Un espíritu malévolo | El Mundo de Mañana

Un espíritu malévolo

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"¡Noticias de última hora!" resuenan los medios de comunicación cuando se produce otro trágico tiroteo, bombardeo, apuñalamiento o cualquier otro acto terrorista en una iglesia, sinagoga o entre cualquier grupo de personas. En la vida cotidiana, las personas se exponen a ser asesinadas o heridas por fanáticos religiosos o tiradores criminales que buscan la gloria. Otros individuos o grupos avivados por el odio racial causan muerte y destrucción.

Cierta similitud se hace evidente a medida que se desarrolla cada atrocidad. Los detalles difieren en cada caso, pero las similitudes entre métodos y resultados revelan el origen de estos crímenes atroces. La Santa Biblia revela esta conexión siniestra, aunque hoy en día relativamente muy pocos son capaces de identificarla.

A lo largo de la historia, la propensión de la humanidad al mal ha sido innegable. Pero hay otro aspecto que a menudo no se reconoce, uno que Jesús encontró cuando se enfrentó al establecimiento religioso de su época. Los fariseos y saduceos odiaban a Jesús porque su mensaje exponía su hipocresía y sus malas intenciones. Él les dijo: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él…” (Juan 8:44).

La Biblia enseña sobre un ángel caído que causa estragos entre los seres humanos. Juan escribió en Apocalipsis 12:9: “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la Tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.” Tenga en cuenta que este espíritu maligno no está solo, sino que tiene otros espíritus malignos que lo ayudan en su influencia.

El Nuevo Testamento contiene muchos ejemplos de Satanás y sus demonios causando estragos. Jesús a menudo echó fuera a estos espíritus malévolos y les dio a sus discípulos el poder para hacerlo también (Marcos 6:12–13).

El Evangelio de Lucas tiene un ejemplo vívido de la influencia debilitante de los demonios sobre los humanos y el poder de Cristo sobre ellos: “Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo... Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él” (Lucas 8:26–39). A medida que se desarrolla la historia, Jesús expulsa a estos demonios enviándolos a pedido de ellos a una gran manada de cerdos, lo que causa un gran revuelo cuando los cerdos se precipitan al mar y se ahogan.

El Apóstol Pablo luchó repetidamente contra la actividad demoníaca cuando Satanás trató de frustrar la predicación de la buena noticia del Reino de Dios a los gentiles. Él se refirió a ello en Efesios 2:2: “…en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia…”. También hizo referencia a su influencia en 1 Timoteo 4:1: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios…”

A medida que se desvanece el interés por Dios, la mayoría de la gente no reconoce al “príncipe de la potestad del aire” ni sus fuerzas demoníacas. Estos espíritus malignos inspiran macabros actos de masacres, creando caos. ¿Es una exageración suponer que las similitudes entre los actos de asesinatos de terrorismo comunes de hoy en día indiquen una influencia demoníaca?

¿Cuál es nuestra defensa? Santiago, el hermano de Jesús, dio instrucciones simples pero poderosas: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:7–8).

Anhelamos el tiempo descrito en Apocalipsis 20:1–3, cuando al regreso de Cristo, Satanás y sus demonios serán atados por mil años. Entonces, los que encadenan al mundo con su influencia serán los encadenados. ¡Dios apresure ese día!

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