¡Prepárese para heredar la Tierra! | El Mundo de Mañana

¡Prepárese para heredar la Tierra!

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Aunque muchos piensan que pasarán la eternidad en el Cielo después de morir, la verdad sobre el plan de Dios para nuestro futuro es mucho más inspiradora que eso. ¡Este es el momento de prepararse! Jesús dijo que los mansos heredarán la Tierra, pero millones piensan que vivirán en el Cielo eternamente después de la muerte. ¿Cuál es la verdad bíblica sobre este tema?

Millones, quizá miles de millones, creen que la recompensa para los salvados es la dicha de vivir en el Cielo. Es una convicción no solo de quienes se dicen cristianos, sino de los miembros de muchas otras religiones.

Los cristianos dicen creer las palabras de Jesucristo. Jesús impartió algunas de sus enseñanzas más básicas y fundamentales en lo que se ha dado en llamar el sermón del Monte (Mateo 5-7), que comienza así: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la Tierra por heredad” (Mateo 5:3-5).

Tomemos atenta nota de esto: ¿Dijo Jesús que los pobres en espíritu irían al Cielo, pero que los mansos heredarían la Tierra? ¡No! Dijo que los pobres en espíritu serían bendecidos con el Reino de los Cielos. ¡El Reino de los Cielos vendrá a la Tierra cuando Cristo regrese! Es el momento cuando los salvados resucitarán y recibirán el Reino en herencia.

Jesús nos enseñó a orar: “Venga tu Reino” (Mateo 6:10). ¿Acaso estaba diciendo que oráramos por algo que ya está aquí? Si el Reino ya está aquí, ¿por qué será que el mundo ha vivido horrores como dos guerras mundiales en el siglo pasado, así como los genocidios espantosos contra armenios, judíos, camboyanos y muchos más? Aun hoy, la paz continúa evadiéndonos. Como dijo recientemente Mijaíl Gorbachov, expresidente de la Unión Soviética: “Todo parece como si el mundo está disponiéndose para la guerra” (Time.com, 26 de enero del 2017). ¡Lo cierto es que el mundo necesita que venga el Reino de Dios!

Jesucristo enseñó que habría una gran tribulación antes de la venida de su Reino. ¿Será una tribulación terrible? Él mismo dijo: “Si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mateo 24:22). Felizmente, Él prometió intervenir y con su segunda venida pondrá fin a los esfuerzos de una humanidad belicosa por destruir la Tierra. Si usted observa los acontecimientos mundiales, comprenderá que si Dios no interviene, las actuales tendencias militares llevarán a la aniquilación total de la humanidad. A partir del momento en que estalló la bomba atómica sobre Hiroshima en 1945, los seres humanos han tenido el poder para destruirse a sí mismos con una facilidad nunca antes vista. ¡Y la tecnología se ha hecho aún más formidable desde entonces! Sin intervención divina, las naciones en guerra acabarían por destruirse. El 26 de enero, el Boletín de Científicos Atómicos avanzó en 30 segundos el minutero de su famoso reloj del fin del mundo, lo que indica su opinión de que el mundo está a solo dos y medio minutos simbólicos de la medianoche, o sea, de la destrucción total de la humanidad.

¡Es claro que el Reino de Dios no está todavía aquí! Jesucristo no está ejerciendo su gobierno sobre la Tierra. Si estuviera haciéndolo, no habría el caos y destrucción que vemos. Es preciso que Cristo regrese a salvar a todas las naciones, tanto en lo espiritual como en lo físico.

Agradezcamos porque Jesucristo vendrá pronto a salvar al mundo físicamente. Y tiene un plan para la salvación espiritual de la humanidad. El plan se revela en los días santos, que Jesús y los apóstoles guardaban y enseñaban a los primeros cristianos. La mayor parte de quienes se declaran cristianos saben que el primer paso en este plan de salvación de la humanidad es la redención que Dios concede a los pecadores arrepentidos mediante la sangre de su Hijo Jesucristo. Lo que muchos no saben es que Jesús y los apóstoles conmemoraban su sacrificio y su redención de la humanidad guardando la Pascua del Nuevo Testamento, con pan sin levadura y con vino. Cristo y los apóstoles cumplían esta conmemoración anual, y enseñaron a los discípulos a hacer lo mismo.

Observemos cómo el apóstol Pablo destacó el sacrificio de Jesús: “Nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). En el versículo siguiente les dice a los gentiles que ellos también deben guardar la Fiesta de Panes Sin Levadura. Esta expresión quizá suene extraña, pero su importancia es vital para quienes desean seguir a Jesús. ¡Son palabras que nos llenan de esperanza y ánimo! Jesús jamás guardó el domingo de resurrección ni la navidad, y tampoco los guardaban sus apóstoles ni los cristianos instruidos por ellos. Desde el principio, los verdaderos discípulos han guardado las fiestas indicadas en la Biblia, siguiendo el ejemplo del propio Jesús. Para aprender más sobre las verdaderas fiestas de Dios, que simbolizan los pasos en su plan de salvación para la humanidad, le invitamos a solicitar un ejemplar gratuito de nuestro esclarecedor folleto titulado: Las fiestas santas: Plan maestro de Dios.

¿Dónde queda el Reino?

El apóstol Juan explicó que Dios llamó a sus siervos y los redimió “de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (Apocalipsis 5:9). ¿Cuál será su destino? ¿Irán al Cielo por toda la eternidad? Juan lo explica en el siguiente versículo: “Nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la Tierra” (Apocalipsis 5:10).

Dios no ofreció salvarnos para que estuviéramos ociosos en el Cielo. Nos llama para ser reyes y sacerdotes que ayudemos a Jesucristo, el Rey de reyes, a imponer la paz perdurable en la Tierra. Por esta razón dijo Jesús que los mansos, los que le siguen humildemente a Él y se niegan a sí mismos, “heredarán la Tierra”. Cuando oramos “venga tu Reino”, estamos pidiendo la venida del Reino que traerá paz a toda la humanidad y cuando los cristianos fieles servirán a su amado Salvador, Jesucristo, como reyes y sacerdotes bajo su dirección.

Algunos, en diferentes épocas, han enseñado que el Reino es la Iglesia en la Tierra. Otros creen que el Reino está en nuestro corazón. Pero el Reino de Dios es un verdadero reino, ¡con Jesucristo como su Rey!

¿Qué es exactamente un reino? Todo reino reúne cuatro elementos esenciales: un gobernante, un territorio, leyes y súbditos. ¿Cómo se entiende esto en el Reino de Dios?

¿Quién es el gobernante en el Reino de Dios? La Biblia responde a esta pregunta en muchos pasajes, entre ellos el siguiente del apóstol Juan: “Entonces vi el Cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino Él mismo” (Apocalipsis 19:11-12). ¡Jesucristo, coronado con muchas funciones, regresará a la Tierra como su Rey conquistador!

La siguiente es otra descripción del aspecto que tendrá Jesucristo en su segunda venida: “Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y Él las regirá con vara de hierro; y Él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:13-16).

¡El gobernante del Reino de Dios venidero será el propio Jesucristo! ¿Está usted orando: “Venga tu Reino”? ¿Espera con anhelo y entusiasmo el regreso de Jesucristo a la Tierra? Así lo esperaba el apóstol Juan. En el penúltimo versículo de la Biblia, el apóstol expresó un ruego y una esperanza fervorosa: “Sí, ven, Señor Jesús” (Apocalipsis 22:20).

Cuando Jesucristo venga, ¡su territorio será toda la Tierra! Y sus súbditos serán todos los seres humanos. Las Escrituras dicen que el mundo entero aprenderá el camino de la paz, que no es otro que la ley de Dios. La gente vendrá a Jerusalén todos los años para adorar a su Rey. La Tierra entera aprenderá a guardar los mismos días santos y los mandamientos que guardaron Jesús y los apóstoles. “Todos los que sobrevivieren de las naciones que vinieron contra Jerusalén, subirán de año en año para adorar al Rey, al Eterno de los ejércitos, y a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos” (Zacarías 14:16).

Todas las naciones de la Tierra adorarán al Rey y guardarán la Fiesta de los Tabernáculos. En la actualidad muchos ignoran que los días santos guardan un profundo significado para los cristianos. La Iglesia del Nuevo Testamento se fundó en el día de Pentecostés, pero muchos han olvidado que Pentecostés es uno de los días santos dados por Dios a su pueblo. En el libro de los Hechos leemos que había una multitud reunida para guardar la Fiesta del Pentecostés, cuando los apóstoles convirtieron a miles con su predicación. ¡La gente estaba reunida para observar ese día porque así se ordenaba en la Biblia! Pentecostés también se llama la Fiesta de las Semanas (Éxodo 34:22; Deuteronomio 16:10), la Fiesta de la Siega (Éxodo 23:16), y el día de las primicias (Números 28:26). Los verdaderos cristianos entienden que la Fiesta de Pentecostés conmemora la etapa en el plan divino cuando Dios llama a la salvación a las “primicias” a fin de prepararlas para gobernar bajo la autoridad de Jesucristo en el milenio.

¿Qué es el “evangelio”?

Jesucristo, el Mesías, vino predicando un mensaje que muchos creen conocer pero que muy pocos realmente comprenden. ¿Qué fue lo que predicó? “El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Jesús enseñó que era hora de dejar el pecado, de creer su mensaje y de prepararse para el Reino de Dios que vendría pronto.

¿Se ha arrepentido usted? Arrepentirse es reconocer que ha pecado, que ha transgredido los diez mandamientos o la ley de Dios. Significa no solamente expresar remordimiento y repugnancia por sus pecados, sino odiarlos a tal punto que usted los deja y empieza a llevar una vida nueva sin el pecado. Arrepentirse significa que se compromete, con la ayuda de Dios, a cambiar su vida. ¿Qué es pecado? El apóstol Juan dijo: “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).

¡No se puede creer el evangelio si no se entiende! Muchos que dicen creer en Jesucristo de hecho no creen ni hacen lo que predicó. Jesús preguntó: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). Si usted realmente considera que sigue a Cristo, hace lo que Jesús mandó. Si se convierte realmente al cristianismo, acepta a Jesús no de un modo abstracto como un Salvador a quien no se obedece, sino como su Amo y Señor, a quien procura con diligencia obedecer con la ayuda del Espíritu Santo. El apóstol Pablo escribió: “¿Ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:19-20).

El cristianismo verdadero es un modo de vida. Cuando la persona se arrepiente, cree el evangelio y entrega su vida a Jesucristo por medio del bautismo, Cristo puede vivir en ella mediante el Espíritu Santo. Entonces la persona crece como cristiana y su vida se transforma, haciendo de lado el egoísmo y reemplazándolo con servicio y amor a Dios y al prójimo. Los llamados por Dios no lo son únicamente para su propia salvación. Dios les llama a fin de prepararles para servir en su futuro Reino como reyes y sacerdotes, tal como vimos antes. Nuestra primera oportunidad de gobernar vendrá en el milenio, el período de mil años mencionado en la Biblia, cuando Jesús regirá sobre la Tierra. Como escribió Juan: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con Él mil años” (Apocalipsis 20:6).

¿Dónde será la sede del gobierno de Jesucristo?

¿Dónde tendrá Jesús la sede de su gobierno en la Tierra? Será en Jerusalén, porque la Biblia dice: “He restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén” (Zacarías 8:3). De hecho, cuando esté reinando, Jerusalén tendrá otro nombre. El último versículo en el libro de Ezequiel afirma que “el nombre de la ciudad desde aquel día será Yahveh-sama” (Ezequiel 48:35). Una nota al pie de la página explica que esto significa El Eterno allí”. Desde allí gobernará su Reino: “El Eterno será Rey sobre toda la Tierra” (Zacarías 14:9).

Cuando Cristo regrese a gobernar la Tierra, Él y los santos glorificados estarán sobre las naciones, compuestas por seres humanos físicos. Cristo enseñará a las naciones el camino de vida que lleva a la paz. Los cristianos de hoy, que entonces habrán resucitado como seres espirituales, o las “primicias”, estarán bajo su dirección como los reyes y sacerdotes a cargo de ciudades y naciones (vea Lucas 19:17; Apocalipsis 2:26). Estos reyes y sacerdotes instruirán al mundo en la verdad de Dios. El siguiente pasaje de las Escrituras habla de los que aprenderán los caminos de Dios durante el milenio: “Bien que os dará el Señor pan de congoja y agua de angustia, con todo, tus maestros nunca más te serán quitados, sino que tus ojos verán a tus maestros” (Isaías 30:20). Usted puede ser uno de esos maestros. ¿Qué enseñarán los santos glorificados, los reyes y sacerdotes? “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (v. 21).

En el milenio los maestros enseñarán la ley de Dios. El profeta Isaías nos inspira con su anticipo de lo que vendrá. “Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa del Eterno como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:2-3).

Las leyes humanas, tantas veces contradictorias e injustas, dejarán de ser. Desde Jerusalén se enseñará y administrará la ley de Dios, que tiene por fundamento el decálogo. Recordemos las palabras de Jesús: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Y enseguida citó varios de los mandamientos (Mateo 19:17). Además, en su “sermón del Monte”, procedió a ampliar los mandamientos, de modo que abarcan más y resultan más imperativos ¡porque el cristiano debe observar no solamente la letra, sino también el espíritu de los diez mandamientos!

¿Cuál será el efecto del gobierno de Dios sobre este mundo? “Juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).

Cuando Cristo regrese, va a reeducar a todo el mundo, enseñando el camino de la paz: “La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán en todo mi santo Monte; porque la Tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:7-9).

En el mundo de mañana, todas las naciones conocerán al Dios verdadero del Cielo y la Tierra, y bendecirá a quienes guarden sus mandamientos; como siempre lo ha hecho. Veamos el siguiente pasaje inspirador del libro del Deuteronomio en el que se habla de las bendiciones que llegan cuando obedecemos la ley divina. “Guardarás, pues, los mandamientos del Eterno tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole. Porque el Eterno tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel; tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella; tierra cuyas piedras son hierro, y de cuyos montes sacarás cobre. Y comerás y te saciarás, y bendecirás al Eterno tu Dios por la buena tierra que te habrá dado” (Deuteronomio 8:6-10).

Su glorioso futuro

¿Puede usted visualizar su participación en la educación de todas las naciones para que guarden los mandamientos de Dios y en la tarea de ayudarles a llevar la vida abundante que promete? Si usted se cuenta entre quienes obedecen, si busca la voluntad de Dios y no la propia, entonces Dios puede valerse de usted para enseñar sus caminos a los demás.

Aun hoy, nuestro planeta se destaca como una joya en la inmensidad del espacio. Pero llegará un día cuando Dios purificará la Tierra con fuego, y la renovará, antes que venga el Cielo a la Tierra (2 Pedro 3:10-13). El apóstol Juan escribió: “Yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del Cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del Cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y Él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:2-5).

Usted puede tener su parte en tan increíble futuro. Dios dice en Romanos 8:17 que todos sus hijos son sus herederos y “coherederos con Cristo”. Como herederos de Dios, los discípulos fieles van a heredar no solamente la Tierra, sino el Universo entero: “[Dios] El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32). También leemos: “Todo lo sujetaste bajo sus pies [del hombre]” (Hebreos 2:8).

En estos últimos versículos, la expresión griega traducida “todo” que significa literalmente “el todo”, en otras palabras, todo lo que se ve y lo que no se ve. ¡Los cristianos fieles van a heredar todo el Universo! Muchos soñamos con viajar a puntos lejanos de la galaxia y nos maravillamos ante la hermosura de las estrellas, las nebulosas y demás componentes asombrosos y deslumbrantes de nuestro Universo. ¡Llegará el día cuando los cristianos fieles podrán viajar por el Universo a la velocidad del pensamiento!

Dios desea que heredemos la Tierra… ¡y más! Por eso nos dice: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:7). Que Dios nos ayude a todos a buscarlo, y a buscar su Reino, ¡para que heredemos pronto la Tierra, el Universo y todas las cosas!

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