima de Elisabet, la virgen María, seis meses más tarde para decirle que por el poder del Espíritu Santo ella quedaría encinta con el Mesías: “Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:35-37).

Si Juan el Bautista fue concebido poco después del regreso de Zacarías a su casa a mediados de junio, y si Jesús fue concebido seis meses después, esto sitúa el nacimiento de Jesús entre mediados y fines de septiembre. En esa época del año las manadas estarían todavía en el campo, tal como se afirma en Lucas 2:8: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”. El nacimiento de Cristo no ocurrió a finales de diciembre en el solsticio de invierno.

En diciembre a menudo se oye la queja: “En navidad ya Cristo no está presente”. La gente siente la ausencia de Cristo y clama: “Que vuelva a estar Cristo en la navidad”. Pero la realidad es que nunca estuvo presente en la navidad, ¡ni lo está ahora!

Capítulo 3
El espíritu comercial navideño

Muchos observadores lamentan la comercialización de la navidad. Es evidente en el mundo del comercio que la temporada de ventas navideñas cada año parece comenzar más temprano. Recordamos cuando los adornos navideños no aparecían en los escaparates de las tiendas antes de diciembre. Después, la temporada de ventas empezó a adelantarse a finales de noviembre, y con ella, la música navideña en las tiendas. De alguna manera, se adelantó a mediados de noviembre y ahora no es raro ver adornos y oír música de la temporada navideña incluso en octubre.

En cuanto a la promoción comercial de las fiestas de fin de año, el motivo es obvio: ¡Poderoso caballero es don Dinero!

Viernes negro, es el nombre dado por los comerciantes detallistas al día después del día de Acción de gracias en los Estados Unidos y el Reino Unido. En Francia se llama Vendredi Noir. La fecha cae hacia finales de noviembre y se refiere al momento cuando las tiendas tradicionalmente consideran que su flujo de caja pasa de un saldo negativo, como está la mayor parte del año, a uno positivo; cuando pueden decir que pasa de números rojos a números negros. Esto significa que la mayor parte de las ganancias se obtienen de las ventas en la temporada de fiestas ¡Sin navidad no hay ganancias!

Las fiestas de fin de año son de importancia crítica para la economía detallista. Es natural que el comercio desee extender la temporada todo lo posible. Durante ese período es grande el incentivo financiero para maximizar las ventas al consumidor.

La navidad puede ser un período determinante para los comerciantes detallistas. Cada año tienen que buscar la forma de mantener o aumentar el volumen de ventas durante la temporada de fiestas. Los comerciantes creativos encuentran maneras para alargar la temporada de ventas, porque con esto recibirán más dinero, fruto del duro trabajo de los consumidores para comprar sus productos en el mercado. Si los clientes no han ahorrado todo el año para sus compras navideñas, lo que ocurre con la mayoría, probablemente tendrán que emplear todo su salario o endeudarse con las tarjetas de crédito. De esta forma una temporada de ventas de tres o cuatro meses produce más ventas que una temporada limitada al mes de diciembre. De ahí que veamos ese adelantamiento constante de la temporada de fiestas hasta noviembre, octubre e incluso antes, si los comerciantes logran hacerlo.

Una de las tácticas mercantiles más importantes es crear el espíritu navideño en las tiendas y centros comerciales. Primero, los adornos navideños recuerdan la temporada al público, y provocan un sentimiento de participar en ella. Pronto hay música de la temporada, que a menudo es de tipo secular para no ofender al público no religioso, que es un elemento muy importante para convencer a los compradores de que compren más y más. Los cantantes, algunos de ellos fallecidos hace mucho tiempo, cantan sus versiones llamativas de: Noche de paz o Blanca navidad. Terminado el período de ventas en enero, las mayorías sienten alivio al escapar de esa constante comercialización musical.

Muchas empresas dan bonificaciones al final del año, entonces los comerciantes buscan captar todo lo que puedan de ese dinero. Momento para ofrecer grandes liquidaciones y salir de la mercancía rezagada ¡capturando el dinero de las bonificaciones!

¡La culpabilidad vende! Hacen sentir a los padres que no son buenos si sus hijos no disfrutan de una grandiosa navidad. Se oye con frecuencia la pregunta: “¿Tuvieron ustedes una gran navidad este año?” La presencia de grandes cúmulos de regalos cada navidad se convierte en algo sentimental, si bien los compradores sacrificaron sus finanzas para conseguirlos, el principal beneficiario de tal sentimiento puede ser el comerciante que vendió los regalos, ¡no quienes los reciben!

Excederse en los gastos por motivos sentimentales en la época navideña resulta ser un problema frecuente… como bien lo saben las firmas proveedoras de tarjetas de crédito.

Pesadilla navideña: El monto adeudado en la tarjeta.

¿En qué desemboca todo esto? ¡En deudas navideñas! El endeudamiento con tarjetas de crédito alcanza el clímax durante las fiestas, y es preciso amortizar el resto del año a tipos de interés muy altos. Los especialistas en finanzas personales se refieren a esta acumulación de deudas como la resaca del endeudamiento navideño; ¡y a las firmas proveedoras de tarjetas de crédito les encanta! “Las oficinas asesoras de deudores ven un aumento del 25 por ciento en el número de personas que buscan ayuda en enero y febrero, y la mayor parte de ese movimiento llega a sus puertas impulsado por las cuentas de fin de año que persiguen a los consumidores como pesadillas de la navidad reciente… ‘Muchos se las arreglan pagando el mínimo en sus tarjetas de crédito’, dice Durant Abernethy, presidente de la Federación nacional de asesores de crédito. ‘Al sumar las cuentas navideñas, a menudo esos mínimos son más altos de lo que se puede pagar’” (Eileen Alt Powell: ABCNews.go.com. 7 de marzo del 2014).

A los proveedores de tarjetas de crédito les encanta la temporada de fiestas, así como la resaca del endeudamiento navideño que esta produce. Les resulta sumamente lucrativa… y sumamente costosa para los compradores incautos. Abundan los consejos sanos sobre cómo manejar los problemas que generan las fiestas de fin de año. Deborah Fowles aconseja en about.com: “Cómo evitar la resaca del endeudamiento navideño: ¿Le es familiar la situación? Usa usted tarjetas de crédito para hacer sus compras navideñas, prometiéndose que pagará la deuda en dos o tres meses. Seis u ocho meses más tarde, o aún más, todavía está pagando, y los artículos que parecían tan baratos terminan costándole entre10 y 20 por ciento más de lo que pensaba; por los intereses cobrados en las tarjetas. Para muchos, este patrón de endeudamiento se repite año tras años. Los especialistas en finanzas personales lo llaman la resaca navideña. Hay motivos por los que tiene sentido incurrir en una deuda con tarjeta de crédito, pero comprar regalos para las fiestas no es uno de esos motivos. Las tarjetas de crédito a menudo nos llevan a comprar por impulso, a gastar demasiado y a endeudarnos más” (Evite las deudas con tarjeta de crédito durante las fiestas).

Si la venta de regalos en la temporada de fiestas representa un auge económico para los comerciantes y las compañías de tarjetas de crédito, los meses que siguen a las fiestas se convierten en una verdadera mina de oro para esas compañías.

El hecho de adelantar constantemente la temporada hace sentir que las ventas navideñas comienzan más temprano cada año, pero en realidad, la temporada de fiestas comenzó mucho antes de lo que suele creerse. ¡Es un hecho histórico que la observancia del 25 de diciembre comenzó como el natalicio, no del Hijo de Dios, sino del dios Sol!

Capítulo 4
¿Quién es Santa Claus?

Muchos niños han preguntado a sus padres: ¿Qué tiene que ver papá Noel o santa Claus, también conocido como san Nicolás, con el nacimiento de Jesús?” O bien: “¿Es verdad lo que dicen mis amiguitos que santa Claus no existe?” ¿Y cuántos padres les han dado una respuesta honesta?

A los niños se les enseña a creer en el mito de santa Claus, pero en algún momento descubren que todo es cuento. Se enteran de que no existe el gordito inmortal de barba blanca y vestido de rojo, no hay renos ni hay taller en el polo Norte, con enanitos dedicados a hacer juguetes. Lo que les queda de este descubrimiento inevitable es la idea de que sus creencias religiosas llevan mitos asociados. Al final de cuentas, se supone que la navidad es una fiesta religiosa. El mito de santa Claus, o san Nicolás, se presenta a las mentes inocentes como un hecho… luego el niño descubre que nunca fue un hecho. A veces los padres dejan huellas falsas de la visita de santa Claus, como un vaso de leche o un refresco a medio tomar. Cuando el niño se entera de la verdad, fácilmente surge la idea de que las historias de lo sobrenatural probablemente son falsas. Inevitablemente aprenden que el tal papá Noel es un invento, una mentira e incluso una serie de mentiras. Y la mayoría de los niños lo aprenden a muy temprana edad.

David Kyle Johnson, profesor asociado de filosofía en King’s College, Pensilvania, escribió en el sitio en la red de Psychology Today que todo niño que cree en un santa Claus real vive un “momento de perturbación” cuando se da cuenta de que sencillamente no es verdad. Informa que “hay anécdotas horrendas sobre ese ‘momento de perturbación’, casos que muestran que el descubrimiento de la verdad sobre santa Claus no siempre carece de consecuencias, y que estas van desde la pérdida de autoridad y de confianza en los padres, hasta la conversión del niño al ateísmo. Por ejemplo, cierto niño defendía la existencia de santa Claus delante de toda la clase, argumentando que ‘se madre no le mentiría’… pero luego de leer el artículo sobre santa Claus en la enciclopedia delante de todos, descubrió simultáneamente que ella sí le mentía. Cuando una niñita supo que la razón por la cual no siempre recibía lo que le pedía a papá Noel, era que no existía, supuso que la mejor explicación de por qué sus oraciones no recibían respuesta era que Dios tampoco existía. No digo que esto ocurra a todos los niños, sino que es una posibilidad. Si usted es una persona religiosa, dudo que voluntariamente quisiera permitir esa posibilidad. Pero si usted es ateo, quizá quiera conocer este resultado de la mentira del santa Claus” (“Say Goodbye to the Santa Claus Lie” diciembre del 2012).

Es claro que no todos los niños reaccionan mal al momento del desengaño, y que muchos, si no la mayoría, se sobreponen. Sin embargo, las dudas y el escepticismo adquiridos en la niñez pueden persistir por el resto de su vida.

No, Virginia…

El 21 de septiembre de 1897, ocurrió un incidente que se ha convertido en parte de la historia navideña en los Estados Unidos. Una niña de ocho años, de nombre Virginia O’Hanlon, le escribió al diario The New York Sun diciendo:

“Estimado director: Tengo 8 años. Algunos de mis amiguitos dicen que santa Claus no existe. Mi papá dice: ‘Si lo ves en el diario The Sun, es verdad’. Por favor, dígame la verdad, ¿existe santa Claus?”

Recibió una respuesta que se hizo famosa y que decía en parte: “Virginia, tus amiguitos se equivocan… Sí, Virginia, santa Claus existe… ¡Qué triste sería el mundo si no hubiera un santa Claus!... ¡No creer en santa Claus, sería como no creer en las hadas!”.

¿Hadas?

Sin duda, los padres de Virginia le habían enseñado que debía decir la verdad, y ella le había rogado al director: “Por favor, dígame la verdad”. Le estaba preguntando si realmente existía santa Claus. ¿Cree usted que la respuesta que recibió era la verdad? No, Virginia, ¡no era la verdad! Un día Virginia tuvo que descubrir la verdad acerca santa Claus… y también de las hadas.

Un niño se pregunta: “¿Qué creer acerca del nacimiento milagroso de Jesús, si un papá Noel mágico es algo ficticio de las fiestas navideñas? Entonces, ¿realmente anunciaron los ángeles el nacimiento milagroso de Jesús? ¿Realmente llegaron los magos de Oriente? ¿Apareció realmente una estrella sobre Belén? ¿Es Jesús realmente un Rey?” ¿Se preguntará el niño si todos los hechos milagrosos relatados en la Biblia son mitos? Cuando descubren la verdad sobre papá Noel, los niños entienden que los milagros religiosos pueden ser míticos. Una característica lamentable del mito de santa Claus es que se les dice a los niños que lo crean “por fe”. Cuando pierden esa fe, como sucede invariablemente, ello puede generar escepticismo respecto de la fe en materia religiosa.

El hecho es que santa Claus no viene a traer juguetes, y más vale fundar la fe religiosa infantil sobre lo verdadero. Jesús dijo: “Tu palabra es verdad” (Juan 17:17).

Mitos antiguos

¿De dónde proviene el mito de santa Claus? Según los historiadores, se desarrolló a partir de varias fuentes y durante varios siglos. En el siglo cuarto DC, existió un obispo griego de nombre Nicolás, que vivía en Myra, actual Turquía; y fue declarado santo por la Iglesia Católica. El día que se dedicó en su honor como día de san Nicolás, fue el 6 de diciembre; y poco a poco se fue entretejiendo con las costumbres de la navidad, celebrada más tarde el mismo mes.

Antes de unirse a la Iglesia Católica, los pueblos germanos llevaban muchos siglos observando una festividad llamada Yule a mediados del invierno. Como consecuencia, muchas tradiciones de esa fiesta se asimilaron en la navidad. Para Roma era conveniente cristianizar muchas de las antiguas costumbres de los paganos, para que estuvieran más dispuestos a aceptar la evangelización. El significado del día cambió superficialmente, pero la práctica y la fecha en el calendario solar permanecieron.

Algunas imágenes que asociamos con santa Claus probablemente tuvieron su origen en el dios germano Odín, de quien se dice que tenía barba blanca, traía regalos y cabalgaba por el cielo. “La aparición de santa Claus o papá Noel, cuyo día se festeja el 25 de diciembre, se debe mucho a Odín, el anciano de barba blanca que, vestido con caperuza azul y capa, llegaba del Norte por el cielo invernal, montado en Sleipnir, su corcel de ocho patas, cargando regalos para su gente… Odín, transformado en papá Noel y después santa Claus, prosperó como san Nicolás y, junto con el Niño Dios, se convirtió en importante protagonista del escenario navideño” (Margaret Baker, Discovering Christmas Customs and Folklore, pág. 62). Con el paso de los siglos, otras influencias generaron las muchas variantes en la mitología de santa Claus.

La Enciclopedia Americana observa: “La víspera de su fiesta… san Nicolás hace su ronda, visitando palacio y cabaña… Cuando se va, los niños ponen receptáculos para los regalos que se espera dejará caer por la chimenea” (Día de san Nicolás, Volumen 20). La versión holandesa del nombre era Sinterklaas, que en América se convirtió en santa Claus. La versión inglesa es Father Christmas, nombre que tiene versiones en muchos idiomas, como papá Noel en español y Le père Noël en francés. Hasta los turcos tienen su versión del nombre: Noel baba. Pero siendo en su mayoría musulmanes, lo tienen trayendo regalos el día de año nuevo. Los turcos que siguen el cristianismo consideran que viene en la navidad. El personaje de papá Noel aparece en muchas culturas y con su nombre traducido a muchos idiomas.

El nuevo Santa

En general es bien conocido el origen del nombre de santa Claus, pero la popular imagen del Santa Claus actual es muy diferente de las imágenes del dios germano Odín y del san Nicolás del siglo cuarto. ¿De dónde vino la imagen de ese duende rechoncho vestido de rojo? Su origen es triple.

“Una visita de san Nicolás”, es un poema escrito por Clement Clark Moore, publicado por primera vez el 23 de diciembre de 1823 en el diario New York Sentinel. El poema estableció la imagen del risueño duende barbudo que entrega regalos a los niños, y viaja por el cielo en un trineo tirado por renos. Esta imagen tiene cierta semejanza con el dios germano Odín, que daba regalos a los niños alrededor del solsticio de invierno, y que a veces cabalgaba por el cielo en un fabuloso corcel de ocho patas. El poema alcanzó gran popularidad en los Estados Unidos, y desde entonces se ha traducido a varios idiomas y exportado a muchos países por todo el mundo.

Las palabras del poema quedaron plasmadas en forma gráfica cuando el caricaturista Thomas Nast dibujó una versión de san Nicolás en 1881. La famosa caricatura mostraba a un hombre regordete y sonriente, de barba blanca, cargado de juguetes para los niños. El público quedó cautivado.

La imagen evolucionó todavía más mediante los esfuerzos de comercialización de la compañía Coca Cola, que en todas partes fijaba afiches de un alegre hombre barbudo, vestido de un traje rojo Coca Cola, y que mostraba feliz el producto de la empresa. Esa imagen comercializada, con sus variantes, la utilizan los comerciantes y fabricantes de tarjetas de navidad durante toda la temporada de ventas, y es la imagen de santa Claus más arraigada en la mente del público.

¿Vendrá santa Claus a su ciudad? Podría argumentarse que, en cierto sentido mítico, puede que venga como el santo patrón de los comerciantes. Mas para el niño o niña que ruega: “Por favor, dígame la verdad”, como lo hizo Virginia O’Hanlon, la respuesta es: “No, no vendrá, y nunca ha venido”.

Capítulo 5
El árbol y otras tradiciones navideñas

El empleo de árboles de hoja perenne alrededor del solsticio de invierno aparece en muchas culturas paganas, entre ellas las de los egipcios, romanos, druidas y vikingos. Suelen asociarse con el culto a un dios Sol, especialmente alrededor de las fiestas invernales, que en muchas sociedades ocurren en el solsticio de invierno, momento cuando el Sol se encuentra en su punto más meridional en el cielo.

¿Sabía usted que la decoración de árboles con plata y oro en relación con un suceso celestial es un hecho mencionado en la Biblia? Pero la referencia no es nada favorable.

El profeta Jeremías vivió por muchos años bajo el dominio de Babilonia, y allí observó las costumbres de ese imperio. ¿Reconoce usted la práctica a la que se refiere? Quizás usted y su familia hayan hecho en su casa, año tras año, casi lo mismo que Jeremías describe: “Oíd la palabra que el Eterno ha hablado sobre vosotros, oh casa de Israel. Así dijo el Eterno: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder” (Jeremías 10:1-5).

En el mundo Occidental, la tradición de adornar árboles de hoja perenne, normalmente abetos, cipreses y pinos; era propia de los germanos en la temporada de navidad y la llevaron al mundo anglosajón. Todo historiador serio de ese período confirmará que, el uso del pino y el abeto en relación con las festividades del solsticio de invierno, ya existía como tradición mucho antes del nacimiento de Jesucristo.

Los árboles de hoja perenne han sido, desde hace milenios, un símbolo de la vida que renace luego de los fríos meses del invierno, cuando parece que todas las plantas mueren o están en estado de inactividad. A diferencia de muchas plantas, el abeto de hoja perenne y arbustos como el acebo permanecen verdes durante el invierno. No es extraño, pues, que se recurra a estas plantas resistentes para celebrar el solsticio de invierno y las fiestas que con él se relacionan, porque servían para simbolizar la vida que permanece en la naturaleza aun en lo más profundo del invierno. Mientras todo follaje a su alrededor parece morir, las plantas perennes parecían representar la promesa de que la vida regresaría de nuevo en la primavera.

El hecho anterior es bien conocido desde hace mucho tiempo. La Enciclopedia Británica informa: “En el mundo romano las saturnales, del 17 al 24 de diciembre, era una temporada de festividades e intercambio de regalos… Las fogatas y luces, símbolos de calor y vida perdurable, siempre se han asociado con el festival del invierno, tanto pagano como cristiano… Las plantas de hoja perenne, como símbolos de supervivencia, han tenido una larga asociación con las festividades navideñas” (Navidad, pág. 704, vol. 5, edic. 1970).

¿Por qué regalos?

La costumbre de intercambiar regalos durante las fiestas de invierno se remonta a la época anterior al Imperio Romano. Cierta enciclopedia popular explica: “Las celebraciones de las saturnales en Roma incluían la confección e intercambio de pequeños presentes (latín: saturnalia et sigillaricia). Esta fiesta se observaba durante varios días a partir del 17 de diciembre, natalicio de Saturno, y hasta el 25 de diciembre, natalicio del Sol Invicto. Las fiestas combinadas dieron origen a una prolongada temporada festiva en el invierno… La fiesta del Sol Invicto el 25 de diciembre era un día sagrado en la religión del mitraísmo, que estaba muy extendida en el Imperio Romano. Su dios Mitra era una deidad solar de origen persa, identificada con el Sol. Manifestaba su condición inconquistable en forma del Sol Invicto cuando comenzaba a elevarse en el cielo después del solsticio de invierno. De allí que se celebrara el 25 de diciembre como el natalicio del Sol. En el año 274 DC, el emperador Aureliano designó el 25 de diciembre oficialmente como el día del Sol Invicto” (Navidad, New World Encyclopaedia).

La observancia del 25 de diciembre tuvo su comienzo mucho antes del nacimiento de Jesús, y se introdujo en la cristiandad como una fiesta pagana rebautizada. Los primeros padres del catolicismo buscaban suavizar la entrada de los conversos paganos a la fe católica, y con frecuencia atribuían significados “cristianos” a las prácticas paganas ya existentes. Históricamente, algunas de esas prácticas paganas eran los regalos, las fiestas, la decoración de árboles verdes, el acebo, el muérdago y la representación del nacimiento o renacimiento de un dios.

Capítulo 6
¿Puede la navidad “santificar lo pagano”?

Los historiadores saben que la navidad tuvo su origen en la antigüedad pagana, pero los teólogos siempre han razonado que es posible “santificar lo pagano”. Desde este punto de vista, una cultura puede conservar sus formas precristianas, mientras que los símbolos y mitos paganos pueden convertirse en cristianos en su significado y propósito.

El cardenal John Henry Newman, influyente prelado de la Iglesia Católica escribió: “De varias maneras nos dice el antiguo historiador eclesiástico Eusebio, que Constantino, a fin de proponer la nueva religión a los paganos, le transfirió los adornos externos a los cuales estaban acostumbrados en la suya… El uso de templos dedicados a ciertos santos en particular… días y temporadas de fiesta… volverse hacia el Oriente, el culto a las imágenes… todo de origen pagano y santificado mediante su adopción por la Iglesia” (An Essay on the Development of Christian Doctrine, capítulo 8:6).

El teólogo Christopher Dawson fue aún más allá cuando escribió: “La santificación completa de lo pagano es el resultado final de la cristianización del mundo” (The Leavening Process in Christian Culture, 7 de agosto de 1955). Según este parecer, la conversión del mundo al cristianismo necesariamente incluye aceptar las prácticas paganas.

Pero ¿cuál adoptaría a cuál? ¿Es el paganismo el que adoptaría al cristianismo, o el cristianismo el que adoptaría al paganismo? Entre los historiadores seculares y religiosos es bien sabido que muchos de los símbolos de la navidad, y el tiempo en que se celebra, provienen de prácticas paganas. Lo cuestionable es la doctrina de “santificar lo pagano”, que sirve para justificar muchas de esas prácticas en el mundo de la cristiandad.

Aunque el argumento resulte atractivo para teólogos y tradicionalistas, el hecho es que la Biblia lo condena. ¿Qué opina Dios de la “santificación de lo pagano”? ¿Qué ha dicho? La verdad será una sorpresa para millones que suponen que pueden combinar sus preciadas tradiciones paganas con el culto al Dios verdadero, quien le dijo a su pueblo: “Cuando el Eterno tu Dios haya destruido delante de ti las naciones adonde tú vas para poseerlas, y las heredes, y habites en su tierra, guárdate que no tropieces yendo en pos de ellas, después que sean destruidas delante de ti; no preguntes acerca de sus dioses, diciendo: De la manera que servían aquellas naciones a sus dioses, yo también les serviré. No harás así al Eterno tu Dios; porque toda cosa abominable que el Eterno aborrece, hicieron ellos a sus dioses; pues aun a sus hijos y a sus hijas quemaban en el fuego a sus dioses. Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás” (Deuteronomio 12:29-32).

¿Cómo se atreve alguien a contrariar esta clara enseñanza en la Palabra inspirada de Dios? Si a usted le parece que cierta práctica pagana es “agradable” y nada “abominable”, ¿sería aceptable entonces observarla en el culto a Dios? Muchos que desean guardar la versión moderna de las fiestas paganas, sostienen que en el pasaje citado Dios prohibió solamente que Israel observara las peores “abominaciones” de los paganos, como el sacrificio infantil; y lo demás sería aceptable. Pero eso no es lo que dijo Dios, sino que prohibió todas las prácticas paganas y reafirmó las suyas propias. Por muy “agradable” que nos parezca, nuestro Creador dijo que no lo hagamos. Dios dijo: “Cuidarás de hacer todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás”.

Habrá quienes argumentarán teológicamente que Dios puede limpiar y santificar lo que quiera, pero el punto es que dijo en términos nada ambiguos que no quiere hacerlo. Y nos ordena observar lo que indica con respecto a sus instrucciones: “no añadirás a ello, ni de ello quitarás”.

¿Acaso Jesús observó alguna práctica pagana? Algunos señalan que guardó la fiesta de la Dedicación (Juan 10:22), el 25 del mes de kislev en el calendario hebreo, fecha que correspondería generalmente a mediados de diciembre en nuestro calendario actual. Esa fiesta tradicional la instituyó un gran héroe del judaísmo, Judas Macabeo, para conmemorar un suceso importante en la historia judía: la rededicación del templo luego de su profanación por el gobernante griego Antíoco Epífanes. Esta fiesta tradicional judía se guarda conforme al calendario lunisolar hebreo, no al calendario solar romano, y no es una práctica pagana adoptada. Es una conmemoración de un hecho histórico importante, así como el día de Acción de Gracias o el día de la Independencia en muchos países americanos. Igualmente, Purim es una fiesta judía que ocurre hacia finales del invierno o comienzos de la primavera, y conmemora la protección dada por Dios al pueblo judío en tiempos de Ester. Tanto la fiesta de la Dedicación como la fiesta del Purim aparecen en el calendario hebreo, y ninguna se tomó del paganismo. Como judío piadoso, Jesús guardaba muchas tradiciones legítimas de su pueblo, pero jamás observó una práctica pagana.

Muchos equivocadamente suponen que, por el hecho de que usemos cosas de origen pagano en la vida cotidiana, también debe ser aceptable usarlas en nuestras actividades religiosas. Señalan que los nombres de los días de la semana se derivan de palabras paganas. Por ejemplo, el miércoles toma su nombre del dios romano Mercurio. Jueves se deriva de otro dios romano, Júpiter, y viernes debe su nombre a la diosa Venus. Por otra parte, conviene recordar que la mayoría de las naciones no usan el calendario lunisolar bíblico, sino el calendario solar gregoriano.

Por otra parte, hasta el calendario de los israelitas incluía meses con nombres babilonios. Por todo lo anterior, es importante hacer una distinción: El hecho de que la sociedad tenga numerosas prácticas de influencia pagana, no significa que podamos desatender una clara instrucción bíblica. Dios no dice que un mes no puede llevar un nombre babilonio, pero manda que la adoración a Él no puede tomarse de prácticas paganas, sean babilonias o cualquier otra.

¿Quién adoptó a quién?

El emperador romano Constantino permitió el ejercicio abierto del cristianismo en el Imperio Romano a partir del año 318 DC, y más tarde, en el año en 380, se declaró religión oficial del Imperio. Los historiadores siempre han reconocido que cuando el mundo romano comenzó a profesar el cristianismo, muchos dirigentes religiosos hallaron conveniente adoptar costumbres paganas acomodándolas a la nueva fe. Cuanto menos había que cambiar de las antiguas prácticas, mejor… ¡pensaban!

El conocido historiador Will Durant escribió una obra en once volúmenes titulada: La historia de la civilización. En el volumen III, titulado: César y Cristo, comentó con mucha franqueza sobre el efecto del paganismo en el desarrollo posterior del cristianismo: “El cristianismo no destruyó al paganismo, sino que lo adoptó. La mentalidad griega agonizante se perpetuó en la teología y liturgia de la Iglesia… El idioma griego, habiendo reinado sobre la filosofía durante siglos, vino a ser el vehículo para la literatura y el ritual cristianos; los misterios griegos pasaron al impresionante misterio de la misa. Otras culturas paganas hicieron su aporte al resultado sincrético. De Egipto llegaron los conceptos de una trinidad divina, el juicio final y una inmortalidad personal de premios y castigos; de Egipto, la adoración de la madre y el niño… De Frigia llegó la adoración de la gran madre; de Siria, el drama de la resurrección de Adonis… El ritual mitraico era tan parecido al sacrificio eucarístico de la misa, que los padres cristianos acusaron al diablo de inventar dichas semejanzas para engañar a las mentes débiles. El cristianismo fue la última gran creación del antiguo mundo pagano” (pág. 595).

Algunos razonan que no importa emplear prácticas paganas en su adoración, siempre y cuando se haga para honrar a Dios. Lo que deben preguntar es si Dios ha cambiado de parecer sobre este asunto, ya que nos dijo: “Yo el Eterno no cambio” (Malaquías 3:6), y “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Jesús citó al profeta Isaías cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (Mateo 15:8-9). Dios no ha cambiado de parecer sobre la manera como debemos adorarlo.

Dios rechaza las prácticas paganas y nos ordena que nos las incorporemos en el culto. Nos dice qué días debemos guardar, cómo guardarlos y por qué. Ni Jesucristo ni los apóstoles dejaron instrucciones de celebrar una conmemoración anual del nacimiento de Jesús, ni de imitar a los paganos en sus fiestas. Muy al contrario: era prohibido adorar a Dios con prácticas que imitaban de los paganos.

¡Santificado por la verdad!

La verdad de Dios distingue a sus hijos que ha engendrado. Jesús dijo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Juan 17:17-19). La historia nos muestra que las creencias y prácticas del cristianismo, a partir del segundo siglo de nuestra era, fueron muy diferentes de la fe que predicaron Jesús y sus apóstoles. Observando los cambios que ya comenzaban a ocurrir en su época, Judas el apóstol se dirigió a los fieles de la Iglesia en estos términos: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (vs. 3-4).

No debemos aceptar el deseo generalizado de convertir el mensaje de Jesucristo en una afrenta paganizada a sus propias enseñanzas. La verdad de Dios nos señala el camino, y desviarse de “la fe que ha sido una vez dada” equivale a desviarse del camino que nos ha preparado: el camino estrecho. Muchos han abandonado la senda estrecha en los recientes decenios, lo mismo que en los tiempos antiguos. Una lección que debemos recordar siempre es que la Iglesia verdadera es una “manada pequeña” (Lucas 12:32).

¡Lo pagano no se puede “santificar”!

Capítulo 7
Dios ofrece un camino mejor

¿Guardaba la Iglesia original algún tipo de fiesta navideña? ¡Desde luego que no! En la Biblia no hay absolutamente ninguna mención, ni en la historia secular, de que la Iglesia en el primer siglo celebrara la navidad ni fiesta semejante en la temporada del solsticio de invierno. Como señalamos antes, la historia muestra que la navidad se convirtió en práctica general solo después de que el Imperio Romano adoptó el catolicismo como religión oficial. Es fácil comprender al cambiar la religión oficial del Estado, que millones de paganos en todo el Imperio no tuvieran una experiencia de conversión repentina, sino que básicamente conservaran sus costumbres y tradiciones, las cuales recibieron un nuevo significado dado por la Iglesia en Roma.

Hay constancias históricas de la celebración del supuesto natalicio de Cristo el 25 de diciembre, antes de la supuesta “conversión” de Constantino en el año 336, pero antes de eso no era una práctica institucionalizada, ¡ni siquiera en la Iglesia Católica! En cuanto a la Iglesia del primer siglo, los primeros creyentes instruidos por los propios apóstoles de Jesucristo, ¡jamás llevaron a cabo semejante observancia! La Iglesia primitiva empleaba el calendario lunisolar hebreo, como se demuestra en el Nuevo Testamento, y evitaba las fiestas religiosas asociadas con el calendario solar romano, calendario que se utiliza actualmente en el mundo.

¿Cuál conmemoración ordenó Jesucristo?

¿Cuáles fiestas religiosas guardaba la Iglesia primitiva según consta en la Biblia y la historia secular? ¿Cuál era “la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3), por la cual debían contender y cuáles eran las fiestas anuales de la Iglesia que los apóstoles enseñaron? En claro contraste con la idea de que se conmemore el nacimiento de Jesús, el propio Jesucristo enseñó a sus seguidores que conmemoraran su muerte, y los apóstoles transmitieron esta instrucción a las iglesias que organizaban.

¿Hace la Biblia mención de la navidad y el domingo de resurrección? ¡No! Pero las traducciones de la Biblia al español, a diferencia del inglés, incluyen la palabra “Pascua” en Hechos 12:4. La antigua versión del Rey Jacobo, en inglés, emplea “Easter” para la palabra griega Pascha (Πάσχα) que se traduce “Pascua”. El error se corrige en la nueva versión del Rey Jacobo y otras traducciones modernas utilizando la palabra Passover, pero en el habla corriente ha quedado el nombre “Easter”, vocablo anglosajón con el cual se designaba el festival de primavera en honor de la diosa teutona “Eastra” u “Ostara”. Cuando los anglosajones se convirtieron al catolicismo, llevaron consigo el nombre de la fiesta junto con algunas de sus costumbres, y es así como los católicos la llevaron gradualmente a las culturas de otros países.

¿Cómo pide Jesucristo que lo recordemos? El apóstol Pablo instruyó así a los hermanos de Corinto, Grecia, que formaban una congregación compuesta por creyentes gentiles: “Yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado [el 14 de nisán celebración de la Pascua] tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí [cada Pascua]” (1 Corintios 11:23-25). La Iglesia primitiva guardaba una conmemoración de la muerte de Jesucristo tal como Jesús y los apóstoles habían enseñado. La muerte en sacrificio de Jesucristo, como Cordero de Dios, reviste una importancia muy grande para todo el mundo. ¡Jesús no nos ordenó ninguna conmemoración de su nacimiento!

Jesús preguntó: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). También dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8). La gente dice que su deseo es honrar a Jesucristo, pero instituye sus propias maneras de hacerlo contradiciendo sus instrucciones. Jesús prosiguió: “mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres” (v. 9). Si deseamos honrar a Jesucristo y nuestro corazón está cerca de Él, haremos lo que nos dijo que hiciéramos, y no lo que nos mandó evitar. Tenemos una clara opción entre las prácticas que Dios autorizó, y las tradiciones que la humanidad ha creado para sí.

Capítulo 8
Muchos abandonan la navidad

¿Debe usted celebrar la navidad como fiesta religiosa? Los orígenes de la navidad son bien conocidos y al respecto no hay gran polémica. Es una fiesta tradicional que se originó en el paganismo, y se incorporó a la cristiandad entre los siglos cuarto y quinto de nuestra era. No es una fiesta bíblica y jamás fue celebrada en la Iglesia del primer siglo. Jesucristo no la autorizó como conmemoración de su nacimiento, sino que enseñó a sus fieles seguidores a conmemorar su muerte (Lucas 22:19; 1 Corintios 11:23-26). Esto es importante porque la Biblia prohíbe que el pueblo de Dios adopte costumbres paganas para adorar al Dios verdadero, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Jesús dijo que acudir a las prácticas tradicionales de los hombres en el culto a Él no es algo que le honre (Mateo 15:9). Por lo tanto, ¡la navidad no es una fiesta religiosa apropiada para quien dice obedecer a Jesucristo!

Además de lo anterior, los aspectos mundanos de las fiestas navideñas: los costos y el ajetreo que predominan en esa época, son dificultades que muchos preferirían evitar. En las fiestas de fin de año no es raro que se beba en exceso, y aumenta notoriamente. el número de accidentes de tránsito. En esa temporada debemos tener especial cuidado en las carreteras, especialmente por la noche.

Los días y semanas previos a esa fiesta están dominados por una comercialización excesiva y omnipresente. Las compras pueden causar más tensión emocional que placer, ya que las tiendas están repletas de compradores, angustiados por terminar sus compras para una larga lista de personas. También es motivo de estrés el endeudamiento que se acumula en esa temporada, y que a menudo acompaña a los compradores gran parte del resto del año. Por estas razones, cada vez más personas deciden abandonar esas fiestas … ¡Quienes lo haces experimentan un gran alivio!

Como fiesta religiosa, la navidad no es bíblica. Más aún: la Biblia nos dice que no acudamos a prácticas paganas en nuestra adoración al Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y no debemos enseñar a nuestros hijos que las mentiras y mitos, como los de santa Claus, son verdaderos. Vista como una simple costumbre secular, la navidad generalmente resulta ser un período costoso y estresante, del que muchos preferirían prescindir.

¿Es la navidad algo que honra a Jesucristo? ¿Qué dice la Biblia? Esta demuestra, como hecho histórico, que la Iglesia de Dios en el primer siglo guardaba la Pascua cristiana, como una de las siete fiestas anuales ordenadas en Levítico 23. La Iglesia no procedía así en un intento judaizante, sino por obedecer a Dios. En la Biblia no figura ninguna observancia del nacimiento de Jesús. Lo honramos obedeciéndole y guardando las fiestas que representan el plan de salvación divina.

La Pascua representa la eliminación de nuestros pecados mediante el sacrificio del Cordero de Dios, ya que “nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). Los días de Panes Sin Levadura representan a la Iglesia que se deshace de la “levadura” del pecado. Pentecostés simboliza la fundación y santificación de la Iglesia de Dios, mediante la recepción del Espíritu Santo. La Fiesta de las Trompetas refleja el regreso de Jesucristo con poder y gloria, y con voz como de una gran trompeta: ¡la voz de un arcángel! El ayuno que se guarda en el día de la Expiación simboliza cómo Satanás es atado y el mundo queda libre de su imperio. La gran Fiesta de los Tabernáculos representa el gobierno de Jesucristo como Rey de reyes con sus santos en la Tierra durante 1000 años. El octavo día o Último Gran Día de la Fiesta, representa el juicio delante del gran trono blanco, que será la esperanza de todo aquel que haya vivido sin conocer o aceptar a Jesucristo. Los días santos anuales son tiempo santo, y no debemos profanarlos con nuestro trabajo regular. Son de gran significado para los cristianos, y ofrecen el gran panorama del plan divino de salvación para toda la humanidad.

Al ordenar Dios que guardemos estas fiestas, nos permite gustar por anticipado el cumplimiento de ese maravilloso plan para que siempre lo recordemos. El apóstol Judas exhortó a la Iglesia en el primer siglo y a nosotros en la actualidad: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3). Estas palabras se dirigían a los miembros de la Iglesia tanto gentiles como judíos.

Tanto bíblica como históricamente, “la fe que ha sido una vez dada” incluía las fiestas bíblicas anuales. Tenemos una verdadera opción que cumplir: las instrucciones de Jesucristo y sus apóstoles, tal como constan en la Biblia, o por el contrario, persistir en las tradiciones humanas que son transgresiones de todo lo que Dios ordena. La instrucción precisa de Jesucristo a su Iglesia es, ¡que guarde una conmemoración de su muerte, no de su natalicio! (1 Corintios 11:23-26; Lucas 22:19).

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