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El verdadero Jesucristo

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¡Hay mucha confusión acerca de Jesucristo! Unos creen que fue solo un predicador influyente del primer siglo. Otros alegan que ni siquiera existió, ¡que no pasa de ser un mito! ¿Quién fue el verdadero Jesucristo? ¿Ha consultado la Biblia para ver lo que realmente dice acerca de Jesús? ¿Qué hizo cuando estuvo en la Tierra, y qué hace por nosotros y nuestro futuro?

Unos dicen que es un simple mito y otros dicen que solo fue un hombre. ¿Quién fue el verdadero Jesucristo? ¿Y qué significan su vida y su mensaje?

Una de tantas modas en la internet es alegar que Jesucristo no existió. Sin embargo, aun la gran mayoría de los escépticos reconocen que los hechos muestran lo contrario. En su libro: ¿Existió Jesús?, el estudioso Bart Ehrman, quien personalmente no cree en el cristianismo; explica el estado actual de las investigaciones en la materia: “La realidad es que, pensemos lo que pensemos de Jesús, no hay duda de que existió… La idea de que Jesús existió la aceptan virtualmente todos los expertos en el planeta” (pág. 4).

Si bien los eruditos ateos generalmente reconocen que el hombre Jesús sí vivió en el primer siglo, que tuvo un ministerio en la provincia romana de Judea, que predicó un mensaje polémico y que fue muerto por hacerlo, eso no responde a la pregunta de ¿quién fue?

¿Quién fue el verdadero Jesucristo? ¿Fue acaso un predicador itinerante como los demás, en torno al cual surgieron algunas leyendas? ¿O fue el Hijo de Dios que vino predicando un mensaje que muy pocos entienden? Aunque usted piense que cree en Jesús, ¡la respuesta puede sorprenderle!

Aproximadamente la tercera parte de los habitantes de la Tierra se dicen cristianos. Aun entre ellos son relativamente muy pocos los que saben qué enseñó Jesús o qué revela la Biblia acerca del verdadero Jesucristo. Él mismo dijo que habría muchos imitadores, a los que llamó “falsos cristos” (Mateo 24:24). El apóstol Pablo advirtió sobre “otro Jesús que el que os hemos predicado … otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio” (2 Corintios 11:4). ¿Conoce usted al verdadero Mesías, al verdadero Jesucristo?

¿Qué revela la Biblia al respecto? ¿Fue Jesús un simple maestro? ¿O fue algo más? En Juan 4, Jesús hablaba con una mujer en el pozo de Jacob cerca de la ciudad de Sicar, en Samaria. Esta mujer se convenció de que su interlocutor era el Mesías prometido, el Cristo, y habló de Él a toda la comunidad, afirmando: “Me dijo todo lo que he hecho” (v. 39). Como resultado, muchos samaritanos vinieron a escuchar a Jesús y lo persuadieron de que permaneciera allí dos días. ¿Qué impresión dejó en ellos Jesús? “Creyeron muchos más por la palabra de Él, y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo” (Juan 4:41-42).

El nombre Jesús significa “Salvador”. ¿Fue Jesús el Salvador del mundo? O mejor preguntemos: ¿Es el Salvador del mundo?” Las profecías cumplidas, el acierto histórico, la preservación del texto y la revelación de los misterios y el sentido de la vida son hechos que respaldan la verdad de que lo es. Pero, ¿cómo llegó a serlo? Él era Emanuel, “Dios con nosotros”, ¡Dios en la carne! ¿De dónde vino? “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).

Este Verbo al que se refiere el apóstol Juan, que se convirtió en Jesucristo en la carne, es el Hijo de Dios (v. 14). Sacrificó su vida en pago por los pecados del mundo, como solamente Él podía hacerlo. Lo vemos representado por el cordero sacrificado. Notemos lo que Juan el Bautista testificó de Él: “El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Fue traicionado por 30 piezas de plata, conforme a la profecía (Zacarías 11:12-13) según la cual, después de entrar en Jerusalén montado en un asno, sería muerto por ser el pastor (Zacarías 9:9; 13:7).

En total hay en el Antiguo Testamento más de 100 profecías que predicen la venida del Mesías. Algunos críticos dicen que Jesús “se las arregló” para que su ministerio cumpliera esas profecías, o dicen que los autores del Nuevo Testamento inventaron los relatos de los Evangelios que demuestran su cumplimiento. Pero habría que preguntar, si centenares de contemporáneos de Jesús, personas que vivían en los días en que Pablo escribió sus cartas y que conocían personalmente a muchos de los que fueron testigos de los hechos (1 Corintios 15:6), ¿se dejarían martirizar por una simple ficción? Siempre habrá escépticos, como los que hoy dudan de los relatos de testigos presenciales sobre las atrocidades de guerra cometidas en la Segunda Guerra Mundial, Kampuchea, Irak y otros lugares; pero Pablo y los demás redactores de las Escrituras se dirigían a sus contemporáneos en momentos en que miles de estos estaban dispuestos a morir bajo las persecuciones por sus creencias, ¡por lo que habían visto y oído de primera mano!

¡Las palabras de las Escrituras sí se pueden creer! Sin embargo, sorprende ver el número de predicadores que nos dicen que creamos… pero nunca que nos arrepintamos. ¡El hecho es que Jesús mismo nos mandó arrepentirnos! Nuestro Salvador le dice a cada ser en la Tierra que se arrepienta y crea. ¿Pretende Dios que los creyentes hagan algo? El apóstol Pedro dice que sí. Estas fueron sus palabras en el día de Pentecostés, cuando se dirigió a la multitud en su sermón inspirado el día que comenzó la Iglesia del Nuevo Testamento: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Miles de personas que lo oyeron reconocieron sus pecados y se bautizaron ese día, recibiendo el don prometido del Espíritu Santo.

Quizás usted sienta el dolor de la culpabilidad y el pecado. Hay una manera de darle un vuelco a la vida. Jesús, el Cordero de Dios, tomó sobre sí los pecados de todos nosotros. Y para reconciliarnos con Dios, debemos creer el verdadero evangelio y responder ante Él. Jesús proclamó: “El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15).

¿Un Jesús revolucionario?

Cuando yo tenía como doce años, empecé a cuestionar lo que me enseñaban en la Iglesia. Empecé a preguntarme si Jesús existía. Entonces pensé: “Leeré lo que sus biógrafos: Mateo, Marcos, Lucas y Juan dijeron de Él”.

Aun a los doce años me asombró lo que encontré, especialmente cuando empecé a leer las bienaventuranzas. Por ejemplo, Jesús dijo: “No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra” (Mateo 5:39). Pensé: “¡Sus enseñanzas son revolucionarias!” Y a mi manera, con la limitación de mis años, cambié mi actitud en la vida, si bien no sería llamado al verdadero arrepentimiento hasta años más tarde.

Muchos han tenido experiencias como la mía. El autor Bruce Barton estaba decepcionado por el falso Jesús que le presentaban en su clase de religión. En su libro El hombre a quien nadie conoce, escribió:

“El pequeño [refiriéndose a sí mismo] levantó la vista a un cuadro colgado en la pared de la clase de religión. Vio a un hombre joven y pálido, de brazos muy delgados y expresión triste. Tenía barba rojiza. Luego el niño miró la pared del otro lado. Allí estaba Daniel, el bueno de Daniel desafiando a los leones. Al pequeño le caía bien Daniel. Le caía bien David, con su honda que disparó una piedra y le dio a Goliat en toda la frente. Y Moisés, con su vara y su gran serpiente de bronce. Estos eran campeones… Pero… ¿Jesús? Jesús era el ‘Cordero de Dios’. El niño no sabía lo que esto significaba, pero sonaba como un corderito tímido e inocente. Un Jesús ‘para niñitas’. Jesús también era ‘manso y humilde’, un ‘varón de dolores, experimentado en quebranto’ (Isaías 53:3). Anduvo tres años diciéndole a la gente lo que debían hacer”.

Yo también, al igual que Barton, recibí un concepto falso de Jesús. Quizás a usted le ha ocurrido lo mismo. Pero si lee la Biblia directamente, se sorprenderá al ver que muchas de las imágenes, conceptos y enseñanzas populares que suelen presentarse como cristianismo, son muy diferentes de las verdades que se encuentran en las Escrituras.

Barton llegó a ver una contradicción entre lo que Jesús predicaba y la falsa imagen que de Él tiene el mundo. Más adelante escribió en estos términos sobre su redescubrimiento del Jesucristo bíblico:

“Cuantos más sermones escuchaba y más libros leía, más intrigado se sentía. Un día decidió borrar de su mente todos los libros y sermones. Y dijo: ‘Leeré lo que dijeron de Jesús las personas que lo conocieron personalmente. Leeré sobre Él como si fuera un personaje histórico nuevo para mí, alguien de quien nunca había oído hablar’. El hombre quedó atónito: ¡Un debilucho físico! ¿De dónde sacaron esa idea? Jesús manejaba la garlopa y cortaba con hacha; era buen carpintero. Dormía al aire libre y pasaba los días caminando cerca de su lago preferido. Era tan musculoso que cuando echó a los cambistas del templo ¡nadie se atrevió a desafiarlo! ¿Aguafiestas? ¡Era el hombre más invitado en Jerusalén! La crítica que le hacía la gente bien era que andaba con publicanos y pecadores… y disfrutaba demasiado de la sociedad. Lo llamaban ‘comilón y bebedor de vino’… Cuando el hombre terminó su lectura, exclamó: ‘Este es un hombre a quien nadie conoce’”.

Verdad oculta

¿Cómo podemos conocer al verdadero Jesús? Algunas de las tradiciones religiosas más difundidas pueden ser engañosas, incluso respecto de algo tan fundamental como su nacimiento. ¿Para qué nació Jesús? Veamos lo que profetizó un ángel a María: “Concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su Reino no tendrá fin” (Lucas 1:31-33).

¡El mensaje de Jesús tenía que ver con el Reino de Dios en la Tierra! Va a regresar como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 17:14; 19:16). Se sentará en el trono de David y gobernará todas las naciones. De Él escribió Isaías: “Lo dilatado de su Imperio y la paz no tendrán límite” (Isaías 9:7). Esta es una gran noticia y todos debemos rogar, como nos enseñó Jesús: “¡Venga tu Reino!”

¿Cuándo nació Jesús? ¿Fue acaso en diciembre, en el día de navidad? Para algunos será sorpresa saber que no, y que de eso podemos estar seguros. Notemos en qué época del año se anunció su nacimiento a los pastores: “Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño” (Lucas 2:8). La mayoría de los conocedores de la Biblia reconocen francamente que en diciembre no había pastores en los campos. La temporada de frío y lluvia comenzaba mucho antes del 25 de diciembre. Jesús probablemente nació hacia finales de septiembre o comienzos de octubre, como lo reconocen la mayor parte de los estudiosos serios de la Biblia.

¿Por qué aceptamos tradiciones y enseñanzas sin antes verificarlas? ¡Algunos de los conceptos e ideas que tenemos contradicen la Biblia! ¡Jesús jamás celebró su cumpleaños y tampoco lo hicieron los apóstoles! La Enciclopedia Británica dice lo siguiente en su decimoquinta edición, artículo: “Navidad”: “Según un almanaque romano, la fiesta cristiana de la natividad ya se celebraba en Roma en el año 336 DC”. Veamos también lo siguiente en su artículo: “Cristianismo”: “Los Padres de los siglos II y III, como Clemente de Alejandría, Orígenes y Epifanio, sostenían que la navidad era copiada de una celebración pagana”.

Cuando leemos el libro de los Hechos, vemos que la Iglesia apostólica del primer siglo, que es la Iglesia del Nuevo Testamento, jamás guardó la navidad o nacimiento de Cristo. La verdadera Iglesia apostólica del primer siglo guardaba las fiestas bíblicas, que son la Pascua del Nuevo Testamento, los días de Panes Sin Levadura, Pentecostés, la Fiesta de las Trompetas, el día de Expiación, la Fiesta de los Tabernáculos y el Último Gran Día. Las Escrituras dejan constancia clara de que Jesucristo guardó el Último Gran Día de la Fiesta, ya que a este día se refería el apóstol Juan cuando escribió: “En el Último y Gran Día de la Fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38).

¿Acaso el cristianismo tradicional está siguiendo los pasos de Jesús tal como nos dice el apóstol Pedro que hagamos? (1 Pedro 2:21). ¿Está guardando el séptimo día de la semana, es decir el sábado, como lo hacía Jesús? Cristo afirmó que “el Hijo del hombre también es Señor del sábado” (Marcos 2:28, Bíblia de Jerusalén). Como sabemos por Génesis 2:3, Dios santificó el sábado en la semana de la creación. ¿Y para quién hizo el sábado? Jesús dijo: “El sábado fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado” (Marcos 2:27, RV 1995). El sábado se instituyó para toda la humanidad como día de reposo o descanso, y como recuerdo de la gran obra de creación divina. Recordemos que Dios creó todas las cosas, incluido el día sábado, por medio de Jesucristo (Efesios 3:9; Colosenses 1:16).

El Jesús histórico

El historiador judío Josefo hace referencia al apóstol Santiago, hermano de Jesús y autor del libro que lleva su nombre en el Nuevo Testamento. En el primer siglo de nuestra era, Josefo escribió lo siguiente: “Festo había fallecido y Albino todavía estaba en camino, [entonces Anán] reunió el Sanedrín. Llamó a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo, y con él hizo comparecer a varios otros. Los acusó de ser infractores de la ley y los condenó a ser apedreados” (Antigüedades de los judíos, Libro. 20, cap. 9, sec. 1).

Hay pruebas históricas de la existencia de Jesucristo. Es extraño que algunos acepten el testimonio de un historiador como Josefo, pero no el de testigos presenciales que fueron contemporáneos de Jesús. Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron y testificaron sobre los milagros y enseñanzas de nuestro Salvador. El apóstol Juan escribió que él y los demás apóstoles no solo escucharon a Jesús, sino que lo vieron y lo tocaron (1 Juan 1:1-2). Después de la resurrección Jesús le dijo a Tomás, quien dudó de lo que estaba viendo, que metiera su mano en la herida: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). ¿Cuál fue la respuesta de Tomás?: “Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28).

Jesucristo murió y resucitó. Hoy vive. Si no fuera así, nosotros permaneceríamos en nuestros pecados y nuestra fe sería inútil (1 Corintios 15:16-17). Pero, como bien lo explica el apóstol Pablo, ¡hay buenas noticias!: “Ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos” (vs. 20-21).

¿Quién fue Jesús? Pero la pregunta debe ser: ¿Quién es Jesús? ¡Jesús es nuestro Salvador viviente! Es nuestro Sumo Sacerdote, tal como lo explica el apóstol Pablo (Hebreos 3:1; 4:14). Está a la diestra de Dios en el Cielo, donde “intercede por nosotros” (Romanos 8:34). Pronto regresará a la Tierra como Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16), ¡para establecer el Reino de Dios y traer paz al mundo! ¿Estaremos preparados para su regreso? ¿Aceptaremos su sacrificio, nos arrepentiremos y llevaremos una vida de obediencia? Agradezcamos a Dios porque la Biblia revela al verdadero Jesucristo: ¡El Salvador del mundo, lleno de amor y de vida! [MM]

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