¡Miremos hacia Dios! | El Mundo de Mañana

¡Miremos hacia Dios!

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Los acontecimientos se están presentando más rápidamente que nunca hacia la segunda venida de Jesucristo. Muy pronto estará aquí en la Tierra como Rey de reyes. ¡De este hecho podemos alegrarnos! Como bien debemos saberlo, siempre se pone más oscuro cuando va a amanecer.

Cuando entendemos el propósito de Dios para intervenir con las naciones de este mundo, no nos vamos a llenar de ansiedad o desánimo, aunque en derredor nuestro pueda haber tristeza y desesperación. Después de referirse a las guerras terribles, hambre, epidemias y grandes terremotos que azotarán a la generación del tiempo de fin, dijo Jesús: "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca" (Lucas 21:28).

Nuestros ojos deben "mirar" hacia Dios y al Cristo viviente a su diestra, entendiendo cómo y por qué están planeando y organizando los acontecimientos mundiales que llevarán hacia el Reino de Dios sobre esta Tierra. Como cristianos, continuamente debemos crecer "en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18). Conforme crecemos vamos a ir recibiendo cada vez más la mente de Cristo (Filipenses 2:5). Tendremos cada vez mayor capacidad para ver las cosas desde el punto de vista de nuestro Salvador, quien está sentado a la diestra del Padre.

En este momento la humanidad cuenta con armas de destrucción masiva que podrían borrar la vida de todo el planeta. De no ser por Dios, esas armas podrían ser utilizadas. Por lo tanto debemos clamar a Dios conjuntamente con el rey David de Israel: "Levántate, oh Eterno; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las naciones delante de ti. Pon, oh Eterno, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres" (Salmos 9:19-20).

De hecho, el "temor" reverente a Dios, el profundo respeto y adoración hacia el grandioso Ser que creó y ahora gobierna sobre el Cielo y la Tierra, es la mayor fuente de sabiduría, fe y valor. Como leemos en Proverbios 9:10: "El temor del Eterno es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia". El rey David también fue inspirado a escribir: "El Eterno será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Eterno, no desamparaste a los que te buscaron" (Salmos 9:9-10). Si realmente sabemos el nombre de Dios: Su gran amor, sabiduría, poder y misericordia; tendremos tanta paz mental incomprensible para la gente carnal de este mundo. Aun siendo prisionero en cadenas, en constante peligro de ser torturado o ejecutado, el apóstol Pabló exhortó: "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:4-7).

¿Regocijarnos?

¿En cadenas y custodiado por soldados romanos? ¡Sí! Porque Dios era absolutamente "real" para el apóstol Pablo. Como lo hacía Jesús mientras estuvo en la carne, y lo hacían todos los siervos fieles de Dios durante las edades, Pablo oraba a Dios por la mañana y por la noche, estudiaba o meditaba continuamente sobre la Palabra de Dios y su voluntad; en comunión con Dios, caminó y habló con Dios he hizo de Dios el verdadero centro de todo su ser. De esta forma, con cada año que pasaba, Pablo aprendía más y más cómo mirar las cosas desde el punto de vista de Dios. Aprendió a ver la sabiduría y el propósito de Dios al permitir, y a veces aun organizar, acontecimientos en la Tierra dirigidos hacia el cumplimiento de todo su plan para la humanidad.

Recordemos que no fue un accidente cuando el antiguo rey Nabucodonosor invadió y conquistó Judá. "Tiempo y ocasión" (Eclesiastés 9:11) no fue casualidad. Porque Dios continuamente había advertido al pueblo de Judá que se arrepintiera y regresara a Él. Pero no lo hacían. Entonces Dios se sirvió del rey Nabucodonosor como una herramienta en sus manos para invadir y conquistar a Judá. ¡Como instrumento de Dios para el castigo y humillación que llevaran a Judá al verdadero arrepentimiento! Observemos cuidadosamente el mensaje que Dios envió a Judá por medio del profeta Jeremías: "Así ha dicho el Eterno de los ejércitos: Por cuanto no habéis oído mis palabras, he aquí enviaré y tomaré a todas las tribus del Norte, dice el Eterno, y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus moradores, y contra todas estas naciones en derredor; y los destruiré, y los pondré por escarnio y por burla y en desolación perpetua" (Jeremías 25:8-9).

Por lo tanto, cuando veamos fuerzas enemigas iniciar la invasión o conquista de nuestras naciones; no debemos horrorizarnos, confundirnos o desanimarnos. Ustedes que han leído y entendido los artículos proféticos de esta revista, indudablemente se darán cuenta de que se acerca el momento cuando el gran Dios intervendrá y con gran poder castigará a los pueblos, ¡a menos que se arrepientan y regresen a su camino verdadero!

Aun durante las mayores pruebas, los verdaderos hijos de Dios comprenderán que "Dios es amor" (1 Juan 4:16). Sabrán que Dios trae las pruebas para nuestro bien. Estudiando fervientemente la Palabra de Dios y "bebiendo" más y más de la "mente" de Dios, el pueblo de Dios se dará cuenta en los años venideros que Dios está interviniendo para traer castigo correctivo a los pueblos por causa de su gran amor; y a fin de enseñar sus lecciones para toda la eternidad que ellos no están dispuestos a aprender de otra forma. Los verdaderos cristianos comprenden muy bien lo que el gran Dios dice: "Yo el Eterno no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos" (Malaquías 3:6). En la actualidad Dios está haciendo una severa advertencia como la hizo a la antigua Judá sobre el cautiverio en Babilonia.

Recordemos lo que Dios les dijo a los judíos en cautiverio: "Así dijo el Eterno: Cuando en Babilonia se cumplan los setenta años, yo os visitaré, y despertaré sobre vosotros mi buena palabra, para haceros volver a este lugar. Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Eterno, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré" (Jeremías 29:10-12).

Cuando las nubes tormentosas se junten, y la oscuridad cubra nuestras naciones, debemos recordar, como dijo Jeremías a Judá, que Dios quiere darnos "el fin que esperáis". Debemos saber que cuando nuestro pueblo finalmente se vuelva a Dios "de todo su corazón" (2 Crónicas 6:14). Él lo liberará del cautiverio y bendecirá a nuestro pueblo como nunca antes los ha bendecido.

El Eterno Dios nos dice: "He aquí vienen días, dice el Eterno, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice el Eterno. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Eterno: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Eterno; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice el Eterno; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" (Jeremías 31:31-34). En ese tiempo no habrá falsos ministros enseñando que la santa ley de Dios fue "clavada en la cruz" o "eliminada". Todo ser humano finalmente aprenderá a vivir por cada uno de los diez mandamientos como un camino de vida. Entonces habrá auténtica paz y desbordante alegría por toda la Tierra.

Por inspiración divina nos dice David: "Como la altura de los Cielos sobre la Tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el Oriente del Occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Eterno de los que le temen. Porque Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo" (Salmos 103:11-14). Cuando lleguemos a entregarnos a este gran Dios como nuestro Padre, cuando lleguemos realmente a "conocerlo" por medio de Jesucristo viviendo en nosotros, entonces podremos llegar a mirarlo directamente y a comprender profundamente que la Fuente absoluta del amor y del bien realmente "gobierna". Cuando lleguemos a adquirir esta plena convicción: "La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará [nuestros] corazones y [nuestros] pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:7).

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