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Nada es demasiado difícil

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Un hombre joven en la cima de sus capacidades mentales y físicas puede sentir que no hay nada difícil, pero muy pronto entenderá sus limitaciones.

La vida pasa rápidamente y nuestra destreza física se desvanece. Los atletas profesionales comienzan a envejecer y el final de sus carreras atléticas se hace más visible a medida que su cuerpo siente el paso de los años.

Las habilidades mentales y otras capacidades vocacionales pueden durar más tiempo, y algunas habilidades se fortalecen más adelante en la vida a medida que los años de esfuerzos e inversiones "rinden fruto" en creatividad y logros. Pero tarde o temprano descubrimos que hay algunas cosas que son difíciles para nosotros.

Los humanos tenemos limitaciones. Los récords atléticos pueden romperse, pero solo por centímetros o segundos. Con cirugías, medicamentos y descubrimientos sobre el maravilloso cuerpo humano, podemos extender nuestra vida un poco más, pero las cosas físicas tienen su límite, después de todo. Una persona que levanta pesas solo puede levantar la cantidad de peso que su cuerpo físico soporta. También tenemos capacidades mentales limitadas y, con el tiempo, ciertas actividades se vuelven difíciles o extenuantes.

Moisés descubrió que dirigir al pueblo de Israel se estaba convirtiendo en una carga difícil hasta que concluyó: "No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en demasía" (Números 11:14). La gente quería comer carne y lloraban y gemían y se quejaban con Moisés. Estaba tan afectado que le dijo a Dios: "... yo te ruego que me des muerte..." (v. 15).

Dios le respondió a Moisés: “¿Acaso se ha acortado la mano del Eterno?" (V. 23). Y luego milagrosamente proporcionó soluciones (vs. 17–31).

Dios le había prometido a Abraham un hijo, pero cumplió su promesa cuando a Sara ya se le había pasado de la edad de tener hijos (Génesis 18:11). Dios le preguntó a Abraham: ¿Hay para Dios alguna cosa difícil?” (V. 14) "... Y Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez, en el tiempo que Dios le había dicho" (Génesis 21:1-2). No fue nada difícil para el Dios Todopoderoso y Creador del universo.

Dios usó a Jeremías, un sacerdote que vivía a unas pocas millas de Jerusalén en la tierra de Benjamín, para advertir a la nación de Judá de su cautiverio por sus atroces pecados. Los líderes se opusieron a su mensaje, ya fuera rey, príncipe, sacerdote o la población en general. En una ocasión, Jeremías oró: “¡Oh Señor Eterno! he aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti” (Jeremías 32:17). Y respondió Dios a Jeremías, diciendo: “He aquí que yo soy el Eterno, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” (V. 27).

Hebreos es un libro maravilloso que explica mucho de lo que registra el Antiguo Testamento. Por ejemplo, explica que " Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido" (Hebreos 11:11). Y este capítulo relata la fe de tantos que creían que nada es difícil para el Dios Creador Todopoderoso que está en el Cielo.

Por eso, en Hebreos 12:1–2, se nos dice “…despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe ...".

No, no hay nada difícil para el Dios todopoderoso. Nada se le escapa.  “Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (Hebreos 4:13). Y "por lo cual [Él] puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios ..." (Hebreos 7:25).

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