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El juego

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Una cálida y húmeda noche de verano estaba viendo jugar al equipo de béisbol de ligas menores de mi ciudad bajo las luces del parque. Varios vendedores trabajaban en los puestos vendiendo palomitas de maíz, maní, perros calientes, gaseosas y cervezas. Uno de los vendedores de cerveza, un personaje inusual, llevaba una bandeja y gritaba: "¡Cerveza fría, tengo cerveza fría!" pero nadie le prestaba atención. Entonces se detuvo en medio de la multitud y proclamó en voz alta, con fingida seriedad: “¡Esperen, gente… no sacarán nada de este juego a menos que pongan algo en él! ¡Ahora, tengo cerveza fría!” Con ese pronunciamiento, los espectadores del juego compraron todo lo que tenía.

Más tarde, mientras pensaba en este divertido incidente y en la forma ingeniosa en que el vendedor generaba interés en sus productos, me di cuenta de que había algo de verdad en sus palabras. Podemos estar levemente interesados ​​en algo, incluso en información de gran valor que podría mejorar nuestras vidas y, sin embargo, si nunca hacemos el esfuerzo de aprender más al respecto o si no le damos un buen uso a la información, en nada nos beneficia. Parece que el inusual vendedor tenía razón; “Si no le pones algo, no obtendrás nada”. La falta de participación puede significar oportunidades perdidas para el crecimiento personal y la conciencia espiritual.

De hecho, la Biblia valida este principio en varios lugares. Por ejemplo, el apóstol Pablo explicó que tenemos que hacer nuestra parte cuando escribió: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7). En la parábola del “sembrador”, Jesús cuenta la historia de un agricultor que sembró semilla en su campo y cómo la semilla cayó en diferentes lugares con diferentes resultados. En privado, Jesús explicó la historia a Sus discípulos en Mateo 13:18-23 “Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra (la semilla) del reino…” Luego Jesús describió la semilla que cayó junto al camino, la que cayó en los pedregales, y la que cayó entre los espinos. Ninguna de estas semillas duró lo suficiente para producir fruto, lo que describe a personas que escuchan el mensaje pero que, por diversas razones, no se comprometen y no echan raíces.

Felizmente, hay otra categoría: “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno” (v. 23).  Estos son los que, al oír la palabra, fueron llamados a actuar y respondieron a ese llamado, involucrándose y produciendo los frutos del Espíritu Santo.

¿Y usted? ¿se involucrará? ¿Pondrá algo de su tiempo, talento y recursos en este importante juego de la vida que le traerá grandes beneficios ahora y en la era venidera? Puede comenzar solicitando nuestras publicaciones gratuitas, como el folleto ¿Es necesario el bautismo?  se sentirá feliz de haberlo hecho.