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En su centenario, esta famosa controversia plantea preguntas sobre la creación, la evolución y la educación.
Las dudas sobre las formas de educar a los escolares, y quién debería decidir lo que deben aprender, ha sido un tema polémico desde hace mucho tiempo. Hoy en día, el debate sobre la posibilidad de devolver mayor autoridad a los estados y las comunidades locales, y limitar la participación federal en la educación, es acalorado. Con las controversias actuales en mente, conviene reflexionar sobre un acontecimiento que tuvo lugar hace 100 años, en la primavera y el verano de 1925.
Todo comenzó cuando la ley Butler de Tennessee, aprobada en marzo de ese año, prohibió a las escuelas estatales enseñar la teoría de la evolución. Se prohibió que las escuelas públicas de Tennessee enseñaran cualquier teoría que negara la historia de la creación divina del hombre, como se enseña en la Biblia; en vez de enseñar que el hombre desciende de un orden inferior de animales. Esta ley preveía una multa de entre 100 y 500 dólares para los culpables. Sin embargo, un claro dilema que planteó a los profesores de biología de Tennessee, fue que el Estado había exigido previamente el uso de un libro de texto: Biología cívica, de George William Hunter, libro que enseñaba abiertamente la evolución.
El libro de texto elogiaba lo que denominaba el “maravilloso descubrimiento de la doctrina de la evolución” de Charles Darwin, y proclamaba que Darwin “ofreció al mundo las pruebas de la teoría en la que basamos el progreso del mundo" (pág. 405). Por lo tanto, los profesores de biología se vieron obligados a elegir, entre seguir el currículo estatal y enseñar con un libro de texto proevolucionista, transgrediendo la ley Butler, u obedecer la ley Butler e infrigir las leyes curriculares estatales.
Cabe destacar, que el libro de texto de Hunter hoy en día sería cancelado por obsoleto y ofensivo, ya que atribuía a diferentes agrupaciones raciales la evolución en acción, encabezadas por lo que denominaba “el tipo más elevado de todos, los caucásicos” (pág. 196). Los actuales creyentes en la Biblia coincidimos en que todos los seres humanos somos miembros de una especie multifacética, con las razas unidas por características comunes, y distinguidas por cualidades únicas, diferentes, pero ni superiores ni inferiores entre sí
Es fácil comprender que las leyes contradictorias de Tennessee podrían dar lugar a una impugnación judicial. De hecho, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés), ofreció apoyo a quien estuviera dispuesto a impugnar la ley Butler; y en poco tiempo, los líderes cívicos del tranquilo y pequeño pueblo de Dayton, Tennessee, consideraron que la publicidad nacional que obtendría un caso como ese podría revitalizar su ciudad, pues Dayton había descendido de una población de 3.000 habitantes a finales del siglo 19 a tan solo 1.800.
Así pues, un joven ingeniero de Dayton, llamado George Rappleyea, le preguntó a un conocido profesor de biología de la escuela secundaria del condado de Rhea, John Scopes de 24 años, si estaría dispuesto a ser el acusado en un caso de prueba. Con la ayuda del fiscal Herbert Hicks, también amigo de Scopes, este fue acusado de violar la ley Butler. Su plan era que fuera declarado culpable para que las apelaciones de la decisión pudieran llegar hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, modificando así la ley de Tennessee y fortaleciendo la economía de Dayton.
Entre el arresto de Scopes el 9 de mayo, y el inicio del juicio el 10 de julio, Dayton se convirtió en el foco de atención internacional. Si bien el proceso contra Scopes se inició como una prueba de una legislación contradictoria, y motivado por el deseo de que la comunidad se viera reflejada en la atención nacional, existía un fuerte apoyo público a la ley Butler. La mayoría de la gente afirmaba creer en el relato bíblico de la creación.
Y la presencia de William Jennings Bryan, como abogado principal de la Fiscalía, no hizo más que aumentar la notoriedad del caso. Aunque llevaba decenios sin ejercer la abogacía en el momento del juicio de Scopes, Bryan era una figura nacional tras haberse postulado a la presidencia de los Estados Unidos en tres ocasiones. Se había convertido en un destacado orador protestante, y uno de los primeros en difundir su mensaje por la radio, lo que probablemente atrajo la atención de la Fiscalía de Scopes. Bryan declaró a The Chattanooga News el 25 de mayo: “Los periódicos que han tratado la ley de Tennessee como una broma, no la considerarán un asunto de broma. Algunas legislaturas y algunos tribunales han excluido la Biblia de las escuelas. Si una legislatura puede prohibir la lectura de la Biblia, ¿no puede prohibir la enseñanza de un libro que la tacha de mentira?”. Bryan opinaba que “la verdadera cuestión en el caso Scopes no es la enseñanza de la evolución, sino quién controlará nuestras escuelas y decidirá qué se enseñará”.
El prestigioso abogado Clarence Darrow, miembro destacado de la ACLU y agnóstico, aceptó representar a Scopes. Al principio, se le había pedido al autor de ciencia ficción H.G. Wells que defendiera a Scopes, pero este se negó. Otros intentaron traer al inventor Thomas Edison a Dayton para que testificara a favor de la evolución. Como informó el Chattanooga Daily Times el 11 de julio: “La defensa de Scopes, que representa el modernismo y la ciencia, espera que la sala del juez Raulston se convierta en el aula más grande del mundo”. Algunos temieron que el juicio se convirtiera literalmente en un circo, cuando se supo que Lillian Aurora, una popular artista teatral conocida por sus números con animales, ofreció prestar a la defensa el chimpancé de la película si consideraban que podría ayudar en su caso.
Buscando atraer la atención nacional a su causa, Scopes se unió a uno de sus abogados defensores, John Neal, en una gira por Washington D.C., y otras ciudades del Este, días antes del inicio del juicio en Dayton. Durante el viaje, Scopes visitó la copia original de la Constitución de los Estados Unidos en la Biblioteca del Congreso, y posó frente a ella para periodistas y fotógrafos durante 15 minutos. Durante el viaje, Scopes y Neal visitaron la sala de la Corte Suprema, donde comentaron que su caso podría resolverse allí.
A pesar del riesgo de llegar a ser objeto de burla, los empresarios y líderes cívicos de Dayton aplaudieron el juicio, con la esperanza de que impulsara la economía de la pequeña ciudad en dificultades. The Knoxville Journal informó el 20 de mayo, que muchos ciudadanos de Dayton se quejaron por los esfuerzos de las autoridades de Chattanooga para trasladar el juicio allí, y amenazaron con boicotear los negocios de Chattanooga, a menos que abandonaran dichos esfuerzos. Sin embargo, la atención que Scopes y Neal atrajeron a la pequeña Dayton no fue del todo positiva, como lo citó el 18 de julio el dramaturgo y novelista alemán Herman Sudermann: “El juicio expone a los Estados Unidos al ridículo mundial”. El profesor de geología de Princeton, William Scott, calificó el juicio como “una exhibición sumamente humillante de la que todo el mundo se ríe”.
Con todo y tanta publicidad, local, nacional e internacional; no sorprende que el juicio en sí no cumpliera con las expectativas de muchos observadores. Aunque Bryan esperaba utilizar el juicio para atacar la teoría de la evolución, y muchos partidarios de Scopes lo vieron como una plataforma para promover la ciencia moderna; el juez John Raulston frustró las esperanzas de ambas partes al excluir del juicio el testimonio pericial de testigos evolucionistas y creacionistas. Este se leyó en el expediente judicial para beneficio de los periodistas, pero no tuvo ninguna incidencia en el desarrollo del juicio.
Sin la batalla de la evolución versus la creación en primer plano, los observadores lamentaron que el juicio se hubiera convertido en una simple formalidad, ya que ambas partes reconocieron que Scopes, al enseñar con el libro de texto aprobado por el Estado, había violado la ley Butler. Una vez descartado el circo mediático, el caso fue sencillo. El jurado tardó solo nueve minutos en declarar culpable a Scopes, reuniéndose a las 11:20 am del 21 de julio y emitiendo su veredicto a las 11:29 am tras cinco minutos de deliberación. El juez Raulston impuso una multa de 100 dólares, a la espera de la apelación del caso ante la Corte Suprema de Tennessee. Ese mismo día, The Chattanooga News lo calificó como “el caso del delito menor más famoso del mundo”, un caso que “comenzó como una demanda, se convirtió en un circo y evolucionó en una batalla de lenguaje barato entre abogados”.
Aunque los demandantes en el caso del Estado de Tennessee versus John Thomas Scopes, estaban dispuestos a llevar su caso hasta la Corte Suprema de los Estados Unidos, esto nunca ocurrió. En enero de 1927, la Corte Suprema de Tennessee revocó la condena de Scopes por un tecnicismo. Según la legislación de Tennessee de la época, solo un jurado podía imponer una multa superior a 50 dólares, por lo que la multa de 100 dólares impuesta a Scopes por el juez fue desestimada. No quedaba ningún asunto legal pendiente que pudiera escalar a los tribunales federales.
La ley Butler permaneció vigente hasta mayo de 1967, cuando la legislatura de Tennessee la derogó para evitar otro desafío judicial similar, que muchos temían que se convirtiera en un embarazoso espectáculo internacional.
¿Y qué ocurrió con el beneficio económico que el juicio traería a Dayton? The Chattanooga Daily Times del 11 de julio publicó un artículo titulado: Grandes multitudes, esperadas durante semanas, no se presentan, informando: “Por supuesto, hay unos cientos allí, y están muy interesados, pero en su mayoría su interés radica en intentar obtener de primeros las noticias, ya que son reporteros de periódicos”. Esta no era la multitud de turistas que la comunidad empresarial de la ciudad esperaba, y la mayoría de la multitud estaba abarrotada en el juzgado del condado de Rhea, sin disfrutar de las comodidades de la ciudad. Se estima que la economía del condado de Rhea recibió un impulso mucho mayor del eclipse solar del 2017, cuando Dayton se encontraba en la trayectoria del eclipse total, en vez del juicio de Scopes. Pero es justo decir que el juicio de Scopes tuvo un impacto mucho más allá del económico.
Cien años después, los hechos del caso Scopes se han desvanecido en gran medida de la memoria pública, quizá mejor recordados mediante la perspectiva ficticia de la película de 1960: La herencia del viento, y varias adaptaciones televisivas posteriores. Y ahora, la mayoría de los evolucionistas han abandonado en gran medida los detalles de la teoría original de Darwin, descartándola en favor de alternativas modernizadas. Sin embargo, la cuestión del diseño inteligente frente a la evolución sigue siendo un tema controvertido. Los biólogos evolucionistas ahora consideran teorías, que las mayorías consideraban ridículas hace apenas una o dos generaciones, como la panspermia, idea de que, dado que no ha habido tiempo suficiente para que la vida inteligente evolucione en el planeta Tierra, las formas de vida primitivas deben haber llegado del espacio exterior.
En cuanto a lo que Tennessee enseñaba a sus estudiantes de biología en 1925, conviene reflexionar sobre una afirmación perspicaz en el libro de texto Biología cívica. Leemos: “Aunque anatómicamente existe una mayor diferencia entre el tipo inferior de mono y el tipo superior de simio, que entre el tipo superior de simio y el salvaje más inferior, existe una inmensa brecha mental entre el mono y el hombre” (pág. 195). Los evolucionistas se maravillan de que, si bien el ADN de los chimpancés y los seres humanos es bastante similar, variando, según algunas estimaciones, tan solo en un 2 %, la capacidad mental de los seres humanos es mucho mayor. Pero mientras los evolucionistas están confundidos, los estudiantes de la Palabra de Dios comprenden que Dios ha puesto en los seres humanos un espíritu en el hombre (Job 32:8), que distingue a la humanidad y nos capacita para recibir el Espíritu Santo tras el bautismo y la imposición de manos: “¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2:11). Véase también la sección Preguntas y respuestas, en la página 22 de esta edición.
Los estudiantes serios de la Palabra de Dios deben considerar: ¿Es la teoría de la evolución humana compatible con las Escrituras? ¿O es un intento intencionado de negar las verdades evidentes del mundo que nos rodea? Para obtener más información, recomendamos leer nuestro folleto: Evolución o creación. ¿Qué omiten ambas teorías? Puede descargarse desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemanana.org o solicitar un ejemplar gratuito. [MM]