Auge y caída de las naciones | El Mundo de Mañana

Auge y caída de las naciones

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La historia está sembrada de los restos y huellas de imperios que alguna vez fueron grandes y que ya no existen.

¿Podrán las actuales naciones aprender las lecciones que sus predecesoras desecharon?

La nación China va camino a convertirse nuevamente en una superpotencia política y económica. Lo que fue el gran Imperio Británico se ha desmoronado, y es posible que el Reino Unido ni siquiera sobreviva al brexit. A lo largo de casi 6.000 años, desde la antigua Babilonia hasta nuestros días, el mundo ha visto caer naciones y surgir otras. Y según las profecías, aún falta por surgir, y pronto, un imperio o superpotencia final.

No hace mucho, el señor Gerald Weston, director de El Mundo de Mañana, recordó a los lectores que Estados Unidos se aproxima al final de su era como la mayor superpotencia del mundo:

“Los Estados Unidos continúan siendo la primera potencia del mundo, pero esto no será para siempre, aunque muchos estadounidenses se sorprendan al oírlo. Ningún imperio ha durado para siempre. Podemos imaginarnos que los ciudadanos de las civilizaciones de antaño también pensaban que sus gobiernos permanecerían. La inexpugnable ciudad de Babilonia cayó en una noche ante los medos y los persas, y con ella cayó todo un imperio. Nadie lo previó. El Imperio Persa cayó ante la osadía conquistadora de Alejandro Magno, pero su Imperio Grecomacedonio sucumbió a su vez ante el poderío del nuevo Imperio de Roma. Finalmente, y como es bien sabido, el poder y dominio de Roma llegó a su fin. Hay muchos en el mundo que desean ver la caída de los Estados Unidos, pero no se imaginan quién llenará el vacío ni cuáles serán las consecuencias” (¡Nuestra esperanza! El Mundo de Mañana, mayo y junio del 2019, pág. 2).

Estados Unidos ha sido una gran potencia mundial durante 200 años, pero en el lapso desde la caída de la Unión Soviética, y tras la guerra contra el terrorismo, hemos visto a este país declinar, en tanto que otras potencias ejercen cada vez más poder político, económico y militar.

No debemos sorprendernos. Los imperios que dominaron al mundo en el pasado han dejado de existir. El gran Imperio Babilónico, por ejemplo, conquistó muchas naciones, entre ellas el Reino de Judá. El antiguo historiador Heródoto escribió: “Además de su enorme tamaño [Babilonia], sobrepasa en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido” (Historias, 1, 178).

¿Qué le pasó a Babilonia? Su depravación la hizo caer bajo el juicio de Dios. Ahora que observamos cómo aumenta el rechazo al Dios de la Biblia, ¿acaso podemos prever algo diferente para las naciones actuales? El filósofo Georg Hegel observó: “Lo que nos enseñan la experiencia y la historia es esto: que los pueblos y gobiernos jamás han aprendido algo de la historia, ni han actuado conforme a los principios que de ella se deducen” (La filosofía de la historia, 1857, pág. 6).

¿Qué podemos aprender del pasado? ¿Qué nos dice la Biblia sobre el futuro? El profeta Daniel predijo el auge y caída de enormes imperios, entre ellos el Imperio Romano. ¿En qué terminó ese Imperio? Duró más de 500 años después de la República Romana. Y aun ese grandioso Imperio sufrió la disolución de su primera encarnación en el año 476 DC.

Los imperios en estos tiempos también van y vienen. En el siglo 20, el Tercer Reich Alemán extendió su dominio sobre gran parte de Europa y el Norte de África. Una de las ambiciones de Adolfo Hitler fue conquistar la Unión Soviética, pero en esta empresa fracasó y los ejércitos aliados vencieron al Tercer Reich. La Unión Soviética, o Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, estaba formada por 15 repúblicas con una extensión de 17.500 kilómetros de este a oeste. Esta superpotencia enarbolaba con orgullo su ideología comunista. Luchó por el corazón de las naciones y pueblos en todo el mundo, pero al final, también fracasó.

¡La caída de las naciones profetizada!

¿Quién habría previsto el fin de semejante superpotencia? Muchos se sorprenderán al saber que un pequeño grupo de cristianos, inspirados para entender la verdad revelada en la Biblia, sabían que Europa Oriental llegaría a librarse de la Unión Soviética. ¿Cómo lo sabían? La profecía bíblica predice el auge de otra gran superpotencia, llamada la “bestia” en el libro del Apocalipsis. Hace más de 65 años, la revista Good News, publicada por el señor Herbert W. Armstrong, proclamó claramente que Alemania Oriental se uniría nuevamente a Alemania Occidental y que Rusia “se verá obligada a ceder su control sobre Hungría, Checoslovaquia y partes de Austria” (¿Se detendrá Rusia ante el rearme alemán?, The Good News, abril de 1952).

Poco después de la invasión rusa de Hungría en 1956, cuando muchos expertos pensaban que la Cortina de Hierro había quedado para siempre sobre Europa Oriental, la revista The Plain Truth hizo la siguiente asombrosa aseveración: “Se está preparando el camino para una colosal tercera fuerza en la política mundial: una Federación Europea de Naciones ¡más poderosa que Rusia o los Estados Unidos!... Hemos mostrado con años de anticipación lo que iba a ocurrirle al infausto Imperio Ruso en Europa Oriental” (¡Predicho hace 22 años!, diciembre de 1956).

Hace cien años se seguía diciendo que “el Sol nunca se pone en el Imperio Británico”. Sin embargo, en el plazo de un siglo ese enorme Imperio se había derrumbado. Después de un último intento de expansión luego de la Segunda Guerra Mundial, comenzó un proceso de descolonización y para 1960 los ingleses habían cedido las tierras que hoy comprenden la India, Paquistán, Birmania, Sri Lanka, Irak, Ghana, Nigeria y Somalia; así como buena parte de África Subsahariana, el Mandato Palestino, partes de Egipto, partes de Sudán y Hong Kong. Durante una o dos generaciones se empeñó en recobrar en alguna medida su gloria anterior, como miembro de la Unión Europea, pero aun ese intento fracasó cuando se vio ante la realidad de un brexit, con el rechazo del electorado británico a su participación en la Unión.

El presidente estadounidense Donald Trump tuvo como lema de su campaña: “Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”. ¿Tendrá éxito, o sufrirán los Estados Unidos una decadencia como sucedió con Gran Bretaña, Grecia y Roma? Podemos saber qué naciones o imperios surgirán y caerán en el siglo 21. La profecía bíblica revela el futuro de las naciones de Occidente a quienes conocen la clave para identificar a los actuales descendientes de las antiguas naciones bíblicas.

¿Recordar o repetir?

Las palabras del renombrado filósofo George Santayana nos dicen: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo” (La vida de la razón, 1905, pág. 103). ¿Aprenderemos las lecciones de la historia los habitantes de Occidente? ¿O seguiremos los pasos de todos los grandes reinos e imperios que han existido y desaparecido antes de nosotros?

El rey Belsasar de Babilonia fue un gobernante poderoso que tendría que haber aprendido las lecciones de la historia. Sin embargo, persistió en sus caminos ajenos a Dios, arrastrando también a otros por el camino de la disipación. Su Imperio pagó por ello. Esa profunda lección está registrada en los anales de la historia y en las páginas de la Biblia. El profeta Daniel se encontraba en la ciudad de Babilonia la noche cuando el Ejército persa la conquistó. Por medio de Daniel, Dios le dijo a Belsasar lo que iba a ocurrir con él y con su Imperio. Esa increíble serie de acontecimientos aparece en el capítulo 5 del libro de Daniel.

El rey Belsasar preparó un banquete, un gran festín, para sus nobles. Bebieron vino en copas de oro sustraídas del templo de Dios en Jerusalén. “En aquella misma hora aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real, y el Rey veía la mano que escribía. Entonces el Rey palideció, y sus pensamientos lo turbaron, y se debilitaron sus lomos, y sus rodillas daban la una contra la otra” (Daniel 5:5-6).

El Rey hizo traer a Daniel para que interpretara esas palabras. ¿Qué había escrito la mano misteriosa? “La escritura que trazó es: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN. Esta es la interpretación del asunto: MENE: Contó Dios tu Reino, y le ha puesto fin. TEKEL: Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. PERES: Tu Reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas” (Daniel 5:25-28). Sucedió que “la misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de Media tomó el Reino, siendo de sesenta y dos años” (vs. 30-31).

Hoy la escritura está en la pared para los Estados Unidos y el Reino Unido. Hay señales de advertencia por todos lados, mientras esas naciones continúan agravando su estado de decadencia e inmoralidad. Si el mundo occidental persiste en rechazar, despreciar y desechar los diez mandamientos y la Palabra de Dios; se sufrirán cada vez más calamidades ¡hasta comprender finalmente que es preciso buscar a Dios con todo el corazón! El profeta Isaías nos dejó estas palabras de exhortación, ánimo y esperanza: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).

¡Ahora mismo todos debemos tomar medidas en lo espiritual! Algunos seguirán siendo escépticos, pero quienes busquen a Dios por medio de su Palabra podrán hallar entendimiento y paz mental.

Lección que nos llega de la antigüedad

Hemos visto que los grandes imperios surgen, decaen y se acaban. ¿Aprenderán las naciones occidentales estas lecciones de la historia? El rey Belsasar desechó las lecciones de su antecesor, el rey Nabucodonosor, quien había regido al Imperio Babilónico. Daniel trajo a la mente de Belsasar las lecciones que debía aprender:

“El Altísimo Dios, oh Rey, dio a Nabucodonosor tu padre el Reino y la grandeza, la gloria y la majestad. Y por la grandeza que le dio, todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quien quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba. Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su Reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place” (Daniel 5:18-21).

Nabucodonosor había pretendido gobernar sin el conocimiento de Dios, ¡y el resultado le fue terriblemente penoso! Belsasar desechó esta lección y pagó la pena (Daniel 5:22). ¿Será preciso que nosotros también aprendamos las lecciones por las malas, o prestaremos atención a Dios y a su Palabra, la Biblia?

Cuando Nabucodonosor tuvo un sueño que ninguno de sus adivinos podía revelar, Daniel no solamente le dijo al Rey el contenido del sueño, sino que le dio la interpretación: “Tú, oh Rey, veías, y he aquí una gran imagen. Esta imagen, que era muy grande, y cuya gloria era muy sublime, estaba en pie delante de ti, y su aspecto era terrible. La cabeza de esta imagen era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus muslos, de bronce; sus piernas, de hierro; sus pies, en parte de hierro y en parte de barro cocido” (Daniel 2:31-33).

Daniel aclaró el significado del sueño. “Tú, oh Rey, eres rey de reyes; porque el Dios del Cielo te ha dado Reino, poder, fuerza y majestad. Y dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, Él los ha entregado en tu mano, y te ha dado el dominio sobre todo; tú eres aquella cabeza de oro” (vs. 37-38).

Dios reveló que siendo el Creador del Universo, daba poder y autoridad a la “cabeza de oro”: Nabucodonosor y su Reino. Pero el sueño también predijo el fin de ese Reino y el establecimiento de otros subsiguientes: “Y después de ti se levantará otro reino inferior al tuyo; y luego un tercer reino de bronce, el cual dominará sobre toda la Tierra. Y el cuarto reino será fuerte como hierro; y como el hierro desmenuza y rompe todas las cosas, desmenuzará y quebrantará todo” (vs. 39-40).

¿A cuáles imperios se refería este sueño? Respetados especialistas de la Biblia concuerdan en su identidad. La cabeza de oro representaba al Imperio Babilónico desde el año 625 hasta el 539 AC. Este Imperio fue reemplazado desde el año 539 hasta el 330 AC por el Imperio Medopersa, representado por el pecho y los brazos de plata. El vientre y muslos de bronce significan el Imperio Grecomacedonio de Alejandro Magno del año 333 al 31 AC. Las dos piernas de hierro indican el Imperio Romano entre los años de 31 AC y 476 DC.

Resurgimiento futuro

Por último, los diez dedos de los pies, formados de hierro mezclado con barro cocido, representan una restauración futura del Imperio Romano. Los actuales fundadores de la Unión Europea tomaron ese Imperio como su modelo, incluso el actual primer ministro Boris Johnson del Reino Unido, instruido en la antigua literatura clásica de Roma y Grecia, elogió lo mejor del Imperio Romano en su libro titulado: The Dream of Rome [El sueño de Roma]. En palabras de una reseña: “El problema con la Unión Europea, dice en conclusión Boris Johnson… es que no se parece más al Imperio Romano” (Construcción de imperios, The Guardian, 4 de febrero del 2006).

El sueño de Nabucodonosor también reveló que el Imperio Romano renovado sería un fenómeno pasajero. Será reemplazado por lo que podemos llamar un quinto reino: el Reino de Dios. “Estabas mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió a la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y los desmenuzó. Entonces fueron desmenuzados también el hierro, el barro cocido, el bronce, la plata y el oro, y fueron como tamo de las eras del verano, y se los llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra que hirió a la imagen fue hecha un gran monte que llenó toda la Tierra” (vs. 34-35).

¿Qué es esa piedra que golpea a la imagen? “En los días de estos reyes el Dios del Cielo levantará un Reino que no será jamás destruido, ni será el Reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (v. 44).

¿Puede una nación arrepentirse?

Las sociedades del mundo dispuestas a dejar sus malos caminos han sido la excepción en toda la historia. Nínive, ciudad capital de la antigua Asiria, fue una de ellas y aplazó el juicio de Dios. El profeta Jonás se presentó a los ciudadanos de Nínive con esta advertencia divina: “Comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. Y llegó la noticia hasta el Rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza” (Jonás 3:4-6). ¿Puede imaginarse a alguno de los actuales líderes mundiales humillarse en esta forma delante de Dios?

Los asirios reaccionaron ante la advertencia de Jonás. Se arrepintieron de sus malos caminos y Dios quitó de ellos la condena. Esto ocurrió en el siglo octavo AC. Dios conservó a Nínive muchos años e incluso se valió de ella para castigar a Israel y llevar a sus habitantes en cautiverio. Cuando Asiria capturó el “Reino del Norte” (Israel), este quedó perdido en la historia y sus habitantes llegaron a ser conocidos como las “diez tribus perdidas”.

El profeta Isaías aclara con qué propósito se valió Dios de Asiria para castigar a Israel. Isaías transcribe esas palabras de Dios: “Oh Asiria, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira le enviaré, para que quite despojos, y arrebate presa, y lo ponga para ser hollado como lodo de las calles. Aunque él no lo pensará así, ni su corazón lo imaginará de esta manera, sino que su pensamiento será desarraigar y cortar naciones no pocas” (Isaías 10:5-7).

Dios había advertido al Reino de Israel que se arrepintiera, pero el pueblo se negó. En consecuencia, los asirios conquistaron a las diez tribus de la casa de Israel y las llevaron cautivas a Asiria. El cautiverio final de Israel se produjo alrededor del año 721 AC.

Con el tiempo, el alivio que disfrutó Asiria resultó tan pasajero como su espíritu de arrepentimiento. La historia ha sido testigo de la crueldad de esa nación y en el año 612 AC Dios permitió que los medos destruyeran a Nínive.

Dios también había advertido a Judá, pero cuando esa nación persistió en sus pecados, Dios se valió del Reino de Babilonia bajo el rey Nabucodonosor para castigar a la casa de Judá. La mayor parte de los judíos fueron deportados a Babilonia en un período de dos decenios, que culminaron con la destrucción de Jerusalén en el año 586 AC. En su juventud, Daniel y tres de sus amigos se contaron entre los cautivos y más tarde recibieron instrucción en la cultura y literatura de Babilonia. Estos jóvenes conservaron los valores de Dios que habían aprendido en Judá, y fue así como Dios pudo valerse de Daniel para interpretar el sueño de Nabucodonosor… ¡y para transmitir la buena noticia de un Reino que durará para siempre! (Daniel 2:44).

¿Estaremos dispuesto a arrepentirnos?

Aunque nuestra propia nación haga caso omiso de la Palabra de Dios, cada uno de nosotros, como persona, recibirá una gran bendición si cree y actúa conforme a la verdad revelada por Dios, que señala el futuro de las naciones. Para aprender más sobre el auge y caída de las naciones, le invitamos a comunicarse con la oficina regional más cercana (en la página 2 de esta revista) y solicitar un ejemplar gratuito de nuestro folleto informativo Estados Unidos y Gran Bretaña en profecía. Esta publicación revela, con base en la Biblia y en la historia, los orígenes de las naciones occidentales. ¡La profecía bíblica revela cosas que los historiadores, los líderes mundiales y los analistas políticos ignoran!

Si usted continúa leyendo El Mundo de Mañana y estudiando la Biblia, llegará a entender los acontecimientos mundiales a la luz de la profecía bíblica.

El mundo de hoy puede aprender las lecciones de la historia, o puede no aprenderlas. De cualquier manera, usted y yo podemos arrepentirnos como individuos. Y debemos hacerlo. Se acerca el día del juicio divino contra los caminos errados de la humanidad. Las naciones e individuos que se vuelvan hacia Dios serán bendecidos. No se quede usted esperando que su nación cambie. ¡Es el momento de que usted busque a Dios con todo el corazón! [MM]

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