¿Es bíblico el cristianismo tradicional? | El Mundo de Mañana

¿Es bíblico el cristianismo tradicional?

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¡Muchas ideas y doctrinas del cristianismo tradicional contradicen lo que la Biblia enseña!

Es preciso que sepamos lo que la Biblia realmente dice acerca del cristianismo de Jesucristo: el cristianismo bíblico auténtico.

¡Una mirada a través del lente de Juan 3:16 contribuye a revelar las verdades que usted debe saber!

 

Un informe del Pew Research Forum en abril del 2017, mostró que hay unos 2.300 millones de cristianos en el mundo. ¡Es el 30 por ciento de los 7.600 millones de habitantes de la Tierra! La Enciclopedia Mundial Cristiana identifica por lo menos 33.000 sectas cristianas, 9.000 de ellas clasificadas como protestantes y 22.000 como independientes.

Entre estos millares de grupos hay desacuerdo respecto de muchas doctrinas, enseñanzas y creencias. ¡No todas pueden estar en lo cierto! ¿Será que muchas personas incluso creen en un Jesús falso que no es el Jesucristo de la Biblia? Él mismo nos advierte: “Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24). Habiendo millares de sectas que enseñan doctrinas discrepantes, ¿será que muchos de sus adeptos creen en un cristianismo falso?

Millones que se declaran cristianos dan por sentadas las tradiciones, doctrinas y conceptos enseñados por su grupo religioso, sin intentar comprobar su veracidad. Por eso, en las páginas de El Mundo de Mañana desafiamos a nuestros lectores a comprobar lo que decimos ¡verificándolo en la Biblia! ¡Esta es la única manera de saber la verdad! Recuerde lo que leemos en Juan 8:31-32: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.

¿Se ha preguntado usted por qué hay tantas aparentes contradicciones en la práctica del cristianismo tradicional? ¿Habrá equivalencia entre el cristianismo tradicional y el cristianismo bíblico? ¿Si no es así, cuál debemos elegir? ¿El cristianismo tradicional o el cristianismo bíblico?

¡Estas preguntas son importantes! Y un versículo de la Biblia nos ofrece una clave para responderlas: Juan 3:16, que muchos señalan como “el versículo de oro de la Biblia”, está entre los preferidos de quienes siguen el cristianismo tradicional. Aparece en letreros escritos a mano, especialmente durante los acontecimientos deportivos y en vallas al lado de las carreteras; exhibido con la esperanza de que este mensaje haga un impacto en el mundo.

Sin embargo, cuando meditamos atentamente en los detalles de lo que dice este versículo, surgen verdades insospechadas que han estado ocultas a los ojos de muchos considerados cristianos. En este artículo exploraremos solo tres de estas verdades ocultas y lo que ellas revelan acerca de las diferencias entre el cristianismo tradicional y el cristianismo bíblico. ¡Es importante que sepamos la verdad demostrada en la Biblia!

¿Es justo Dios?

Muchos de nuestros lectores han aprendido de memoria Juan 3:16. Dice así: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.

Estas palabras son trascendentales ¡y son verdaderas! Cuando entendemos realmente el extraordinario amor eterno e incondicional del Dios Creador por los seres humanos, se entiende que toda persona tendrá una auténtica oportunidad de salvación.

Esto nos lleva a la primera verdad oculta en este versículo. Muchos que se declaran cristianos creen que el único día de salvación es ahora y que, si millones de personas no han conocido el evangelio ni el nombre de Jesucristo será por su mala suerte. Creen, erróneamente, que millones de personas que no tuvieron la oportunidad de escuchar el nombre de Cristo, serán atormentadas en el fuego del infierno al morir. Esto sería totalmente injusto.

En su folleto sobre el tema: Juan 3:16. Verdades ocultas en el versículo de oro, el evangelista Gerald Weston, en el tercer capítulo, responde a la pregunta: ¿Es justo Dios?

Veamos parte de lo escrito:

“El apóstol Juan enseñó claramente que ‘de tal manera amó Dios al mundo’ (Juan 3:16). Aquí la palabra ‘mundo’ no se refiere al planeta Tierra sino a sus habitantes. Y de cualquier modo que los contemos, siempre han sido muchos más los que no se salvan que los salvos. ¿Cómo puede ocurrir si Dios tanto ‘amó al mundo’? ¿Acaso es tan débil que no puede salvar a la mayoría de los seres humanos que Él mismo creó? Esto lleva a las preguntas: ‘¿Es justo Dios? ¿Hace diferencia entre una persona y otra? ¿Ha tenido, o tendrá, todo el mundo una oportunidad de salvación real y auténtica?’”.

Los estudiosos de la Biblia saben que la salvación solamente viene en el nombre de el Salvador del mundo, Jesucristo. Así lo afirma Hechos 4:12: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

Dios tiene un plan para quienes nunca oyeron el nombre de Jesucristo ¡y el cristianismo bíblico enseña que Dios es justo! No condenará para siempre a quienes no oyeron el nombre de Cristo, como creen muchos dentro del cristianismo tradicional. Hágale esta pregunta a su pastor o sacerdote: ¿Si cierta tribu en una selva remota nunca oyó el nombre de Jesucristo, sus miembros estarán condenados al fuego del infierno o del purgatorio cuanto mueran? La respuesta puede impresionarle.

La Biblia revela que Dios dará a esas personas una oportunidad de salvación en la resurrección a juicio, descrita en el Apocalipsis 20:11-13. En ese pasaje Dios nos muestra el juicio ante el gran trono blanco, que tendrá lugar después del reinado de mil años de Jesucristo en la Tierra, en compañía de los santos nacidos de nuevo. Esos son “los otros muertos” mencionados en el versículo 6 de dicho capítulo, que se levantan en la segunda gran resurrección general de los muertos: “Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la Tierra y el Cielo y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios” (Apocalipsis 20:11-12).

Si los muertos están de pie ante Dios, ¡es porque han resucitado! Ezequiel 37 nos muestra una descripción de esa futura resurrección a la vida física en la profecía del valle de los huesos secos.

Continuando en Apocalipsis 20:12, vemos que “los libros fueron abiertos”. La palabra griega original para “libros” es biblia. Miles de millones de personas serán juzgadas conforme a la Palabra de Dios, la Biblia. Entonces se les abrirá el entendimiento para que comprendan la verdad de Dios.

El pasaje continúa: “y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras” (vs. 12-13). En el juicio ante el gran trono blanco, miles de millones de personas, incluidas las que nunca oyeron el nombre de Cristo, recibirán su primera y única oportunidad real de salvación. En esa resurrección a juicio ¡van a estar familiares y amistades a quienes considerábamos perdidos para siempre!

Efectivamente, Juan 3:16 revela que Dios es justo. Esta es una verdad fundamental que los cristianos bíblicos saben y enseñan. Muchos que pertenecen a alguna forma de cristiandad basada en tradiciones humanas creen, erróneamente, que Dios se dispone a castigar en un infierno de fuego a miles de millones de seres porque nunca oyeron el nombre de Jesucristo. ¡Ese dios injusto y falso no es el Dios de la Biblia! La buena noticia es que aun las ciudades de Sodoma y Gomorra, aunque estaban llenas de maldad, tendrán la oportunidad de arrepentirse en el juicio ante el gran trono blanco. Jesús dijo: “De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra, que para aquella ciudad” (Mateo 10:15). Nota: La traducción correcta según los manuscritos más antiguos es: “El juicio será más tolerable para la tierra de Sodoma y de Gomorra que para aquella ciudad”.

Tal como se declara en Juan 3:16, ¡Dios realmente ama al mundo! Y tratará a la gente del mundo con justicia.

¿Qué significa “perderse”?

Veamos de nuevo Juan 3:16: “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”.

¿Qué significa “perderse”? Muchos que se dicen cristianos no entienden la verdad de Juan 3:16. Creen en tradiciones que no aparecen en la Biblia. Creen en la doctrina pagana del alma inmortal. Piensan que “perderse” significa que la llamada alma inmortal irá al infierno al morir. Que nunca morirá, que no se someterá jamás a la pena de muerte.

La palabra griega traducida como “se pierda” en Juan 3:16 es apoletai, y significa “perecer” o “morir”. Así se traduce en Juan 11:50: “Ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca”. Por otra parte, la Biblia de Jerusalén traduce Juan 3:16 así: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna”.

¡La Biblia se muestra enteramente de acuerdo con esta definición! ¡Su enseñanza clara es que la vida y la muerte son opuestas! Ningún pasaje de las Escrituras describe la vida humana como algo inherentemente inmortal. Como ya hemos visto, el alma, sea cual fuere el concepto que se tenga de ella, puede morir (Ezequiel 18:4, 20). La Palabra de Dios revela que la inmortalidad no es algo que ya tengamos, sino algo que debemos buscar (Romanos 2:7) y de lo cual debemos vestirnos (1 Corintios 15:53-54).

El propósito de Dios es salvarnos de la muerte eterna: que no perezcamos. Así lo expresa el apóstol Pablo: “Esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4). Dios desea que la humanidad no muera para siempre. Una de las definiciones de apoletai, como ya vimos, es “morir”. Sin embargo, muchos en el cristianismo tradicional creen que nadie muere porque tenemos un alma inmortal que jamás puede dejar de existir.

Las Escrituras enseñan lo contrario. Quienes permanezcan sin apartarse del mal perecerán en el lago de fuego: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:7-8).

Los malos incorregibles van a perecer en el lago de fuego. Serán castigados con la muerte segunda, de la cual no hay resurrección. En esto consiste el castigo de la muerte eterna. Como dice en Romanos 6:23: “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. No somos inmortales todavía. La vida eterna es un regalo de Dios.

En esta verdad se revela un claro contraste entre el cristianismo tradicional y el cristianismo bíblico. El cristianismo tradicional enseña que el hombre vivirá eternamente, que nunca morirá ni dejará de existir. Por el contrario, el cristianismo bíblico enseña que los pecadores que no se arrepientan perecerán en un lago de fuego, que sufrirán la segunda muerte, la muerte eterna, y dejarán de ser como si nunca hubieran existido.

La buena noticia es que quienes realmente crean en Cristo, se arrepientan de sus pecados y se bauticen, tal como lo enseña Hechos 2:38, si permanecen fieles no morirán para siempre. ¡Recibirán el don de la vida eterna!

Quienes realmente vivan conforme a Juan 3:16, no morirán, sino que tendrán vida eterna, tal como Jesús lo prometió.

¿Quién es “Dios”?

La meditación sobre Juan 3:16 nos ha traído a las verdades bíblicas de que Dios es justo y que los malos incorregibles van a morir. Son dos verdades que contradicen rotundamente al cristianismo tradicional. Una tercera verdad extraordinaria en Juan 3:16 aparece en las primeras palabras del versículo: “De tal manera amó Dios al mundo”.

Vale la pena preguntar: ¿Qué y quién es este Dios ¿Qué enseña el cristianismo bíblico acerca de Él?

Son incontables los conceptos que hay acerca de Dios. El apóstol Pablo se dirigió a los griegos en Atenas, que habían dedicado un monumento al “Dios no conocido”. Esto fue lo que dijo en el Areópago: “Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del Cielo y de la Tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:23-25). Dios es el Creador de todas las cosas y es el Dador de la vida.

El apóstol Pablo prosiguió, señalando la relación que Dios desea tener con todos nosotros: “De una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la Tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos; como algunos de vuestros propios poetas también han dicho: Porque linaje suyo somos” (vs. 26-28).

Tomemos nota de esta verdad que rara vez se menciona en el cristianismo tradicional. Pablo habla de nuestra relación con Dios citando a uno de los propios poetas de los griegos: “Porque linaje suyo somos”. Continúa en Hechos 17:29: “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres”.

El apóstol Pablo confirma una relación familiar: que nosotros somos linaje de Dios. ¡Esta verdad oculta en Juan 3:16 es la revelación vital de que Dios está creando una Familia divina! Cuando quienes se arrepienten sinceramente y aceptan el sacrificio de Jesucristo por sus pecados y se bautizan, reciben el Espíritu Santo de Dios, tal como nos lo dice Hechos 2:38. Al mismo tiempo, se convierten en hijos engendrados de Dios, así como lo afirma Santiago 1:18: “Nos engendró por su propia voluntad, con Palabra de verdad, para que fuésemos como las primicias de sus criaturas” (Biblia de Jerusalén).

¿A quién debemos dirigir nuestras oraciones? A nuestro Padre en el Cielo, porque así nos lo enseña Jesús en Mateo 6:9. Dios está creando una Familia divina y desea que seamos sus hijos e hijas. Estas son sus palabras en 2 Corintios 6:18: “Seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. Veamos igualmente el amor de Dios descrito en 1 Juan 3:1: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.

Esta no es una simple alegoría ni un simbolismo. En la resurrección, cuando Jesucristo regrese, los fieles cristianos nacerán dentro del Reino de Dios. Así se afirma en 1 Corintios 15:53: “Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad”. Ese es el momento cuando entraremos en el Reino de Dios, en su Familia como sus hijos divinos, nacidos de nuevo. Romanos 8:29 dice que Cristo es el primogénito entre muchos hermanos. Es nuestro Hermano Mayor, que nos ha reconciliado con Dios el Padre.

¡El cristianismo tradicional no enseña la verdad sobre el plan de Dios de ampliar su Familia gloriosa! Pero si dejamos que la Biblia nos enseñe quién es el que se llama “Dios” en Juan 3:16, su plan se revela claramente ¡y es proclamado por el cristianismo bíblico!

Todos tenemos la increíble oportunidad de formar parte de la Familia divina. Pero es necesario que seamos parte del proceso. Debemos arrepentirnos, ser bautizados y recibir el Espíritu Santo, como dice en Hechos 2:38. Entonces podremos ir creciendo en la invaluable naturaleza espiritual que Dios desea ver en nosotros. Él la llama su “naturaleza divina” en 2 Pedro 1:4, donde la Palabra de Dios nos dice que nos ha dado “preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”.

¡Y mucho más!

El hecho es que meditando sobre el “versículo de oro”, Juan 3:16, se nos revelan muchas verdades más de las que hemos expuesto aquí. Le invitamos, si no lo ha hecho ya, a solicitar nuestro folleto gratuito: Juan 3:16. Verdades ocultas en el versículo de oro, del evangelista Gerald E. Weston. Puede solicitarlo a cualquiera de las oficinas regionales que aparecen en la página 2 de esta revista, o puede descargarlo desde nuestro sitio en la red: www.elmundodemañana.org . Trata, en ocho capítulos, los detalles no solo de estas tres verdades del cristianismo bíblico, sino de muchas más.

En este artículo hemos visto que existen miles de sectas que se declaran cristianas. ¿Cuántas de ellas siguen tradiciones del mundo que no se basan en la Biblia? Jesús condenó a los líderes religiosos de su época por seguir tradiciones que chocaban con los diez mandamientos. Así los desafió en Marcos 7:9: “Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición”.

¿Cuál elegirá usted? El cristianismo bíblico, o una imitación de cristianismo basado en tradiciones humanas que no enseña la Biblia. ¿Cuáles instrucciones dejó Jesús respecto del fundamento de nuestras creencias y nuestro camino de vida? En el libro de Mateo citó el Antiguo Testamento (Deuteronomio 8:3) diciendo: “Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Lucas también recalcó este principio cristiano fundamental en el Evangelio que lleva su nombre: “Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios” (Lucas 4:4).

Si queremos ser parte de la Familia real que Dios está edificando, debemos estudiar estas cosas por nosotros mismos, procurando vivir y actuar por ¡toda Palabra de Dios! El futuro será glorioso para quienes realmente sigan el cristianismo bíblico. [MM]

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