¿Qué debe estar haciendo la Iglesia? | El Mundo de Mañana

¿Qué debe estar haciendo la Iglesia?

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¿Hay todavía un propósito para la Iglesia en este siglo 21? ¿Puede usted cumplir un papel dentro de ese propósito? El "cristianismo" tradicional ¡está en plena crisis de identidad! Muchos que se consideran cristianos no están seguros del propósito de su iglesia y el papel que esta debe cumplir en su vida. Unos anhelan las cómodas tradiciones del pasado. Otros buscan una experiencia más "auténtica". Y otros buscan sanidad y consuelo. Pero, ¿cuál es el verdadero propósito de la iglesia?

Muchas personas, totalmente desilusionadas con la "religión organizada", buscan respuestas en otra parte. Para ellas, la religión ha perdido su importancia porque su iglesia no tiene identidad ni un papel qué cumplir. Según algunos investigadores, las personas "sencillamente no acuden a Dios ni a la religión en busca de ayuda para tomar decisiones relacionadas con temas importantes o morales de actualidad".

¿Por qué hay tanta confusión en las iglesias? ¿Cuál debe ser el propósito de la iglesia? ¿Y qué debería estar haciendo su iglesia en este tiempo?

Seguir los pasos de Jesucristo

Cuando Cristo estuvo en la Tierra, no dejó ninguna duda en cuanto a lo que su Iglesia debía hacer y haría. Él la estableció y dijo que existiría hasta su regreso (Mateo 16-18). Pero, ¿cuál sería la función de esa Iglesia?

Jesús nos dio la respuesta. Observemos lo que hacía cuando inició su ministerio: "Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del Reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio" (Marcos 1:14-15). Jesús estaba anunciando las buenas noticias de su Reino (evangelio significa "buenas noticias"), y estaba predicando arrepentimiento, creencia en el evangelio y conversión.

¿Está haciendo su Iglesia lo que Cristo estaba haciendo? ¡Debería! ¿Participa usted en la obra de predicar el evangelio del Reino de Dios? ¿Ha experimentado usted el verdadero arrepentimiento y la conversión? Si no lo ha hecho, ¿cuál es la razón?

Anunciar el Reino de Dios venidero

Cuando Cristo empezó a predicar el evangelio del Reino de Dios, estaba prediciendo el tiempo cuando Él sería el gobernante de la Tierra. El reinado de los santos bajo el Mesías es algo que el profeta Daniel ya había entendido y predicho (Daniel 2:44; 7:18). Quienes escuchaban a Jesús no solamente aceptaban esto como un hecho, sino que la mayoría de sus discípulos, llenos de entusiasmo, creían que el Reino se establecería de inmediato (Hechos 1:6; Lucas 19:11). Por el contrario, en nuestros días, la verdad profetizada sobre el Reino milenario de Cristo es algo desconocido para la mayoría de quienes se declaran cristianos.

No siempre fue así. Los primeros cristianos estaban muy atentos a la esperanza del regreso de Cristo. ¡Era algo que los emocionaba! Pero poco a poco perdieron elcamino, como lo explica el historiador Edward Gibbon:"En la Iglesia primitiva… la creencia generalizada era que elfin del mundo y el Reino de los Cielos eran inminentes…Mas con el paso del tiempo, la doctrina del reinado de Cristo sobre la Tierra se empezóa tratar como una profunda alegoría, luego paulatinamentepasó a verse como una opinión dudosae inútil, y terminó por rechazarsecomo absurdo invento de la herejía yel fanatismo" (El cristianismo y la caída de Roma, Edward Gibbon).

Al irse desvaneciendo con el paso de los siglos la creencia en el reinado milenario de Cristo, muchos acudieron a la idea de que la Iglesia misma transformaría el mundo. Esto

llevó a un clímax de diversos tipos de activismo social, con la esperanza de producir un mundo mejor.

Esta tendencia ha seguido en los tiempos modernos. Después del Segundo Concilio Vaticano, los teólogos católicos de los años sesenta formularon lo que llegó a llamarse la teología de la liberación, centrada en la transformación social en vez de la conversión personal. El autor Robin Keeley señala que en la teología de la liberación "el servicio a los pobres se entiende como comprender su situación, defender sus derechos y organizarlos para el activismo social" (La revolución silenciosa).

Cristo sanó a los enfermos, levantó a los muertos y trajo alivio a los oprimidos, tal como leemos en los Evangelios. À sus discípulos les enseñó a hacer otro tanto (Lucas 10:9). Pero observemos que su misión no fue únicamente sanar, sino también anunciar el futuro Reino de Dios (v. 10-11).

En cierta ocasión, mientras Jesús leía la profecía de Isaías en la sinagoga, se detuvo en la mitad del pasaje. Con esto indicó que el cumplimiento final de la profecía de Isaías ocurriría en el milenio, una vez establecido el Reino de Dios en el planeta Tierra. En esa profecía, Isaías predijo que el Mesías proclamaría "el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados… Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones" (Isaías 61:2, 4). ¡Isaías se refería al regreso de Cristo y al proceso de reconstrucción que ocurrirá después de que haya establecido su Reino en la Tierra!

¡Ese momento aún no ha llegado! El reinado milenario de Jesucristo dará comienzo a una prosperidad sin precedentes, con consuelo y ayuda para todos los oprimidos y maltratados. Isaías prevé una era maravillosa de igualdad y justicia al decir, respecto del futuro Mesías, que "juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la Tierra" (Isaías 11:4).

Cristo les dijo a sus discípulos que fueran por todo el mundo predicando el evangelio del Reino de Dios (Marcos 16:15). Sabía que las mayorías no responderían sino que recibirían el mensaje solo como testimonio de lo que vendría. Pero también llamó a sus discípulos a bautizar a quienes sí se arrepentían y escuchaban su mensaje (Mateo 28:19-20).

Hoy en día muchos cristianos, observando las descripciones bíblicas del milenio, piensan que tienen la obligación de ser activos no solo en lo social sino también en lo político, a fin de promover los temas morales y sociales que, a su modo de ver, ayudarían a imponer en la Tierra aquellas condiciones propias del milenio. Pero, ¿era el deseo de Jesucristo que los suyos intentaran "arreglar" este mundo? O, ¿era su prioridad proclamar la era venidera y preparar al mundo para recibirla difundiendo las buenas noticias de su Reino? (Mateo 24:14). Jesús dijo que su Reino no era de este mundo (Juan 18:36), y el apóstol Pablo se describió a sí mismo como un "embajador de Cristo" de ese futuro Reino (2 Corintios 5:20). La verdadera Iglesia de Dios no se verá involucrada en la política de este mundo malo ¡sino que estará dedicada a proclamar el mundo venidero!

Siempre habrá quienes se empeñen en influir sobre reyes y naciones en el nombre de su religión. La profecía bíblica incluso revela que una gran iglesia falsa se enredará con una entidad política contraria a Dios ¡y llevará a toda la humanidad al borde de la aniquilación! "Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han fornicado los reyes de la Tierra" (Apocalipsis 17:1-2). Esta "ramera", o iglesia falsa, y su contraparte política, "pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque Él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con Él son llamados y elegidos y fieles" (v. 14). El conflicto producirá una época de guerra espantosa que la Biblia llama el "día del Señor" y que por poco extinguirá toda vida en la Tierra. Pero Jesucristo regresará antes de que se destruya toda la humanidad (Mateo 24:21-22).

Ciertamente, Cristo desea que amemos al prójimo (Mateo 19:19) y que hagamos bien a todos en la medida en que tengamos la posibilidad (Gálatas 6:10). Pero la misión de la Iglesia no es transformar al mundo ahora sino cumplir la obra de Dios. La Iglesia que Jesucristo fundó tiene que seguir su ejemplo, proclamando el verdadero evangelio al mundo. No se dejará distraer por un falso evangelio de activismo político o social ¡porque estará ocupada en proclamar la buena noticia de su Reino venidero!

Otra razón por la cual la mayoría de las iglesias no entienden el Reino venidero de Cristo es porque han abandonado los días santos que Jesucristo y sus apóstoles guardaban. Como estos días santos reflejan el plan de Dios para la humanidad, incluyendo el regreso de Cristo para gobernar al mundo, solamente la Iglesia que guarde y entienda esos días podrá comprender realmente todo el significado de la venida de Cristo. La Iglesia de Dios guarda la Fiesta de las Trompetas, que presagia su regreso triunfal al sonar de la última trompeta (1 Tesalonicenses 4:16). Aun en el tiempo del fin, la Iglesia de Dios estará guardando no solamente esos "sábados anuales", sino también el sábado semanal, que presagia el sábado milenial dentro del plan de 7.000 años dispuesto por Dios (Hebreos 4:8–10). La mayoría de quienes se declaran cristianos piensan que esos días de reposo se abolieron. Pero ni Cristo ni sus apóstoles abolieron esos días. Más aún, las Sagradas Escrituras muestran que cuando Cristo regrese, todo el mundo va a guardar la Fiesta de los Tabernáculos (Zacarías 14:16).

Predicar fe y arrepentimiento

Jesucristo no se limitó a predicar el Reino de Dios venidero, sino que también instó así a sus oyentes: "arrepentíos, y creed en el evangelio" (Marcos 1: 15). Su mensaje de arrepentimiento había sido preparado por Juan el Bautista (Mateo 3:2). El sermón del apóstol Pedro el día de Pentecostés también resaltó la importancia de arrepentirse del pecado (Hechos 2:38).

Aun así, muchas iglesias están desorientadas en lo que respecta al pecado, al arrepentimiento y la fe. El autor Mike Regele explica, por ejemplo, que en los Estados Unidos el cristianismo en los ochenta sufrió un cambio de rumbo importante, dejando de lado la moral y el reconocimiento del pecado para acoger un falso evangelio de "realización personal". "[En los ochenta] se había terminado el avivamiento y ocupó el centro del escenario una época de terapia dirigida hacia el yo interior. Los sermones sobre la profundidad de la maldad moral y espiritual del individuo sencillamente no eran agradables. En esa época dirigida hacia el yo interior, la gente quiere sentirse bien y tranquila respecto de sí misma" (Muerte de la iglesia).

Ese falso mensaje de "sentirse bien" ¡no es de Jesucristo! Él no trajo palabras "halagüeñas" cuando vino a la Tierra (Isaías 30:10). Lo que trajo fue un mensaje fuerte, que buscaba convertir a sus oyentes para que dejaran el pecado ¡y cambiaran!

Lea atentamente lo que dijo Cristo a sus oyentes en Mateo 5, inmediatamente después de las conocidas "bienaventuranzas". Muchos confunden sus palabras, viendo en ellas un sentimiento que debilita o anula la necesidad de arrepentirse y de obedecer la ley de Dios, pero son todo lo contrario. Cristo dijo que no había venido a abrogar la ley sino a cumplirla (v. 17). Dijo que no se incumpliría ni la más mínima parte de la ley (v. 18). Condenó a los que transgredían incluso el menor de los mandamientos (v. 19). Advirtió a sus oyentes que su justicia tenía que ser mayor que la justicia de los fariseos, sin la hipocresía de estos (v. 20). Enseñó que no solo es malo matar, sino que el espíritu de homicidio es digno de la pena de muerte (v. 22). Y enseñó no solamente que el adulterio está mal sino que aun la idea de cometer adulterio merece la pena de muerte (v. 28).

Le ruego no entender mal. Jesucristo pagó la pena de nuestros pecados (1 Pedro 1:18-19; Apocalipsis 12:10-11), y nosotros no podemos "merecer" ni "ganar" la salvación porque esta es un don de Dios (Romanos 6:23). Entonces ¿por qué predicó Jesús el arrepentimiento con fe? Porque requiere que, aun hoy, el cristiano deje atrás el pecado. ¿Dará Jesucristo la vida eterna a alguien que lleva una vida de rebeldía contra Él y contra sus leyes? El propio Cristo dijo que si queremos entrar en la vida eterna debemos "guardar los mandamientos" (Mateo 19:17). Esos mandamientos incluyen el sábado semanal y los siete días santos anuales, que la mayoría de quienes se declaran cristianos rechazan.

Aun los observadores no religiosos reconocen que un mensaje "cristiano" que trata únicamente de la realización personal, sin un reconocimiento profundo de haber pecado y sin un cambio hacia el arrepentimiento y le fe, sencillamente carece de sustancia espiritual. Es curioso que una de las críticas de los últimos veinte años ha sido la creciente privatización de la fe personal. Dentro de las tradiciones religiosas, es casi obsesión el crecimiento personal bajo el concepto de "llegar a conocer a Dios". Nos preguntamos si no es quizá la manera de justificar una manifestación más del deseo de autocomplacencia, un patrón de comportamiento que concuerda enteramente con el "ánimo" de la era dirigida hacia el yo interior.

Jesús se ocupó en sanar y ayudar a los quebrantados y adoloridos. Sanó a los quebrantados de corazón y liberó a los oprimidos (Lucas 4:18). Curó a los enfermos (Lucas 7:22). Vino a aligerar las cargas de los que estaban bajo yugo (Mateo 11:28-29). Pero no trajo un evangelio de "autocomplacencia" ni de "rebelión contra la ley". Enseñó la verdadera libertad dentro de la "ley de la libertad" (Santiago 1:25).

Amigo lector, ¿está realmente su vida de acuerdo con el mensaje de Jesucristo? ¿Le está pidiendo a Dios que le lleve al arrepentimiento? (Romanos 2:4; Lucas 5:32) ¿Está dando "frutos dignos de arrepentimiento" en su vida? (Mateo 3:8). La predicación del arrepentimiento y la fe es parte de la verdadera misión que Jesús cumplió… la misma que encomendó a su Iglesia.

La verdadera comisión

Iniciada la segunda década del siglo veintiuno, muchas iglesias se encuentran en la búsqueda de un significado y un propósito para su existencia. Cuando las iglesias piden a sus miembros el parecer sobre su "experiencia en la iglesia", reciben un incomprensible surtido de respuestas encontradas, como observa el autor Brian McLaren: "Las quejas van de ser una iglesia sensata a incoherente y excluyente. De ser demasiado aburrida. Demasiado dada a entretener. Demasiado superficial. Demasiado profunda. Demasiado intelectual. Demasiado emocional. Demasiado moderna. Demasiado tradicional. Demasiado pasiva. Demasiado activa. Demasiado exigente. Demasiado fácil" (El otro lado de la Iglesia).

Ahora las grandes iglesias buscan complacer a quienes desean una enérgica mezcla de comunión con sus semejantes y programas de autoayuda dentro de un ambiente informal. Pero algunas ya empiezan a ver que tales instituciones, aunque atraigan miembros, no siempre atraen discípulos auténticos. Un comentarista radial reflexionó sobre este fenómeno en su columna de internet y escribió: "Si usted desea simplemente una multitud, el modelo ‘buscadores de emociones’ trae resultados. Si se desea contar con seguidores de Cristo firmes, sinceros y maduros; es un fracaso".

Al mismo tiempo vemos una rápida proliferación de pequeñas iglesias fragmentadas. Según el investigador Mark J. Penn, hay casi 10.000 religiones en el mundo y cada día nacen dos o tres más. La mayoría son movimientos que se han desprendido de entidades más grandes. Mientras los Estados Unidos y algunos países latinoamericanos viven un auge de grandes iglesias, los enormes complejos religiosos que ofrecen todo, desde esclarecimiento litúrgico hasta excursiones para adolescentes por los rápidos de los ríos; en el mundo en general la tendencia es la contraria. Lo que está surgiendo son pequeñas iglesias: La moda de pequeños grupos nuevos, con seguidores que demuestran una dedicación intensa. À medida que las nuevas organizaciones religiosas se fraccionan y proliferan, crece la confusión sobre el significado y el propósito de la Iglesia.

Felizmente, usted no tiene que estar en confusión acerca de la verdadera Iglesia de Dios. En nuestra era de rápidos cambios, usted puede tener la seguridad de que la verdadera Iglesia que Jesucristo edificó estará haciendo fielmente hasta su regreso lo mismo que Él hizo (Apocalipsis 1:7). No se dejará desviar por modas sociales ni distracciones del momento, y tampoco por herejías corrosivas. Estará proclamando en el mundo la buena noticia del Reino venidero de Jesucristo (Mateo 24:14). Y estará tocando una recia "trompeta de advertencia" que habla de arrepentimiento y de cambio espiritual. Como escribió Isaías: "Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado" (Isaías 58:1).

Esto es lo que la Iglesia edificada por Cristo está haciendo, aun en el siglo veintiuno, tal como lo viene haciendo desde el principio. ¿Es usted parte de esa Iglesia?

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