La oración: conexión directa con Dios | El Mundo de Mañana

La oración: conexión directa con Dios

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La neurociencia es una exploración fascinante del cerebro y el sistema nervioso humanos. Examina cómo el cerebro participa en todo lo que hacemos: pensar, sentir, movernos, aprender y recordar; así como su comunicación con el cuerpo. Los neurocientíficos estudian el desarrollo del cerebro así como su adaptabilidad, y lo que pasa cuando algo anda mal; sea efecto de la edad, de una lesión o de una enfermedad. El cerebro, el centro de control del cuerpo, da forma a nuestras experiencias y acciones físicas. Pero cabe preguntar: ¿Es la existencia humana algo más que una serie de estímulos electroquímicos? ¿Habrá conexiones más profundas que definan nuestra humanidad?

La neurociencia ha traído conocimientos fascinantes sobre la práctica hondamente personal de la oración, esta puede influir en la actividad mental. Aunque se trata fundamentalmente de una actividad espiritual, la oración produce un efecto mensurable en la función neurológica. Estudios de resonancia magnética funcional muestran que puede reducir la actividad del lóbulo parietal inferior, un área del cerebro que se asocia con la distinción entre el yo y otros. Durante la oración, se observa aumento de la actividad en partes del lóbulo frontal, el que gobierna la atención y la concentración; y este cambio es parecido al que ocurre con otras tareas de concentración intensa (Psychology Today, 14 de octubre del 2019).

La ciencia afirma que las formas físicas como el cerebro se benefician al practicar la oración; que brinda alivio, mejora la concentración y genera un sentido de conexión. Pero los verdaderos beneficios de la oración, dirigida al Dios verdadero, trascienden lo que se puede evaluar físicamente. El acto de la oración cristiana es deliberado y benéfico cuando se ora con intención, y contribuye a establecer una conexión y relación con el Dios del Universo. Es un medio que nos ayuda a someternos al Creador de todos los seres humanos hechos a su imagen y semejanza (Génesis 1:26).

La oración hace más que ejercitar, calmar y recalibrar el cerebro; también actúa sobre el espíritu que hay en el hombre, el espíritu humano que Dios da a todos los que crea a su imagen (Job 32:8; 1 Corintios 2:11). Hay beneficios espirituales que se derivan de la conexión profunda generada por la oración. Aunque la neurociencia no puede detectar el espíritu en el hombre, la Santa Biblia, revelación divina e inamovible de Dios al hombre, declara su existencia como un hecho. El espíritu en el hombre actúa conjuntamente con el cerebro para generar y facultar la mente humana, y teniendo esto presente, es posible comunicarnos con nuestro Hacedor. Esa comunicación ocurre al orar.

Tres aspectos de la oración

Fe. ¿Cómo orar para recibir respuestas? Para orar se necesita tener fe, humildad y un conocimiento claro de lo que es la voluntad divina. Jesús les dijo a dos ciegos en Mateo 9:29: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Más adelante, en Mateo 21:22, nos recuerda: “Todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”. Y Hebreos 11:6 nos enseña “Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

Humildad. La oración también debe reflejar una actitud sumisa, que no se limite a dictar nuestros deseos, sino a buscar la voluntad divina. Muchas oraciones carecen de respuesta porque no reflejan los deseos de Dios (Santiago 4:2-3). Jesús dio a sus seguidores una oración modelo, en la cual demostró la importancia de glorificar a Dios, de pedir su guía, confesarle nuestros pecados y perdonar a los demás. Un corazón que no perdona es un obstáculo en nuestras oraciones, porque el perdonar a los demás es una condición para que Dios nos escuche (Mateo 6:5-15).

Diligencia. Responder a nuestras oraciones es un deleite para Dios, y su deseo es dar cosas buenas a quienes le buscan con diligencia (Lucas 12:32). La oración nos transforma: “Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16).

Al orar con fe, humildad y en consonancia con la voluntad de Dios, nos abrimos a recibir su guía y sus bendiciones.

El apóstol Pablo nos dice que tengamos actitud de agradecimiento y que oremos constantemente: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:17-18). La oración con agradecimiento cultiva la humildad, y profundiza nuestra conexión con Dios. Si no lo hemos hecho, comencemos hoy mismo a recibir los beneficios tanto físicos como espirituales de la oración. Conectémonos con nuestro Creador, busquemos su guía y vivamos nuestra vida bajo su santísima voluntad. [MM]

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