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Auge del neopaganismo

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Las antiguas religiones paganas, que muchos creyeron extintas, están reapareciendo en las naciones occidentales. ¿A qué se debe este fenómeno? ¿Qué augura?

¿Qué está impulsando esta tendencia mundial? ¿Adónde nos lleva y qué significado tiene?

El siglo 21 ha presenciado hechos históricos extraordinarios: el auge de Rusia tras la desaparición de la URSS, el resurgimiento del Islam militante, el auge de China, la fragmentación de le Unión Europea y las divisiones cada vez más profundas dentro de los Estados Unidos. Entre estos hechos, uno de los más sorprendentes ha sido la reaparición de antiguas ideas y tradiciones paganas en las naciones occidentales, que antes se consideraban cristianas.

Como parte de esta tendencia mundial, Islandia ha erigido su primer templo en más de mil años para el culto a los antiguos dioses nórdicos Tor y Odín. En Inglaterra millares de personas se reúnen en Stonehenge en el solsticio de verano para saludar al Sol naciente, tal como hacían los antiguos paganos. En Edimburgo, Escocia, individuos pintados de diablos rojos divierten a las multitudes para celebrar las antiguas festividades celtas del fuego, llamadas Beltane y Samhain; mientras que en el Reino Unido muchos se dan cita en lugares antiguos para quemar un hombre de mimbre al modo de los druidas. En los Estados Unidos miles viajan a los festivales del hombre en llamas, que promueven comportamientos desenfrenados semejantes a viejas prácticas paganas.

En Grecia, los helenistas promueven el culto a las antiguas deidades Zeus, Apolo y Atenea; mientras que en el museo Getty de Los Ángeles los niños escriben oraciones a Afrodita o Venus, diosa grecorromana del amor y la concupiscencia y patrona de las prostitutas. En Europa Oriental la gente celebra antiguos ritos de fecundidad saltando sobre fuego o danzando alrededor, costumbres que se remontan a un pasado precristiano. En Rusia, los dirigentes eclesiásticos señalan con inquietud el interés creciente por las tradiciones paganas. En los Estados Unidos la religión de mayor crecimiento es la brujería, y en terrenos públicos aparecen estatuas que promueven el satanismo. La Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos ha llegado al extremo de construir una capilla pagana.

¿Por qué debe ser inquietante el auge del paganismo en las naciones progresistas occidentales, donde se promueven y celebran la tolerancia, la aceptación y la diversidad? ¿Encierran algún significado los cambios dramáticos que están produciéndose, y que han pasado inadvertidos para muchos? ¿Estaremos ignorando importantes lecciones de la historia? Si es así, ¿qué consecuencias nos esperan en el futuro próximo? ¿Por qué debemos interesarnos?

La cosmovisión pagana

Para captar el significado de lo que está ocurriendo, es preciso que entendamos las ideas y prácticas que prevalecieron en el mundo pagano, y cómo difieren de la tradición judeocristiana. El término pagano se empleó originalmente para señalar a cualquiera que no creía en el Dios de la Biblia, ni seguía las normas bíblicas. Un ejemplo es el mundo grecorromano, enteramente pagano, dado al culto de ídolos y a la adopción de dioses y prácticas de otras religiones como si fueran intercambiables. Semejantes conceptos y prácticas chocaban rotundamente con la religión basada en la Biblia. Las sociedades griega y romana se componían de una mezcla de politeístas que adoraban a muchos dioses y diosas, panteístas que veían a dios en toda la naturaleza, además de quienes ahora llamamos ateos, que no rendían culto a ningún dios. Estos paganos no tenían conocimiento alguno del Dios de la Biblia (ver Hechos 17:23). Básicamente la idea de un solo Dios verdadero y personal les era ajena.

En el paganismo grecorromano eran pocos los credos estables. La verdad era relativa, había escasa comprensión del bien y del mal absolutos, y ningún concepto real de pecado, culpabilidad o juicio. Cada individuo decidía su propio camino en la vida. Los paganos miraban ante todo la vida terrenal, la satisfacción de los deseos físicos y la búsqueda de la felicidad personal. Si bien algunos de esos errores ofrecen atractivos de una sutileza engañosa, no se requiere de mucha investigación para ver que la totalidad del enfoque pagano es enteramente ajeno a lo revelado en la Biblia.

Por ejemplo, los dioses del panteón griego, a diferencia del Dios de las Escrituras, eran promiscuos. Abundan los mitos y cuentos de su concupiscencia, envidia, asesinatos y otros hechos escabrosos. La sexualidad y el libertinaje desenfrenados eran característicos de muchas ceremonias paganas, especialmente las fiestas de la fecundidad celebradas en la primavera y a mitad del verano. La adoración de Afrodita incluía visitas a las prostitutas del templo, lo que generaba ingresos, algo que también se condena en la Biblia (Levítico 19:29; Deuteronomio 23:17).

En la sociedad grecorromana eran frecuentes y aceptados la fornicación, el homosexualismo y el abuso sexual de niños; actividades que eran promovidas por Platón y practicadas por los espartanos. Por todas partes se veía arte que nosotros llamaríamos pornográfico. Los baños romanos, así como las posadas y tabernas, eran lugares donde se acudía para satisfacer todo tipo de deseo físico. Para los paganos, la religión bíblica se veía como una amenaza, entre otras cosas, por el temor de que las enseñanzas bíblicas “apagaran las luces en aquella alegre danza” (Steven Smith, Pagans & Christians in the City, pág. xiii).

La Biblia enseña que los hijos son un don de Dios (Salmos 127:3-5) y preciosos a sus ojos (Mateo 19:13-15). En cambio, en el antiguo mundo pagano era frecuente el infanticidio. Aristóteles abogaba por el asesinato de niños como medio de control demográfico, y para eliminar a los que nacieran con malformaciones. La historia presenta el caso de cierto ciudadano romano, que le advirtió a su esposa que si daba a luz en ausencia de él, debía conservar al hijo si era niño, pero matarla si era niña (Ken Spiro, WorldPerfect, págs. 6-7).

Los paganos de Canaán y de Cartago solían quemar vivos a los niños, como sacrificios al dios Baal, y con la esperanza de recibir a cambio buenas lluvias o viajes sin contratiempos; una práctica que es condenada claramente en las Escrituras (Levítico 18:21; Deuteronomio 18:10). La Biblia también afirma que los seres humanos son hechos a la imagen de Dios (Génesis 1:26-27) y que no es permitido asesinarse unos a otros (Éxodo 20:13). Pero el mundo pagano veía la vida humana como algo de escaso valor. Los romanos mataban no solo en el campo de batalla, sino como diversión de las masas, y eran miles los que morían ante los vítores de las multitudes en anfiteatros dispersos por todo el Imperio.

¿Qué importancia puede tener para nosotros comprender las antiguas ideas y tradiciones paganas?

El regreso del paganismo

En años recientes, cada vez hay mayor conciencia de que la difusión de las ideas cristianas y el respeto general por la Biblia en el Occidente no eliminaron el paganismo. Muchas ideas antiguas sencillamente pasaron a la clandestinidad, de donde comienzan a emerger en el clima actual que les es más favorable. Europa y América se han ido secularizando en los últimos siglos, cada vez con mayor aceptación de ideas y tradiciones precristianas. Actualmente las naciones occidentales que antes se consideraban cristianas parecen hallarse en medio de un renacer pagano, como se afirmó en un artículo del diario New York Times publicado en diciembre del 2018 y titulado: El regreso del paganismo. Muchos conceptos considerados “progresistas” en la sociedad moderna, en realidad son parte de la reemergencia de ideas paganas que son absolutamente contrarias a las enseñanzas del cristianismo bíblico; y esas ideas traen consecuencias.

Ciertas ideas de común aceptación, como que Dios no existe, que la Biblia no es de inspiración divina, que todas las religiones son igualmente válidas, que no hay valores absolutos del bien y del mal y que el pecado no existe; eran temas tratados por los filósofos paganos. Actividades como el adulterio, la fornicación, el homosexualismo, la pornografía y el infanticidio eran aprobadas y ampliamente practicadas en el antiguo mundo pagano; y en la actualidad esas mismas actividades son cada vez más frecuentes, e incluso se celebran.

El humanismo secular que predomina en la sociedad moderna es, en muchos casos, un neopaganismo mal disimulado, que se va imponiendo en nuestra cultura del siglo 21. Una búsqueda de paganismo moderno o paganismo contemporáneo en la internet, revela un asombroso grado de interés por dar un lugar prominente a antiguas prácticas paganas. ¿Cómo es posible que las ideas y los valores anticristianos del paganismo desplacen a los valores judeocristianos, que durante tanto tiempo fueron parte integral de la cultura de la civilización occidental?

Semillas sembradas hace mucho tiempo

El campo propicio para el debilitamiento de la influencia cristiana, y el regreso del paganismo, fue algo que se preparó desde los primeros siglos del cristianismo. A medida que la Iglesia crecía y se extendía por todo el mundo Mediterráneo, se encontraba con abundantes ideas y prácticas paganas que muchos no desecharon, sino que las adoptaron y absorbieron dentro de su doctrina. Estas costumbres gozaban de popularidad y los líderes apóstatas en la Iglesia razonaron que su incorporación facilitaría la conversión de paganos a esta nueva religión. El día de reposo bíblico que guardaban Jesús, los apóstoles y los primeros cristianos (Lucas 4:16; Hechos 13:14, 42-44; 17:1-2); se abandonó en favor del domingo, día que ya era reconocido por los paganos adoradores del Sol, como el emperador Constantino. La popular festividad de invierno conocida como las Saturnales, era un período para juegos de azar, fiestas e inversión de los papeles sociales. Bajo un nuevo nombre: navidad, se comenzó a observar como el natalicio de Jesús, pese a la total ausencia de respaldo bíblico, ya que esta fiesta se desviaba de las prácticas cristianas originales. (Vea el artículo del señor Rod McNair en la edición de noviembre y diciembre del 2019, página 8, de El Mundo de Mañana).

Las festividades paganas de la fecundidad, celebradas con huevos, conejos y actividades de orientación sexual en honor de Afrodita e Istar (la Reina del Cielo); recibieron el visto bueno de los líderes apóstatas supuestamente como recuerdo de la resurrección de Jesucristo, pese a que las Escrituras condenan tales prácticas (ver Jeremías 7:18; 44:18-23; Ezequiel 8:15-18). No es extraño que algunos cristianos empiecen a cuestionar su fe al darse cuenta del origen de estas fiestas.

Las pruebas históricas son innegables: miembros de la cristiandad que decían regirse por las enseñanzas de Jesús, tomaron muchas ideas y costumbres del mundo pagano, aunque en la Biblia hay advertencias claras contra estas prácticas (Deuteronomio 12:29-32; 16:21-22; 18:9-12). El historiador Will Durant ha afirmado: “El cristianismo no destruyó al paganismo, sino que lo adoptó… [Los] misterios griegos pasaron al impresionante misterio de la misa… De Egipto llegaron los conceptos de una trinidad divina… la adoración de la madre y el niño… De Frigia llegó la adoración de la gran madre… el cristianismo fue la última gran creación del antiguo mundo pagano” (César y Cristo, pág. 595).

Otros han documentado que muchas prácticas no bíblicas en el actual cristianismo tradicional: cruces, crucifijos, campanarios en las iglesias, santuarios, vestimentas del clero, reliquias, culto dominical y hasta el título Pontifex Maximus; se “tomaron directamente de la cultura pagana en el período posapostólico” (Frank Viola y George Barna, Pagan Christianity?, pág. 6).

Muchos piensan que la Reforma Protestante del siglo 16 restauró el verdadero cristianismo bíblico, pero eso sencillamente no es cierto. Sí se eliminaron o debilitaron algunas prácticas antibíblicas, como las indulgencias, la confesión ante un sacerdote, los rezos a los santos, el rosario, los conceptos del purgatorio y la transustanciación y la figura del papa, pero al mismo tiempo se conservaron muchas otras doctrinas de origen pagano. Si bien la Reforma Protestante sustrajo al protestantismo del control eclesiástico de la Iglesia de Roma sobre las doctrinas y prácticas, el nuevo énfasis en la libertad religiosa también “abrió las compuertas a una disensión más amplia y a la irreligiosidad” (Harold Lindsell, The New Paganism, pág. 42). Los frutos irreligiosos de la Reforma Protestante fueron manifestándose en los siglos siguientes.

El siglo de las Luces

Al movimiento intelectual que surgió en Europa en el siglo 18, se le llamó el siglo de las Luces. Este que cumplió un papel esencial en el renacer de antiguas ideas paganas que continúan dando forma a nuestro mundo actual. A los críticos pensadores del siglo de las Luces les ofendían la corrupción, la extravagancia y la incumbencia opresiva de la Iglesia de Roma; y en ellos influyeron también los vientos de cambio generados por la Reforma Protestante. En los años que siguieron, los críticos lanzaron ataques sin tregua contra el cristianismo, la Biblia y Dios. Entre sus armas estaban el redescubrimiento y popularización de escritos paganos grecorromanos y la comprensión, interpretaciones y aplicaciones erradas de los descubrimientos en el mundo natural.

Los neopaganos del siglo de las Luces, al igual que sus predecesores paganos, pusieron su atención en el mundo natural y rechazaron la idea de un Dios sobrenatural que interviene en los asuntos humanos. Encantados con su razonamiento, se burlaban de la idea de que la Biblia es un libro de inspiración divina con exactitud histórica, y de leyes morales de acatamiento universal. El surgimiento de la llamada alta crítica o método histórico crítico en las academias de Occidente, produjo el argumento de que muchos libros de la Biblia son falsos, que los milagros son imposibles, que Jesús no fue el divino Hijo de Dios sino un simple predicador itinerante en Palestina; y que su resurrección fue algo montado, inventado o imaginado.

A esta perspectiva anticristiana contribuyeron los descubrimientos y teorías científicas que parecían contradecir la visión religiosa del mundo; debido en parte a supersticiones sin fundamento, ni respaldo bíblico, que se habían introducido en lo que se conocía como cristianismo. Copérnico ya había demostrado que la Tierra gira en torno al Sol y no lo contrario. Los avances médicos revelaron que las enfermedades no siempre se debían a maldiciones sino a gérmenes, y que se podían prevenir mediante las nuevas prácticas médicas.

Esos descubrimientos y muchos otros caían dentro del ámbito del mundo natural, que era tema de los filósofos paganos y parecían, a ojos de algunos, señalar a Dios y a la Biblia como productos innecesarios de la imaginación humana. Dentro del clima de avidez por rechazar todo lo sobrenatural, la teoría de la evolución expuesta por Charles Darwin, que pretende explicar el mundo viviente sin necesidad de un Creador, encontró gran aceptación en una audiencia muy receptiva.

Esos cambios culturales durante el siglo de las Luces, y después de este, produjeron una transformación enorme en la visión del mundo entre las naciones occidentales, que habían funcionado sobre el fundamento judeocristiano durante la mayor parte de un milenio. El espíritu de la edad suponía que la razón humana podía reemplazar la revelación bíblica como guía de la verdad, que el método científico era más fidedigno que las Escrituras, y que una mentalidad secular ante la vida conduciría a la felicidad y a un mundo mejor.

Esas ideas anticristianas son el legado del siglo de las Luces que se han infiltrado en nuestras universidades y dado forma al mundo confundido que habitamos, donde el paganismo ha emergido, en tanto que la religión bíblica ha decaído. No obstante, y como lo señala el historiador Peter Gay de la Universidad de Yale, los críticos, escépticos y reformadores del siglo de las Luces “fueron paganos modernos”, cuyo paganismo se “dirigía contra su herencia cristiana”, en un esfuerzo por crear un mundo libre de restricciones morales (La Ilustración: The Rise of Modern Paganism, págs. xi, 8).

Un camino peligroso

Ahora, es preciso que nos hagamos varias preguntas importantes: ¿Cuál es el verdadero significado del actual renacer de las antiguas ideas y tradiciones paganas? ¿Qué está impulsando este cambio histórico? ¿Por qué está ocurriendo en el mundo occidental? ¿Adónde nos lleva?

En los últimos decenios, varios observadores han reconocido que estamos retrocediendo hacia un pasado precristiano. El historiador Jacques Barzun notó que en los últimos 500 años “el Occidente ofreció al mundo un conjunto de ideas e instituciones que no se ven ni antes ni en ninguna otra parte”, y que las ideas y prácticas seculares, nacidas en gran parte en el siglo de las Luces, “están ocasionando su desaparición” (From Dawn to Decadence, pág. xv).

El periodista británico Ferdinand Mount ha observado que “la sociedad que ahora emerge presenta una semejanza sorprendente… casi misteriosa, con las costumbres que vivían los griegos y romanos”, con énfasis en los placeres físicos, la violencia gratuita, la libertad sexual ilimitada, dioses múltiples y ningún sentido de culpabilidad (Full Circle, pág. 1). Mientras que algunos se resisten a estos cambios “progresivos”, nuestras sociedades occidentales seculares en conjunto continúan echando por la borda los valores bíblicos, y absorbiendo otros enteramente paganos, lo que claramente las lleva por un camino peligroso.

Hace casi 80 años, el crítico social T. S. Eliot afirmó que el futuro de las sociedades occidentales se decidiría mediante una competencia entre el cristianismo y lo que llamó el “paganismo moderno” (Pagans & Christians in the City, pág. 8). Una generación más adelante, el teólogo Carl F. H. Henry advirtió que los neopaganos amenazaban “socavar los fundamentos de la civilización occidental”, y que el resultado ya visible de sus ideas era una “descomposición moral e intelectual, comparable únicamente con Pompeya y Sodoma” (The Twilight of a Great Civilization, pág. ix). Muchos eruditos están reconociendo que hay un poderoso elemento religioso en la “guerra cultural” que se libra dentro de la civilización occidental, con ideas esencialmente paganas e irreligiosas, en conflicto con valores y conceptos judeocristianos de larga data.

La Biblia revela que el “dios de este siglo” (2 Corintios 4:3-4) es Satanás el diablo, un ser que para la mayoría de los paganos modernos ni siquiera existe. Esto no es extraño, ya que las Escrituras también revelan que Satanás ha engañado al “mundo entero” (Apocalipsis 12:9). Es el “autor intelectual” demoniaco de la confusión espiritual, y las actitudes carnales que impulsan el regreso del paganismo y la corrupción de los fundamentos de la civilización occidental inspirados en la Biblia. Los líderes del siglo de las Luces, con su visión francamente destructora, son cómplices incautos de Satanás, como lo son sus actuales discípulos (ver 2 Corintios 11:3-4, 13-15).

Pocas personas se dan cuenta de que la dramática transformación cultural que presenciamos fue predicha hace casi 3.000 años en la Biblia. El auge de la civilización occidental no fue un accidente. Dios reveló sus leyes, su religión y su camino de vida a los antiguos israelitas (Éxodo 20) para que fueran una luz y un ejemplo para el mundo (Deuteronomio 4:6-8). Los israelitas aceptaron con Dios un pacto que prometía bendiciones por la obediencia, y por la desobediencia graves consecuencias (Levítico 26; Deuteronomio 28), entre ellas la caída en cautiverio si se transgredía el pacto.

Tras su cautiverio en Asiria, las tribus israelitas del Norte emigraron al Noroeste de Europa y a los Estados Unidos, donde las promesas de Dios dadas a Abraham y sus descendientes se cumplieron con el auge de varias naciones occidentales (ver Génesis 12:13 y nuestro folleto gratuito: Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía). Las actividades de Satanás en la actualidad se dirigen de manera especial a estas naciones modernas de origen israelita.

Moisés lanzó a los israelitas varias advertencias sobre las consecuencias de dejar a Dios y volverse a otros dioses (Deuteronomio 6:14; 7:16; 8:18-19; 12:29-32), y declaró una profecía muy seria de advertencia sobre lo que les ocurriría a las modernas naciones de origen israelita cuando se acercara el final de la era. Bajo inspiración dijo: “Yo sé que después de mi muerte, ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado; y que os ha de venir mal en los postreros días, por haber hecho mal ante los ojos del Eterno, enojándole con la obra de vuestras manos” (Deuteronomio 31:29).

Jeremías también advirtió que “tiempo de angustia” vendría sobre los descendientes de Jacob, las actuales naciones de origen israelita, “en el fin de los días” por haber acogido ideas y comportamientos que Dios condena (Jeremías 30:1-25). Con el resurgimiento del paganismo descarado y sin disimulo en muchas naciones occidentales, estas antiguas profecías están cobrando vida.

Al ver que las ideas y prácticas anticristianas se extienden por todo el mundo occidental, es evidente que la mayoría no ha aprendido las lecciones de la historia. Se están repitiendo los errores de los antiguos israelitas, pese a los ejemplos que Dios hizo constar en la Biblia para nuestro beneficio en estos tiempos (1 Corintios 10:1-11). Aunque nuestras naciones posiblemente no se arrepientan de abandonar a Dios, cada uno de nosotros puede aprender de estos ejemplos y evitar las consecuencias venideras, si reconocemos y rehuimos las ideas y prácticas propias del resurgimiento pagano; y si nos decidimos a buscar a Dios y su camino de vida que encontramos en las páginas de las Sagradas Escrituras. [MM]

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