El rey Canuto y el origen del poder | El Mundo de Mañana

El rey Canuto y el origen del poder

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En el verano del 2015 se cumplieron mil años desde la invasión vikinga a Inglaterra bajo el mando de Canuto, y el inicio de su campaña para convertirse en rey de Inglaterra. ¿Qué lecciones se derivan de la vida legendaria del rey Canuto? ¿Qué impacto tiene sobre nuestro modo de ver el sistema político del mundo moderno, su concepto de la verdadera fuente del poder?

El rey Canuto el Grande

Canuto, hijo del rey Swegen Forkbeard de Dinamarca, nació entre los años 990 y 1000dc, aunque se desconoce la fecha exacta. Swegen ocupó el trono de Inglaterra en el año 1013, pero falleció menos de un año después. El rey anterior, Etelredo el Indeciso, que había huido ante el invasor Swegen, recibió un llamado que lo instaba perentoriamente a regresar al trono de Inglaterra.

Mientras tanto, en el 1015, Canuto se retiró a Dinamarca donde reunió un ejército, y regresó a Inglaterra para combatir a las fuerzas de Etelredo. En el transcurso del año siguiente, Canuto se apoderó de la mayor parte de Inglaterra, con excepción de Londres. À la muerte de Etelredo, el concejo inglés eligió a Canuto como su rey, mientras que los londinenses eligieron al hijo de Etelredo, Edmundo II, apodado Flanco de Hierro.

La victoria de Canuto en Ashingdon, en la batalla de Assandun el 18 de octubre de 1016, provocó un convenio entre él y Edmundo para repartirse el Reino. Pero Edmundo falleció unas seis semanas más tarde por heridas recibidas en el campo de batalla. Fue así como Canuto se convirtió en soberano de toda Inglaterra.

El conquistador vikingo Canuto llegó a conocerse como el rey Canuto el Grande. Gobernó lo que entonces era un vasto imperio, con dominio sobre Inglaterra, Dinamarca, Noruega y parte de Suecia, hasta su muerte en 1035. Canuto pasó buena parte de su vida al timón de una gran potencia. Pero, ¿dónde reside el poder verdadero? Parece que Canuto entendía la respuesta a esta vital pregunta.

Amo de las olas

Según una antigua leyenda, el rey Canuto estaba caminando a la orilla del mar. Su corte lo seguía, exaltando al Rey con una reverencia desacertada, diciendo que él podía incluso dar órdenes a las olas. Canuto pidió que trajeran su trono a la playa y allí se sentó. Luego, en un acto deliberadamente inútil, mandó que las olas dejaran de subir.

Pese al decreto de Canuto, las olas continuaron su arremetida inexorable contra la playa y contra sus pies. En tono de reproche, Canuto respondió: "Sepan todos los hombres cuán hueco y despreciable es el poder de los reyes. Porque ninguno es digno del nombre sino Dios, a quien obedecen el Cielo, la Tierra y el mar".

Un novelista inglés del siglo 19, William Makepeace Thackeray, termina así su poema titulado "El rey Canuto":

"Reprendiendo, les increpa a jamás rodilla hincar
ante humanos, solo a quien obedecen tierra y mar.
Y corona del imperio nunca más volvió a ceñir.
El rey ha muerto: los parásitos nunca dejan de existir…"

En concepto del poeta, los parásitos asesores de Canuto se alimentaban del prestigio del Rey a la vez que procuraban inflarle el ego. El Rey emitió su orden contra las olas para demostrar a los de su corte que la verdadera fuente del poder era Dios, a quien las olas obedecen.

La historia se ha interpretado de diversas maneras. Un profesor de la Universidad de Cambridge, Simón Keynes, afirmó: "El cuento busca ilustrar su devoción, característica sobresaliente en su reinado… Sabe que su poder no es nada al lado del poder de Dios".

Keynes prosiguió: "[Canuto] fue un gobernante firme… Aunque había llegado a gobernar sobre los ingleses por la fuerza de las armas, manejó la situación con inteligencia y actuaba siempre con un agudo sentido político".

El anhelo del ser humano

En temporada de elecciones, muchos ciudadanos sinceros acuden a las urnas con una ilusión que no muere en el corazón del hombre, aunque cada nuevo gobierno se torna en desengaño.

En el ser humano no muere la esperanza de que algún día surja un gobernante que no esté guiado por el ansia de poder o enriquecimiento ilícito. Que tenga la sabiduría, la humildad y la entereza de reconocer cuál es la verdadera fuente del poder, para que el poder no lo corrompa, como lo hizo según cuenta la leyenda, el rey Canuto. Y que gobierne a su pueblo con integridad, buscando siempre el servir y no el ser servido.

Las buenas noticias que publicamos en esta revista, es que el anhelo que aún late casi silencioso en el corazón de muchos, pronto se hará realidad.

Por eso dice la Palabra de Dios: "Así dice el Eterno de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los Cielos y la Tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho el Eterno de los ejércitos" (Hageo 2:6-7).

Aquel que tantos desean sin conocerlo, el Jesús de la Biblia, regresará pronto a esta Tierra para establecer un gobierno mundial de paz.

Veamos algunas de las características de este Líder que viene a saciar la sed de justicia por la cual clama el mundo entero: "Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su Reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto" (Isaías 9:6-7).

Y: "Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre Él el Espíritu del Eterno; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del Eterno. Y le hará entender diligentemente en el temor del Eterno. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los manos de la Tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura" (Isaías 11:1-5)

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