Las obras de sus manos - Vuelo al oído | El Mundo de Mañana

Las obras de sus manos - Vuelo al oído

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Cuando pensamos en el oído, por lo general se nos viene a la mente la asombrosa capacidad de captación que tienen estos órganos. ¿Qué otros milagros de diseño se encierran en este pequeñísimo espacio dentro del cráneo? ¿Y qué semejanza presentan con la influencia estabilizadora de las leyes divinas?

Muy dentro de la cabeza, cubierta por la pieza de cartílago y piel que llamamos oreja, tenemos todo un sistema de navegación. No nos dirá cómo llegar al supermercado en el otro extremo de la ciudad, pero sí nos dice qué lado es arriba. La capacidad que tiene el cerebro de percibir la posición y el movimiento se logra gracias a varios sistemas, entre ellos, la consciencia del horizonte que viene de los ojos, el estiramiento de los nervios que vienen del tejido conjuntivo y las articulaciones; y hasta el tacto y la presión que vienen de la piel.

El sistema de navegación interno, que se manifiesta en toda hazaña de destreza y atletismo, da al cuerpo sano un extraordinario equilibrio y consciencia de la posición. Ya sea exhibido por el admirado atleta profesional, o por las funciones diarias de la vida común, los seres humanos fuimos diseñados para saber “qué está pasando”.

Un delicado equilibrio

La detección de los diferentes movimientos giratorios se debe a los conductos semicirculares. Estos miden menos de 25 milímetros de diámetro cada uno, y juntos forman el sistema vestibular. Los conductos, que recuerdan los túneles cavados por un gusanito al roer el interior de una manzana, se encuentran muy adentro del hueso del cráneo. Están llenos de un líquido espeso y transparente llamado endolinfa, que ondea entre las cavidades de la cabeza. Dentro de una sección de los conductos semicirculares, llamada la ampolla, unas estructuras como vellos responden a ese movimiento como la hierba que ondula en el viento.

Las vellosidades se hunden en un nervio especial llamado el nervio vestibulococlear, que está dispuesto específicamente para llevar señales al tallo cerebral, donde la información se retransmite a ciertas áreas precisas del cerebro. En estas áreas se integra la información que llega sobre la posición y movimiento del cuerpo, para producir el control muscular de cuerpo y ojos; ajustes en la circulación y respiración, reflejos protectores y hasta emociones y pensamiento concreto en toma de decisiones. El flujo de información y comunicación que ocurre cuando simplemente damos la vuelta en la cama ¡es de un diseño impresionante!

Los tres conductos semicirculares están dispuestos en tres planos, formando ángulos rectos entre sí, y esto nos permite detectar el movimiento en nuestro mundo tridimensional. Otra complejidad de la ubicación de estas estructuras, es su orientación precisa para abarcar todos los movimientos entre la izquierda y la derecha. El cerebro da sentido a las vueltas y torsiones de un gimnasta olímpico, y a las pataletas de un niño, en algunos casos silenciando automáticamente las señales que vienen de conductos opuestos. Si nos paramos y giramos en círculo sobre un eje vertical, la percepción de este movimiento corresponde a uno de los conductos semicirculares. Otro conducto nos permite dar una vuelta de carnera perfecta sin golpear los muebles. El tercer conducto semicircular nos permite realizar un movimiento hacia adelante o atrás, como una voltereta… o si tenemos inclinaciones menos atléticas, nos permite simplemente asentir con la cabeza sin desorientarnos.

Es interesante notar que la colocación de los conductos semicirculares, les permite integrar la información que reciben con la información visual proveniente de los ojos. El cerebro cumple la labor constante de reconciliar la información de estos conductos con aquello que están viendo los ojos. De este modo, el cerebro puede seguir fijamente un punto de enfoque con los ojos, algo así como un mecanismo de puntería sobre misiles. El cerebro humano, al igual que una enorme torre de control de vuelos, monitorea incontables datos sobre posición y movimiento que provienen de todas partes del cuerpo, reconciliando sus diversas fuentes en todo momento, a fin de generar un cuadro correcto de la postura, posición y movimiento del cuerpo.

Una prueba fantástica de los límites del sistema vestibular, sería el descenso preciso de un campeón de zambullidas, que da giros y vueltas sin ningún temor. Estos mismos sentidos de la navegación sirven al piloto que guía un avión a toda velocidad. Si bien los aviones modernos están dotados de tecnología de vuelo muy compleja, los aviones más pequeños, no comerciales, siguen guiándose por la vista y sus pilotos se orientan con señales como montañas, carreteras y ríos. Así, conducen el vuelo con la guía proveniente del sistema vestibular, que les permite mantener la orientación correcta de la aeronave.

Control de vuelo espiritual

Por grande que sea la perfección con que nos hizo Dios, nuestro cuerpo físico tiene limitaciones. El sistema vestibular, y aun la mente y el corazón, pueden errar al guiarnos entre las tormentas de la vida. El salmista dice: “Mi carne y mi corazón desfallecen” (Salmos 73:26). No dice que pueden desfallecer, sino que ya sabe de antemano: van a desfallecer. Siendo jóvenes, confiamos ingenuamente en nuestras propias percepciones, pero los estragos y errores de la vida nos sirven para ver nuestra flaqueza. Por bien diseñados que seamos, en situaciones de presión y tensión se pueden distorsionar de la realidad, tanto nuestro juicio como nuestra percepción.

De igual manera, cuando un piloto vuela sin instrumentos y con visibilidad limitada, puede sufrir ilusiones vestibulares que hacen peligrar a piloto y pasajeros por igual. Un peligro de este tipo es la llamada espiral de cementerio. En esta peligrosísima ilusión, un giro se detecta primero en los conductos semicirculares. Luego, cuando la endolinfa deja de formar ondas en esos conductos, pueden cesar las señales de movimiento, y cuando el piloto aplica un timón en dirección opuesta para detener el giro, la frenada abrupta hace mover la endolinfa en dirección contraria, y esto produce la ilusión de un giro en la dirección contraria. Si la visibilidad es baja, puede ocurrir un error mortal en ese momento: el piloto que aplica el timón para detener lo que percibe como un giro, puede accidentalmente hacer que el avión vuelva a su giro inicial.

La corrección excesiva y progresiva va produciendo un giro cada vez más cerrado, a la vez que acelera el descenso hacia el suelo. Según la agencia CBS News, este fenómeno probablemente fue lo que ocurrió el 28 de diciembre del 2019 en Lafayette, Luisiana. Poco después del despegue en condiciones meteorológicas de baja visibilidad, el piloto aplicó demasiada corrección, y el avión entró en un giro que lo llevó a estrellarse contra el suelo. Había seis pasajeros a bordo, entre ellos una madre y su hijo adolescente que iban a un partido universitario de fútbol americano. Una sola persona sobrevivió al trágico accidente.

A veces nos llegan tormentas de incertidumbre cuando la supervivencia está totalmente fuera de nuestras manos. En esos momentos tenemos que confiar en lo que es seguro e inquebrantable. El salmista responde a su propia incertidumbre confiando en lo que es seguro: “Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la Roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”. Podemos orientar nuestra vida por Dios como una Roca que nunca falla. Uno de sus elementos ciertos e inquebrantables es la ley. Dios revela que “la ley del Eterno es perfecta, que convierte el alma. El testimonio del Eterno es fiel, que hace sabio al sencillo” (Salmos 19:7). Los estatutos divinos señalan un camino lleno de duradera alegría. Es el camino que sus elegidos recorrerán por toda la eternidad.

No siempre podemos volar al ojo. Ni siquiera podemos volar por los maravillosos conductos semicirculares diseñados y puestos en la parte ósea debajo de los oídos. Pero cuando nuestro mundo se sacude, como inevitablemente sucede, y nuestra carne y corazón nos fallan, podemos volvernos a lo que es seguro e inamovible: Dios y sus leyes. Quizá parezca que el mundo está en una espiral de cementerio. Entonces, para dar una nueva mirada a los instrumentos que pueden guiar y dirigir a todo ser humano hacia un camino seguro y estable, solicite un ejemplar de nuestro folleto gratuito: Los diez mandamientos, enviándonos un correo a [email protected], o puede leerlo en línea en nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org

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