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Aguas turbias

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¿Alguna vez se le ha quedado la letra de una canción en la cabeza? Puede ser una melodía que hace años no escuchaba y que regresa a su mente cuando menos lo espera. Eso me pasó una vez. Era una vieja canción de música country sobre privaciones y dolor. El coro de la canción dice: “Me lavé las manos con agua turbia. Me lavé las manos, pero no me quedaron limpias. Traté de hacer lo que papá me dijo, pero debió ser que me lavé las manos en un arroyo de aguas turbias".

Este estribillo de quejas y lamentos, parece describir a un gran segmento de nuestra población actual, tanto de jóvenes como mayores. Tantas personas parecen haber perdido el rumbo, distraídas y arrastradas por hábitos destructivos y valores turbios, de modo que parecen incapaces de distinguir entre el bien y el mal. La música, el entretenimiento, el lugar de trabajo y el ámbito político están a la deriva sin un sentido claro de lo que está bien y lo que está mal. Los tribunales están llenos de litigantes que luchan por obtener beneficios y buscan grandes casos judiciales. Las cárceles están desbordadas, por lo que los delincuentes a menudo son liberados antes de tiempo para tener espacio para los reclusos recién condenados.

Lamentablemente, los líderes de todos los niveles de gobierno a menudo son deshonestos y se involucran en sobornos y otras formas de corrupción, incluyendo la infidelidad conyugal, con todo el dolor y las cicatrices emocionales que esto puede traer. Incluso las principales organizaciones benéficas se han visto afectadas por escándalos y malas conducta. Las iglesias y las organizaciones patrocinadas por iglesias se han visto plagadas de horribles comportamientos que incluyen el abuso de menores.

Parece que muchos en nuestra sociedad se han “lavado las manos en aguas turbias”, porque ciertamente sus manos no están limpias.

¿Cómo hemos llegado a este lamentable estado? ¿Por qué se han derrumbado los fundamentos morales? ¿Qué ha permitido que las acciones y los comportamientos que alguna vez se reconocieron como incorrectos, incluso pecaminosos, sean aceptados como normales por tantas personas? ¿Por qué las aguas del comportamiento responsable, decente y equilibrado y se han vuelto tan turbias?

La Biblia contiene las respuestas a estas importantes preguntas, aunque la mayoría de la gente nunca va allí para encontrarlas. La fuente de estos problemas aparentemente insolubles es la naturaleza humana. El profeta Jeremías lo puso en clara perspectiva cuando escribió por inspiración: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). Sin una enseñanza y unas directrices morales claras, los elementos más básicos de la naturaleza humana (la vanidad, los celos, la lujuria y la codicia) dominan la actividad de la humanidad.

¿Por qué, a pesar de tantas iglesias y organizaciones religiosas, tanta gente se ha perdido? El profeta Ezequiel escribió sobre esto, y sus palabras se aplican a nosotros: “Así ha dicho el Eterno: He aquí, yo estoy contra los pastores; y requeriré mis ovejas de su mano, y les haré dejar de apacentar las ovejas: ni los pastores se apacentarán más á sí mismos; pues yo libraré mis ovejas de sus bocas, y no les serán más por comida (Ezequiel 34:10). Continuó: “¿Os es poco que comáis los buenos pastos, sino que holléis con vuestros pies lo que de vuestros pastos queda; y que, bebiendo las aguas sentadas, holléis además con vuestros pies las que quedan? Y mis ovejas comen lo hollado de vuestros pies, y beben lo que con vuestros pies habéis hollado” (vs. 18-19).

Ciertamente, muchas iglesias grandes y pequeñas no han sido fieles en enseñar la doctrina bíblica en forma precisa. De hecho, han enturbiado el agua y ensuciado las claras enseñanzas de la Biblia, enseñando a cambio las tradiciones de los hombres. Jesús reprendió a los líderes religiosos de su época cuando dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón lejos está de mí. Mas en vano me honran, Enseñando doctrinas y mandamientos de hombres” (Mateo 15:7-9).

Jesucristo enseñó que el camino de Su Padre no es una carga pesada (Mateo 11:30) y que tiene el poder de cambiar su vida e incluso limpiar sus pecados, ¡para siempre!

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