Las cometas o papalotes nos dan una lección | El Mundo de Mañana

Las cometas o papalotes nos dan una lección

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¿Cuál es el detalle pequeño pero esencial que nos ayuda a mantener nuestro camino? Cuando el tiempo es soleado y sopla un viento constante, aparecen en las tiendas toda clase y variedad de cometas, o papalotes, para armar. El frío se ha disipado junto con las nubes blancas como algodón. Entonces, un parque viene a ser un buen punto de destino para pasar un domingo practicando el vuelo.
 

Una corta visita a una tienda para comprar la cometa desarmada, y ya está. Comienzas por extender la hoja de plástico, quizá decorada con algún diseño artístico o la figura de un personaje. La fijas a un marco de tubos plásticos o cañas y añades un rollo de cordel. Rápidamente juntas las piezas de la cometa. Has formado la gran obra de arte que aparecía en la tapa de la caja.

Levantas un dedo índice humedecido para sentir la dirección del viento. Hoy sopla del oeste. Ya estás listo para convertirte en un as de la aviación, otro Charles Lindbergh.

Preparas tu nave con todo cuidado esperando la ráfaga perfecta. La brisa aumenta. Tienes el cordel sostenido firmemente en la palma de la mano. Llega el momento. Una corta carrera y sueltas tu cometa al aire.

Entonces, se estrella. La cometa bajó en picada dando vueltas, en lo que pareció una fracción de segundo.

¿Qué habrá causado semejante desastre? Todo parecía perfecto. Soplaba la brisa. La cometa era fuerte. Tú mismo la armaste con toda la atención y cuidado que requería. Y aun así, se estrelló contra el suelo.

Mientras examinas los restos de lo que fue una hermosa máquina voladora, pasa un niño de ocho años preguntando: ¿Dónde está la cola?

¿Qué?

La cola es una tira de tela que se fija en la punta de la cometa para que la guíe y la mantenga en posición como el timón en el agua detrás de un velero. Esta cola le da al aparato el peso que necesita para mantenerse en posición vertical y lo va guiando en el aire.

"¡Ajá!", piensas: "¡Qué tontería! ¿Cómo pude olvidarlo?" Buscas con entusiasmo una tira de tela y la atas a la cometa.

Vuelves a humedecer el dedo para reconfirmar la dirección del viento. ¡Los árboles se agitan con el roce de una ráfaga que se acerca! Llega el viento y eleva la nave con elegancia. ¡Arriba y más arriba, hasta el cielo! Y esta vez se sostiene.

¿Cuál es tu timón?

Todos necesitamos un timón en la vida personal, ¡aunque no una tira de tela! Nuestro timón tiene que ser una convicción firme, un fundamento de verdad y una estructura para vivir. Necesitamos un timón que nos mantenga levantados en los vientos más fuertes y nos aleje de cada ráfaga de falsa doctrina. Un timón capaz de dirigirnos en nuestro viaje por la vida tiene que ser ligero para evitar los tropiezos que el mundo coloca en nuestro camino.

Hará unos 2.000 años, un Maestro joven se encontró ante la más malévola de las fuerzas. Se cuestionaron sus doctrinas, planes, deseos y creencias más básicas. Pero su timón era firme y seguro y sostenía más peso del que ser humano alguno hubiera conocido. Ese joven, Jesucristo, sabía que su timón era la Palabra de Dios. (Mateo 4:1-11).

El antiguo rey David explicó en el Salmo 119:97-104 que este timón para el éxito en la vida se entregó a la humanidad a fin de traerle conocimiento, orientación y felicidad. David entendió que el timón le daba una ventana a la mente de Dios. Por eso, lo usó con mucha sabiduría en su desempeño como rey y se propuso transmitirlo con todo cuidado a sus hijos. Al hacerlo, fue un hombre que agradó a Dios (Hechos 13:22).

Ese mismo timón está allí para cada uno de nosotros. Eso sí, tenemos que amarrarlo a nuestra propia vida. Podemos convertir la Palabra de Dios en nuestro timón personal para que nos mantenga levantados y firmes en nuestro vuelo.

Te invitamos a llamar o escribir a la oficina regional más cercana en la lista de la página 2 de esta revista, para solicitar nuestro artículo gratuito "¿Podemos creer en la Biblia?" Ô si prefieres, léelo en línea en nuestro sitio en la red. Te ayudará a poner un timón seguro en tu vida.

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