El misterio del matrimonio | El Mundo de Mañana

El misterio del matrimonio

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¿Está obsoleto el matrimonio? ¿Conserva siquiera alguna importancia en nuestros tiempos modernos? ¿Por qué se sigue uniendo la gente con el vínculo matrimonial pese a tantos ataques contra esta institución, que alguna vez se tuvo en tanta estima? La Biblia ofrece importantes elementos que profundizan nuestro respeto por la institución del matrimonio.

El matrimonio, ¿para qué? ¿Qué propósito tiene? La pregunta quizá suene extraña, pero reflexionemos un momento. El matrimonio como institución es un misterio para muchos. Desde luego que muchísimas personas siguen casándose todos los años… y también muchísimas se divorcian.

¿Por qué se casan? Tal parece que muchas parejas en realidad no saben por qué se casaron. Quizá es por eso que tantas uniones fracasan. Quizá la pareja tuvo la sensación general de estar enamorada, o intuía que casarse era "lo correcto" en ese momento. Pero ¿acaso profundizan más que esto? Quizá una razón por la cual tantos deciden vivir sin los votos matrimoniales es que en su mente no hay claridad acerca del propósito de este acto.

El número de parejas solteras que conviven como esposos ha aumentado considerablemente en los últimos 40 años. Hoy día, muchos de los niños nacidos son extramatrimoniales. Y es una tendencia que aumenta en todo el mundo. El matrimonio muestra un declive en muchas de las naciones occidentales.

Aun los que se consideran cristianos muestran confusión en cuanto al verdadero fundamento del matrimonio. Aun en el mundo religioso, el nexo entre el matrimonio y la Biblia es demasiado vago.

Ante esta situación, cabe preguntarnos cuál es el propósito del matrimonio. ¿Hay respuestas en la Biblia? La respuesta, tan contundente como animadora, ¡es que sí!

En el principio era el matrimonio

Al contrario de lo que tontamente suponen algunos, el matrimonio como institución no se desarrolló a lo largo de millones de años por selección natural, sino que se creó en un momento dado de la historia, cuando existían solamente dos seres humanos: un varón y una mujer. Veamos lo que dice Génesis acerca de los primeros esposos: "Entonces el Eterno Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán… Y de la costilla que el Eterno Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre" (Génesis 2:21–22).

No hubo baile, trajes formales ni vestido largo de novia, pero sí hubo la primera boda. Adán y Eva se unieron para ser marido y mujer. ¿Con qué objeto?

Dios les dijo a Adán y Eva que fueran "una sola carne". "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne" (Génesis 2:24). Entre ellos debía haber una intimidad sexual exclusiva, que no se compartiría con nadie más. Este es el matrimonio de fidelidad, el matrimonio hasta que la muerte nos separe que Dios instituyó y bendijo (Hebreos 13:4).

Este origen del matrimonio ¿será un mito, como creen tantos hoy? Según Jesucristo, no lo es, porque Él habló de aquello como un hecho cuando enseñó sobre el matrimonio: "Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Mateo 19:4–6). ¿Qué significa ser "una sola carne"? ¿Acaso esto se refiere únicamente a la unión sexual entre los esposos?

¿Por qué "una sola"?

Jesucristo explicó que el mandato de ser "una sola carne" va mucho más allá del acto sexual. Se refiere al marido y la mujer esforzándose juntos para alcanzar una meta enriquecedora y llena de significado en la vida. Significa ser "uno" en una sociedad mutua forjada para resistir las tormentas de la vida.

La visión que tenía Cristo del matrimonio era la de un esposo y una esposa que recorren la vida juntos en armonía, compartiendo las cargas y viviendo las alegrías de la vida en común.

Algo más asombroso es que la unidad entre marido y mujer tiene la intención de reflejar la unidad entre Dios y Cristo así como la unidad que los santos glorificados van a experimentar después de la resurrección. Justo antes de su crucifixión, Jesús oró estas palabras: "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos; para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti…" (Juan 17:20–21). Los esposos han de esforzarse por reflejar, aunque sea muy imperfectamente, el amor y la unidad que tienen Cristo y el Padre en su armoniosa relación divina. Han de esforzarse por ser realmente libres de todo egoísmo en su trato. Cada uno ha de aprender a amar al otro—su prójimo más cercano—como a sí mismo (Mateo 22:39). Dios desea ver esta "unidad" en la pareja de casados, tanto para bien y provecho de la misma pareja como para que puedan criar hijos como Dios manda.

El matrimonio: bueno para los esposos

El apóstol Pablo escribió varios pasajes que arrojan luz sobre el matrimonio. ¿Para qué instituyó Dios el matrimonio? Pablo lo explica: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia" (Efesios 5:31–32). El apóstol enseñó que el papel del hombre y de la mujer en el matrimonio es un recuerdo diario—aunque pequeño y físico—de la relación que tendrá Jesucristo con su Iglesia por toda la eternidad.

¿Por qué será, entonces, que algunos ven en el matrimonio un instrumento de represión? La vida matrimonial como Dios la dispuso no sería jamás semejante cosa. Los investigadores modernos, además, están descubriendo algo que muchos matrimonios felices han sabido intuitivamente por mucho tiempo: "La supuesta ’esclavitud’ de esta institución tan histórica como honorable es menos perjudicial para todos los actores que la ’libertad’ de nuestro espíritu actual", nos dice un reconocido escritor. Las investigaciones coinciden en mostrar que el efecto del vínculo matrimonial sobre el bienestar de marido y la mujer es por lo general positivo. "Los casados no solo reciben ingresos más altos y disfrutan mayor apoyo emocional, sino que suelen ser más saludables", señalan las investigaciones.

Para disfrutar de los beneficios de un buen matrimonio cristiano, hay que aplicar dedicación y esfuerzo. Ambos esposos tienen que aceptar sus responsabilidades y cumplir los papeles que Dios dispuso para el éxito matrimonial. El apóstol Pablo dijo muy claramente cuál era el deber del esposo en el matrimonio: "Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo" (Efesios 5:33).

Esposos, ¿qué significa para ustedes "amar a su mujer"? Las Sagradas Escrituras le dicen al hombre que valore y atienda a su mujer: que la proteja, la mantenga y le provea lo necesaria, que no la subestime ni la menosprecie. Esto es fácil cuando la mujer se muestra bondadosa, cariñosa y colaboradora, y cuando se ve hermosa, ¿no es así? Pero ¿y cuando el día ha sido especialmente duro para ella y su humor no es el mejor? Pablo no le puso restricciones a este mandato, sino que sus instrucciones son amar y atender a la esposa así en los malos momentos como en los buenos. El hombre tiene que esforzarse por amar a su esposa aun cuando ella no se lo facilite. Esto es lo que se requiere para alcanzar la armonía y la "unidad" que Dios desea. Amarla aun cuando ella se muestre brusca; aun cuando ella esté de malhumor. Al fin y al cabo, "Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8), y en el matrimonio el hombre ha de reflejar esa misma naturaleza de Cristo, mostrándose dispuesto a darse a sí mismo.

Esposas, ¿cuál es el papel y cuáles las responsabilidades suyas? El apóstol Pablo explica: "y la mujer respete a su marido" (Efesios 5:33). El mandato puede sonar anticuado e ingenuo, pero Pablo insiste en él. ¿Qué es "respetar al marido"? Es seguir la guía de él cuando ésta se conforma a Dios. Es mostrarle honor no solamente cuando sea fácil respetarlo y admirarlo sino también cuando él esté irritable o enojado, cansado o centrado en sí mismo. No significa ser una "alfombra" que él pueda pisar ni maltratar. Pero sí significa aprender a aceptar las decisiones de él aunque no estén de acuerdo con las de usted, en vez de desautorizarlo, ridiculizarlo u ofenderlo. Notemos que, al igual que para el esposo, Pablo no pone restricciones a su mandato para la esposa, sino que le dice que respete al esposo en sus momentos débiles así como en sus mejores momentos. ¡No siempre es fácil! Sin embargo, la esposa sabia y prudente hará todo lo que pueda por respaldar a su marido y ayudar a levantarlo en vez de rebajarlo (Proverbios 14:1). Tendrá como meta en la vida ayudarlo a salir adelante, y su relación con el esposo será una de bondad, compasión y misericordia (Proverbios 31:26).

Esposa, ¿es perfecto su marido? ¡Claro que no! Pero aprendiendo a someterse a un esposo imperfecto ahora, lo ayudará a convertirse en el esposo atento y solidario que usted desea y necesita. Y lo que es más importante, usted le estará mostrando a su Salvador—quien sí es perfecto—que también está dispuesta a seguir la guía de Jesucristo como la "esposa del Cordero" por toda la eternidad (Apocalipsis 21:9).

El matrimonio: bueno para los hijos

La unidad en un matrimonio como Dios manda también va en beneficio de los hijos. Leemos que "el Eterno ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto. ¿No hizo él uno, habiendo en él abundancia de espíritu? ¿Y por qué uno? Porque buscaba una descendencia para Dios. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud" (Malaquías 2:14–15).

El esposo y la esposa que comparten una relación de amor y dedicación mutua pueden brindar un medio estable y positivo para la siguiente generación. Cuando Dios unió a la primera pareja con el vínculo matrimonial, les dio este mandato: "Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla" (Génesis 1:28). Deseaba que los humanos tuvieran hijos, que crecieran hasta formar clanes, tribus y naciones.

Dios ya sabía hace miles de años lo que hoy están confirmando nuestros expertos en ciencias sociales: que la institución matrimonial es el mejor entorno para criar hijos. "Corren menos posibilidad de caer en drogadicción, menos posibilidad de reprobar el año, menos posibilidad de abandonar los estudios, menos posibilidad de suicidarse, menos posibilidad de caer en la pobreza, menos posibilidad de convertirse en delincuentes juveniles, y para las niñas, menos posibilidad de quedar embarazadas antes de tiempo. Tanto en lo emocional como en lo físico son más saludables, aun treinta años después, que los que no han tenido la fortuna de contar con padres tradicionales" (El matrimonio bajo ataque, Dr. James Dobson, p. 54).

Aunque algunos pretendan negarlo, hay indicios muy fuertes de que los hijos se benefician inmensamente al criarse en un hogar con presencia de un padre y una madre. El investigador Karl Zinsmeister del American Enterprise Institute, informó: "Hay una montaña de evidencia científica la cual indica que cuando se desintegran las familias, los hijos frecuentemente terminan con cicatrices intelectuales, físicas y emocionales que persisten toda la vida… Hablamos de la crisis de las drogas, la crisis en la educación y el problema del embarazo y la criminalidad juveniles. Todos estos males se remontan primordialmente a un origen: familias descompuestas".

Cierto es que muchos niños demuestran una extraordinaria fortaleza y son capaces de vencer muchas dificultades que la vida les lanza. Muchos padres que se hallan en circunstancias menos que ideales están haciendo lo máximo que pueden por brindar un hogar seguro y positivo para los hijos. Pero esto no le resta verdad al hecho de que no hay evidencia para apoyar la idea de quienes desean presentar alternativas a la familia tradicional como si fueran iguales o superiores a ésta.

El objetivo final: ¡una familia espiritual!

Sin duda alguna, Dios quiere que ambos esposos lleven una vida llena de realizaciones y que críen a sus hijos dentro de una familia sana y con presencia de ambos. Por encima de esto, la Biblia revela un fin aun más importante para el matrimonio. Los padres no solamente están formando una familia física, sino que están reflejando el plan divino ¡que es formar una familia espiritual!

Dios se llama nuestro "Padre" en los cielos (Mateo 6:9). Como Padre, Él ofrece a los humanos la posibilidad de ser hijos suyos: "…Seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (2 Corintios 6:18). El apóstol Pablo explicó algo más sobre esta relación familiar al decir que "toda familia en los cielos y en la tierra" lleva el nombre del Padre (Efesios 3:14–15).

¿Quién es apto para formar parte de la Familia Dios? Los animales no. Tampoco los ángeles. "Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, y él me será a mí hijo?" (Hebreos 1:5–6). Parece increíble, pero de toda la creación de Dios, ¡únicamente los humanos tienen la extraordinaria posibilidad de convertirse en hijos e hijas espirituales de Dios! Así como un padre humano engendra hijos físicos por su "semilla" física, también nuestro Padre celestial está engendrando hijos espirituales por su Espíritu. "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios" (Romanos 8:14). Y también: "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (v. 16).

Los cristianos, engendrados en el momento de recibir el Espíritu Santo, esperan el momento en que "nacerán" dentro de la Familia de Dios en la resurrección, tal como se lo explicó Cristo a Nicodemo (Juan 3:3–8).

Coherederos con Cristo

¿Por qué, pues, está creando Dios hijos e hijas espirituales que nazcan dentro de su familia espiritual? ¡Porque Él desea compartir su creación! Pablo explica que como hijos suyos, nosotros somos "herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados" (Romanos 8:17).

¿Qué van a "heredar" los hijos de Dios en la resurrección? La oportunidad de ser espirituales, dotados de vida eterna. La vida eterna no es algo inherente en nosotros, sino que es un don, o regalo, de Dios. "Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 6:23). Los hijos de Dios también van a heredar la "propiedad" de su padre, ¡que es todo el universo! Así lo dice Pablo: "Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas" (Hebreos 2:8).

Las implicaciones de este versículo son impresionantes. Dios está llevando "muchos hijos a la gloria " (v. 10) ¡para compartir con ellos la totalidad de su obra creada y para que, junto con Él, rijan todo el universo!

¿No hay retroceso?

Hay quienes piensan que el matrimonio ha sufrido un golpe mortal del cual nunca podrá recuperarse. Es cierto que el matrimonio puede derrumbarse en el mundo occidental. Si es así, nuestras naciones se derrumbarán con él. Felizmente, podemos saber que Jesucristo—cuando regrese triunfal como Rey de reyes trayendo la paz a todo el mundo—va a dar comienzo a un renacer del matrimonio y la familia. Por medio del profeta Isaías, Dios predice que bajo el gobierno de Cristo "no harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar" (Isaías 11:9).

Bajo el reinado de Cristo, el matrimonio será la piedra angular de la sociedad. Los esposos y esposas aprenderán a amarse y a apoyarse y a cumplir sus deberes y responsabilidades hacia el Salvador. Unidos, criarán a sus hijos "en disciplina y amonestación del Señor" (Efesios 6:4). Y todo esto señalará hacia su destino final, que es nacer dentro de la Familia de Dios.

¿Cuál es el objeto del matrimonio? Si tenemos ojos para ver, la respuesta no es un misterio.

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