Reseñas de Canadá: Esperanza de un mundo nuevo | El Mundo de Mañana

Reseñas de Canadá: Esperanza de un mundo nuevo

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Era el año 1773, y un barco cruzaba el Atlántico con 189 pasajeros en busca de una vida mejor. Un viaje que se suponía duraría solo seis semanas, tomó casi doce; y con las condiciones de vida insalubres y hacinadas en el barco, 18 niños fueron sepultados en el mar. Cuando los acosados colonos finalmente llegaron a su destino, no encontraron las grandes tierras costeras de cultivo, ni los suministros para un año que les habían prometido. La costa y el interior estaban cubiertas de bosque primario, que podrían tardar años en ser despejados y convertidos en adecuadas tierras de cultivo; y los materiales básicos para vivienda, así como lo mínimo para la alimentación prometida y el equipo necesario, simplemente no estaban allí.

Fácilmente podríamos imaginar cuán desesperada puede ser una situación así, con todo, fue un escenario repetidas veces ocurrido en la historia. ¿Qué podemos aprender de personas como esas, que dejaron todo atrás en busca de un futuro mejor?

Costas desconocidas

El nombre del barco era Héctor y los pasajeros venían de las Tierras Altas de Escocia. En su tierra natal, habían sufrido cada vez más dificultades por los cambios en las granjas y las prácticas agrícolas, respecto de las nuevas gestiones en las tierras de cultivo. A mediados y finales del siglo 18, los terratenientes escoceses recibían autorizaciones para cambiar los procesos agrícolas y así aumentar sus ganancias y liquidar las deudas. En muchos casos, los arrendatarios de esas tierras fueron desalojados de las propiedades que sus familias habían ocupado durante siglos, y se reasentaban en propiedades más pequeñas. Serios agravios que generaron graves problemas económicos.

Del otro lado del Atlántico, empresarios norteamericanos empleaban oficiales de reclutamiento, que tenían la tarea de encontrar participantes dispuestos a emigrar a varios lugares de las trece colonias, que luego declararon su independencia como los Estados Unidos de América, y lo que se convirtió en Canadá. Entre 1763 y 1775, aproximadamente 21.000 escoceses emigraron a Norte América, y la mayoría se asentó en las trece colonias (J. M. Bumsted, 1770-1815, Acadiensis, 1981, vol. 10, No. 2, pág. 65). Sin embargo, muchos, como los pasajeros del Héctor, prefirieron la región menos poblada de las Marinas, y se establecieron en Pictou, en lo que ahora es Nueva Escocia, una comunidad declarada: El lugar de nacimiento de Nueva Escocia.

Aunque los reclutadores los habían engañado sobre las condiciones del Nuevo Mundo, en vez de regresar a su tierra natal, la mayoría de los pasajeros del Héctor optaron por afrontar las dificultades de construir una nueva vida en Pictou. La esperanza por el futuro en el Nuevo Mundo superó sus previsibles luchas.

La mayoría de los estadounidenses están familiarizados con el Mayflower, que en 1620 trajo a más de cien colonos a la costa del actual estado de Massachusetts, como la primera de muchas oleadas de inmigrantes. Nueva Inglaterra fue establecida y desarrollada por colonos que, en Europa, habían sufrido dificultades como el hambre, la pobreza y los malos gobiernos. Tenían la esperanza de que en su nuevo hogar pudieran corregir los errores de la sociedad que habían dejado atrás.

En la misma forma, los colonos que navegaron en el Héctor fueron la primera oleada de inmigrantes escoceses en establecerse y desarrollar Nova Scotia, en latín por “Nueva Escocia”. Si observamos antiguos mapas de la región, veremos: Terranova, Nueva Escocia y Nueva Inglaterra; sin mencionar las tierras cada vez más pequeñas de Nueva Francia. Todos estos territorios representaban los esfuerzos de personas que, para bien o para mal, buscaban un mundo nuevo y mejor.

Un legado de las dificultades

Las personas que están establecidas, seguras, asentadas y contentas donde viven tienen pocos incentivos para emigrar; pero la guerra, la pobreza, el hambre y las enfermedades pueden motivar a las personas, familias y, en algunos casos, comunidades enteras, a que se desarraiguen y se reubiquen. Algunas estimaciones sugieren que en 1870, más de 170.000 colonos gaélicos emigraron al Este de Canadá. En la actualidad, aproximadamente cinco millones de canadienses afirman tener herencia escocesa (Scottish Canadians, The Canadian Encyclopedia, 27 de agosto del 2013). En palabras de Ken McGoogan, autor del libro: Cómo inventaron los escoceses el Canadá: “No importa adónde ingrese a la historia de Canadá, mediante la exploración, la política, los negocios, la educación o la literatura; encontrará que los escoceses y sus descendientes desempeñan un papel principal” (Scotsman.com, 25 de abril del 2016).

Catorce de los 23 primeros ministros de Canadá, incluido su actual primer ministro, Justin Trudeau, pueden rastrear al menos parte de su ascendencia hasta Escocia. “Los escoceses dominaron el comercio de pieles y de madera, la banca y la gestión ferroviaria”. Los inmigrantes escoceses dieron forma a su nueva nación de muchas maneras: “El Banco de Montreal (1818), y el Canadian Pacific Railway (1881); también son exitosos negocios que fueron creados por empresarios escoceses. Casi el 50 por ciento de los líderes industriales de la nación, desde la década de 1880, eran de reciente origen escocés” (The Canadian Encyclopedia).

Los inmigrantes escoceses que navegaron en el Héctor hacia Pictou, Nueva Escocia, vivieron pruebas y sufrimientos por las promesas y la esperanza de un futuro mejor, y una mejor forma de vida. Esas promesas fueron tristemente traicionadas, e incluso los seres humanos más decididos y trabajadores no podrían realmente asegurar que sus descendientes vivirían en paz y prosperidad. Pero las promesas de un futuro mejor, una sociedad justa y libre, donde definitivamente no habrá dolor ni sufrimiento, están declaradas en la Biblia.

Esperanzas que no serán traicionadas

Los migrantes y las causas de migración han dado forma a nuestro mundo durante milenios; pero todos los asentamientos, colonias y países establecidos tienen una pregunta en común: ¿Cuál es la mejor manera de gobernar al hombre? Con el tiempo, y a pesar de todos los mejores esfuerzos para instituir leyes justas, promover la paz y garantizar la estabilidad; somos dirigidos por hombres falibles y, a menudo corruptos, que traen a los nuevos mundos las mismas fallas de los viejos. Cada nación que existe sufre en varios grados por un gobierno injusto, e independientemente de los esfuerzos políticos para lograr un nuevo orden mundial, o cualquier otro sistema de liderazgo, la única solución a nuestra lucha mundial será el regreso de Jesucristo. Los discípulos que son guiados por Dios, están esperando que venga el mundo de mañana, y tienen la esperanza de un futuro donde las soluciones reales finalmente acabarán con las fallas de este tiempo presente. El apóstol Pedro elogió esta esperanza cuando escribió: “Nosotros esperamos, según sus promesas, Cielos nuevos y Tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 Pedro 3:13).

Afortunadamente, las dificultades que experimentemos, junto con las pruebas o persecuciones que podríamos afrontar bajo un gobierno injusto, son temporales. El apóstol Pablo comparó nuestras luchas en la vida con la esperanza que se nos da en la Palabra de Dios, al escribir: “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse… Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8:18, 24-25).

Hay una esperanza para el futuro, y las promesas de Dios son seguras. A medida que se desvanece la esperanza en todo lo demás, perseveremos hacia el venidero Reino de Dios, que corregirá para siempre los errores del mundo actual.