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Pregunta: El apóstol Pablo dice: “El cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10). ¿Significa eso que no es necesario guardar los diez mandamientos, siempre y cuando se tenga amor?
Respuesta: El “amor” sobre el cual escribe Pablo no es un sentimiento de origen humano. Como lo explica el apóstol: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5; Gálatas 5:22). Este es el amor que nos permite guardar o cumplir los diez mandamientos.
Pero, ¿cómo cumple el amor de Dios los mandamientos? Jesucristo dejó un ejemplo que todos los discípulos debemos seguir (1 Pedro 2:21). Guardó los mandamientos de su Padre y también enseñó a muchos a guardarlos (Juan 14:15; 15:10; Mateo 19:16-19).
Jesús resumió los diez mandamientos como la expresión de amor a Dios y al prójimo (Mateo 22:35-40). Los primeros cuatro mandamientos nos indican cómo amar a Dios, y los siguientes seis nos muestran cómo amar al prójimo. Así como el apóstol Juan afirma que la característica fundamental de la naturaleza y carácter de Dios es “amor” (1 Juan 4:8, 16), los diez mandamientos son expresiones del amor divino del Supremo Legislador, por cuanto reflejan su propio carácter, que se resume en el amor. Este amor no es un afecto de origen humano, sino el amor verdadero y divino que viene directamente de Dios por medio de su Espíritu Santo (Romanos 5:5).
Siendo Dios amor, la intención y propósito de la ley de Dios es amor, como lo mostró Jesucristo. El amor divino, impartido a los verdaderos discípulos por el Espíritu Santo de Dios, se expresa dentro de la obediencia a su ley: Los diez mandamientos. Se manifiesta en adoración y culto a Dios y en temor reverente; así como en interés generoso, compasión, bondad y servicio a quienes nos rodean. El amor de Dios nos permite cumplir no solamente la intención física, sino también la espiritual de su ley.
“El que ama al prójimo, ha cumplido la ley”, explica Pablo. “Porque: No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:8-10).
Dios revela que expresamos su amor por medio del cumplimiento de sus mandamientos. Juan explicó claramente cómo se expresa el amor de Dios y lo definió así: “En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:2-3).
Dicho todo lo anterior, ¿podría haber algo de verdad en el concepto tan difundido de que el “amor” cumple la ley de Dios, de tal forma que hace innecesario seguir guardando los diez mandamientos? Juan escribió enfáticamente que la respuesta es no:
“En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en Él. El que dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” (1 Juan 2:3-6).
Indudablemente, el apóstol Juan destacó la necesidad del amor de Dios, pero ni él ni los demás redactores de las Escrituras enseñaron jamás que este amor prevalece sobre la ley divina, la deshace o invalida. Juan fue discípulo y amigo muy cercano de Jesús, y dijo claramente que el que tiene el amor de Dios guarda los mandamientos de Dios: “Este es el amor, que andemos según sus mandamientos” (2 Juan 1:6).
Pronto llegará el día cuando todo el mundo, regido por Jesucristo, comprenderá y apreciará la bendición maravillosa que es la ley de Dios: “Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno”. Y el resultado de guardar esa ley será un mundo glorioso de paz y armonía (Isaías 2:2-3).