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La lucha libre es un deporte fascinante que implica fuerza física, habilidad y tenacidad mientras los combatientes se esfuerzan por “tumbar a sus oponentes”. La lucha libre profesional ha gozado de popularidad durante generaciones y ha producido 748 millones de dólares en ingresos en 2021. Esta forma de lucha se ha considerado un entretenimiento más que un deporte debido a las personalidades extrañas de los participantes y al enfrentamiento de los “buenos” contra los “villanos” en combates cuidadosamente coreografiados. Sin embargo, la lucha universitaria es un deporte legítimo sancionado por la NCAA; 395 universidades en todo Estados Unidos participan en ella y es un evento popular en los Juegos Olímpicos.
Si bien la exhibición de habilidad en tales deportes entretiene y absorbe la atención de millones de personas, la mayoría desconocen una competencia de lucha libre que tuvo lugar hace mucho tiempo en la antigua Edom. Jacob, hijo de Isaac y nieto de Abraham, regresaba a su tierra natal como un hombre rico, con familia, rebaños y manadas después de haber estado veinte años con su suegro, Labán. En este viaje, esperaba encontrarse con su hermano, Esaú, de quien estaba distanciado debido a la controversia relacionada con su primogenitura, que Esaú creía que Jacob le había robado. Este relato bíblico se encuentra en Génesis 24:19-34. Jacob implementó un plan para apaciguar a su hermano y proteger a su familia, y esta historia se relata en detalle en Génesis 32:3-23.
Después de que Jacob despidiera a su familia y sirvientes para que pasaran el arroyo, su historia tomó un giro muy interesante:
“Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Genesis 32:24-30).
A partir de este momento, el nombre de Israel ocupa un lugar destacado en las Escrituras. Dios trabajó con él como progenitor de doce hijos cuyos descendientes se convirtieron en la nación de Israel, elegida por Dios para ser un ejemplo del modo de vida de Dios para el mundo (Note que los judíos reciben el nombre de Judá, solo uno de los doce hijos de Israel).
¿Por qué Dios «lucharía» con Jacob? En Jeremías 17:10 se enuncia un principio espiritual profundo: “Yo El Eterno, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”. Todos seremos probados, ya que “Porque El Eterno al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere” (Proverbios 3:12). Jacob había soportado pruebas y tribulaciones físicas. Luego, en ese momento vulnerable de su vida, tuvo una lucha con Dios, que simbólicamente reveló su carácter persistente, algo que Dios usaría para llevar a cabo su plan para la humanidad.
Todo esto era parte de la promesa de Dios al justo Abraham que se encuentra en Génesis 12:2-3: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
Las escrituras hebreas cuentan la historia de la interacción de Dios con Israel y los acontecimientos que llevaron al nacimiento de Cristo como el Salvador de la humanidad. La contienda física en el desierto entre Jacob y Aquel que se convirtió en el Mesías fue un acontecimiento trascendental para establecer a Israel como el instrumento que Dios usaría para llevar a cabo Su plan.
Las naciones son familias que se han hecho grandes. Las naciones que ahora ocupan el Medio Oriente son los descendientes de esas antiguas familias, cuyos conflictos y controversias continúan hasta el día de hoy. Estos problemas insolubles finalmente se resolverán y la paz se implementará cuando Jesucristo regrese en poder y gloria para establecer Su reino como Rey de reyes y Príncipe de paz.
Los programas, la revista y las guías de estudio de El Mundo de Mañana pueden ayudarlo a comprender este maravilloso plan, que incluye a toda la humanidad. Esta información se puede encontrar aquí mismo en este sitio web, y está disponible de forma gratuita. Para comenzar lea Asombrosas profecías bíblicas cumplidas.