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Confianza en el gobierno

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Los líderes canadienses que han ejercido el cargo de primer ministro durante largos períodos, rara vez han dejado el cargo en buenos términos. Al no estar sujetos a la limitación de sus mandatos, no suelen dejarlo hasta que se vuelven impopulares. Jean Chrétien ejerció el cargo durante diez años, antes de que las disensiones dentro de su propio Partido Liberal lo obligaron a dimitir, en lugar de enfrentarse a un desafío oficial a su posición como líder del partido. Stephen Harper, a quien le faltaban menos de cuatro meses para cumplir un decenio completo como primer ministro, fracasó en su intento de reelección en el 2015, porque su Partido Conservador perdió casi el 38 % de los escaños parlamentarios que poseía anteriormente.

¿Qué hace que líderes que otrora fueron populares pierdan el apoyo de quienes dicen servir?

En la mañana del lunes 6 de enero, el primer ministro Justin Trudeau se dirigió a un pequeño atril frente a su residencia de Rideau Cottage, Ottawa, para pronunciar un discurso en el que confirmó que renunciaría tanto al cargo de primer ministro, como al liderazgo del Partido Liberal, tan pronto como se pudiera decidir su reemplazo.

El primer mandato de Justin Trudeau como primer ministro comenzó en el 2015, cuando su Partido Liberal obtuvo la mayoría en la Cámara de los Comunes. Trudeau lideró gobiernos minoritarios tras las elecciones de los años 2019 y 2021. Logró sortear los desafíos de un liderazgo minoritario, en los que las mociones de censura suelen amenazar al gobierno con la disolución, estableciendo acuerdos con el Nuevo Partido Democrático (NDP). Trudeau apoyó varias iniciativas del NDP y, a cambio, el partido apoyó su gobierno cada vez que se enfrentaba a una moción de censura en el Parlamento.

¿Es inevitable la pérdida de confianza en Trudeau?

Pero esto no habría de durar. A medida que el apoyo al gobierno liberal caía en las encuestas, los diputados de su propio partido comenzaron a cuestionar abiertamente la capacidad de Trudeau para liderar tanto al partido como al país. En una reunión de representantes de los diferentes partidos en octubre, tras la pérdida de escaños en Montreal y Toronto, veinticuatro diputados firmaron una carta pidiendo la dimisión de Trudeau.

Tras la elección de Donald Trump en noviembre del 2024 en Estados Unidos, la perspectiva de un aumento de aranceles volvió a poner en primer plano la situación de la economía canadiense. La Declaración Económica Federal del gobierno para el 2024, prometía ser un punto de controversia e intriga. Se había prometido que el déficit proyectado no superaría los 40.000 millones de dólares.

Apenas unas horas antes de la publicación de la declaración, el 16 de diciembre, la ministra de Finanzas y diputada liberal, Chrystia Freeland, dimitió y publicó una carta en la que detallaba importantes preocupaciones sobre la gestión del gasto por parte de Trudeau, refiriéndose a algunos gastos como trucos, para comprar el apoyo de los votantes en preparación para otras elecciones.

La renuncia de Freeland, junto con la revelación de que el déficit había superado con creces el límite prometido de 40.000 millones de dólares, alcanzando la asombrosa cifra de 61.900 millones; provocó nuevas peticiones de dimisión. Durante las semanas siguientes, un número cada vez mayor de diputados liberales exigió públicamente la dimisión del primer ministro. Las bancadas liberales de Ontario, Quebec y la región atlántica de Canadá; pidieron formalmente la dimisión de Trudeau. El líder del NDP, Jagmeet Singh, quien había permitido que el gobierno minoritario de Trudeau sobreviviera a tres mociones de censura, prometió a los canadienses que votaría para convocar elecciones.

Al igual que Jean Chrétien antes que él, la falta de confianza de su propio partido político, llevó a Trudeau a decidir renunciar en lugar de enfrentar una disputada carrera por el liderazgo.

¿Por qué fracasan los líderes?

¿Es la pérdida de confianza el destino inevitable de cualquier líder que ostenta el cargo durante un período importante? Los políticos suelen ganar popularidad y poder atacando a quien ostenta el poder que desean para sí mismos. En teoría, el proceso democrático garantiza la elección de un líder aprobado por el pueblo, alguien que cuenta con la confianza del público. A veces, las promesas de campaña se cumplen, lo que hace que la popularidad de un líder crezca durante sus primeros años en el cargo. Pero las opiniones cambian con el tiempo, la popularidad es efímera y la confianza se pierde; lo que lleva al pueblo a buscar a otro líder.

El caso de Trudeau es fascinante, ya que el motivo de su dimisión fue una preocupación presupuestaria. En el 2015, durante su primera campaña electoral como líder del partido, sus oponentes lo atacaron por ingenuo en lo que respecta a los presupuestos nacionales. La oposición a Trudeau destacó un comentario informal que hizo: “El presupuesto se equilibrará solo”. Aparentemente, esta filosofía fue suficiente para tres elecciones en diez años, una longevidad que envidiaría la mayoría de los líderes mundiales. Pero esta misma filosofía, ahora parece ser una razón decisiva para la falta de confianza de los canadienses en su primer ministro.

En cualquier ciclo electoral, los aspirantes tienen la ventaja de no tener un historial en el cargo al que aspiran, mientras que el titular tiene un historial que puede ser analizado y condenado. Muchos que buscan derrocar a los líderes actuales, han usado este argumento: “¿Está usted en mejor situación ahora que cuando él asumió el cargo?” Demasiados votantes caen en la trampa de creer que elegir a otro funcionario adecuado resolverá todos sus problemas. Es una tendencia natural analizar nuestra propia situación y, en lugar de preguntarnos: “¿Qué hizo para llegar hasta aquí?”. Preguntarnos: “¿Cómo solucionará esto, si lo elijo?”.

Parece que Canadá pronto celebrará elecciones generales, en las que el electorado elegirá a un nuevo líder para guiar a la nación. Las encuestas sugieren que este líder no provendrá del Partido Liberal de Trudeau, sino probablemente del Partido Conservador de la oposición. Pero, ¿cuánta diferencia marcará un nuevo líder? ¿Conseguirá un nuevo primer ministro generar un cambio positivo y sistemático?

Eterna confianza

Lo que Canadá necesita desesperadamente de sus líderes, como cualquier otra nación del mundo, es un llamado, tanto personal como nacional, a recurrir a los mandamientos y principios de Dios expresados en la Biblia; que conducen al éxito, la abundancia y relaciones sólidas. El continuo rechazo de estos principios nos ha hecho tambalear, tanto como sociedad colectiva, o en muchos casos, como individuos.

Las palabras del primer capítulo de Isaías, dirigidas a un pueblo que había olvidado a su Creador, deberían servir de firme advertencia para la población de Canadá, así como para la de muchos países del mundo: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado; haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1:16-17).

La Biblia profetiza un tiempo cuando un gobierno honesto y justo enseñará principios rectos, después de que Jesucristo regrese a la Tierra, y traiga consigo el gobierno con el que dirigirá a la humanidad durante mil años (Apocalipsis 20:4). Al principio, algunos recibirán a ese gobierno con escepticismo (Zacarías 14:16-19), pero la confianza crecerá a medida que ese Líder perfecto enseñe al pueblo su camino de vida perfecto, alguien que no se dejará influenciar por la volubilidad de la opinión pública. ¡Que Dios apresure ese día! [MM]

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