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Recientemente tuve la oportunidad de hacer senderismo en las Grandes Montañas Smokey. Habíamos decidido que queríamos ver las Cataratas Arcoíris, pues se dice que tiene deslumbrantes arcoíris si se está allí mientras la luz del sol ilumina el agua que cae.
El mapa indicaba que el sendero que debíamos tomar era de 4.5 kilómetros de largo en una sola dirección, y que estaba categorizado como "extenuante". Me burlé; mi ejercicio semanal en mi gimnasio local con aire acondicionado trotando 30 minutos en la caminadora eléctrica seguramente me había preparado para este momento. ¡No era nada extenuante! ¡Un poco de estiramiento y listo!
Solo tomó unos cinco minutos caminando para darme cuenta de que tal vez este sendero era un poco más extenuante de lo que pensaba. Mi respiración era pesada y mi corazón estaba acelerado mientras caminaba lentamente por la ladera de la montaña. El sendero tenía rocas grandes, raíces de árboles expuestas y hojas húmedas. Para no tropezar ni caer, tenía que mantenerme concentrada en lo que tenía frente a mí. De vez en cuando miraba hacia adelante para examinar el camino y calcular dónde podía poner el pie para dar el siguiente paso. Un paso en falso significaba resbalar y deslizarme a charcos de barro. A pesar de estar concentrada en mis pasos, no tuve la oportunidad de disfrutar de mi entorno tanto como me hubiera gustado. Pero de vez en cuando nos deteníamos y admirábamos una flor o el manantial de la montaña o la forma en que el sol se reflejaba en las hojas. Y luego, seguíamos caminando, cada vez más cerca de nuestro destino. Finalmente, unas dos horas después, llegamos a las Cataratas Arcoíris y nos quedamos maravillados ante la magnífica vista del agua que caía sobre las rocas desde una altura de 25 metros. Valió la pena cada agonizante paso.
Nuestro caminar como mujeres cristianas es similar a mi experiencia en la montaña. Tal vez la dificultad no sea del todo evidente cuando comenzamos, pero aprendemos rápidamente. Y, mientras caminamos, debemos mantener la cabeza baja, vigilando nuestros pasos, asegurándonos de no tropezar para no caer en los charcos. De hecho, Salomón habló sobre esto en Proverbios 4:25-26: "Tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante. Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos”. Mientras escalamos nuestras propias montañas personales, debemos pensar cuidadosamente en nuestros pasos. Estamos ocupadas como madres, esposas o mujeres con una carrera profesional. Pero a pesar de nuestra apretada agenda, debemos hacer de Dios una prioridad a través de la oración, el estudio bíblico, el ayuno y la meditación. En las primeras horas de la mañana, debemos mirar hacia adelante en nuestro día para hacer tiempo para Dios.
¿Estamos enfocadas en nuestro destino? Mientras caminaba por ese sendero, no podía distraerme con mi entorno para no correr el riesgo de lesionarme o ensuciar mis zapatos. En mi caminar cristiano, también debo asegurarme de mantenerme enfocada. No puedo distraerme con el mundo que me rodea, las películas, la música, la moda o cualquier otra cosa. El apóstol Juan explica por qué en 1 Juan 2:15, 17: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Distraernos con este mundo puede dañar nuestra relación con Dios.
Mientras descendíamos, una sensación de logro fluía en mí. ¡Lo había logrado! ¡Había resistido! Pasamos a otras personas que también estaban subiendo la montaña. El cansancio y el desánimo se reflejaban en sus rostros. Todos se hacían las mismas dos preguntas: “¿Cuánto falta?” y “¿Vale la pena?”.
Como mujeres cristianas, cada una de nosotras está en diferentes etapas de la vida, rodeada de personas que luchan batallas diferentes. Cuando logramos el éxito en una prueba personal tenemos la oportunidad de alentar a nuestras hermanas en la fe. Podemos decirles que aguanten un poco más; que al final, definitivamente si vale la pena.