Confusión de rostro

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Para cualquiera que observe atentamente el panorama mundial actual, una corriente de desvergüenza se hace evidente rápidamente. Se ve en todas partes: en las intrigas políticas, las películas, la música popular y, dado que vivimos en la "Era de la Información", en la "blogosfera", donde cualquiera puede expresar sus puntos de vista, quejas y opiniones sin reservas. Y esta cultura se vuelve cada vez más inquietante.

El lenguaje soez, el contenido indecente, los comentarios irreverentes y el sarcasmo dominan el discurso. Al caminar por un centro comercial, se puede escuchar a jóvenes, tanto chicas como chicos, usar un lenguaje que escandaliza a los ancianos. Incluso los presentadores y comentaristas profesionales de los noticieros de 24 horas en televisión por cable y satélite a menudo utilizan palabras y expresiones groseras y con connotaciones sexuales. Sus opiniones y evaluaciones públicas sobre los demás son irrespetuosas e incluso profanas.

La modestia parece haber desaparecido en la vestimenta y la moda. Vemos pantalones rotos, blusas reveladoras, hombros descubiertos, escotes pronunciados y pantalones de yoga que no dejan nada a la imaginación. Los estilos cambian y las modas van y vienen, pero el buen gusto nunca debería pasar de moda.

Los estilos de vida inmoral de muchas personas ricas y famosas del cine, la televisión, los deportes profesionales e incluso políticos prominentes son un sórdido cúmulo de infidelidad, indecencia e inestabilidad, todo lo cual se exhibe en las redes sociales ante millones de espectadores que a menudo imitan su comportamiento aberrante.

Comportamientos perversos, que fueron tabú durante milenios, se imponen a la sociedad como "estilos de vida" aceptables de una manera asombrosa. Los programas escolares de primaria enseñan que estas perversiones son normales, incluso animando a los niños y a preadolescentes a "elegir" un género diferente al que les corresponde por naturaleza. Algunos estados incluso prohíben la terapia para ayudar a quienes tienen confusión de género o disfunción sexual a adoptar un comportamiento normal. Los cursos universitarios sobre diversidad, que incluyen opciones transgénero, fomentan esta pervertida ideología.

La exposición constante a tal degradación tiene un efecto devastador en la conciencia colectiva de la sociedad. Temas o acciones que antes harían sonrojar a cualquier persona ahora son comunes y aceptados. El concepto de que las acciones propias causen vergüenza, remordimiento, autorreproche o sentimientos de culpa se ha diluido hasta el punto de ser una respuesta rara.

¿Puede una sociedad mejorar mientras permanece atrapada en este fango inmoral?¡Creo que no!

La Biblia aborda este tipo de comportamiento. Durante un período en el que se practicaba el pecado a nivel nacional en el antiguo Israel y Judá, el profeta Jeremías escribió: “¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado en lo más mínimo, ni supieron avergonzarse” (Jeremías 8:12). Eso bien podría haberse escrito sobre nuestros días.

El profeta Daniel, en una sentida oración sobre las condiciones de su tiempo, lo expresó así: “Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas… Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro, como en el día de hoy” (Daniel 9:4-7).

El salmista en el Salmo 44:15 habló con una actitud ferviente y arrepentida: “Cada día mi vergüenza está delante de mí, y la confusión de mi rostro me cubre…”

Si bien, como individuos, no podemos cambiar la espiral descendente de la sociedad ni el lenguaje y las actividades inmorales que nos rodean, sí podemos hacer cambios en nuestras propias vidas. El apóstol Pablo lo expresó bien: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios… Andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad), comprobando lo que es agradable al Señor” (Efesios 5:3-10).

Al instruir a los creyentes de su tiempo, Pablo también dijo esto: “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6). Nótese, no “salpicada de blasfemias”. ¿Es esto importante? Veamos lo que dice Jesucristo sobre el tema: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:37).

Si deseamos agradar a Dios, debemos comportarnos y expresarnos de una manera que le sea grata. Al hacerlo, podremos evitar la confusión de rostro al comparecer ante Él en el juicio.

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