La familia de hoy y del mañana: Algoritmos de adicción | El Mundo de Mañana

La familia de hoy y del mañana: Algoritmos de adicción

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¿Pasan los hijos demasiado tiempo frente a la pantalla?

¿Acaso hacemos lo mismo?

¿Cómo hacer para cambiar esos hábitos?

¿Encontramos que se interpone la adicción digital en las relaciones de familia? ¿Son adictos nuestros hijos al celular? ¿Los aleja la pantalla de otras actividades valiosas? ¿Nos preocupa pensar que aunque estén pequeños para la tecnología, quizá no aprendan a manejar esos dispositivos a medida que van creciendo?

Mi hijo mayor ya es casi adolescente, y mi esposa y yo hemos procurado, hasta ahora, limitar su acceso a los celulares, las tabletas, las computadoras y la televisión. Sin embargo, sabemos que tarde o temprano deberán dominar la tecnología que tendrán al alcance de la mano, ¡tecnología que muy posiblemente será un requisito para sus labores escolares o su futuro profesional!

¿Por qué deberán “dominar” la tecnología y no simplemente “usarla”? Se sabe que personas muy inteligentes han elaborado algoritmos diseñados principalmente para cumplir un 40fin específico: estimular la utilización: “Los algoritmos de las redes sociales deciden cómo vemos el mundo: Buena suerte a quien pretenda detenerlos” (WSJ.com, 17 de enero del 2017). Las redes sociales fueron pioneras, pero ahora se ha generalizado la extracción de datos por individuos mediante sus interacciones con los diferentes dispositivos. Ocurre cada vez que accedemos a internet, y nuestras interacciones con la internet son cada vez más frecuentes. Ya no se trata solo de nuestras computadoras y los teléfonos inteligentes; incluso nuestros televisores y radios están frecuentemente entrelazados con la red.

Siempre vigilantes

Cada vez que utilizamos la internet, hay algoritmos que llevan la cuenta de qué miramos, cuánto tiempo lo miramos, y si esa interacción puede convertirse en dinero contante. ¿Cuál es la mejor forma de cobrar por el tiempo que alguien pasa en la internet? Una respuesta sencilla es: aumentar la cantidad de tiempo de interacción. La clave es la utilización, y los algoritmos la aumentan muy eficazmente. Cuando en mi familia tenemos la oportunidad de salir a un restaurante, solemos ver el trágico espectáculo de muchos comensales pegados a su teléfono. La mayoría piensa que los adolescentes son los únicos que quedan absortos ante un teléfono, pero es frecuente que todos los miembros de una familia interactúen con la internet y no entre sí. Tal vez cada uno tenga su propia aplicación para las redes sociales, específica para su edad, pero el hecho es que no están departiendo entre la familia, sino con la pantalla.

¡Yo también he sido víctima! Si intento guardar el teléfono al salir en pareja con mi esposa, el teléfono protesta por este rechazo de varias horas. Empieza a sonar para hacerme saber quién anotó un gol, o qué acaba de hacer o decir un político. Cuando juega mi equipo de fantasía, o si alguna celebridad que ni siquiera conozco está envuelta en un escándalo, ¿debo prestar atención a mi esposa, por mucho que la ame? Un documental de Netflix titulado: El dilema social, explica la naturaleza adictiva de los teléfonos. Cita a un experto quien explica socarronamente que hay dos clases de personas dueñas de teléfono inteligente: las que los miran por la mañana antes de entrar al baño, y las que los miran por la mañana estando en el baño.

A los algoritmos ideados para aumentar la utilización, no les importa qué tipo de interés nos mantiene en línea. Si bien cierto grado de entretenimiento puede ser inocuo, los expertos en mercadotecnia quieren elevar nuestra utilización al máximo; y lamentablemente, el contenido más adictivo y llamativo en la internet es el que produce ira. Esto ocurre tanto con las redes sociales como con los medios de difusión tradicionales, incluso medios que se han caracterizado como noticiosos.

Cambiar nuestra conducta empeorándola

No es raro que las redes sociales nos hagan enojar contra personas a quienes, por lo demás, desconocemos. Mediante la tecnología, ahora podemos sentirnos fastidiados por sus opiniones políticas, sus actitudes moralistas o sus patrañas. La gente sube a las redes, a vista de todo el mundo, cosas que jamás dirían en persona; y lamentablemente, ¡puede que nos guste que así sea! ¿Le ha sucedido que termina su interacción con las redes sociales con más molestia o frustración de lo que estaba cuando comenzó? Cierto sitio que frecuentaba se estaba volviendo tan tóxico que tuve que alejarme para solo mirarlo una vez al mes. Muchos lectores adivinarán lo que ocurrió entonces: el sitio enviaba notificaciones diarias de lo que me estaba perdiendo. ¡Ven a ver lo último! El correo electrónico agotó todos los enlaces, y cuando volví al sitio una vez, el correo cesó, hasta que nuevamente dejé de visitarlo.

Los medios de difusión tradicionales nos absorben al despertar nuestra ira por temas importantes. Cuando decidimos observar las noticias, ¿esperamos recibir noticias positivas, o negativas? Ya conocemos las intenciones de los medios noticiosos politizados ¡y aun así, caemos en la tentación de volver a ellos! ¿Acaso oímos a las redes liberales decir algo bueno sobre un expresidente, o algo malo sobre quien esté en funciones? ¡Sabemos de antemano lo que van a decir! Además, en estas redes se sabe que la ira vende, y si decae su audiencia, redoblan sus críticas hacia algún personaje en la palestra. Y los medios de difusión hacen exactamente lo mismo, se la pasan criticando en la misma forma para aumentar su audiencia. Estos medios tienen la audacia de llamarse medios “noticiosos”, cuando deberían llamarse medios “que-te-hacen-enojar-para-que-mires-nuestros-anuncios-comerciales-y-ganemos-dinero”, expresión que, desafortunadamente, no es fácil de decir. Proverbios 22 trae una fuerte advertencia contra los medios de difusión que producen este efecto en nosotros (vs. 24-25).

El antídoto para internet

Volvamos a la pregunta original: ¿Cómo ayudamos a nuestros hijos a evitar la adicción a las pantallas? ¡La respuesta sencilla es que nosotros mismos debemos ser ejemplo siendo personas libres de esa adicción! Podemos predicar todo el día que tengan cuidado con las redes sociales, y el tiempo en la pantalla; pero cuando observan a sus padres y a otros adultos ¿qué ven? ¿Ejercemos nosotros el control que deseamos ver en ellos? ¿O acaso observan que nosotros decimos una cosa y hacemos otra?

Si los padres reciben más influencia de las noticias que de la Biblia, sus hijos se dan cuenta. Si son más adictos a la ira presentada en las pantallas, que al consuelo que ofrecen las Sagradas Escrituras (ver Filipenses 4:4-8), ellos lo notan. Nuestros jóvenes entienden que es necesario pasar algún tiempo frente a la pantalla con fines legítimos, pero se dan cuenta de que la mayor parte del tiempo que pasan sus padres pegados a la pantalla es tiempo que se reduce a simple diversión, pérdida de tiempo o algo peor.

Como padres nos corresponde dar el ejemplo de prudencia al interactuar con la internet y la pantalla, controlándolos en vez de dejarnos controlar. Nuestros hijos necesitan ver que somos capaces de dejar el teléfono y apagar la pantalla. Es agradable ver una película en familia; pero, ¿hacemos también noches de juegos en familia? Podemos leer cualquier cosa en las redes, pero pocas actividades unen más a padres e hijos que la lectura de la Biblia, o de algún otro buen libro. La mayor parte de las familias harían bien en salir a caminar o jugar al aire libre. La lección clave es sencilla: la mejor manera de ayudar a nuestros hijos a controlar el uso de la internet, es darles el ejemplo correcto en nuestra propia vida.

Los algoritmos diseñados para retener a los niños pegados a las pantallas, también buscan retener a los padres. Es mucho el dinero que se gana al mantenerlos a ellos y a nosotros adictos a las pantallas. Hagamos nuestra parte, para superar estas tentaciones en nuestra vida, para que nuestros hijos aprendan a hacer otro tanto.