Debemos clamar a voz en cuello… sin detenernos | El Mundo de Mañana

Debemos clamar a voz en cuello… sin detenernos

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Los profetas de la Biblia rara vez se ganaban el aprecio de la gente. Sí hubo momentos, desde luego, cuando ciertas personas y facciones apreciaban su labor; pero finalmente muchos profetas sufrieron el martirio… como lo sufrió Jesucristo, el único ser perfecto en la carne que jamás caminó sobre esta Tierra. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: Jesucristo y los profetas proclamaban un mensaje de obediencia al Creador, y advertían de las consecuencias que vendrían sobre todo el que rechazara a Dios y su verdad.

Dios encargó al profeta Ezequiel que presentara al pueblo un mensaje que iban a rechazar: “La casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón… no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde” (Ezequiel 3:7, 9).

El profeta Isaías recibió estas instrucciones: “Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta y anuncia a mi pueblo su rebelión y a la casa de Jacob su pecado” (Isaías 58:1). Fue una comisión que no gustaba, y el pueblo israelita también rechazó a estos profetas de Dios. A la gente no le agrada oír que su comportamiento está mal. Prefiere oír palabras tranquilizadoras: “Dios acepta tu comportamiento”. ¿No es lo que nos dice Isaías?:

“Ve, pues, ahora y escribe esta visión en una tabla delante de ellos y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero [el tiempo del fin], eternamente y para siempre. Porque este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oír la ley del Eterno; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino, apartaos de la senda, quitad de nuestra presencia al Santo de Israel” (Isaías 30:8-11).

El evangelista Timoteo sabía cómo serían los días previos al regreso de Jesucristo. La explicación que le dio Pablo no es halagüeña, pero sin duda es exacta para nuestro mundo: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita” (2 Timoteo 3:1-5).

Perversidad, exclusividad y desigualdad

Lamentablemente, vemos en los líderes de nuestras naciones un esfuerzo por adelantarse a la competencia en la promoción de conductas que hace solo una generación ni siquiera se mencionaban entre gente decente: Estamos viendo a políticos, presidentes de industrias y jefes de empresas, medios de difusión y académicos; abandonar, desestimar y ridiculizar los valores bíblicos.

Se oye el refrán: “diversidad, equidad e inclusión”, que suena bien a los ingenuos que no son conscientes de lo que buscan sus promotores. Diversidad e inclusión aquí son palabras en código que significan la aceptación de conductas impías. La trinidad sagrada para los progresistas sería más honestamente expresada como: “Perversidad, exclusividad y desigualdad”.

Consideremos el adoctrinamiento de nuestros niños por parte de las escuelas y las redes sociales. La lista alfabética de comportamientos antinaturales históricamente reconocidos siempre está creciendo, pero comúnmente se abrevia a algo como LGBTQIA+, y debemos prestar atención a las dos últimas designaciones. “El ‘más’ se utiliza para indicar todas las identidades de género y orientaciones sexuales que las letras y las palabras aún no pueden describir completamente” (What Is LGBTQIA+, GayCenter.org). ¡Cuán verdaderamente notable es que los activistas aún no hayan descubierto todas las formas en que se puede expresar la sexualidad humana! La letra A se interpreta de más de una manera, siendo Aliado una interpretación, aunque menos común.

El primer capítulo de la epístola bíblica a los Romanos explica con detalles perfectos lo que vemos ocurrir delante de nuestros ojos. El apóstol Pablo advirtió que la ira de Dios viene sobre este mundo porque lo ha rechazado, y porque la gente malintencionada suprime verdades eternas. “La ira de Dios se revela desde el Cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó” (Romanos 1:18-19).

El apóstol Pablo explicó que los hombres y mujeres que rechazan a Dios se perderían en conductas inmorales. Nos dio una lista de pecados, advirtiendo que es malo no solamente practicarlos, sino complacerse con los que los practican (Romanos 1:32, ver también 24-31). No debemos odiar a ningún ser humano, y nunca hay un momento que justifique la violencia por parte de un verdadero discípulo; pero sí debemos odiar las prácticas pecaminosas y no celebrarlas ni excusarlas. En este triste mundo, debemos tener el valor necesario para decir la verdad con amor.

Un mensaje de la verdad

El doctor Roderick C. Meredith, fallecido director de esta revista, escribió el folleto: Catorce señales que anuncian el retorno de Cristo. Recordemos que el siguiente pasaje se redactó en 1993:

“A nuestra nación, y a la mayoría de las naciones anglófonas en el mundo, sin precedentes en los anales de la historia moderna, les espera un tiempo de calamidad nacional, o mejor dicho, de castigo nacional,. Mes tras mes, año tras año, más y más cosas marcharán mal para nosotros. Nuestra deuda nacional aumentará. Aumentarán los índices de inmoralidad y criminalidad. Nuestras ciudades serán aun menos seguras, atribuladas por rufianes sin ley, guerras de pandillas y motines raciales… y finalmente, motines por la escasez de alimentos debida a las inminentes sequías y hambrunas profetizadas contra nosotros”.

Las señales identificadas por el doctor Meredith ahora son más patentes que cuando escribió esas palabras. Y como bien lo sabemos, quienes lo conocimos, no temía en lo más mínimo decir las cosas como son. Nosotros tampoco debemos temer.

Muchos, como dijo Pablo en Romanos 1, “detienen con injusticia la verdad”. Lo vemos con frecuencia cuando un canal de televisión o un gobierno censura la totalidad o parte de algún programa de televisión nuestro. A menudo ocurre con la excusa de que es “peligroso” o “no apto para los jóvenes”, aunque nada de lo que decimos podría compararse con lo que ven y oyen nuestros hijos en los colegios.

Timoteo recibió del apóstol Pablo, su mentor, la orden de predicar la verdad. Aun en sus días, Pablo advirtió que llegaría un tiempo cuando la gente no aceptaría la verdad, sino que se buscarían líderes dispuestos a decirles lo que desean oír. “Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (2 Timoteo 4:3-4).

El Mundo de Mañana continuará diciendo la verdad en una era que no desea oír la verdad. Esto lo tenemos que hacer, pero también queremos que sepan los lectores que, pese a tantas malas noticias que nos rodean y lo que nos espera, nuestro refugio es Dios, quien está a cargo… entonces el desenlace será feliz. Cuando la humanidad se aproxime a su autoaniquilación, Jesucristo regresará y pondrá fin a tanta locura. Entonces premiará a sus siervos resucitados dándoles posiciones de autoridad para regenerar y restaurar este perturbado planeta. Ese es el mundo de mañana, el milenio: los mil años del reinado de Jesucristo.

Los libros de los profetas y el Nuevo Testamento proclaman el Reino de Dios. Ese es el evangelio de Jesucristo y el mismo mensaje que sus siervos han proclamado. Es el mensaje de los programas de El Mundo de Mañana y de la revista que usted está leyendo. Ruego a Dios que también escuche ese mensaje.

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