Reseñas de Canadá: La lección de Luisburgo | El Mundo de Mañana

Reseñas de Canadá: La lección de Luisburgo

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El desastroso asedio de Luisburgo es un ejemplo histórico de las consecuencias de la negligencia y el mal manejo humano. ¿Qué tan fuerte trabaja usted para forjar un carácter que no fallará cuando sea puesto a prueba?

En la costa del Atlántico Norte canadiense, provincia de Nueva Escocia, se encuentra la isla del cabo Bretón; allí se encuentra un impresionante y singular monumento a los turbulentos primeros años de la historia del Canadá.

Antes de que se fundaran las naciones de los Estados Unidos y Canadá, en 1713 con el Tratado de Utrecht, Francia se tambaleaba por la derrota en la Guerra de Sucesión Española en Europa; y la Guerra de la Reina Ana contra los ingleses. El Tratado hizo que Francia perdiera el derecho a Terranova y toda Acadia, excepto Île St. Jean (Isla del Príncipe Eduardo) e Île Royale (Isla del cabo Bretón). La pérdida de Terranova amenazó a Francia con perder el acceso al golfo de San Lorenzo, y por lo tanto, a las colonias del interior de Nueva Francia.

En la costa asombrosamente hermosa, los marineros franceses encontraron un confortable puerto de aguas profundas. Probablemente adquirió el nombre de Havre-à l'Anglais (Puerto Inglés), porque los pescadores franceses observaron cómo la flota pesquera inglesa se servía del puerto para refugiarse de los vendavales del Atlántico Norte. Los pescadores franceses comenzaron a utilizar este puerto para reabastecerse y como base para procesar el producto de su pesca.

Durante la temporada de pesca, varios miles de pescadores franceses utilizaban el Havre-à-l'Anglais, y allí prosperó una comunidad gracias a las ganancias de la industria pesquera. ¿Qué tan importante llegó a ser la industria pesquera francesa? El valor del pescado procesado, exportado a Francia, pronto superó el del lucrativo comercio de pieles de Canadá llevado a cabo por asentamientos en Quebec. Francia todavía se estaba recuperando de las malas cosechas que, entre 1693 y 1710, habían hecho perecer de hambre a más de dos millones de ciudadanos franceses. Agreguemos a esto la prohibición católica romana de comer otras carnes los viernes, por lo que hubo una gran demanda de pescado. Por lo tanto, la industria pesquera fue de alta prioridad en el apoyo del gobierno.

Puerto bullicioso y fortaleza militar

El gobierno francés se interesó mucho en este nuevo asentamiento, desde donde controlaría el acceso al golfo de San Lorenzo. Fue así como este nuevo asentamiento llegaría a convertirse en una base militar y naval del Imperio Francés, bautizada como Luisburgo en honor al rey Luis XIV.

En 1720, Luisburgo ya era un puerto bullicioso, que exportaba toneladas de pescado seco y salado; e importaba alimentos, ropa, herramientas y otras mercancías para los nuevos colonos y comerciantes locales. Hacia 1725 los barcos no solo venían de Francia y Quebec, sino también del Caribe. Así comenzó un vigoroso comercio con las colonias inglesas de Nueva Inglaterra. La pequeña ciudad también sirvió como centro administrativo para toda la región.

El desarrollo no solo se centró en el centro comercial. Luis XV ideó un plan para convertir Luisburgo en lo que llegaría a ser la fortificación militar más grande de Norteamérica. La fortaleza estuvo bajo construcción durante 24 años, diseñada por los mejores ingenieros militares de Francia. Los muros tenían en algunos lugares 11 metros de espesor, y se elevaban 9 metros por encima de una trinchera circundante por tres lados frente al mar. La fortaleza principal tenía ubicaciones para 148 cañones. También había fortificaciones en el lado opuesto del puerto de Luisburgo, y en una isla cercana que defendería de un posible acercamiento desde el mar. En la parte posterior de tierra de la fortaleza había fuertes muros rodeados de pantanos, ideados para evitar que cualquier artillería se colocara dentro del alcance.

El costo de la construcción fue enorme. Se llegó a decir que el Rey de Francia comentó, al ver algunas facturas, que pronto llegaría a ver las paredes que se estaban construyendo, desde sus ventanas orientadas al oeste en París.

Pero el plan fracasó

Una vez terminado el fuerte, sus 2.000 habitantes sin duda se sintieron seguros, incluso cuando Francia e Inglaterra volvieron a entrar en conflicto durante la Guerra de Sucesión de Austria (1740-1748). Pero eso cambiaría pronto.

En mayo de 1744, un destacamento de soldados franceses atacó una pequeña guarnición inglesa, ubicada a unos 150 kilómetros al sur de Luisburgo, y trajo al fuerte como rehenes a unas 50 familias inglesas. Mientras las familias esperaban un intercambio de prisioneros para regresar a Boston, eran libres de moverse por toda la ciudad. Más tarde los prisioneros repatriados informaron al gobernador inglés, William Shirley, sus observaciones acerca de la baja moral francesa en Luisburgo, la mala comida, y sobre todo, los muros mal construidos y la vulnerabilidad, en el sentido de que algunas de las colinas circundantes eran más altas que la fortaleza.

Aunque los ingenieros militares habían diseñado la fortaleza; contratistas privados, con el fin de aumentar sus ganancias, habían hecho algunas peligrosas economías. Habían utilizado agua de mar para mezclar la argamasa, la cual los cautivos ingleses habían notado que se estaba desmoronando. Además, los prisioneros notaron que el suministro de agua en la fortaleza era inadecuado, tanto en cantidad como en calidad, por lo que no podría resistir un asedio de más de 90 días.

El gobernador Shirley nombró a William Pepperell, comerciante de Massachusetts, para comandar una expedición de 4.000 hombres de Nueva Inglaterra. Y con el apoyo de la Marina Real, en abril de 1745 capturó y bloqueó las defensas de apoyo que custodiaban la entrada del puerto de Luisburgo. El ejército colonial utilizó amplios trineos de madera para transportar flotando la artillería pesada sobre los pantanos. El 28 de junio, con las murallas parcialmente rotas, el gobernador francés, Louis Duchambon, falto de hombres, de agua y suministros, no tuvo más remedio que rendirse. Pero en 1748, bajo los términos del Tratado de Aquisgrán, los británicos devolvieron Luisburgo a Francia; para disgusto de los habitantes de Nueva Inglaterra, quienes consideraban la fortaleza como una directa amenaza.

Las defensas fueron reparadas, se amplió la guarnición a 3.500 hombres, y se abasteció la fortaleza para resistir un asedio de un año. Sin embargo, algunos de los principales problemas no se corrigieron. El suministro de agua continuó con las mismas limitaciones, las colinas circundantes no se protegieron y el mortero debilitado no fue reemplazado.

No pasó mucho tiempo para que Francia e Inglaterra volvieran a estar en guerra, para entonces en el conflicto conocido como la Guerra de los Siete Años (1756 a 1763). En junio de 1758, una flota británica se acercó a Luisburgo bajo el mando del mayor general Jeffery Amherst. Un joven brigadier, James Wolfe, recibió el cargo de liderar el asalto terrestre. El 8 de junio Wolfe desembarcó sus tropas, y el 25 de junio había capturado todas las posiciones estratégicas alrededor de la fortaleza principal; repitiendo el éxito que hacía13 años habían alcanzado los hombres de Nueva Inglaterra. Wolfe llevó un enorme cañón hacia una colina sin defensa y, una vez más, después de un asedio de la misma duración que el ocurrido en 1745, Luisburgo capituló.

Los soldados y oficiales franceses lucharon valientemente, pero fueron defraudados por quienes no prepararon la fortaleza para todas las eventualidades; descuidaron el control de calidad de la construcción, e ignoraron la necesidad de acceder a suficientes suministros de agua potable.

Luisburgo en la actualidad

En 1961, la institución Parques de Canadá inició un proyecto multimillonario para reconstruir partes de la fortaleza de Luisburgo, y aproximadamente una cuarta parte del casco antiguo tal como existían en 1756. Los enormes muros de la fortaleza tuvieron que reconstruirse por completo, ya que los británicos habían demolido la ciudad y la fortaleza en 1758, en un intento para asegurarse de que nunca más pudieran ser ocupadas.

La reconstrucción nos da la rara oportunidad de retroceder en el tiempo y visualizar la vida en el siglo 18. En tanto uno camina por este lugar, algunas escrituras nos vienen a la mente: “El que es negligente en su trabajo es hermano del hombre destructor” (Proverbios 18:9, RV 1995), y “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10). Si los responsables de la calidad de la construcción en Luisburgo hubieran hecho bien su trabajo, habrían servido muy bien para proteger a sus defensores.

La triste historia de Luisburgo es un ejemplo de lo que sucede cuando el interés cortoplacista tiene prioridad sobre hacer las cosas correctamente. A diferencia de quienes tomaron la vía fácil en Luisburgo, y facilitaron su desaparición, siempre debemos esforzarnos por hacer lo mejor posible y, al hacerlo, desarrollar el carácter santo y justo de Dios en nuestras vidas. [MM]

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