Viviendo el camino del “dar” | El Mundo de Mañana

Viviendo el camino del “dar”

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Cuando comencé a asistir a la Iglesia a principios de la década de 1970 una mujer que me parecía mayor en ese momento me acogió. Era una mujer muy notable. Se casó a los 17 años, pero mucho tiempo después, cuando entendió la verdad de Dios, su esposo le dio a elegir entre su matrimonio o la Iglesia. En una época en que las mujeres no se desenvolvían por ellas mismas, ella y sus hijos tuvieron que vivir solos porque ella eligió seguir a Dios y vivir como una "viuda espiritual". No volvió a casarse, pero no se ocupó de sí misma. Era feliz y extrovertida. Casi todas las semanas, usted podía verla compartiendo con sus hermanos en la fe en su casa después de los servicios. A menudo preparaba una gran cena de sábado para sus invitados. Y era muy difícil salir de su casa sin que ella le hubiera dado algún regalo para llevar.

Yo era joven y sin experiencia, y me asombraba que esta mujer, que trabajaba limpiando casas ajenas, tuviera tanto para dar. Finalmente le pregunté cómo podía hacerlo. Su respuesta fue simple y directa. Me pidió que extendiera la mano, que la abriera y que la cerrara. Dijo que cuando su mano está cerrada, nada puede salir y nada puede entrar, pero que, cuando uno abre bien su mano las cosas pueden entrar y salir libremente. Entonces ella dijo: "No puedes dar más que Dios". Desde una perspectiva lógica, no tenía sentido que regalando cosas se obtuviera más. Sin embargo, este es un principio espiritual: "Dad, y se os dará... porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir” (Lucas 6:38).

La mayoría de nosotros tenemos mucho más de lo que necesitamos o usamos. ¿Nos aferramos a las cosas o buscamos oportunidades para dar a los demás? Como mujeres, por lo general es nuestra responsabilidad limpiar y organizar nuestros hogares y hacer las compras para nuestra familia. Nuestros armarios probablemente contienen un tesoro de bendiciones para otras personas. Nuestros áticos, garajes y otros espacios de almacenamiento contienen artículos para el hogar que jóvenes que recién comienzan, o personas mayores que han sufrido alguna pérdida, pueden usar.

Enséñeles a sus hijos a dar. Permítales seleccionar juguetes y ropa que quieran compartir con otros niños. Si no conoce a nadie que pueda necesitar las cosas que no usa, muchas agencias estarán encantadas de ir a su casa y recoger sus donaciones para distribuirlas entre los necesitados. Dios quiere que ayudemos a los pobres (Deuteronomio 15:11), y estas son algunas formas en que las mujeres podemos hacerlo.

Otra forma es dando de nosotros mismos. En la sociedad actual totalmente “conectada” a la internet, las personas se vuelven cada vez más aisladas y solas, sin un contacto real cara a cara. Incluso en las congregaciones de la Iglesia, hay solteros, viudas, viudos, etc., quienes necesitan amistad. Las personas necesitan saber que son una parte esencial de la familia de la Iglesia. Aquellos de nosotros con familia en la Iglesia quizás no hayamos considerado cuán solitario pueden ser los días para aquellos que no cuentan con esa bendición. Podemos estar tan ocupados con nuestras propias vidas que perdemos oportunidades de enriquecer a los demás. Una llamada telefónica durante la semana puede levantarle el ánimo de alguien. Usted y su familia podrían planificar una visita a la casa de alguien o usted puede invitar a alguien a la suya.

Enseñe a sus hijos el arte de la conversación, animándolos a hablar con los miembros mayores de la Iglesia y a ser sociables, ¡y deles un buen ejemplo que ellos puedan a imitar! Salga de su zona de confort y socialice con personas fuera de su círculo íntimo; esto le ayudará a crecer. Ciertamente, no hay mejor manera de conocer a alguien que partir el pan juntos y practicar el compañerismo (Salmo 133:1; Malaquías 3:16).

A medida que vive el camino del dar, verá que funciona, tal como me impresionó el ejemplo de mi amiga hace años. Cuando vean su luz, le preguntarán cómo funciona, y usted podrá referirles al Padre que esta en los cielos (Mateo 5:16). Su vida se enriquecerá y usted experimentará la sabiduría de Jesús: "Más bienaventurado es dar que recibir" (Hechos 20:35).