Hombre y mujer: ¡Matrimonio feliz! | El Mundo de Mañana

Hombre y mujer: ¡Matrimonio feliz!

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Aun cuando las naciones occidentales están olvidando el significado de matrimonio, todos deseamos un matrimonio feliz. Pero, ¿será posible lograrlo? ¡Sí es posible! Apliquemos los principios aquí expuestos y descubramos el matrimonio que siempre hemos deseado.

La verdad sobre el matrimonio no se encuentra en las leyes de un país, sino que se basa en principios sanos para un buen matrimonio cristiano, ¡principios que se encuentran en la Biblia! Aprovechemos estos principios para convertir nuestro matrimonio feliz ¡en uno mucho más feliz!

Para muchos en la sociedad actual, el matrimonio ya no es lo que fue. Las parejas se casan mucho más tarde en la vida que antes, y entre estas vemos parejas de dos hombres o de dos mujeres. En los extremos, hay quienes exploran la soligamia y la poligamia: “matrimonios” de una sola persona o de tres o más personas. La mayoría de nosotros dudamos de que nuestros países pudieran acoger semejantes situaciones, pero no olvidemos que hace apenas uno o dos decenios la idea de “matrimonio” entre personas del mismo sexo también parecía ridícula y aun impensable.

La fundación Pew en los Estados Unidos informó recientemente que la edad promedio para contraer matrimonio por primera vez, es la mayor en la historia: 30 años para los hombres y 28 para las mujeres. Las segundas nupcias también van en aumento: En el 2013 el 23 por ciento de las personas casadas lo habían sido por lo menos una vez antes, en contraste con el 13 por ciento en 1960 (Pew FacTank, 13 de febrero del 2019). Al mismo tiempo, los casos de divorcio han aumentado entre la población mayor. Desde 1990 la tasa de divorcio entre los mayores de 50 años se ha duplicado, y entre los mayores de 65 se ha triplicado (Pew FacTank, 9 de marzo del 2017). Las estadísticas y tendencias obviamente no son halagüeñas para el matrimonio.

La buena noticia es que usted no es una estadística, sino una persona. Hagan lo que hagan los demás, usted sí puede tener un matrimonio feliz, siempre y cuando siga la guía segura de la Biblia y deseche las tendencias peligrosas de la sociedad moderna.

El matrimonio puede ser motivo de grandes satisfacciones, pero también tiene sus retos. Lo sé por decenios de experiencia personal. En los 50 y tantos años que llevamos de casados, mi esposa y yo hemos tenido dificultades a causa de nuestra naturaleza humana. Sin embargo, la Biblia nos da estrategias y consejos valiosos para un matrimonio como Dios manda. Estos principios serán provechosos si usted y su cónyuge son cristianos, pero también ayudan si uno de los dos es no creyente. Si usted aplica estos principios en su matrimonio, como lo hemos hecho mi esposa y yo, ¡no quedarán descontentos con los resultados! Un matrimonio infeliz se puede convertir en uno feliz, ¡y un matrimonio feliz puede ser aun mejor!

La comunicación tiende puentes

¿Encuentran usted y su cónyuge que sus diferencias los alejan, o que sirven para alcanzar mayor comprensión y acercamiento? La vida me ha enseñado que cuando nos comunicamos con amor, mi esposa y yo somos mucho más felices como pareja. Ella fue maestra de música y violinista antes de casarnos. En cambio, yo me formé como ingeniero. Algunos dirían que mi tendencia hacia el razonamiento analítico sería un complemento natural para el modo subjetivo en que ella mira las cosas, pero la realidad fue que tuvimos que esforzarnos mucho para comprendernos el uno al otro.

Recuerde que comunicación también implica saber escuchar bien y con paciencia. ¡No es solamente saber expresarse! Con frecuencia, las parejas solo esperan que el otro termine para poder exponer su punto de vista. ¿Es acaso un diálogo? Debemos escuchar con el fin de comprender, de apreciar el punto de vista del otro. Procuremos entender lo que siente y necesita nuestra pareja. Demostremos respeto prestándole toda la atención. Es posible que nunca lleguemos a entender del todo cómo piensa nuestro cónyuge, pero debemos aprender a valorar la sabiduría que se deriva de su propia perspectiva.

Pero, ¿cómo podemos escuchar si rara vez nos hablamos? Según ciertos estudios, ¡algunas parejas pasan menos de 20 minutos por semana dialogando! Sería ideal que pudiéramos cambiar eso, pero en tiempos de ajetreo y en circunstancias económicas difíciles, esto es fácil de decir pero no de hacer. Felizmente, los investigadores han encontrado un recurso que podemos emplear para aprovechar al máximo el poco tiempo disponible para el diálogo: La regla del contacto en cuatro minutos. En su libro: Contact: The First Four Minutes, el doctor Leonard Zunin y su esposa Natalie explican: “El éxito o fracaso de un matrimonio… puede depender de lo que ocurre entre los esposos en solo ocho minutos del día: cuatro por la mañana al despertar y cuatro cuando se vuelven a encontrar después de la jornada de trabajo” (pág. 133). Nuestro lenguaje, actitud o expresión al comenzar el día puede afectar la relación por el resto del día. Aprendamos a expresar una actitud positiva y amorosa en los primeros cuatro minutos que pasamos juntos al despertar. Demostrémosle que nos importa. Manifestemos respeto, cariño y paciencia. Recuerda: “El amor es sufrido [paciente], es benigno” (1 Corintios 13:4).

El apóstol Pablo nos da otro principio fundamental de la buena comunicación: “Siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en Aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:15). Otra versión lo expresa así: “Hablando la verdad en un espíritu de amor” (Dios habla hoy). Muchos dicen las verdades movidos por el odio, pero los cristianos que están creciendo en Cristo, tendrán cuidado del efecto de sus palabras y su mensaje en el oyente.

En nuestras conversaciones ¡hablemos siempre la verdad con amor! Y escuchemos con amor. Quizá tengamos más en común con nuestra pareja de lo que imaginamos. Yo nunca estudié música, pero me crie en un hogar donde mi padre tocaba violín. El gusto de mi esposa por la bella música ha enriquecido mi vida al continuar la influencia que tuve en mi niñez. Incluso, me ha motivado a tratar de tocar piano. No estudié música y no toco muy bien, pero unos minutos al piano en calidad de aficionado me traen mucha calma. Además, mi esposa suele manifestar cuánto le agrada oírme tocando ¡y esto nos acerca aún más!

Los detalles románticos traen felicidad

Muchos habrán oído la expresión: “Los pequeños detalles es lo que más cuenta”. Cada palabra bondadosa de aprecio marca una diferencia. Las investigaciones también han demostrado que algo tan simple como un abrazo puede reducir la tensión entre los esposos. Además de los abrazos espontáneos, mi esposa y yo tenemos la costumbre de despedirnos con un abrazo al ir a trabajar cada cual en lo suyo, aunque sea en la casa. Hace años leí un informe de seguros según el cual los esposos que se despedían de su esposa con un beso al salir para el trabajo tienen menos accidentes de tránsito y ganan 30 por ciento más dinero que los que no se despiden con un beso. Como es natural, adquirí el hábito de darle a ella un beso todos los días antes de salir. Un día no lo hice… y al salir en reversa del garaje ¡le di a un árbol! El daño fue escaso, pero aprendí la lección ¡y ahora no dejo de darle un beso a mi esposa todas las mañanas!

Otros detalles que expresan amor e interés también ayudan a mantener vivo el romance. El esposo considerado y cariñoso le trae un ramo de flores a su esposa en su aniversario, y también como sorpresa en otros momentos imprevistos. Una esposa con ánimo amoroso y creativo quizá lo sorprenda con un regalo o una cena especial. Estos pequeños gestos pueden marcar una gran diferencia. Dios también dispuso que los esposos sean una sola carne, ¡que gocen los placeres físicos del contacto sexual dentro del matrimonio! Poco después de crear a Adán y a Eva, les dijo: “Fructificad y multiplicaos” (Génesis 1:28). La Biblia es muy clara: Dios creó la sexualidad para el matrimonio y para formar una familia. Pero la Biblia también revela que el matrimonio es únicamente entre un hombre y una mujer. En la Biblia, y en el mundo real de la ley espiritual divina, no hay “matrimonio entre personas del mismo sexo”. La Biblia revela claramente que toda relación sexual fuera del matrimonio ¡es pecado! “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4).

Dios manda que amemos

¿Es acaso el amor una “opción”? ¡No! Dios nos ordena, como esposos, ¡que amemos a nuestra esposa! Tenemos que rendir cuentas a Dios por el amor, servicio y dedicación a ella. Notemos que nuestro Padre no deja toda suerte de “salidas”. No dice: “Si tu esposa es perfecta, entonces ámala”. ¡No! Dios nos ordena que amemos a nuestra esposa. Es nuestro deber. Amar a la esposa no es una opción, ¡sino un requisito! Por eso las Escrituras nos exhortan: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una Iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la Iglesia” (Efesios 5:25-29).

Las esposas también tienen un mandato divino: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador. Así que, como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo” (Efesios 5:22-24).

Notemos que Dios no ordena someterse únicamente a un esposo perfecto. No sé de ningún esposo perfecto. ¡Solamente Jesucristo es perfecto! Pero al ir cumpliendo, con sinceridad y diligencia, nuestros deberes dispuestos por Dios, aunque sea imperfectamente, Él bendecirá nuestra unión mucho más. Observemos en los versículos anteriores, que Pablo dice que todos los cristianos deben mantener una actitud agradecida, y agrega: “Someteos unos a otros en el temor de Dios” (Efesios 5:20-21). Como esposo y esposa, tenemos este deber para con nuestro cónyuge.

¡Jamás hay que irrespetarse!

Si somos sinceros, debemos reconocer que tenemos fallas humanas, y que a veces actuamos movidos por la naturaleza humana carnal. Los esposos se irritan uno a otro y a veces discuten. Aun después de 50 años de matrimonio, mi esposa y yo tenemos desacuerdos. ¿Qué se puede hacer por resolverlos de la mejor manera? La respuesta radica en un principio vital en las Escrituras: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo” (Filipenses 2:3).

¿Cuánto valora usted a su pareja? ¿Respeta de verdad a su esposo o esposa como ser humano hecho a la imagen de Dios? La Biblia manda que estimemos a los demás como superiores a nosotros mismos. Hay que desear hacer lo mejor posible por nuestro cónyuge y estar decididos a hacer todo lo que podamos por respaldar su crecimiento y superación. Busquemos el crecimiento de nuestra pareja y respaldémoslo con nuestras propias acciones de paciencia y con un ejemplo amoroso. Además, algo muy importante: nada justifica el maltrato de la pareja, ni físico ni verbal. Quien lo cometa ¡necesita arrepentirse! Necesita valorar a su pareja más que a su propia persona y nunca usar a él o a ella como alfombra para pisotear ni como saco de boxeo. A veces, una discusión se nos sale de las manos y decimos palabras que más tarde lamentamos. Si esto ocurre, humillémonos delante de Dios, pidiéndole perdón, sin dejar de pedir perdón a nuestra pareja. Sé por experiencia personal que a veces es difícil decir: “Lo siento, perdóname”, pero vale la pena, ya que esto contribuye mucho a sanar y restablecer una buena relación.

Tenga presente que usted y su cónyuge son “[coherederos] de la gracia de la vida” (1 Pedro 3:7). Es imprescindible comprender que Dios valora a cada ser humano, incluida la pareja de usted; cualquiera que sea la opinión personal que usted tenga de ella o de él. Todo ser humano en la Tierra tiene la posibilidad de nacer dentro de la Familia de Dios como uno de sus hijos e hijas inmortales y glorificados. El apóstol Pablo escribió: “Seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2 Corintios 6:18). Recuerde siempre el maravilloso potencial de su cónyuge.

El perdón sana las relaciones

¿Cuántas veces discute usted con su cónyuge? Todos debemos manifestar dominio propio, cortesía, honor y respeto. A veces la mejor estrategia en un argumento es recordar que “la blanda respuesta quita la ira” (Proverbios 15:1). A veces es preciso reconocer nuestra propia responsabilidad. Quizás hemos contribuido al problema. Sé que cuando se interpone el orgullo, las cosas pueden ser muy difíciles. He tenido esta experiencia, pero las simples palabras “lo siento”, contribuyen mucho a resolver un conflicto. Y sin duda, tenemos que saber perdonar. Recuerde las maravillosas instrucciones en la Biblia: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:32).

Hay otro pasaje que resalta el mismo punto: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto” (Colosenses 3:12-14).

La oración une a la pareja

Muchos lectores de este artículo son casados con personas no creyentes. Los lectores de larga data de El Mundo de Mañana entienden que nadie puede convencer a otro de que tenga fe en Cristo. Pero sí se puede orar a Dios pidiendo su intervención y el éxito del matrimonio. Además, tenemos un recurso poderoso… más poderoso que sus palabras. Leamos: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la Palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” (1 Pedro 3:1). El ejemplo cristiano de amor y generosidad puede ejercer una influencia muy positiva en el esposo o esposa.

Si ambos son creyentes, oren juntos en voz alta. He quedado atónito al ver cuántos pensamientos personales e íntimos salen en nuestras oraciones cuando hablamos con Dios en unión con nuestra pareja.

Hay que dar el 100 por ciento

Hay una idea popular de que en el matrimonio cada cónyuge debe dar el 50 por ciento. ¡Este es un error total! ¿Ve usted dónde está el error? El matrimonio es un compromiso total, y aquello del 50 por ciento equivale a reservarse una salida personal en caso de que el 50 del otro resulta insuficiente. Estas son palabras del apóstol Pablo: “Recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35). O, como dice en la Biblia de Jerusalén: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”. El amor verdadero da sin esperar nada a cambio. Cuando ambos cónyuges dan el 100 por ciento, su vínculo se refuerza de un modo que provee flexibilidad y capacidad para hacer frente a las crisis y dificultades. Cuando uno de los dos pasa por momentos difíciles, el otro estará allí, dando el todo por ayudar. En cambio, si cada uno da el 50 por ciento, ¡es la fórmula para perder el apoyo del otro cuando más lo necesita!

Con esto en mente, no hay que descuidar un regalo muy importante: ¡el tiempo! Hace algunos años, yo era muy activo en los deportes, al punto que le negaba a mi esposa parte del tiempo que debía pasar en su compañía. Aún recuerdo una vez que ella me propuso que le dedicara tiempo a ella en una actividad especial que sería de su agrado. Ella quería pasear en canoa, cosa que distaba mucho de ser mi actividad preferida. Pero salimos en canoa un buen domingo por la tarde en un lago de Texas rodeado de pinos, aves acuáticas ¡y paz! Lo que yo había considerado un sacrificio de mi tiempo terminó por reforzar nuestra relación. Mi esposa disfrutó la actividad y agradeció el esfuerzo que hice por ella. Comprométase a dar más que en el pasado. Resuélvase a encontrar maneras de dar a su pareja. Al hacerlo, se reducirán sus frustraciones. Dios le bendecirá en su relación. Vale la pena reiterar aquí las palabras de Jesús: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir”.

Al trabajar para mejorar su matrimonio, es posible que usted reciba otro beneficio: ¡una vida más larga! Un artículo en Health Psychology, publicado en noviembre del 2018, informa que, descontando otros factores como la edad y las enfermedades preexistentes, los individuos que describieron su matrimonio como “muy feliz o bastante feliz”, tuvieron una duración de vida mayor que los individuos que describieron su matrimonio como “no muy feliz” (págs. 1041-1044). Un matrimonio feliz no nos hará vivir para siempre, pero la ciencia sugiere que sí puede prolongar los años de vida.

Querido lector, usted puede tener un matrimonio feliz ¡y puede hacerlo aún más feliz! No es necesario esperar a que su pareja cambie. No se puede obligar a que cambie, pero usted puede cambiarse a sí mismo y su ejemplo de amor y servicio puede tener una influencia muy positiva en su cónyuge. Sin embargo, usted no puede hacerlo en solitario. ¡Necesita la ayuda de su Salvador! Como escribió el apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

Vivimos en un mundo de confusión, donde cada día menos personas entienden lo que debe ser el matrimonio. No sea víctima de esa confusión. Siga estos principios para vivir felices como esposo y esposa, aprovechando la mejor guía matrimonial que hay: ¡la guía de Dios y su Palabra! [MM]