Marta: ¿Discípula distraída? Parte 2 | El Mundo de Mañana

Marta: ¿Discípula distraída? Parte 2

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Todos cometemos errores, pero nadie quiere ser recordado solo por sus errores. Marta no es la excepción. Esto nos recuerda el viejo adagio: "vive y aprende". En el artículo del 2 de mayo de 2018 "De Mujer a mujer”: “Marta: ¿Discípula distraída?", leemos que Marta se distrae con las responsabilidades de ser hospitalaria en el primer siglo de la cultura judía. Además de ser mujer, también era una ama de casa que estaba siguiendo las tradiciones de la hospitalidad que se practicaba en esa época, pero Jesús le mostró que la comida espiritual que Él tenía para ofrecer era más importante que la comida física que ella estaba preparando.

Este relato de Marta y su comunicación con Jesús se encuentra en Lucas 10: 38-42. Los últimos dos versículos concluyen con la exhortación de Jesús a Marta: "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada." ¿No le gustaría saber qué pasó después? Yo quisiera pensar que Marta dejó su cuchara, se quitó el delantal y se sentó a los pies de Jesús al lado de su hermana María. Lucas no da más información pero si tenemos, como dice Paul Harvey, un famoso comentarista de radio: "El resto de la historia” en el evangelio de Juan.

La próxima ocasión que se menciona a Marta y su hermana María está en Juan 11, donde enviaron un mensaje a Jesús notificándole que su hermano Lázaro estaba enfermo. No hay duda de que estos hermanos tenían una relación cercana con Jesús, porque Juan escribe: "Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro." (v. 5). Es de destacar que Marta es nombrada primero. Jesús espera intencionalmente dos días antes de partir hacia Betania, y cuando llega, Lázaro había muerto y hacía cuatro días que estaba en la tumba. Marta salió a su encuentro y le dijo: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará". Cuando Jesús le aseguró a Marta que su hermano resucitaría, ella respondió: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero" (vs. 20-24). Aquí, Marta no es una mujer distraída; ella se muestra como una mujer de fe y una discípula erudita.

¡Lo que sigue es extraordinario! Jesús hace una revelación a Marta: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente" (vs. 25-26). Teniendo en cuenta los derechos limitados de las mujeres en ese tiempo, y que los líderes religiosos las pasaban por alto con frecuencia, la revelación doctrinal que Cristo hace a Marta es revolucionaria. Jesús luego le pregunta a Marta: "¿Crees esto?", a lo que ella responde: "Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo" (vs. 25-27). Si esta respuesta suena familiar, es porque Pedro también hizo una proclamación de que Jesús era el Mesías, que se encuentra en los tres evangelios sinópticos (Mateo 16:15, 16, Marcos 8:27-29, Lucas 9: 8-20). De las declaraciones registradas conocidas en los Evangelios de que Jesús es el Cristo, es significativo notar que una fue hecha por una mujer.

Jesús usó la muerte de Lázaro y su regreso a la vida como telón de fondo para elaborar la verdad sobre la muerte, la resurrección y la vida eterna, y su identidad (la de Cristo) como el Mesías. El agente para hacer esta revelación fue Marta. Esta es una evidencia de que una mujer era merecedora de recibir esta verdad y que también era capaz de entender las cosas espirituales. Así que este es "El resto de la historia": la mujer distraída en el evangelio de Lucas se convierte en una discípula y con la capacidad de hablar coherentemente con fe firme cuando la vemos nuevamente en el evangelio de Juan. No permitamos que los pequeños detalles de la vida interfieran en nuestras oportunidades de crecimiento espiritual. Como mujeres, a menudo nos encontramos en roles de servicio, pero debemos tener cuidado de no permitir que estas responsabilidades desplacen nuestra vocación principal del llamamiento como discípulas de Cristo.