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Ya sea el conflicto en Gaza, la guerra en Ucrania o las recientes acciones contra Irán, actualmente muchos se apresuran a denunciar los “crímenes de guerra”, aunque, por lo general, solo lo hacen respecto a las acciones del bando que personalmente consideran ofensivo. Francamente, la idea de que solo ciertos actos de guerra, con todos sus asesinatos y destrucción, deban ser considerados como “crímenes” es fundamentalmente extraña. La guerra es terriblemente destructiva física, mental y ecológicamente. En un intento de la humanidad por “moralizar” la guerra, los gobiernos idean convenios y tratados que prohíben lo que consideran las peores atrocidades de guerra. Por ejemplo, los Convenios de Ginebra de 1949 representan un intento de proteger los derechos humanos durante la guerra mediante un cuidado y trato adecuado a los prisioneros de guerra (como, por ejemplo, prohibir la tortura), el trato a los civiles en las zonas de guerra y el trato al personal militar. Otros tratados prohíben el uso de minas terrestres y armas químicas y nucleares. Otros buscan definir los objetivos “legítimos” frente a los “inmorales”. Sin embargo, estos tratados son acordados voluntariamente por naciones que, generalmente, no están en guerra. Además, muchas naciones optan por no participar en estos convenios o los eluden legalmente cuando las restricciones que imponen ya no les resultan ventajosas.
Pero ¿es la guerra noble o inútil? El apóstol Santiago preguntó: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Santiago 4:1). El principio al que Santiago se refiere se aplica ampliamente: las guerras generalmente se libran por razones egoístas. La historia demuestra que la humanidad parece tomar el viejo dicho “en el amor y en la guerra todo vale” como una forma de vida, ya que las naciones se muestran dispuestas a hacer lo que sea necesario para ganar. Solo Dios hace la guerra con justicia (Apocalipsis 19:11). Los convenios que intentan regir la moralidad en la guerra a menudo son descartados porque las motivaciones humanas con frecuencia están, o llegan a estar con el tiempo, moralmente comprometidas en el mejor de los casos o son inherentemente inmorales en el peor. La Biblia revela que llegará un tiempo en el que finalmente no habrá más guerras: las armas de guerra se convertirán en herramientas agrícolas y la humanidad ya no se adiestrará más para la guerra (Isaías 2:2-4). La guerra surge cuando los seres humanos eligen vivir en contra de las leyes de Dios. Después del retorno de Jesucristo, ¡la guerra será cosa del pasado! Para saber más sobre este maravilloso futuro, vean “El fin de las guerras”.