Se busca, vivo o muerto | El Mundo de Mañana

Se busca, vivo o muerto

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Cualquiera que haya visto películas de vaqueros del viejo oeste está familiarizado con el famoso cartel de "Se busca, vivo o muerto", que muestra la cara del bandido y una buena recompensa por su captura o por su muerte. El horrible crimen podría haber sido robo, asesinato o cualquier otro. El cartel transmitía la noción de que el criminal era una amenaza para la decencia y la seguridad de la sociedad y que se justificaba removerlo de ésta por cualquier medio.

A veces, las autoridades incluso reunían a una cuadrilla y perseguían implacablemente al bandido. Un proverbio dice que “el camino de los transgresores es duro” (Proverbios 13:15). La vida no fue fácil para ninguno de esos bandidos.

Pocos de nosotros nos consideraríamos tan bandidos como para ser merecedores de un cartel de "Se busca" con nuestra cara. ¿Quién de nosotros ha robado un banco, o asaltado una diligencia, o disparado a un hombre en un duelo? Seguramente, para la gran mayoría de nosotros, nuestros delitos menores son demasiado comunes y mundanos para convertirnos en bandidos buscados.

Sin embargo, la verdad es que cada uno de nosotros, usted y yo individualmente, ante Dios hemos sido criminales y asesinos también. Hemos quebrantado la ley de Dios, Sus Diez Mandamientos, y hemos sido responsables de la muerte de su Hijo Jesucristo. Jesucristo, como nuestro Salvador personal, murió por nosotros. El quebrantamiento de la Ley de Dios es pecado (1 Juan 3:4) y nuestros pecados han traído una sentencia de muerte para cada uno de nosotros.

Pero existe la esperanza de un destino mejor para nosotros que el de los bandidos del “viejo oeste” que fueron encarcelados o ejecutados. Pablo declaró en Romanos 6:23 que “la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

A pesar de nuestras acciones pasadas, Dios nos ofrece una mejor opción que el encarcelamiento o la ejecución. En lugar de perseguirnos con una cuadrilla en busca de venganza, Él nos ofrece un programa de rehabilitación. Comienza con una especie de "ejecución": la muerte de nuestro "viejo yo" por medio del bautismo después de arrepentirnos de nuestros pecados. Pero después de ser bautizados, “engendrados” como discípulos de Cristo, se nos da un programa de rehabilitación con el propósito de cambiar por completo nuestra forma de vida. Debemos enfocarnos en servir a los demás en lugar de estar continuamente preocupados por nosotros mismos. Esa es una mejor forma de vida. Jesús dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35) y Su propósito al venir era para que tengamos vida, y para que la tengamos en abundancia (Juan 10:10).

Esa vida más abundante no se limita a aquellos que se han sometido a Dios en esta era, sino que eventualmente estará disponible para todos los que alguna vez vivieron, pero ahora descansan en la muerte. Pablo, al encargar al evangelista Timoteo que predicara la palabra, declaró en 2 Timoteo 4:1: “el Señor Jesucristo… juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino”.

En su segunda venida, Jesucristo evaluará a aquellos que se han vuelto firmemente a Sus caminos. Los que han muerto en Cristo resucitarán. Luego, después del reinado de Jesús durante mil años, aquellos que nunca han tenido la oportunidad de conocer al verdadero Dios de la Biblia serán juzgados o evaluados dentro del lapso de Su Reino (Apocalipsis 20:4-5). Aquellos que han muerto separados de Cristo serán resucitados para vivir de nuevo durante un período del cual Jesús habló, conocido como el Último Gran Día (ver Juan 7:33-40). En ese tiempo tendrán la oportunidad de aprender verdaderamente las leyes de Dios y de cambiar sus viejos hábitos y caminos.

Nadie necesita sentirse como un fugitivo o bandido. Dios quiere que nosotros, los que estamos vivos ahora, así como los que ahora están muertos y esperando ser resucitados en el futuro, podamos aferrarnos a su gran plan y propósito para toda la humanidad.

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