La pancarta publicitaria | El Mundo de Mañana

La pancarta publicitaria

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Podía ver una enorme pancarta publicitaria desde mi auto mientras estaba sentada en tráfico en las horas de la tarde. La pancarta mostraba a una mujer escasamente vestida con curvas pintadas a la perfección y sus labios pintados de un color rojo intenso. La mire fijamente. Estoy segura de que el propósito era vender algún tipo de perfume o de ropa íntima. Es difícil de definir, porque desde mi perspectiva, lo que realmente estaba vendiendo era mucho más destructivo. Pensé: "esta pancarta fue diseñada por Satanás para tentar a los hombres", y aparté la mirada con desdén.

Mientras tanto, otra parte de mí pensó: "Debe sentirse bien tener ese tipo de atractivo físico".

A la mañana siguiente seguía cambiando de ropa intentando prepararme para ir al trabajo. Blusas, faldas, pantalones, me ponía algo y me lo volvía quitar con frustración. Era una de esas mañanas cuando nada parecía correcto. Esto me hace ver gorda y eso me hace ver plana. Esto me hace ver demasiado vieja y eso me hace ver demasiado joven. Después de 20 minutos improductivos, concluí que simplemente no tenía ropa que me quedara bien.

Sin embargo, el día anterior no había tenido problema para encontrar algo que ponerme. ¿Qué había cambiado?

Mirando enojada la pila de ropa sobre la cama con las que me había sentido incómoda, me di cuenta de algo. Esa pancarta no era solo para hombres; también era para nosotras las mujeres. Había pensado con mucha facilidad que era una tentación para otras personas, pero no pensé que también era una tentación para mí. Había subestimado el engaño de Satanás.

Dicen que el sexo vende, pero ¿qué vende y a quién? Las mujeres queremos sentirnos atractivas, y eso no es necesariamente malo, pero Satanás usa este sentimiento y lo tuerce. Él nos obsesiona con eso y nos tienta con el deseo de tener una pizca del atractivo de esa pancarta publicitaria. ¡Es realmente brillante! Tienta a los hombres con imágenes seductoras, y al mismo tiempo tienta a las mujeres a emular esas imágenes seductoras para que puedan sentirse físicamente atractivas.

El Eterno registró esta condición en las mujeres en el libro de Isaías, diciendo: "...las hijas de Sion se ensoberbecen, y andan con cuello erguido y con ojos desvergonzados; cuando andan van danzando, y haciendo son con los pies..." (Isaías 3:16). Si alguna vez sintió la tentación de agregar un poco más de arrogancia a su paso, ya sabe lo que esto significa. Continúa: "Aquel día quitará el Señor el atavío del calzado, las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes..." (Isaías 3: 18–19).

Entonces, cuando desaparezcan las pancartas publicitarias, la moda, la ropa y las joyas ¿qué quedará? Lo más probable quedara una multitud de mujeres inseguras en el mundo, confundidas y heridas que necesitarán mucho amor y guía, pero para aquellas de nosotras que buscamos desconectarnos de la influencia de Satanás, será algo muy diferente. Pedro escribió: "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3: 3–4). Dios nos diseñó para querer ser atractivas, pero Él nos dice de qué manera. ¿Alguna vez ha conocido a una mujer absolutamente radiante y esto no tenía nada que ver con su apariencia física? La belleza incorruptible está en el corazón, y es lo que queda cuando la moda y las joyas pasan. Esa es una belleza que no se puede vender en una pancarta publicitaria.

Como mujeres cristianas, tenemos la responsabilidad de estar alerta en todo momento, de no permitirnos nunca pensar que Satanás no está tratando de tentarnos. Satanás quiere que seamos vanidosas, pero Dios quiere que desarrollemos una belleza interior pura y discreta; y que seamos mujeres de buenos modales y que actúan con prudencia, “con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2: 9–10). Si podemos obtener esa belleza interior, podemos esperar el momento en el que Dios “se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17). Entonces enseñaremos a las víctimas de la sociedad inmoral de Satanás, a brillar con una radiante belleza interior.