¿De dónde vino el Universo? | El Mundo de Mañana

¿De dónde vino el Universo?

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El recordado astrónomo y cosmólogo Carl Sagan empezó su aclamado libro Cosmos con una aseveración tan amplia como famosa: "El Cosmos es todo lo que es, o ha sido o será". Y la grandeza que vemos al dirigir el telescopio hacia allá, bien puede generar en nosotros sentimientos de humildad ante declaraciones tan altisonantes.

Gracias a los avances de la astronomía y a las imágenes llegadas desde el telescopio espacial Hubble, hoy podemos salir en familia en una noche oscura, lejos de las luces de la ciudad; y los padres pueden explicar a sus hijos, atónitos estos, algo sobre los vastos dominios que quedan más allá de las innumerables estrellas ante su vista… y no solo estrellas, sino miles de millones de millones de galaxias, nebulosas, quásares, pulsares y otros fenómenos fascinantes. Es una colección incontable de mundos, de una variedad que parece infinita, ¡esparcidos por un Universo de tamaño vasto e inimaginable!

Sobrecogido por belleza tan majestuosa, un niño curioso quizá se volvería a sus padres y les haría una pregunta sencilla: "¿De dónde vino el Universo?"

Ciertamente, ¿de dónde? En este caso, la pregunta infantil es un dilema de la ciencia. La revista New Scientist sugirió en su número del 13 de enero del 2012 que este se podría denominar "un problema de génesis: Sin una cláusula de escape, los físicos y los filósofos se ven ante la necesidad ineludible de dar respuesta a un problema que los viene atormentando desde hace años: ¿Cómo existe el Universo, con todo y sus leyes de física, a partir de la nada?"

¿El Universo en expansión?

Los seres humanos han podido vislumbrar los bordes del Cosmos y han explorado las leyes ocultas que imperan dentro de este Universo maravilloso y ordenado, pero ni el más hábil de los científicos ha podido demostrar de dónde vino, por qué está aquí ni por qué es como es.

Durante algún tiempo, esas preguntas se relegaron al ámbito de los filósofos y los teólogos. Para el hombre de ciencias, el Universo se podía simplemente dar por sentado, y muchos dieron por sentado que era eterno. Pero todo aquello cambió en la década de 1920, cuando el astrofísico belga Edward Lemaître hizo un descubrimiento inesperado.

Trabajando con las ecuaciones en el campo de Einstein: Matemáticas que el físico y ganador del premio Nobel, Albert Einstein, derivó de su famosa Teoría General de la Relatividad; Lemaître llegó a la conclusión de que si Einstein tenía razón en sus caracterizaciones del espacio, el tiempo y la materia; entonces el Universo no era algo estático y eternamente equilibrado. Al contrario, ¡tenía que estar expandiéndose con el tiempo! Aun más extraño fue que las ecuaciones demostraban que el Universo fue más pequeño en el pasado, y que si miráramos a un pasado lo bastante lejano, veríamos al Universo como un punto infinitamente caliente, infinitamente denso, infinitamente pequeño, que Lemaître llamó un "átomo primigenio". Entendidas así las ecuaciones de Einstein, demostraban que el inmenso Universo y todo lo que contiene, cada uno entre los miles de millones y millones de planetas, estrellas y galaxias, e incluso el espacio mismo, tuvo un principio como un punto infinitamente pequeño, más pequeño que la más diminuta de las partículas subatómicas.

En un principio las conclusiones de Lemaître se desecharon entre la mayoría. El famoso astrónomo Fred Hoyle se burló de la idea de un Universo que se expande desde un comienzo microscópico, llamándolo despectivamente un big bang o "gran estallido". Se dice, incluso, que el propio Einstein le aseguró a Lemaître: "Sus matemáticas son acertadas, pero su física es pésima". La idea de un Universo no eterno, que de alguna manera "recibió la existencia", era para algunos científicos un eco incómodo de las primeras palabras de la Biblia: "En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra" (Génesis 1:1).

Que un antiguo y polvoroso volumen, ampliamente despreciado como cosa poco seria e indigna de consideración dentro de las ciencias, se hubiera adelantado de tal manera a la cosmología moderna era, por decir lo menos, algo desconcertante para un científico "de avanzada".

No obstante, en el plazo de un decenio, los datos irrefutables y las observaciones científicas habían confirmado las conclusiones de Lemaître. El astrónomo Edwin Hubble descubrió que las ondas de luz que llegan al planeta Tierra desde lejanas galaxias presentan cierto desplazamiento que concuerda con la teoría de Lemaître. Así como las ondas sonoras del pito de un tren cambian de un tono agudo a uno más bajo a medida que el tren pasa frente a un observador al lado de la vía férrea, el "desplazamiento rojo" de las ondas de luz provenientes de galaxias distantes indica que esas galaxias se están alejando de nosotros dentro de un Universo en expansión.

Ya en la década de 1950, los físicos Arno Penzias y Robert Wilson detectaron una irradiación uniforme, muy leve, en el Universo, la cual concordaba perfectamente con la teoría de Lemaître sobre un Cosmos que tuvo su comienzo hace un número finito de años como una "semilla" infinitamente pequeña que se expandió hasta formar el Universo que tenemos hoy. Penzias y Wilson habían descubierto, de hecho, un "eco" de lo que Hoyle tan despectivamente había llamado el "gran estallido", es decir, el momento de la creación del Universo.

Implicaciones extraordinarias

Hoy, el big bang se da por sentado como una de las teorías científicas más firmemente establecidas. Lo que antes desconcertó a los científicos, hoy es ampliamente aceptado: nuestro Universo no siempre ha estado allí, sino que hubo un momento de "creación" en que todo, literalmente todo, empezó de algún modo a existir.

Las implicaciones de esta teoría tan bien documentada, es decir, el "problema de génesis", no han dejado a los físicos sintiéndose muy tranquilos. Como bien lo señaló New Scientist: "El big bang ya forma parte del mobiliario de la cosmología moderna, pero la intranquilidad de Hoyle no ha desaparecido. Muchos físicos han luchado en una acción de retaguardia contra él, debido en gran parte a sus connotaciones teológicas. Si tenemos un instante de creación, ¿no necesitamos un creador?"

Esa "acción de retaguardia" ha proseguido. Muchas son las teorías que se han presentado en un intento por prescindir de un "momento de creación". Estas van desde universos múltiples hasta un Cosmos que se expande y se encoge en ciclos interminables, o bien "huevos cósmicos" que dan a luz universos "hijos". Sin embargo, ninguna teoría encaja con los hechos como la de un Universo que tuvo sus comienzos en determinado punto del tiempo. En un trabajo publicado en abril del 2012, titulado: "¿Tuvo el Universo un comienzo?", dos físicos de la Universidad de Tufts, Mithani y Alexander Vilenkin, evalúan tres teorías que prometen explicar cómo podía el Universo "prescindir de un comienzo". ¿Sus conclusiones? Ninguna permite un Universo que "realmente pueda ser eterno en el pasado".

Tal como lo informó el doctor Vilenkin a sus oyentes en un simposio sobre el "Estado del Universo", celebrado para conmemorar los 70 años del físico Stephen Hawking: "Todas las pruebas que tenemos dicen que el Universo tuvo un comienzo".

Para los físicos que desean evadir un "suceso de creación", el problema no va a desaparecer. Sin embargo el "problema de génesis" no es problema alguno… ¡para quienes creen al libro del Génesis! ¡Desde la primera oración de la Biblia Dios asume el título de Creador de los Cielos y la Tierra! Aun la expansión del Universo encuentra eco en las palabras de las Sagradas Escrituras cuando describen a un Dios que "extiende los cielos como una cortina, los despliega como una tienda para morar" (Isaías 40:22; Salmos 104:2).

Más allá del alcance de los telescopios del astrónomo y de las ecuaciones de los físicos, ¡las Escrituras revelan al Creador de todas las cosas, eterno y sobrenatural! Estas palabras las dirigió el salmista en un canto a Dios: "tus Cielos [son] obra de tus dedos, la Luna y las estrellas que tú formaste" (Salmos 8:3).

Cuando el niño, o el hombre de ciencia, hace la pregunta: "¿De dónde vino el Universo?", podemos responder con confianza: ¡El Universo vino de la mente y el poder del Dios todopoderoso de toda la creación, para cumplir su gran propósito, para su gloria y para la realización de nuestro destino!

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