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Al norte de la ciudad de Victoria, en la isla de Vancouver, un famoso monumento canadiense cuenta una historia de transformación y duro trabajo, mostrando cómo, incluso en este mundo convulso, la humanidad es capaz de alcanzar logros asombrosos.
En la década de 1850, George Butchart se mudó de Dundee, Escocia, al pueblo de Owen Sound, Ontario, Canadá. Butchart era un joven que trabajaba en la rama de la ferretería, allí se enteró de la invención de un nuevo material llamado cemento Portland, llamado así por la isla de Portland, cerca de Dorset, Inglaterra; ya que el nuevo cemento se parecía mucho a la piedra caliza de Portland.
Butchart tuvo un hijo llamado Robert, quien con el tiempo se haría cargo de la ferretería de su padre. Hacia 1905, Robert había identificado un gran potencial comercial en la costa Oeste de Canadá, en la creciente colonia de Columbia Británica, y se mudó allí con su esposa Jennie.
Cuando Robert se enteró de que el ferrocarril del Pacífico canadiense buscaba reemplazar las bases de madera de sus puentes ferroviarios por unas de hormigón, vio una buena oportunidad; y al norte de Victoria, encontró un gran yacimiento de caliza blanda, apta para la fabricación de cemento Portland. Compró la propiedad, y junto a Jennie construyeron una casa en lo que se convertiría en la cantera y en la fábrica de cemento.
La fortuna de la familia mejoró notablemente cuando Robert empezó a enviar cemento en bolsas de papel en lugar de barriles. Esto abarató y facilitó el transporte del producto, y la demanda creció. El terremoto de San Francisco de 1906 provocó un enorme aumento en la demanda de cemento Portland, y Robert satisfizo la necesidad, haciéndose muy rico.
Con el tiempo, la vieja cantera de caliza se agotó. Con la cantera vacía y la cementera abandonada, Jennie solicitó que le limpiaran todo aquel lugar destartalado. Robert finalmente accedió, y sin importarle el dinero le dio vía libre para que hiciera lo que necesitara.
Entonces Jennie se dispuso a trabajar. Parte de su motivación surgió cuando sus amigos le dijeron, sin rodeos, que nadie podía conseguir que creciera nada en esa roca estéril. Jennie, quien había sido bastante audaz y aventurera en su juventud, estaba decidida a demostrarles que se equivocaban. Pero, ¿a qué se enfrentaría? Una enorme cantera, anegada en el fondo, sembrada de equipo oxidado abandonado y otros escombros; era la definición misma de la fealdad.
Como aún no sabía mucho de jardinería, Jennie contrató a jardineros expertos. Ella misma trabajó arduamente, a veces colgada de una cuerda sobre el suelo de la cantera, introduciendo tierra y raíces de parra en las grietas de la pared rocosa. Se limpiaron los escombros, se trajeron cientos de carretas de caballos cargadas de tierra, y se instaló un sistema de drenaje. Entre 1912 y 1921, la cantera se transformó lentamente, y recibió el nombre de jardín Hundido. Nueve años de trabajos dieron sus frutos.
Jennie no se detuvo en el jardín Hundido; también contrató a un experto jardinero japonés para construir uno de los mejores ejemplos de jardín japonés que existen, trabajó para transformar la antigua cancha de tenis de la familia en un jardín italiano, y cultivó un exuberante rosal. Sus proyectos parecían interminables, y su trabajo con el tiempo se convirtió en un esfuerzo familiar.
Hoy en día, los jardines Butchart han llegado a estar entre los jardines más bellos del planeta. Ya no es un lugar desagradable que se debe evitar, sino que miles de personas acuden a ver el extraordinario jardín Hundido durante los doce meses del año. Más de un millón de visitantes llegan anualmente a este antiguo yermo, transformado en un jardín de impresionante belleza, fruto del esfuerzo de una familia trabajadora. Un logro tan increíble encierra lecciones muy inspiradoras.
La desolación se puede revertir. La cantera no era un simple desierto; estaba desolada, fea y sin vida, con su hábitat natural destruido. El trabajo de los Butchart es un estímulo para la humanidad, dándonos la confianza de que incluso las zonas desoladas y devastadas de la Tierra pueden volverse hermosas, deseables y productivas.
Se desarrolla una fuerza enorme cuando las personas trabajan en armonía, bajo una causa y liderazgo comunes. Cuando un gran proyecto concluye con éxito, es porque las personas trabajan juntas. En este caso, el señor y la señora Butchart estaban totalmente de acuerdo. Butchart se interesó cada vez más en la obra, y el proyecto se expandió. A lo largo de las generaciones, los miembros de la familia continuaron el proyecto, y el esfuerzo continuo resultó esencial para mantener semejante tesoro. Uno de los sitios más pintorescos del mundo, fue el resultado del deseo de una familia, de trabajar diligentemente por un objetivo común, durante todo el tiempo que fuera necesario para lograrlo.
Hay un gran poder en compartir y en la generosidad. Compartir hace que el esfuerzo valga más la pena y sea más placentero. La familia Butchart quería compartir sus jardines con los demás, y eran generosos con todo lo que tenían. Si bien el señor Butchart, al igual que su esposa, se aseguraban de que su familia estuviera bien cuidada, también eran sumamente generosos con sus bienes. Como resultado, millones de personas han disfrutado de sus jardines. En los primeros años, hasta que se volvió imposible, cada visitante recibía una taza de té en una casa construida para ese propósito. Jennie era una jardinera práctica, y su alegría se magnificaba cuando otros disfrutaban de su trabajo. Aunque muy adinerada, solía estar en ropa de trabajo cuidando el jardín con su personal. Hay una historia que cuenta lo siguiente: Un día, dos visitantes, pensando que era una trabajadora asalariada, la acosaron con preguntas que ella disfrutó mucho respondiendo. Al irse, le ofrecieron una propina, a lo que ella respondió: “Oh, no, gracias; a la anciana no le gustaría eso”.
La visión, la diligencia y la perseverancia dan buenos frutos. Jennie Butchart tuvo gran visión, y estaba dispuesta a superar grandes desafíos. Los Butchart ejemplificaron la laboriosidad, la disposición a trabajar duro para alcanzar una meta, y a luchar para superar obstáculos. La visión para sus huertos era desarrollar algo hermoso, y nunca perdieron el deseo de mejorarlo. La visión es esencial para lograr un resultado deseado, perseverar en una tarea y mantener la moral alta. Y los Butchart tuvieron una visión que los beneficiaría a ellos y a su comunidad.
Con todo y el escepticismo del mundo moderno, la Biblia predice claramente un futuro gobernado por Jesucristo a su regreso, y ayudado por su familia, las primicias resucitadas. Explica sobre un mundo restaurado de la destrucción, a una gran belleza, paz y productividad: “Se alegrarán el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa. Florecerá profusamente, y también se alegrará y cantará con júbilo; la gloria del Líbano le será dada, la hermosura del Carmelo y de Sarón. Ellos verán la gloria del Eterno, la hermosura del Dios nuestro” (Isaías 35:1-2). Este será un tiempo cuando las personas vivirán bajo la ley de Dios, lo que producirá generosidad, bondad, diligencia y creatividad.
La familia Butchart logró una gran hazaña, al transformar una cantera desolada en lo que el gobierno canadiense ha designado como Sitio Histórico Nacional. Sin embargo, este es solo un pequeño ejemplo de lo que se vislumbra para el futuro, cuando el Reino de Dios administre su ley en esta Tierra, creando un paraíso infinitamente espectacular, gozoso y duradero; incluso mucho mayor que los magníficos jardines de Jennie. Para obtener más información, recomendamos estudiar nuestro excelente folleto: El maravilloso mundo de mañana ¿Cómo será? Se puede descargar desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org o puede solicitar un ejemplar impreso gratuito. [MM]