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Criar hijos bien disciplinados presenta dificultades cuando un niño se muestra desafiante, pero lleva a una vida de resultados maravillosos.
Cuando nuestros hijos van creciendo, cada edad trae alegrías y retos diferentes. Los recién nacidos alegran la vida de sus padres cuando aprenden a sonreír, y parecen fundirse con nosotros cuando los mecemos en los brazos para que se duerman. Por otra parte, a esa edad no pueden decir por qué motivos lloran o se incomodan, y requieren cuidados constantes. Un adolescente puede expresar sus problemas, y puede alimentarse por su cuenta, pero mecerlo para que se duerma… ¡es tarea imposible!
Significa que las alegrías y dificultades de la crianza varían de un año a otro, y de una etapa a otra; pero en general, al ir pasando los hijos de la edad infantil a la adulta, las satisfacciones y los escollos de una edad se desvanecen, mientras aparecen otros que los reemplazan.
Una etapa que puede ser especialmente difícil, no obstante las alegrías que la acompañan, comienza alrededor de los dos años de edad, cuando los chiquillos comienzan a probar los límites de las reglas paternas. Pero con una disciplina constante, unida a la corrección cariñosa y a la madurez creciente, los hijos superan esa fase, y ya a los cuatro o cinco años, no confrontan a sus padres en la misma medida. Esta, al menos, es la versión tradicional.
Ahora estamos viendo un nuevo camino, abierto por padres y madres para no hacer frente a las dificultades de disciplinar a su niño de dos años. El primer mal paso es eludir esta etapa recurriendo a dispositivos tecnológicos y pantallas con el fin de pacificarlos. Vemos niños de dos y tres años acostumbrándose a utilizar el teléfono móvil, los videojuegos y otros dispositivos; pese a innumerables estudios que advierten que es mejor darles muy poco, o ningún tiempo de pantalla. Sin embargo, los padres consideran que un juego electrónico, un programa de televisión o una película; son formas cómodas de tener a los niños distraídos y tranquilos.
Son estrategias que no le ayudan al niño a crecer… y cuando le quitan la pantalla, las rabietas suelen agravarse. En vez de confiar en una disciplina uniforme y límites claros, que ayuden al niño de dos años a madurar hasta alcanzar la siguiente etapa de la vida, los padres que recurren a las pantallas, obstaculizan su crecimiento, enseñándole que la vida es para divertirse y darse gusto inmediato… y patalear cuando se le niega ese gusto.
Por esta razón, ha aumentado el número de niños que entran al kindergarten con un diagnóstico médico conocido como trastorno negativista desafiante (TND). El niño con TND presenta un “patrón de comportamiento desobediente, desafiante y hostil hacia los compañeros, padres, maestros y otras figuras de autoridad” (TND en niños, HopkinsMedicine.org, consultado el 16 de junio del 2025). Los investigadores señalan que muchos pequeños que presentan síntomas de TND, lo dejan atrás ¡con buena crianza! Los niños y adolescentes diagnosticados con TND, suelen ser los que no han madurado más allá de la forma infantil de manejar el mundo. El hospital Johns Hopkins llegó a recomendar, como uno de los tratamientos para el TND ¡enseñar a los padres a disciplinar a sus hijos!
Con frecuencia, el diagnóstico de TND sirve para evadir la responsabilidad por los errores infantiles y la mala crianza de los padres. La revista Psychology Today observa que “el TND se presta al sobrediagnóstico”, ya que algunos padres quieren utilizar el diagnóstico para manejar cualquier mal comportamiento (Psychology Today, 16 de enero del 2022). Felizmente, para los padres y madres que se guían por la Biblia, encuentran en la Escritura una serie de indicaciones provechosas.
Las Escrituras recuerdan a los padres y madres que deben corregir a sus hijos “en tanto que hay esperanza” (Proverbios 19:18). Y al hacerlo, deben tener muy presente el futuro que tendrán. Entre mis hijos, unos se dejaban corregir mucho más fácilmente que otros, pero todos necesitaron alguna disciplina. Tuvieron que aprender que patalear nos les daría lo que buscaban, y que la pantalla era un privilegio para contadas ocasiones, las que generalmente incluían a toda la familia; por ejemplo, cuando todos veíamos una película juntos.
Proverbios 19:18 termina con la advertencia: “Mas no se apresure tu alma para destruirlo”. Cualquiera que sea su motivación, los padres que no disciplinan a sus hijos con constancia, se apresuran indirectamente a destruirlos. Lamentablemente, algunos hijos rechazarán el amor, las enseñanzas y la disciplina paternos; y siguen el camino del hijo pródigo (Lucas 15), pero aun así, podemos protegerlos de muchas caídas en la vida, si rehusamos justificar su mal comportamiento.
Aunque la etapa de los dos a los tres años se puede suponer tremenda, y hay momentos en que papá y mamá sienten que tienen un pequeño terrorista en casa, también es la edad que ofrece la mejor oportunidad para establecer cómo va a funcionar la familia. En muchos casos, puede ser el momento para que los padres ayuden a los niños a conocer les peligros domésticos comunes, como superficies calientes, cuchillos afilados o lugares altos. La primera vez que los niños encuentran estos peligros, los padres pueden tratar de explicarles, y luego dar instrucciones verbales para que eviten el riesgo.
Esto funciona para algunos niños, pero si las instrucciones verbales lo resolvieran todo a esta edad, ¡sería una etapa sin problemas! Hay que estar dispuestos a emplear algo de refuerzo negativo cuando el niño desobedece, o infringe las reglas nuevamente. Las Escrituras nos enseñan: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Proverbios 13:24). Aunque ya casi no se corrige con vara, la disciplina física en alguna forma, el maltrato jamás, sirve para corregir a un niño que es demasiado pequeño para hablarle razonadamente.
Con mis hijos, mi esposa y yo aplicábamos una penitencia en forma de un tiempo corto de quietud y aislamiento para faltas pequeñas. Para faltas mayores, había nalgadas o retiro de ciertos privilegios a medida que el niño crecía. No manejamos perfectamente todas las situaciones, pero mantuvimos la meta de aplicar consecuencias negativas para mejorar la conducta de los pequeños, y ayudarles a crecer. Los expertos en la materia también dicen que la aplicación de consecuencias positivas es otro recurso que ayuda a reforzar la buena conducta que deseamos inculcar en los hijos. Este es uno de los aspectos más agradables de la crianza, siempre y cuando nos detengamos a elogiar y abrazar a nuestros hijos y a jugar con ellos.
Cuando los chiquillos aprenden que sus acciones producen consecuencias, pueden madurar, convirtiéndose en niños mayorcitos, y finalmente en adolescentes que son felices, y cuya compañía es un placer: “Aun el muchacho es conocido por sus hechos, si su conducta fuere limpia y recta” (Proverbios 20:11). Los padres pueden atrofiar este crecimiento si les dan pantallas en vez de una disciplina acertada. Tristemente, nuestra sociedad no se propone ayudar a los niños indisciplinados a crecer, sino que busca distraerlos, diagnosticarlos, y prescribirles medicinas; lo que empeora conductas que muchas veces se resolverían con buenas prácticas de crianza.
Hay niños que se inclinan a ser desafiantes, y sus padres deben, de todos modos, hacer lo posible por ayudarles a entender las consecuencias muy reales de esa actitud. Esto, con el fin de que al crecer sepan desenvolverse en el mundo como seres independientes. Felizmente, la mayor parte de los niños responden cuando los padres hacen su parte.
Generalmente pensamos en el apóstol Pablo como un hombre de edad avanzada y ya maduro, pero también fue joven; y reflexionó que para ser “hombre, dejé lo que era de niño” (1 Corintios 13:11). Hay muchas formas de dejar que los niños sean niños, pero también hay que ayudarles a dejar las rabietas de niño cuando son pequeños, a fin de que maduren y se conviertan en niños, adolescentes y adultos respetuosos. [MM]