¿Ha aumentado el odio? | El Mundo de Mañana

¿Ha aumentado el odio?

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¿Le parece que el odio y la división en la sociedad han aumentado a niveles inquietantes en los últimos años? Vemos odio y actitudes de odio no sólo en los conflictos y guerras entre naciones, sino también en la política, en la retórica, en la censura y en los coros crueles de manifestantes enojados. ¿Se ha enfriado verdaderamente el “amor de muchos”, como predijo Jesucristo en la Biblia hace mucho tiempo?

El odio se propaga como un incendio forestal, alimentado y fomentado por discursos y escritos llenos de ira que abogan por perpetrar los peores comportamientos humanos contra otros humanos. Los discursos de odio, las manifestaciones violentas y los crímenes de odio parecen estar aumentando en todo el mundo.

Los grupos nacionales, tribales, étnicos, religiosos, ideológicos y raciales sufren el odio de otros que no pertenecen a su grupo. Insultos, epítetos, amenazas de violencia por presuntos delitos y crímenes, todo se lanza menospreciando a aquellos a quienes se odia, y se expulsa con furiosa pasión. Los símbolos del grupo en el blanco son difamados y profanados, las banderas son quemadas y pisoteadas, las efigies son tratadas ignominiosamente, y todo surge del odio de un grupo u otro. Mientras tanto, la sociedad debate si el “derecho a la libertad de expresión” debe mantenerse a costa de marginar al grupo en la mira que sufre discriminación y demonización.

Durante miles de años, el odio ha alimentado conflictos y guerras. La historia secular registra este odio, y la Biblia confirma que ha existido desde tiempos patriarcales y que persistirá hasta el fin de los tiempos.

Los profetas de Dios sufrieron el odio de la gente por comunicar su mensaje. Jesucristo entregó el mensaje de las buenas nuevas de su reino venidero y de una nueva forma de vida, por lo que sufrió odio y finalmente la muerte. Su mensaje fue, y sigue siendo, de claridad moral, a diferencia de los mensajes moralmente confusos que escuchamos hoy de tantas personas. Incluso el concepto de claridad moral está siendo atacado y redefinido por quienes quieren descartar las verdades sobre la familia, el matrimonio, la sexualidad y el género tan claramente expuestos en la Biblia. Lo que era bueno ahora se llama malo, y lo que era malo ahora se llama bueno (Isaías 5:20).

Sí, encontrar claridad moral hoy en día es difícil, a menos que leamos la Biblia. Dios determina lo que es bueno y lo que es malo, aunque la humanidad, desde nuestros primeros padres en el Jardín del Edén, ha tratado de determinar por sí misma lo qué es bueno y malo (Génesis 3).

Jesús habló claramente sobre el tema del odio. Él dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” (Mateo 5:44).

La carta del apóstol Pablo a Tito explica que los verdaderos cristianos, antes de ser llamados, “también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” (Tito 3:3). Y explica la diferencia entre su conducta anterior y su conducta después de recibir el Espíritu Santo.

El apóstol Juan también explica que el que aborrece a su hermano está en tinieblas (1 Juan 2:9, 11). Explica que “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y … ningún homicida tiene vida eterna permanente en Él” (1 Juan 3:15). Y que “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso” (1 Juan 4:20).

Antes de las cartas de Juan, Jesucristo mismo dijo: “Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros” (Juan 15:18). Pero también dijo: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre” (Lucas 6:22). Finalmente explicó “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Juan 17:14).

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